La Lubianka, antiguo palacio de los horrores, quimera de la sinrazón en la que fueron a parar tantos infelices, y semejante mujer, pellejuda y de carnes magras, pero con todo un hato de energías, hablaba con una verborrea inexpugnable al desaliento. Le contó que venía a revisar el expediente del camarada Nikolái Yezhov. Se le había borrado de repente la sonrisa al funcionario, que llevaba en la casa más de veinte años, y había escuchado las más trágicas leyendas sobre los arrestados. Los gritos de la tortura de Ósip Mandelshtam, el gran poeta, que rayó con la locura en su estancia en el bello y gélido palacio. El vate, algo grueso y rozagante, parecía un fantasma de sí mismo, con esas ojeras que le dijo Volodia, el viejo guardia, en el que Osip Mandelshtam despertó lo que parecía un atisbo de piedad. Uno de sus poemas preferidos, lo había compuesto el gran vate. Del que no quedó nada de ese petimetre, que llevaba un lirio en el valle del ojal.
En
el corazón del siglo soy un ser confuso
Y el tiempo aleja cada vez más el objetivo
Y el fresno cansado del bordón
Y el miserable verdín del cobre.
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Nikolái Yezhov, la sombra del mal. |
Por lo demás, Volodia rezongaba contra ese invento de la Perestroika, porque para él se habían acabado los buenos tiempos. - No hay orden, los comunistas teníamos orden. ¿Para qué quieres libertad sin orden, Seriozha? Y sin respeto. Ya no se respeta nada. - Con esa protuberancia como nariz, y los ojos hundidos Volodia fumaba un penetrante tabaco negro y se creía en posesión de la verdad universal, como casi todos los comunistas acérrimos. Sergey sí que creía que el sistema necesitaba un nuevo aliento, sin embargo, callaba para no herir al camarada. Los tiempos también habían cambiado para la Lubyanka. No se torturaba como antes y se había convertido en un museo de los horrores, en un castillo funcionarial, a comienzos de los noventa. Expedientes que recordaban las viejas torturas, como la del sueño que era la peor: no dejar dormir, que cada veinte minutos se encendiese un foco y una alarma de sonido horrísono. O la de los roedores: por donde la espalda pierde su casto nombre, metían a los desdichados ínfimos mures que podían trepar por esos conductos de los interrogados, que se semejan a las cloacas más abyectas. - Porque el miedo y el estrés, producen muchos gases.- Aclaró Volodia. Pero hablaban del camarada Yezhov, en las catacumbas de la historia del terror, y de un expediente maldito.
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Mandelstam, en archivo de NKVD. |
Cuando lo comentó con Volodia, la llegada de esa mujer, se le erizó el vello. Subió las escaleras del panelaki, como siempre, los cortes de luz convertían a los ascensores en una decoración más de aquella cochambre, con la que convivían desde los años setenta. Se topó en su subida a la vigésima planta, con jóvenes que escuchaban y volvían a escuchar cintas de los Beatles, mientras se colocaban con pegamento o cualquier sustancia. Por fin, alcanzó el rellano vigésimo, y allí estaba Volodia, recién jubilado, cercano a los setenta, con su cigarrillo cosido a la boca, y una botella de vodka, como única calefacción. - Esta puta calefacción nunca funciona. Y eso no lo han arreglado los perestroikos.
- ¿Sabe Volodia quién me vino a visitar esta mañana?
- El Espíiitu Santo, tú que eres creyente. - Dijo con sorna.
- Nada de eso, Natalia Kayhutina. La hija de Nikolái Yezhov.- Al que negaban el distintivo de camarada.
Entonces, comenzó a bramar la boca pestilente de Volodia, toda una caterva de exabruptos y caladas de sus penetrantes cigarrillos. Le explicó algunas cosas que se daban como consabidas a ese respecto. No en vano, a aquella época le cubría una nebulosa. Oprobio para el régimen, que por tanto, todos trataban de esconder. Un borrón para la Nomenklatura. Se trataba de la conocida como yezhovina, una de las purgas más sangrientas de una historia llena de sangre. Habían caído las torres más altas, que fueron como el pistoletazo para una yezhovina en la que prevaleció la escabechina. - Hablamos de Kamenev, Zinóviev y Trostky. A los que se acusó del asesinato del camarada Kirov. Kirov era el camarada más querido del partido. En las votaciones, sus propuestas y su propia figura obtenían los mayores votos. Más que cualquier iniciativa del camarada supremo.
