Al abrir mis párpados, fui consciente de que no seguiría siendo el mismo. Había vuelto de una pesadilla en la que fantasmas discurrían por trochas inverosímiles. Cuando corrí con la certeza y el pavor alabeado en mis labios, en medio del bosque de eucaliptos y por entre los médanos,casi no me salía la voz. – ¡Era yo, era yo!
-
¿Qué dices, Luso? – Me preguntó Casilda
que parecía declamar con el acento argentino tan cantarín. Estábamos en la
pieza que hace de nuestro gabinete, y en la que nos enclaustramos escapando del
alboroto establecido como norma por nuestros chicos adolescentes. Ella se me
acercó con su andar clueco, sus pechos irreverentemente grandes y el cigarrillo apostado en sus belfos. – Parece
que estás en otro lugar. ¿No me hacés caso? ¿Has terminado con el ordenador? –
Asentí con la cabeza, con aires de vacuo entusiasmo, porque sabía que había
vivido eso. Repetiría por conocido lo que iba a decir, pero Casilda se adelantó con la noticia que concernía a nuestra joven yegua. - Lutecia está a punto de parir.
En ese momento, había acabado una lectura repleta de misterio titulada Los monjes , que por supuesto recomiendo. La gracia de la ciencia ficción argentina, Leopoldo Lugones, Bioy Casares o Borges, y aquellos monjes
malhadados, que portaban la muerte consigo. Tras mis antiparras, unos fríos y descreídos ojos azules, que
como ingeniero, aeronáutico para más señas, se muestra escéptico ante tales
supercherías. Esbocé una sonrisa. – ¡Bobadas!- Eso es lo que habría dicho mi yo escéptico y que sin el acontecido de aquella noche, me habría
reiterado en mis manías de cuestionarlo todo. La segunda, tercera y demás ocasiones en las que me reiteraba en ese déjà vu, no estaba tan seguro.
–
¿Estás segura, Casil? Lutecia me va a joder el Clásico. – Encima el partido, pero no vi comprensión en mi argentina de ojos azules, sino la perplejidad ante el egoísmo masculino.
-
Iría yo, pero no veo un pimiento. – No
hacía falta escucharla más, me sabía el resto de su perorata. Tenía que ir en
busca del veterinario, Don Macedonio,un vetusto prócer de la comarca, que te quiere entretener con sus inútiles bibelots.
Partí en nuestro Land Rover. Lluvia fina. El ronroneo del automóvil, las luces que barren unos vericuetos llenos de cieno. Escuchaba las letanías del empate para la eliminatoria, de Vinicius, jugador del Real Madrid. El locutor dudaba si atribuírselo a Benzema, mientras yo hervía en candorosos afanes, con tal de atisbar dónde comenzaba la siguiente curva. El macadán se desdibuja con la arena, pero lo estaban arreglando en algunas partes por la cercanía de las elecciones. Una forma de nuestros políticos de decirnos que están ahí. La casa de Don Macedonio se encontraba a seis kilómetros de la nuestra.
![]() |
El Purgatorio. |
A continuación, la luna llena se dejó ver, para iluminar todo el camino. Fue cuando casi me dio un vuelco el corazón. Una reata de bultos oscuros, siempre en medio, que casi atropello. Iba a gritar a esos peregrinos que aparecen por todas partes, hacer sonar el claxon. Aunque repentinamente algo me paralizó cuando invadieron mis papilas olfativas un intenso olor a cera quemada. Mi cerebro recreaba cada detalle, como si el tiempo se esponjase, los segundos se convirtieran en un espacio superior. No alcancé a divisar ningún cirio.
