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La roja insignia del valor

 

Un joven al que los barros se le acumulaban en la frente, algo corcovado, acudía a la guerra con las esperanzas y ensoñaciones homéricas tan típicas de la época. La Ilíada y la Odisea, sus libros preferidos, ejemplares ajados de tanto manosearlos, le transportaban  como un héroe más de las epopeyas griegas, a campos de batalla del siglo XIX. A su madre más escéptica y terrenal, le dolerá que su hijo parta a la barbarie. Aunque le encomendó para que siguiera las órdenes de sus superiores, puesto que para la familia era mucho peor una retirada llena de oprobio, que una muerte digna.  

- No te queremos recordar por actos de cobardía. - Balbució entre sollozos la irredenta fémina. 

- ¡Cosa de mujeres! - Se repitió nuestro héroe, con gran convencimiento, cuando observó el rostro afligido y arrugado de la madre, por el que asomaban las primeras canas.  Pero él, más allá de la sensiblería materna, se imaginaba tan invencible como Aquiles o Héctor.  A su paso, las balas le rehuirán, estaba convencido. Nunca sabrá que le aguarda el que es considerado el primer conflicto moderno, junto a la Guerra de Crimea, que inspiraría a Leon Tolstoi su formidable Guerra y paz. 


De Stephen Crane - Esta imagen ha sido extraída del archivo, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=71351990

Acompañemos a nuestro héroe camino a la leva. No era capaz de sustraerse del ambiente festivo que le rodeaba y concentrarse en hazañas venideras. Mujeres guapas le entregaron unas flores. Enmarcaban sus bustos con escarapelas, que servían para financiar el gasto militar preciso para una contienda. Un perfume embriagador, la vestimenta, y las mejillas mancilladas del color de los duraznos de las muchachas, le provocaron más rubor debido a su timidez proverbial. Pero había quienes en aquellas circunstancias se casaban precipitadamente. Y prometidas que juraban fidelidad eterna. Por no hablar de las orquestas que amenizaban las marchas de los soldados, entre aplausos de la multitud. El país se puede partir en dos, y vosotros sois nuestra última esperanza. 


De Thomas C Roche 1826-1895 - Library of congress, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2388934
Un soldado muerto en el dramático conflicto.


Sin ser pretenciosos, podría ser éste el inicio de la magnífica Roja insignia del valor (1895), de Stephen Crane, cuya acción se desarrolla en plena Guerra de Secesión americana (1861-1865).  Un clásico de la literatura americana, pero también clásico de los clásicos. El autor ni siquiera se detiene en las razones que empujaron al país norteamericano a la contienda, sino que indaga en sus páginas con inmenso acierto en el viaje personal del protagonista. Lo que más nos atrae es por tanto la evolución psicológica de éste, que se presentará a filas creyendo en el romanticismo de la lucha, y cómo el desengaño y dureza de la contienda, le llevan al desencanto. Nos recuerda por esa misma evolución  de los personajes a la gran Sin novedad en el frente. de Erich María Remarque. Además, el maravilloso lirismo de Crane nos elevará también a la generación de poetas ingleses de la Gran guerra, con esos pasajes en los que no disimula el horror de la artillería, una boca de fuego de rumor incesante, que provocaba la congoja en las filas de ambos bandos. Es el constante ruido lo que absorbe los sentidos del combatiente.


De F. W. Taylor - Esta imagen está disponible en la División de Impresiones y Fotografías de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos bajo el código digital ppmsca.37767.Esta etiqueta no indica el estado de los derechos de autor del trabajo adjunto. Se requiere una etiqueta de derechos de autor normal. Para más información vea Commons:Sobre las licencias., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=39880503
El gran coloso de la literatura, Tolstoi



Nada nos ahorra su autor, que sorprende por su realismo, a pesar de que nunca combatió en ningún frente. No obstante, muchos veteranos de aquel conflicto se vieron reflejados perfectamente en la psicología del soldado protagonista y en ese proceso de maduración que provoca el horror bélico. Reconocieron las primeras ilusiones, la muerte que desoladora se lleva a los mejores compañeros. Tanto como los paisajes devastados, la carne achicharrada y los árboles que remedan a espantapájaros. Por primera vez, la literatura no guarda a los lectores las monstruosidades de los campos de batalla. 