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Stalin, junto al camarada más querido e independiente |
Se refería al XVII Congreso del PCUS, de 1934. El camarada Stalin había recibido 298 votos negativos, por tres de Kirov. En la cima de la cúspide del partido, a Koba le llevaba los demonios, la popularidad de aquel advenedizo . Pergeñó en aquel momento su fría vendetta. Un asesino, Leonid Nikoláev, perpetraría el crimen contra Kirov, y luego, para acabar con dos pájaros de un tiro, o mejor tres más, acusaría Zinóviev de haber encargado el crimen. Así, se deshacía de la vieja guardia revolucionaria, la que mejor le conocía, y cuya popularidad, era incluso superior entre los camaradas, a la del líder supremo. Yagoda, responsable último del NKVD, una bestia que obedecía ciegamente a Stalin, se negó en aquella ocasión a interpretar aquella tragicomedia estaliniana, tan burdamente ideada. - Ahí surgió la figura de Nikolai Yezhov, camarada. Él montó toda la tramoya de la acusación contra los notables de la Revolución. - Concluyó el viejo Volodia, que comenzaba a dormitar. Seriozha, le arregló algo el camaranchón donde se concentraba cocina, salón, y dormitorio. Parecía una pocilga y se largó, una vez acabada la faena y comprobado que su camarada dormía la mona. Hizo sonar su voz ronca, y desgajada, sin reacción de Volodia, que parecía una momia imbuida en su descanso eterno.
Como sabemos, los notables fueron condenados a muerte. Trostky logró huir de las represalias hasta que le dieron caza en México, donde encontraría la muerte de la mano de un comunista español, Ramón Mercader (hicimos una semblanza suya y de su despiadada madre en el Azogue ). Y se lanzaron a por los elementos "antirrevolucionarios", que socavaban soterradamente los cimientos del movimiento. Es decir, cualquiera que hubiera tenido relación con los altos cargos purgados antes mencionados. No conforme con ello, las listas que llegaban de los comités regionales eran insuficientes, Yezhov solicitó cuotas de represaliados. Que se daban de las formas más variopintas. Todo orquestado en la sombra por Stalin. Un terror, que haría palidecer al de Robespierre, y que alcanzó a las familias de los purgados. En números redondos, según los estudios más recientes, citaremos a Morris, más de un millón y medio de personas fueron represaliadas. Asesinadas( más de seiscientas mil), condenadas a trabajos forzados, torturadas, con el fin de equilibrar los humores reaccionarios con tamaña sangría. El ejército queda tocado en su plana mayor y oficialía de alto rango, es decir, descabezado, para una guerra que parecía inminente. Poco después, Yezhov, y toda su política despiadada, inspirada por Stalin, cae en desgracia. Nadie osa salir en su defensa, puesto que el líder supremo finge haber sido engañado, en una represión que diezmó lo mejor de la sociedad comunista. Nikolái pasa a ser así, una figura maldita. Se borra cualquier imagen suya, en la que pudiese aparecer con el camarada Stalin. Todos conocemos las famosas fotografías manipuladas, y donde aparecía Nikolái, la técnica lo borraba para la posteridad, como si nunca hubiera existido.
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La hija y mujer de Yezhov. |
La mujer de Yezhov, Yevguenia Feigenberg, conocedora de las costumbres del NKVD, con su marido reo del partido, y a falta de ejecutar una sentencia de muerte que estaba cantada, se suicida. Cree parar de esta forma en su persona, la persecución familiar que se reproduce contra cualquiera de los represaliados, hayan muerto o no. Y su hija, cuando tiene uso de razón, intentará en vano restituir la imagen del padre. Todos quieren olvidar el nombre del carnicero. Incluso cuando ruega a Nikita Jrushchov, que lave el nombre de la familia, el líder panzudo y calvo, que encañona con un puro en la boca a sus interlocutores, y que inició el período de desestanilización de la vida soviética, se niega obviamente. ¿Cómo restaurar la imagen del más fiel vasallo de Stalin? La mujer ahora anciana, no ceja en su empeño. Vuelve a presentarse en la Perestroika, política de puertas abiertas, ante las distintas administraciones. Un muro con el que choca, para que su padre salga de las sombras de la infamia. No es posible, cuando un monstruo tiene las dimensiones de Yezhov, por más que queramos a un gran padre, cariñoso y solícito, borrar su estela sangrienta, que se antoja como una tarea imposible. A Seryozha sin embargo, aquella mujer achaparrada y de pupilas desgastadas, le causaba ternura.