![]() |
Alma penitente. |
- ¡Qué raro! - Hablaba conmigo mismo, mientras me bajaba del todo terreno, temiendo chapotear por algún charco, pero el piso estaba seco. Enseguida pude contar unas quince personas, embozadas en túnicas negras. No tenía miedo, y atisbe a ese individuo,. vivo para más señas, de carne y hueso, que guiaba a ese grupúsculo con una cruz y un caldero. Cualquier gallego sabe quiénes eran los de esa triste comandita, más yo había perdido cualquier congoja por un estado que me embargaba de extrema curiosidad. Sí, lo adivinan, por si algún lector se ha perdido, me había cruzado con La Santa Compaña, almas que se encuentran en el Purgatorio. Segundos con un universo de consecuencias, el guía comenzó a trazar un círculo, con el que pretendía cederme el testigo de esa procesión de malditos. Quise huir, aunque no pude, por cuanto el Lazarillo que giró su cabeza era para mi sorpresa yo mismo. Pero ya había estado allí antes.
Desde entonces, pobre de mí, procesiono todas las noches con esas ánimas en pena. Instantes en los que se repiten las mismas secuencias, bastaría con volver al inicio de este relato, con el que cuento mis cuitas. Aunque si el lector no se ha percatado todavía, también se tropezó en su pantalla con tan alegre partida de almas descarriadas, como me ocurrió a mí. Y mientras se entretenía en la lectura de mis tristes desventuras, me ha dado tiempo a cerrar el circulo con una rama, por lo que a partir de ahora, continuará con mi labor. Ni un miserere nos salva de la tarea, lo siento amigo lector. Espero que encuentre pronto algún pardi....ejem, que le sustituya. Yo partiré con mi Land Rover en busca de Macedonio a cerrar esta maldita noche para siempre. El veterinario y yo, llegamos a mi casa cuando el Clásico había terminado. Saldado con un 0-4 en el Camp Nou, para mi felicidad. Sería una noche inolvidable en todos los sentidos y que siempre recordaré por razones obvias.
![]() |
Miserere Mei Deus de Allegri |
!!!!Serás ¡¡¡¡
ResponderEliminarBueno, después entro a contestar, cuando me haya sosegado.
PD: Bravo por citar a Lugones.
Perdón,Tot, jamás te cedería tan maldito testigo. Espero que algún incauto pique, para liberarte de portar la cruz.
EliminarDicen,! Vaya uno a saber si será cierto¡, en las aldeas interiores de Galicia, que si por aquellas te encuentras con la Santa Compañía, no te queda un año de vida si la miras de frente. No sabría que hacer en tamaña circunstancia, y no podría, estoy seguro, mirar hacia otro lado, la curiosidad me lo impediría.
ResponderEliminarEl cuento hoy, la narración, si nos ponemos metafísicos, quedaría irresoluta; vagar por el Purgatorio ya no es de recibo, ya no es un lugar en el espacio, sino en el interior; es, según el anterior Papa, "un fuego interior, que purifica el alma del pecado", así que la visión de entes espectrales podría ser, para tu tranquilidad, una realidad virtual gpt3D, o algo así.
De todas formas, te voy a explicar un hecho que me aconteció: Aquella noche mi mujer trabajaba de guardia en el hospital. Yo dormía en la habitación del fondo, habitación que tenía cerrada porque en la otra del pasillo dormía mi hijo. A las 4´44 de la madrugada unos golpes repetidos no cesaron de aporrear la puerta de la habitación, un frío intenso recorrió todo mi cuerpo. Traspasando la puerta cerrada y, como si en una cinta mecánica estuviera montada, me miró. De un blanco impoluto y con una guadaña en la mano se deslizaba lentamente hacia el otro lado de la habitación. Antes se paró a mirarme. Una vez hubo marchado encendí la luz, luz que no apagué en toda la noche. El frío tampoco pude quitármelo.
Miré el reloj. Nunca se me olvidarán esos números.
A la mañana siguiente, en el desayuno, mi hijo me preguntó: -Papá ¿no escuchaste ruidos ayer noche?. No respondí.
