Allí estaba el cuerpo exánime, sangre de mi sangre, azuladas las falanges en las perentorias horas de tu muerte. Por unas fiebres, te conturbabas entre los tules que ornaban tu lecho- sepulcro, pugnando por tu vida. Alzabas la vista, y mientras intentaba descifrar el enigma de tus ojos, el galeno giboso me decía que nada había que hacer. Ni una sangría, pues tu luz se extinguía indulgente. Yo te susurraba palabras de amor, querida Drusila. Concubina fiel, esa Roma pacata que se suspende en los trenos de Augusto, nos juzga pero qué sabrán del amor salvo las normas estatuidas. Incesto, amor al fin y al cabo. ¡Qué me juzgue la historia, pero que antes conozca nuestra parte, oh Drusila, amor mío!
¿Recuerdas nuestras correrías en los campos de Germania con espadas de madera? Tú querías ser un muchacho, y con tu ímpetu me impelías hasta que dando pasos atrás ante tus acometidas, yo caía de culo. ¡ Por Deméter! Entonces, nuestro padre, Germánico Julio César, con su semblante bello voceaba estentóreamente corrigiéndome. Él fue un héroe victorioso. Su clámide tan gloriosa como la capa roja de César. ¿Quién le envenenó? ¿El emperador Tiberio que envidiaba el amor que le profesaba el pueblo como hombre justo? Ahí comenzó nuestra desgracia. Yo soñaba con el reencuentro, en cuanto me enteré de vuestro destino, junto a madre en la Isla de Padantaria. Solo en la corte sentía las miradas persecutorias de los sirvientes, en realidad, centinelas del emperador, hasta la sombra impecable de mi ayo, un griego de cara angosta. En nadie confiaba, oh Drusila, ¿ por qué no despiertas, hermana? El emperador me ponía a prueba, junto a su nieto Tiberio Gemelo. A ver quién tenía más dotes en la gobernanza del populacho. Te confieso, oh amor, que temblaba ante las preguntas extemporáneas y como llovidas del cielo de su Alteza.
- A ver, Calígula, jovencito, quiero saber si eres tan juicioso como parece. Sabes de las onerosas obligaciones del estado. - Fruncía el entrecejo, y era notorio lo que le gustaba el dinero a nuestro tío abuelo, aunque más sanear unas arcas qué los mármoles de Augusto habían convertido en polvo . - O tú consideras confiscatoria la vigésima.- Recordar las obligaciones tributarias le granjeó no pocas enemistades o crear figuras impositivas nuevas. No en vano, una veinteava parte de las herencias y la exclusión de las clases plebeyas lo enemistó con los patricios. Casi tanto como los juicios por traición que se sentían como una mano ciega que sentenciaba a los mejores hombres. Por eso, cargado de misantropía, mi amada Drusila, dirigía duros embates contra mí. Mi voz en aquel instante no me parecía mi voz, tan meliflua.
Llegó un día, que nunca te conté. A la Isla de Capri con un bajel, a vivir el destierro junto a su majestad, porque a todas horas Tiberio sospechaba de las intrigas y temía caer víctima de un envenenamiento. Por aquellas fechas, hermana muerta y querida, surgió una extraña alianza, de la que recelaba. Zozobra en sus muecas hirientes, sabía de mis dudas, aunque me hablaba pausado, un tal Quinto Nevio Cordo Sutorio Macrón, que Tiberio ascendió a jefe de su guardia. Con la excusa de que Sejano, había envenenado a nuestro padre y a su hijo, el heredero, Druso - No creo, querido señor, que los destinos del imperio puedan ser gestionados por su sobrino Tiberio Gemelo. - No me atrevía a corregir al nuevo prefecto de la guardia del emperador, pese a temerme una celada. ¿No sería una prueba de Tiberio? En cualquier momento, aparecería la guardia pretoriana a prenderme.
- Lo lleva en la sangre, Calígula, su padre Germánico, nuestro Alejandro Magno tenía la gracia del poder y el favor del pueblo. - En aquellos tiempos la plebe me aclamaba y me prefería a él. En Capri donde compartía mesa con nuestro tío abuelo, se acrecentaron mis temores. Imagina, amor mío, sospechar de cada bocado, de cada trago, un veneno certero, mandrágora u otra raíz, y a recaer en el sueño eterno. Macrón me sugirió que había una solución. O Tiberio o yo. Se encargó de todo, el veneno emponzoñó el sistema circulatorio de su majestad, que feneció siendo consciente de que un mal provocado por otros estaba acabando con él. Yo imperturbable le sostenía la mirada. Me había acostumbrado a ser más Tiberio que Tiberio, y a refugiarme en una máscara inexpresiva.
Murió y alcanzamos nuestro deseado reencuentro. El amor de Agripina, taimada que se quería ganar mi favor. Pero luego llegaste tú, engendramos el bebé que morirá contigo en el seno materno. Felicidad hasta que Macrón me repuso airado que había cometido la mayor de las estulticias. - Pontífice, príncipe, emperador, todos hablan de sus relaciones incestuosas, las permiten, pero se ha dejado jirones de favor del vulgo, que es muy conservador.