De H.-P.Haack - Foto H.-P.Haack. Sammlung H.-P.Haack → Antiquariat Dr. Haack Leipzig. → Privatbesitz., CC BY 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=4053232
Sin novedad en el frente, la novela antibelicista más reconocida.


A raíz de la publicación de La roja insignia del valor, Stephen Crane obtiene el reconocimiento profesional. Tanto que directores de periódicos confiarán en él, que con gran desempeño cubre como corresponsal la Guerra de los treinta días (contienda greco- turca) y la Guerra hispanoestadounidense (1898) Sus artículos tienen el pulso del miedo, y retazos de la belleza del combatiente. Más admiración, se codea con grandes literatos como Henry James, con el que tendrá una bonita amistad, vive un naufragio, sigue escribiendo clásicos como Las historias de Whilomville hasta que la muerte le sorprende sin haber frisado la treintena. Crane y su magnífica novela, La roja insignia del valor, son de esas joyas ocultas, que están esperando que el lector las descubra y las conserve en sus retinas toda la vida.


De Desconocido - Scanned from 1900 magazine in Infrogmation collection., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1623517
Stephen Crane, el gran escritor que murió joven.


Comentarios

  1. Por contextualizarlo, me lo he traído a este hilo, Tot. Con ese laberinto de entradas a pie de página, escribiste el comentario en un viejo hilo, de la Sociedad de la niebla. "He de reconocer que el tema de la guerra civil americana es para mi harto compleja. Había, por otra parte, escuchado algo sobre el libro más leído de este autor que murió tan joven, "El rojo emblema del valor".
    No quiero hacer asimetrías, pero el tema, el buscar una herida a posteriori para contrarrestar la cobardía primigenia, es un recurrente hasta nuestro día, claro que revoluciones con funcionarios del estado no son igual a guerra de trincheras.

    Aristóteles decía que no era de persona noble el buscar la utilidad de las cosas, ya ves, pero él aprovechó todo lo circunstancial, incluso aquellos cuatro días perdidos en el mar, para detallar la penuria de unos hombres alejados de sus familias y cercados por la guerra.

    Y gracias a esta entrada, buscaré en los anaqueles de la biblioteca sus obras principales, porque nunca está de más leer un autor que fue partícipe de una locura colectiva como los son las guerras.

    Un abrazo"

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  2. Y creo en lo que dices, la guerra americana es harto compleja, y los conflictos en general. Quizá ese final del siglo XIX, si nos separa de la guerra de Aristóteles, cuya crudeza máxima viene representada por los asedios. Pero desde la Guerra Civil americana, se vuelve más industrial. Es lo que me desconcertó de esta magnífica novela, que me parecía brujulear por otro conflicto futuro, el de la Gran Guerra. El pavor que producen los estruendos de la artillería, que por su frecuencia, hacen vivir en un continuo temor a los combatientes. Así como la evolución del personaje, que pierde todo su idealismo en el campo de batalla. Un abrazo, Tot, un gusto siempre tenerte.

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  3. Buscaré el enlace, Sergio, ahora estoy fuera de casa,, pero miraré que es lo que he hecho mal para enlazar en la Societat de la niebla y no como debiera, pero con el móvil me defiendo mal. Un abrazo

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    1. Jajaja, Tot, no has hecho nada, nunca mal. Al contrario. Lo que no quería era perder tu aportación, que como siempre, nos obliga a indagar mucho más, como la visión de la guerra en la antigüedad. La literatura en numerosas ocasiones creó ese trampantojo en el que cayeron hombres de la talla de Churchill,que invocaba a una guerra para su generación en su juventud, que salvo en honrosas excepciones, no nos suele sentar bien. Y las plegarias fueron atendidas, con dos conflagraciones, las más brutales que hayamos conocido. Cuidado con lo que deseamos. Pero Winston estaba influenciado por la literatura romántica y quizá, no sé si leyó a Crane, hubiera evitado esos delirios. Es probable, su madre era americana. Lo dicho, grande,Tot.