Por eso, cuando leo narraciones similares, jamás las pongo en duda, porque como dicen por ahí: "no existen, pero haberlas, haylas"
PD: Leopoldo Lugones es un extraviado en su patria. Nadie vio bien lo de Aglaura, sin embargo pocos hablan de Juan Ramón y Zenobia.
Quizá lo que no le perdonaron fue la venida al mundo de "Polo", al que él mismo aborrecía. Pero esa es otra cuestión de la que no me atrevo a opinar.
Nos dejó una gran novela, y poemas que son verdaderos cantos de amor.
Salut ¡
Jopetas,Tot,me vas a hacer desabrigar mi escepticismo militante con tu historia tenebrosa. Esa parva que te miró y receló fastidiada,porque sabía que no era tu momento. Todavía debía aportar nuestro Tot demasiadas cosas Un placer tenerte por estos lares hoy lúgubres.
EliminarPor cierto, he dejado el final inconcluso, a la mañana siguiente, después de mi venida del trabajo, me comentaron que el vecino del piso de arriba había tenido un infarto, infarto del que no salió con bien.
ResponderEliminarDoy fe.
Puffff, qué mal final. Lo siento por tu vecino.
Eliminar¿Comparar uno de mis textos con gente como Leopoldo Lugones, Bioy Casares y Borges?
ResponderEliminar¡Gracias!
Interesante relato, para releerlo varias veces.
Saludos,
J.
Tienes ese poso de misterio y ese no contar,con elementos que nos pueden parecer cotidianos a los lectores, tan propios de la ficción argentina. Ese no contar que despierta en nosotros,esas experiencias con las que rellenamos tus relatos. No son mundos fantásticos sino cercanos.
EliminarGracias otra vez. Nunca creí que alguien podría decir algo semejante a partir de uno de mis textos.
EliminarEn serio, gracias.
Saludos,
J.
De nada,me encanta no sólo lo que cuentas,sino lo que insinúas y que cada uno amolda conforme a su imaginación.
EliminarVeamos ( dijo un ciego y nunca vio; ) Se supone que tú eres Luso, ingeniero de telecomunicaciones, pareja de Casilda con dos adolescentes y una yegua ( Lutecia o sea Lisboa) claro por eso tú te llamas Luso, el portugués jajaja en fin, que la yegua está a punto de parir.. hasta ahí todo claro. Te vas a buscar al veterinario, en tu Land Rover, mientras caía “calabobos” que es como se le llama aquí a la lluvia finita ( je) y de pronto! Tachán! te encuentras con la Santa Compaña …pero como MIGUEL ha llegado antes que yo y yo os miro desde muy muy lejos, me temo que el caldero se lo queda él jaja o Jose A. García que como está tan feliz con tus piropos a su prosa no se ha dado cuenta de que le has endosado el caldero jajaja en fin, que yo desde la lontananza os saludo a todos con la mano sin acercarme demasiado no vaya a ser que los de la Santa Compaña se percaten de mi presencia y vengan a visitarme aunque solo sea porque por proximidad real, soy la que les pilla más a mano, por eso he tardado tanto en comentarte ando huyendo, no vaya a ser... y más después de leer a MIGUEL que si él vio lo que vio en Cataluña, no te quiero ni contar aquí ; )
ResponderEliminarMucha gracias por tu relato, un abrazo fuerte SERGIO, saludos a Casilda, los niños, a Lutecia y espero que tb a su potrillo jaja ¡feliz domingo, portugués! ; )
Jajajaja, qué perspicaz, María. Sí hay retazos autobiográficos pero en este caso Luso es un amigo, que es ingeniero, y vive por los alrededores de Santiago de Compostela en una casa de algún hidalgo antiguo y cuyas caballerizas ha reconvertido en un inmenso salón y cocina. Pero lo demás sí que lo has captado al vuelo. Tienes la sabiduría de las meigas ...Muchas gracias a ti,por tu humor y tu prosa refrescante y bella.
Eliminar