Estos días se estrena la película El profesor de persa en una continua serie de películas o novelas sobre el espantoso nazismo. Se han filmado cientos de películas sobre el nazismo y los relatos son innumerables. Mis alumnos elegían trabajos sobre el nazismo. Les atraía magnéticamente. Sobre el estalinismo no hay ni una centésima parte de producción literaria o cinematográfica lo cual es muy elocuente. El estalinismo, versión lógica de la dictadura del proletariado propia del comunismo, posee el aura mítica de su carácter antifascista y ello hace que cualquier "error" sea considerado con benevolencia. ¿Cómo atacar a los que eran antifascistas? Ser fascista es un baldón pero ser comunista es algo digno de elogio. Pero la historia interna del comunismo es más siniestra, si cabe, que la del fascismo. Las purgas de los años 37 y 38 promovidas por Yezhov es una buena muestra espeluznante. Y es un periodo que coincide con la Guerra Civil española, lo que nos puede dar idea de por dónde iban los procesos de Moscú en versión española. El camarada José Díaz es un caso análogo al de Yezhov. Máximo estalinista y responsable de miles de torturas y ejecuciones y finalmente asesinado en Moscú, tras la guerra, por los sicarios de Stalin. Lo fascinante es lo atractivo que resulta el comunismo para una buena parte de la sociedad joven rusa. Lo llevan en sus camisetas, en sus símbolos, lo hay en sus museos más importantes como el Hermitage o el Museo de Arte Ruso. Alguien ha escrito sobre la vuelta del comunismo tras haberse camuflado cuando cayó el Telón de Acero en 1989. Entonces escondieron las hoces y los martillos pero ahora los vuelven a sacar en su identidad antifascista. Una ecuación exitosa y que tiene un brillante porvenir. La intelectualidad europea de los años cincuenta y sesenta era estalinista o simpatizante del comunismo. Sus servicios de propaganda fueron geniales, se apoderaron de los mejores sentimientos de las buenas gentes que rechazaban el fascismo. Menos mal que existieron Orwell, Camus y Koestler.
ResponderEliminarNo puedo coincidir más contigo, Joselu . Y se salvaguarda la imagen de Lenin, que auspició la institución de la Checa, que dejó a la Ojrona zarista en unas monjas piadosas, en comparación de sus devastadores métodos de tortura. Incomprensible, porque quince años antes, los sovieticos fundaron el primer estado totalitario moderno. Su propaganda ha eludido en el imaginario colectivo, que se rebelaron no contra la autocracia del Zar,sino contra un gobierno provisional que queria instaurar una democracia. Igualmente obvian el engaño de paz con el que atrajeron a amplias capas de la población, harta de la guerra. Porque comenzaría entonces una cruel guerra civil, que causó millones de muertos. Por eso es interesante, sacar sus cadáveres del armario. Me gustó mucho la historia de un gran padre, cuya figura quiere restituir una hija amorosa, pero que esconde a uno de los criminales más despiadados de la historia. Un placer tenerte por aquí, Joselu.
EliminarNo entiendo en que diferís. Creo que los dos hablaís de lo mismo, en el trasfondo, eso si, que no es más que la tortura como arma.
ResponderEliminarLa palabra "comisario" aunque sea para organizar una exposición de arte, me da escalofríos.
Tu hablas del comunismo ortodoxo ; Joselu saca a relucir que al nazismo como una cuestión magnética para los jóvenes (y la comparanza es válida); y yo me voy a los japoneses en Manchuria, que dejan por aprendices a los comisarios políticos del pueblo comunista y los sicarios de las SS nazis.
Ruego que visioneís "Men Behind the Sun" (Los hombres detrás del Sol) que podreís encontrar en You Tube integramente en castellano.
Pienso, en regla general, que todo aquello que lleva a gobernar por la fuerza, acaba mal, al menos para el pueblo.
Aristóteles conocía los 158 gobiernos de las Polis, las visitó todas, y acabó escribiendo el libro "Política", en el que nos dice que la mejor gobernanza es aquella en la que el pueblo está de acuerdo, independientemente si en el poder es una república, una tiranía, una oligarquía, una aristocracia, o un reinado con dos reyes (Esparta).
PD: Las "Chekas" me traen un mal recuerdo. Un mal sabor de boca. Aquí las llevaba un tal Alfonso Laurencic, (tullido por fuera y por dentro, era cojo).
Anexo un libro por si puede interesar:
https://www.elperiodico.com/es/barcelona/20180331/laurencic-artista-tortura-checas-barcelona-6724820
Salut
Perdón , había leído "No puedo coincidir contigo, Joselu, y me he comido el "más".
Eliminarretiro parte del escrito pero dejo lo demás.
salut
Grande, Tot. Yo coincido con casi todo con Joselu. Y me complemento más contigo. Me ha encantado tu aportación para completar esa fisonomía del horror. Gramde, Tot.
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