¡Cómo no temer su cabezonería! Rudo en su lógica, tenía en su debe ser precisamente la
persona más racional del mundo. Buscaba la incompletitud, cualquier atisbo que permitiese refutar verdades que se habían considerado hasta su discusión, demoledoras. Su amplia frente, los quevedos y los cabellos que se habían tornado grises, conferían al matemático Kurt Gödel un aspecto de madurez y seriedad que siempre había poseído desde su más tierna juventud. Garabateaba con afán aquellas fórmulas en sus cuadernos de anillas y hojas de cuadros, como el tamiz con el que observaba el mundo. Muy cuadriculado. Las cosas solamente podían ser de una forma. Cuando se encontraba con Albert Einstein, pelos que se proyectaban igual que una irradiación, ojeras y unos belfos en los que se atisbaba ironía, dejaba hablar al genial físico teórico. Albert le derrotaba con su elocuencia.
De Kurt también se decía que era uno de los sabios que junto a Einstein y Heisenberg, habían sacudido los cimientos de la ciencia de comienzos de siglos. Sus paradojas, intrínsecas en las leyes de la relatividad, Principio de Incertidumbre y de Incompletitud en el caso de Gödel, habían sumido a estos saberes en la incomprensión, pues derrumbaron mitos deterministas. ¿Estaba el Dios de Spinoza, con sus matemáticas y física perfecta, tras los fenómenos de irracionalidad de la mecánica cuántica o de las matemáticas, que se enfrentaban a límites de conocimiento como esbozaría el propio Gödel?También Einstein se desasosegaba con esas ideas, y pugnó por rebatir la realidad de la mecánica cuántica, que aceptó a medias. ¿Puede un ratón por mirar un fenómeno alterar el curso del universo? Rezongaba enervado por las posibilidades que producía teoría tan contingente, por estar sujeta a la probabilidad y desligada de cualquier certidumbre. ¿O el gato de Schrödinger, estar vivo y muerto a la vez?
El caso es
que a pesar de las muchas discrepancias ideológicas, de mansedumbre en el matemático,
que lacónico, sin embargo, se tornaba febril cuando algo se le revelaba como
ilógico. Por eso cuentan, que le restaban días a Kurt Gödel para preparar el examen de ciudadanía americana.
Un hombre tan ilustre si suspendía la prueba de la Constitución americana, que
debía afrontar frente a un riguroso juez americano, que no admitía tratos de favor pese
a la relevancia del matemático, volvería a su situación de precariedad. Cadenas
de favores para renovar sus contratos de profesor en Princeton. Así, su amigo Einstein
quiso amarrar algunas circunstancias a favor de su amigo, el inefable Kurt. Que en
uno de los paseos despertó no pocos recelos, en cuanto Kurt entornó sus ojos, presos de una verdad.
-
Amigo, la Constitución americana tiene
una inconsistencia fundamental.
-
¿Cuál, Kurt?- Einstein, que veía tejerse
el atardecer en Princeton, incendiado de colores otoñales, resopló. Ellos
hablaban en su maternal y acogedor alemán. -
Es más fácil que todo eso, necesitas la ciudadanía americana que allanará muchos trámites burocráticos,
limítate, por favor, a realizar el
examen.
-
Pero es que, amigo, amo este país, y
creo que de esa inconsistencia, podemos derivar en una tiranía. Nosotros que hemos vivido una. – Se refería a los nazis. Volvió a
explicársela el en otras circunstancias poco hablador, y Einstein sin restarle
un ápice de razón, pues el señor Gödel cuando se ponía tozudo, insistía si era preciso hasta la eternidad.
- Amigo, cualquier sistema e institución humana, es falible. Los americanos son el pueblo más libre, porque defienden a ultranza la libertad de pensamiento. Nunca habrá pensamiento único en estas tierras, que es una condición necesaria y suficiente para que cualquier sistema desemboque en la tiranía. – Más leña de Einstein para que la discusión reverberase incluso cuando superado el médano que les servía de señal para darse la vuelta a recogerse en sus casas. El científico judío dejó que Kurt continuase con su salmodia. Temeroso de que el día de autos, soltase esa soflama. Con todo, llamó a su amigo juez para advertirle de las circunstancias del matemático extravagante. Tan poco se fiaba, que el día del examen le acompañó a la sala donde su colega de Princeton pasaría la prueba, temiendo una baladronada.