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    2. A Repetir cien veces:
      Miguelito, no escribas en donde no debes...
      Un abrazo, Sergio

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    3. Me parto, Tot, me has devuelto a mis años de la escuela. Escribe en la pizarra diez veces que "no se habla en clase".

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  4. He de reconocer que el tema de la guerra civil americana es para mi harto compleja. Había, por otra parte, escuchado algo sobre el libro más leído de este autor que murió tan joven, "El rojo emblema del valor".
    No quiero hacer asimetrías, pero el tema, el buscar una herida a posteriori para contrarrestar la cobardía primigenia, es un recurrente hasta nuestro día, claro que revoluciones con funcionarios del estado no son igual a guerra de trincheras.

    Aristóteles decía que no era de persona noble el buscar la utilidad de las cosas, ya ves, pero él aprovechó todo lo circunstancial, incluso aquellos cuatro días perdidos en el mar, para detallar la penuria de unos hombres alejados de sus familias y cercados por la guerra.

    Y gracias a esta entrada, buscaré en los anaqueles de la biblioteca sus obras principales, porque nunca está de más leer un autor que fue partícipe de una locura colectiva como los son las guerras.

    Un abrazo

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  5. Es curioso, Sergio. A poco que investigues sobre el hecho siempre salen las mismas potencias anexionadoras. Te explico. Me pasó cuando tuve que hacer un trabajo sobre antropología enrte las diferentes tribus del Chaco paraguayo y el boliviano. Salieron a relucir la guerra de 1932/35 y salió Alemania, Italia, Inglaterra, Holanda, Francia y Rockefeller y Rothschild, cada uno con sus intereses en las dos compañías de petróleos predominantes y competidoras, La Stándar Oil y la Shell. Resultados, 800.000 bolivianos muertos y 250.000 paraguayos eliminados.
    Ahora, debido a la entrada, intento saber un poco más de la guerra greco turca: y ya me sale el imperio alemán...
    Es que la historia siempre se repite.
    Un abrazo y perdón.

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    1. No, agradecido de esas reflexiones. La historia está mucho más interconectada que nuestro cerebro, que suele analizar fenómenos de forma más aislada. Y tu estudio me ha dejado patidifuso y me ha despertado sumo interés. Eres increíble, Tot. Un abrazo.

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  6. Este tipo de relatos antibélicos suelen ser tan interesantes como inútiles a la hora de cambiar algo. ¿En qué sentido? Se escribieron, sí, y son obras remarcables, pero no cambian las políticas de los estados que motivan las guerras y llevan al suicidio en masa de su población bajo banderas que no en última instancia carecen por completo de importancia.
    Claro que no por esto hay que dejar de escribrilas y leerlas.

    Saludos,
    J.

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    1. Sí, realista y desesperanzadora tu reflexión. Se suponía que la Gran Guerra había sido la contienda que habría acabado con todos los conflictos y nada más lejos de la realidad. No creo en el fin de los tiempos ni de los grandes relato como teorizaba la Escuela de Frankfurt. Algunos analistas pontificaron con el conflicto de Ucrania que volvíamos a la historia en esa renovada Guerra fría. Nunca creí que llegáramos a esa racionalidad, y está en la lógica de los estados como dice la teoría neorrealista asegurar y crecer en un espacio, que ha de chocar con el de otros estados. Eso dice mi yo pragmático, que ve y transpira los hechos.Pero ese otro yo sé quiere negar a ese realismo de cuerpos desmembrados, inútil y románticamente. Un saludo J. Un placer tenerte por aquí.