-¿Qué sabrán ellos? - Azogue en mi lengua, que me quema.
- Ahora se sabe que su hermana ha quedado embarazada, que el marido de Drusila es un eunuco. Permítame la franqueza. ¡Un escándalo, señor! - Brújula del desamor, arrumado de pesares. - Un aborto sería un escándalo, ni podríamos asesinar a todo su servicio, mi amado emperador. - No hubo más remedio, mi amor, mi Drusila. Siempre abocado a mi supervivencia, tuve que matar lo que más amaba, eran tantas las objeciones de Macrón, que se me arracimaron los malos presagios en la cabeza. Por sobrevivir, perdóname, querida Drusila, me condené a una existencia en soledad, cuando tú eras el único alma que curaba mis cuitas.
Coda final: Sirva la reflexión de esta recreación, para entender mejor a un personaje que pasó a la historia por su extrema crueldad, pero que vivió una infancia en un entorno tan hostil que marcó con fuego y dolor, el resto de su existencia. Nuestra infancia, ese territorio no tan dorado, que explica nuestros miedos y algunas pulsiones que rayan lo irracional. Por supuesto, nada justifica las locuras de Calígula, que descargó su ira sobre inocentes y como en el caso de Drusila,en lo que más amaba.
Muchas gracias por tus comentarios,Joselu,que valoro por venir de lo que considero todo un maestro de la blogosfera y de un sabio,por todo lo demás con lo que nos permeas en cada una de tus reflexiones. Y una vez más, le das el giro a la entrada más conveniente. Ese inmenso poder siendo tan omnímodo, que recae en personajes tan dispares, como el estoico Marco Aurelio,sabio donde los haya o locos como Calígula, Nerón,que lo ejercieron con completa brutalidad. El caso era que leyendo libros de historia, no Calígula pero sí otros gobernantes, se contemplan bajo una nueva luz, más ajena a las fuentes y fobias contemporáneas. Es el caso de Tiberio, que fue un gran paranoide, aunque su ejecutaria en el terreno económico es mucho más valorada en el presente por cuanto puso en orden las cuentas del Imperio. Cosa que los contribuyentes de entonces, no quisieron elogiar por razones obvias, y resaltaron únicamente los defectos de este emperador que también vivió en un continuo clima de terror.
ResponderEliminarMe ha encantado,Tot, cualquier autor,historiador antiguo son mi debilidad. Suetonio,Herodoto,Virgilio,Josefo o Tucidides,por no nombrar otros. Por qué no el drama griego. En Roma y Grecia hay un centon de historias que nos desvelan lo más intrincado del ser humano. Y Calígula, reúne muchas facetas del ser humano,las más negras normalmente. Aunque en algunos casos, la historiografía más coetánea resalte y exagere los oscuros, Calígula sí merece estar en ese panteón de los horrores. Es difícil no escoger una historia,porque se caen a racimos entre tus manos, con un Calígula que salvo en los comienzos, careció de cordura,Tot. En fin,un abrazo,amigo, el mundo antiguo como sabemos está ebrio de pasiones.
ResponderEliminarNo estoy versado, SERGIO MUNARI, ahora bien, si cogemos a Flavio Josefo para que nos haga compañía encontraremos verdaderas perlas, entre ellas el reconocer que los Romanos tenían al hombre tranquilo por ocioso, y al que no era sanguinario, por cobarde.
ResponderEliminarQuizá esto pueda dilucidar el comportamiento generalmente inhumano de los hombres de estado en aquella época y en aquel lugar.
Otro abrazo fraterno y hasta tu nueva entrada, que estaré esperando.
Salut ¡
Yo me he planteado retomar esos libros que me alumbraron cuando era un veinteañero diletante y abrumaba a mi futura mujer, con esos ejemplares con nombres que parecían salidos de las catacumbas. Versado en muchas cosas,Tot,un hombre definitivamente sabio. Hay que llamar a las cosas por su nombre. Frotas la lámpara y sale tu erudición,tan bien contada.Un placer y otro abrazo fraternal.
EliminarDetrás, SERGIO MUNARI, está Suetonio y Josefo, no yo. En ocasiones, para responder a tus elaborados escritos me tengo que remitir a ellos. Abro el Cesare Cantú, una extraordinaria enciclopedia, y me remito a sus respuestas. !Ya quisiera yo saber¡.
ResponderEliminarEn lo que estaremos de acuerdo es en que si tienes buenos libros a mano las respuestas serán tan buenas como lo que expone, que de eso se trata, porque tu bloc es más que interesante. La manera de exponer, de contar , de investigar, de proponer, eso es lo que me gusta.
Sigo en la cocina, que hoy están los nietos y comen temprano¡
Un abrazo
Grande,Tot,seguro que serán tan magníficos tus platos como esas entradas gourmet que elabora tan buen sazonador.Lo importante,Tot, es que dominas esos hilos,para entresacarlos con maestría. Lamentablemente esas referencias se van perdiendo,aunque confiemos en las nuevas generaciones.Seguro que en tus nietos quedará el poso del abuelo,que creyó hablar al aire. Un abrazo y hoy toca disfrutar de la familia.
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