El amigo juez de Einstein le hizo las preguntas de rigor. Enmiendas,
que el genial Gödel respondió con exactitud. Alzó
la mano para que en un momento dado, el jurisconsulto le dejase cuestionar la falta
de lógica interior de la Carta Magna americana. No obstante, nunca
escucharíamos esa tacha que adivinó el gran matemático Kurt
Gödel. Quizá el mismo Einstein, cuando la luna de miel que vivía con los valores americanos se disipase por culpa del macartismo , pensase que su
amigo no andaba desencaminado en su cuestionamiento del texto constitucional. O qué ocurriría si conviviesen dos pensamientos tan polarizados como es el caso más contemporáneo. Como decíamos, no es descabellado reseñar la posibilidad de que otros acontecimientos más postreros sean más conducentes a la interpretación de Gödel, pero nunca lo sabremos, puesto que
para la posteridad no se conservan restos de esas discusiones que mantuvieron
el matemático y el físico. Tampoco el juez dejó que se extendiese y nos privó de conocer dónde estribaba para Gödel esa falta de coherencia interna de los principios constitucionales americanos. Porque el magistrado, advertido por Einstein, no quiso
suspender al matemático en su examen de ciudadanía.
No sabes lo contento que me has puesto al leer tu entrada. La última la escribiste en mayo del 21.
ResponderEliminarEsta la volveré a leer para adentrarme en el texto
Un abrazo y gracias por escribir.
salut
Yo también estoy contento,Tot. Os leí desde la distancia,y siempre me resultó una bocanada de aire,asomarme a vuestras entradas.Nos seguimos leyendo.
EliminarEs curioso, muy , muy curioso que un lógico, un empirista matemático, una persona que no quiere ni desea especular, converga justo en el punto con un metafísico, el gran Ortega. Si, y es fácil de explicar, la persona que nos traes, unos de los mayores lógicos matemáticos del siglo XX, fue el que nos ayudó a discernir los "entornos sociales en los entornos determinados". En otras palabras, lo que nos decía Ortega, las circunstancias como determinantes en el "yo", como determinado.
ResponderEliminarUN placer leerte
salut
Y leer tus reflexiones,Tot,con ese trasfondo que nos hace mella,tan filosófico. A mí me habría gustado saber dónde Gödel encontró ese resquicio por el que la Constitución americana podría amparar la mayor de las tiranías, más allá de la falibilidad de cualquier sistema humano como dijo su amigo Albert Einstein.
EliminarNo te había detectado, Sergio, pero he visto tu comentario en el blog de Tot y he venido a visitarte para encontrarme ese estilo narrativo inconfundible característico tuyo que dota de interés a lo narrado. Un pequeño detalle, esa inconsistencia detectada por Gödel, sirve de armazón a un cuento eficaz y bien planteado. Saludos, Sergio.
ResponderEliminarMuy buenas,gran Joselu.Muchas gracias,de ti siempre digo que es un placer contar con tu presencia, porque elevas la categoría del debate gracias a ese prisma privilegiado, que nos permite ver decenas de haces de luz y puntos de vista, que de otra manera jamás se nos hubieran ocurrido. Amén del misterio que nos sugiere la controversia de Gödel, que nunca conocimos, esta historia me parece interesante porque nos ayuda a reflexionar sobre las fallas que puede presentar cualquier sistema democrático y sus instituciones.
EliminarMe pregunto qué habría dicho Gödel sobre la Carta Magna española tan denostada por la inmensa mayoría que la odia, satiriza, ignora o desconoce. No sería una inconsistencia, sería algo más profundo que afectaría al alma levantisca de un pueblo -o de varios-.
ResponderEliminarJoselu, esa misma curiosidad se me acaba de despertar a mí. Cuando los demás poderes de cualquier democracia se interpretan como un resorte más para perpetuarse.Aunque creo que Gödel nos vería más inconsistencia como pueblo dormido en la molicie.Si no entiende que en la independencia de las instituciones, estriba la verdadera democracia. Un placer,Joselu.
Eliminar