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  7. No deben dejar de escribirse las historias pasadas. Todo está condenado a repetirse, es cierto, pero no es menos cierto que el no escribir nada sobre ellas llevan al olvido.
    Por eso, y aunque no se le reconozca mundialmente como debe, Augusto Roa Bastos, es un relator de las vivencias guaraníes, población que se quiso hacer desaparecer cuando tiraron las líneas fronterizas entre Argentina, Paraguay y Bolivia. Allí vivían como un solo pueblo hasta la llegada del los "karai".
    La guerra 1932/35 entre Paraguay y Bolivia, financiada por la Standar Oild, después, Exxon, y Esso para sus filiales, y por Shell, por la otra parte, aquí hay que mencionar a Rockefeller con la primera y a Rothschild, dueño de la segunda, para apropiarse de los terrenos en que se creía había petroleo, y que resultó un fracaso, dio pie a probar toda suerte de aparatos por parte de las potencias involucradas. Paraguay giraba en torno Argentina, siendo esta, en ese momento, satélite inglés. Francia, Holanda, Italia, Dinamarca y en menor medida España, Bolivia contaba con Norteamérica, Alemania, Checoslovaquia, Chile (enemigo de Argentina siempre) y Perú.

    Un abrazo
    salut

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  8. Siempre conviene recordar a los que sufrieron los peores estragos de una de las facetas más horrendas del ser humano. En eso creo que estamos de acuerdo todos. J. también es escéptico como nosotros. Un saludo, Tot.

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  9. Con permiso, las personas que van a las guerras no son todas iguales y no todos tienen las mismas reacciones. Hay gente a la que los conflictos les transforman en "máquinas de guerra" personas que una vez acabada la guerra no encuentran su sitio en un escenario de paz, a estos los sonidos de la guerra les parece música y matar al personal un trabajo donde se ven poderosos, donde son alguien, ellos mandan y otros obedecen, ellos disparan y otros mueren, es sencillo para mentes sencillas. .
    Otros son supervivientes, es decir, gente que no se cuestiona nada y solo buscan sobrevivir a cualquier precio y de cualquier forma.
    Otros viven y se aferran a sus recuerdos, no soportan la sangre, el sufrimiento y el dolor, hay gente que a estos últimos les llaman cobardes, yo no se lo llamaría.
    Dicen que la guerra saca lo peor de la condición humana, pero también dicen que muchas veces también aflora lo mejor, como que alguien se juegue la vida para salvarte. No lo se.
    Yo nunca he estado en una guerra, deseo no estar, es un fracaso colectivo del hombre, pero no estoy seguro de que no conoceré ninguna. Ya veremos.
    Un saludo.

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    1. Estoy de acuerdo contigo, cada uno de nosotros desde nuestra individualidad, representamos un universo único, sin caer en el solipsismos vacuos en el que la realidad y los otros no son más que recreaciones en nuestra mente. El logro de Crane es iniciar un ciclo en el que no brilla tanto la épica, en muchos casos engañosa en cuanto llevó a grandes personajes de la historia como Churchill a anhelar la guerra en su juventud por esa visión literaria de la gloria. No sólo los románticos sino los héroes homéricos habían predominado hasta La roja insignia del valor. Qué además retrata el miedo, el ruido de las baterías que estremece y es que en esta Guerra de Secesión comienza la guerra industrial que veremos más magnificada en la Gran Guerra. Este libro no se nutre de las experiencias del autor, pero sí tiene la virtud de iniciar un ciclo más realista, que busca indagar en la psicología de los personajes. Luego vendrán Erich María Remarque, Celine, Barbusse, que reproducen una narrativa más subjetiva. Junger,Shklovsky más en el plano del combatiente,separado del resto de la sociedad. En cuanto a la posibilidad de una guerra, nada es descartable. Mi admiración por cualquiera de los que afrontaron circunstancias tan dramáticas. Quizá suene demasiado fuerte la frase de Spengler si no me falla la memoria, que al final la civilización la salva un pelotón de soldados. Un saludo,Daniel. Un placer leerte.

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