Andrew Croker-Harris es un profesor atiplado, que hojea imperturbable los trabajos de sus alumnos. Espigado, encorsetado tras unas gafas que se vuelve a enhorquetar, en medio de un silencio sepulcral que gobierna todas sus clases. El venero de sus ojos claros reluce fríamente tras los quevedos. Es fuego mortal, que se convierte en frustración en sus alumnos, quizá porque arroje por ellos el desencanto, que siente él mismo. Sin embargo, dibuja en el aire seguidamente las reflexiones que ha aprendido como una letanía.
- Siento decir, que deberán repetir sus traducciones. Ni de lejos se acercan a lo que han de parecerse - Se sujeta las gafas, sus papilas se quedan sin líquido. - He descubierto desparpajo, pero un maltrato a los grandes clásicos, que todavía debieran seguir inspirándonos. Tenemos que respetar el pasado y no ultrajarlo.
Las caras de angustia se reflejan en sus epígonos, pues nada alcanza la perfección añorada por el profesor. Al final de la clase, les recuerda, que será su último encuentro. Una grave enfermedad que le aqueja, le obliga a abandonar la institución, que le ha ocupado dieciocho años de su vida. Sus párpados pesados, apenas se mueven.
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Cartel publicitario de la película |
¿Quién es pues Andrew Croker- Harris? Un docente que recita de memoria el Agamenón de Esquilo, mientras siente su soledad. Es una obra que en sus tiempos mozos le cautivó. No en vano, la pasiones de aquellos reyes situados en un tiempo remoto, le alcanzaron. El hermano de Agamenón, Menelao, eje de la mayor tragedia griega. Quiso, por tanto, reescribir esa historia, con un ritmo más actual pero abandonó el borrador de la traducción, como tantas otras cosas. No supo trasponer en sus emociones la vida cotidiana, embriagado por un ideal de perfección. Más tarde, casado con una bella mujer, creyó que Millie podría ser su Helena, y complementarle como una de esas heroínas de tragedia griega. En la cinta, observamos que ocurre todo lo contrario. Millie tiene un romance con el profesor de química, el señor Hunter. Una situación consentida por todos, porque el profesor Croker-Hunter no despierta las simpatías de casi nadie. Curioso en la rígida sociedad inglesa de entonces, pero se considera tan monstruoso al marido, que Millie es la víctima. Todos salvo Taplow, un vivaracho alumno, que encuentra ese rastro de luminosidad en el aborrecido Croker- Hunter. odian al profesor. Porque no intuyen,, como decíamos, un rastro de humanidad en él. La película es muy eficaz, construyendo ese retrato demoledor contra el personaje principal.
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El magnífico Redgrave. |
Y será este alumno, que como despedida de su admirado profesor, le regala la traducción de Robert Browning del famoso Agamenón, el que va a remover a Croker- Harris, interpretado por un colosal Michael Redgrave. El poso de la escuela teatral británica es indudable. Desde luego, la dedicatoria de Taplow tocará una tecla insospechada en él y el guión dará un giro, para resolver el nudo gordiano de la trama: "Dios desde lejos mira gentilmente a un maestro gentil". Al leerla, el Hueso no puede reprimir el llanto, que concede delante del profesor Hunter. Éste último comienza a experimentar lástima y a humanizar al esposo de su amada. Croker- Harris, tiene algo que le enternece, por lo que decide acabar con el romance con su esposa. Su indefensión, quizás, los sentimientos algo egoístas de Millie - No sería caballeroso por su parte a esas alturas. - Le reprende el Hueso. La relación entre Hunter y Croker- Harris, nos desvelará también muchas de las intrincadas tramas que recorren la personalidad del protagonista principal.
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Dickens cuestionó en sus obras los métodos de enseñanza de su época. |
Llegamos entonces al discurso de despedida del antiprofesor. Basada en una obra de teatro, este discurso es un añadido, que el autor de la obra teatral, añade al guión de la película. Para intensificar el drama, y no hacer tan oscuras las inteligencias que se remueven en el interior del impenetrable docente. Eso y el regalo del dicharachero Taplow. Nos hacen preguntarnos y preguntarse a él mismo, ¿qué fue de la vida de Croker- Harris? En busca de la excelencia, había olvidado lo más importante, apiadarse no solamente de los personajes literarios. ¿No era la filosofía un camino sin fin? Aspirar al aprendizaje eterno. El ideal se había convertido en un refugio para escapar de todos sus miedos.
Pues toda esa fachada, como decíamos, se derrumba en el discurso final, durante el cual, el protagonista entonará el mea culpa. La exigencia, la excelencia, sin inspiración ni motivación, son tan efímeras como las gotas de lluvia deslizándose en el cristal. Excelencia sí, es la moraleja frente a otras obras más recientes y engañosas, como El Club de los poetas muertos, que lo fundan casi todo en la inspiración. Aunque en La versión Browning la excelencia no está reñida con la inspiración, humanidad y ejemplo. Ese es el mensaje que late tras esta película maravillosa. No pasiones entumecidas, guiadas por ideales, que son las que parecen que recorren el espinazo del protagonista. Desde el Azogue, recomendamos encarecidamente su visionado. Porque se trata de un tema, que desde el siglo XIX, con Charles Dickens a la cabeza, no ha perdido actualidad. Se habla de una educación decimonónica con desdén. ¿Ninguno de sus valores es válido en nuestros días?
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Una película que alcanzó a varias generaciones. |
Por lo que veo, cuenta que no soy cinéfilo, la película es una traslación de Agamenón‐Clitemnestra‐Egisto, o sea, una actual película sobre el símil.
ResponderEliminarEs una obra, al menos para mi, cargada de violencia, sacrificios, crímenes, ultrajes, traiciones, una tragedia en toda regla que se me hace compleja digerir.
Sobre Redgrave, ¿qué decir?, una saga de actores ingleses de los mejores, todos de una izquierda muy extrema, la troskista, y magos de la interpretación. Debe de ser un gen.
La Filosofía no se si es un camino sin fin, lo que si se, es que ayuda a ese camino, ayuda a hacer preguntas, dado que la Filosofía no da respuestas, pero si ella sería imposible averiguarlas, y si, ciertamente, el camino de la vida está lleno de preguntas.
Sobre El club de los poetas muertos, no soy capaz de opinar. Creo que no es veraz, que es una utopía y que si, que está bien, llena de frases profundas y de optimismo, epro allí, en esa clase, por lo que vi, todos eran de posibles, yo invitaría al profesor a dar las mismas clases pero en otras condiciones, en la Universidad Pública, por ejemplo, y no se porqué se me da que en la actualidad y conforme como es hoy el sistema, el éxito de la empresa no lo tendría asegurado. Pero eso es mi visión.
Y si, la veré que duda cabe. Redgrave es un aliciente y todo lo que rodeaba las Polis griegas, otro.
Salut
No se te ha escapado ese trampantojo, Agamenon/triángulo de la pelicula, Tot. Además, entiendo o interpreto, que esa idealización hacia la cultura clásica y el saber más tradicional, no es más que una máscara tras la que se refugia el personaje..
EliminarNo sabía de la ideologia de los Redgrave,pero esas de esas sagas que ennoblecen la profesión de la interpretación. Coincido contigo en tu apreciación de la también engañosa El Club de los poetas muertos, sin dejar de admirar como mueve nuestros hilos.
Como profesor que he sido durante muchos años -no siempre fáciles ni exentos de fracasos- la existencia de un alumno que vea más allá de las apariencias por negativas que puedan ser, da una posibilidad de esperanza. Un profesor, más si es de literatura, y cree en ella, siempre espera esa mirada de alguien que por fin ha comprendido. Con uno basta.
ResponderEliminarEstamos de acuerdo, Joselu. Además, en el caso de esta película se superpone el drama más íntimo del profesor, que disfraza su fracaso personal de un ideal de conocimiento., con el mensaje de fondo, respecto a la educación. Me ha sorprendido, sinceramente. Y con unas interpretaciones más que sobresalientes.
EliminarTodo me induce a pensar.
ResponderEliminarY pienso que nada ha cambiado a pesar de los 2.500 años trascurridos. Absolutamente nada.
Que todo es como el símil de Sísifo, un eterno volver a repetirse sin cesar.
Se repite en el humano absolutamente todo. Apostamos por la disciplina (la anarquía, está visto, sería peor). Y observamos como los tríos amorosos ya existían antes que las pusieran de moda las películas francesas.
Mantenemos las diferencias generacionales como si los jóvenes lo supieran todo de la vida, y como si los viejos no hubieran sido jóvenes.
Nos asalta siempre la duda si habrá un alumno comprometido y comprobamos que el abandono de hogar viene desde la Torá.
Los saqueos y la violencia que nos machacan en los telediarios, ya existían cuando los aqueos luchaban contra los troyanos y la polis de Esparta tenía ya dos reyes por si acaso moría uno en batalla.
Nada ha cambiado, sino el envase. Pero no el ser humano ni su contenido, ni lo que él ha llevado siempre en su mochila.
Por lo que parece, estamos condenados a repetirnos in eternis.
Salut
Completamente de acuerdo, Tot. Lo que hemos incrementado es nuestra capacifad de hacer daño gracias a la tecnología. Pero seguimos sumergidos en las mismas pasiones, y en juicios de valor similares. Los prejuicios intergeneracionales han sido un tópico.Dickens ae preocupaba, pero los clásicos romanos también,por la educación. Vaivenes entre disciplina y una corriente que cree que el conocimiento se transmite por ciemcia infusa. Lo que sí creo es que hay una estupidez en nuestra época, que llamó nuestro Ortega, la plenitud de los tiempos y un afán por descontextulizar el pasado, para pasarlo por un tamiz presente. Absurdo y propio de una ignorancia supina. Un abrazo, Tot.
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