Ir al contenido principal

De robinsones literarios y otros crápulas

Manchado y entre las presas, con un cigarrillo que coronaba unos labios gruesos, y esa nariz que parecía pertenecer a un disfraz. Un porrón que le daba porte y prestancia, porque tratábamos con un hombre muy talludo. Ernesto Giménez Caballero salió mascullando por su mala fortuna. Un chorro de tinta de la linotipia le había alcanzado el rostro, cuando estaba tumbado y hurgando en las entrañas de la imprenta. - ¡Por Dios, ya está arreglada esta mierda de imprenta! Pero me ha tenido que mear encima. - Entonces apareció aquel muchacho de chaqueta raída y que andaba con alpargatas. Tenía aires de pordiosero. Miguel esforzó mucho el rostro para burilar una sonrisa de circunstancias. El mal café de aquel tipo del que dependía su estancia en Madrid, le había abrumado. Su mala estrella; sin dinero, habría que retornar a Orihuela con las orejas gachas, y escuchar todas las salmodias de su padrecito, que le había repetido el sonsonete de que la poesía era para los señoritos. - Nosotros somos pastores, hijo. - En todo caso, reunió las fuerzas suficientes para presentarse.

- Soy Miguel Hernández, señor Giménez Caballero. - Le iba a decir que le vio una vez con ínfulas principescas en el Café Europeo, junto a Jardiel y el señorito hijo del dictador, José Antonio Primo de Rivera, que se quiso dedicar a las musas antes de salvar a la patria. Eran jóvenes, bellos e incordiosos por aquellas fechas. Si se les escapaba una flatulencia echaban la culpa al chambón de Rafael Cansinos Assens, que se tomaba a sí mismo demasiado en serio. Tanto que llevaba un eterno noviazgo con la hija de Carmen Burgos, Colombine, sin humedecer los morros con la interfecta. Y en cambio, se la había cepillado el eximio Ramón Gómez de la Serna, su padrastro y pareja de Colombine, en un ensayo de una de sus obras. ¡Madredeus! Cotilleos aparte, a José Antonio se le mudaba el rictus  cuando reivindicaba el legado de su padre en tono muy solemne. Luego de la dictadura vino si recuerdan el Error Berenguer, la dictablanda, y la condenación de la monarquía. Miguel se volvió a cortar al ver la frente grasienta de su interlocutor, que le invitaba más a la risa. 


De Desconocido - Nationaal Archief, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=46836369
Jose Antonio quiso ser antes que
nada artista.


Por lo demás, el poeta guardaba en su cintura el refajo de escritos, que había pasado con su Underwood traída de Orihuela, para entregárselo y que se lo publicasen en la inigualable y sin par Gaceta literaria. En ella habían escrito las tres generaciones más importantes de nuestra Edad de Plata: la del 98, la del 14 y la del 27. 

 - Bueno, qué se te ofrece muchacho. 

- Señor Giménez Caballero, yo.- Se cortó por el nerviosismo, y enseguida Don Ernesto se zambulló de nuevo bajo la linotipia para asegurarse de que su reparación funcionaba correctamente. Con las presas en marcha, costaba escuchar a nadie. Se había quedado con la palabra en la boca.  


De unknow. uploader Claudio Elias - Photograph taken from the book Historia de la Literatura Argentina Vol I, II y IIIpublished by Centro Editor de América Latina. Published on November 1968, Buenos Aires, Argentina, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=10028917
El genial maestro de maestros, 
Cansinos Assens.



Volvió  a salir, más grasoso si cabe. Parecía que iba disfrazado del Rey Baltasar. Cogió pudorosamente el fajo de papel, para no mancharlo de tinta y grasa. - Coño, si me lo ha pasado a máquina. No se imagina los badulaques éstos. Resabiados maestros, que nos pasan sus contribuciones en esa letra ilegible. Luego se quejan si le hemos cambiado un adjetivo u otra palabra. Bien, muy bien hecho, muchacho. Creo que nos vamos a llevar bien, si nos das el material a máquina.


De Exoristo Salmerón - Esta es una imagen retocada, lo que significa que ha sido alterada digitalmente de su versión original. Modificaciones: brightness, contrast.(1923-02-28). "Figuras y figurones". La Libertad V (1012): 1. ISSN 2174-5935.Taken from Biblioteca Virtual de Prensa Histórica (CC BY 4.0), Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=75612518
Colombine, gran escritora
de esos locos años.

En la parca pieza que alquilaba, el joven vate no quería aventar el sueño literario y la estancia no tenía ningún lujo, por esta razón, lo que más resaltaba era esa máquina reluciente, que descolocaba a cualquier invitado que se allegase al dormitorio de Miguel Hernández. Podría vender la Underwood por doscientas o trescientas pesetas. La tenía impoluta. Y pasaba miserias. Pedro Luis Gálvez, uno de nuestros mejores sonetistas la habría empeñado, y apostado como un señor por el caballo más cojitranco en las carreras de equinos. O en las carreras de galgos que tenían lugar en el Stadium Metropolitano cuando no jugaban los colchoneros. Esas historias siempre salían bien en el cinematógrafo. Volviendo a Miguel Hernández, lo que no sabían, es que desde lo alto de los somontes oriolanos a esa habitación de hostal, el vate hizo sonar el repiqueteo de su Underwood, sin cesar. Su amigo Ramón Sijé, le había dicho que Mark Twain, ese escritor provecto de cabello aureolado de blanco y aspecto bonancible, había sido el primero en pasar sus legajos garabateados a máquina. Más facilidades para el editor, y en este caso para Giménez Caballero. 


Un milagro literario, que debemos descubrir
a los lectores más modernos.


-

De todas formas, le faltaba el pequeño detalle de que las aceptase. Que las hubiere pasado a máquina, no quería decir que su contenido no le pareciese una bazofia. Todo lo contrario, La Gaceta Literaria se convirtió en una de las maromas a las que se aferró el enorme vate oriolano, aunque peculio insuficiente, pues tuvo que tornar a Orihuela.  La primera vez, Madrid le había parecido una ciudad babilónica con sus inmensos arrabales. Por la literatura que leyó con fervor, se había hecho la imagen engañosa de una urbe provinciana, poblada exclusivamente por artistas bohemios. ¿Cómo olvidar la Trilogía de La lucha por la vida o el Madrid galdosiano? Con todo, se adentraba en la Puerta del Sol, rebosante de bullicio y prosperidad. Ávidos comerciantes que hacían ademanes para que los viandantes se perdiesen por los pasillos y anaqueles de sus tiendas. Y a él se le negaba una fortuna, si le cayese una migaja de ese banquete pródigo, imploraba al Altísimo. No fue así. Volvió a pastorear y siguió escribiendo. En el año 1933, publicaría su primer poemario completo, Perito en lunas. Con grandes recensiones, para volvería al sueño de triunfar a Madrid, por segunda vez. Y lo logró. 


De A.F. Bradley, New York - steamboattimes.com, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=11351079
Mark Twain, el genial escritor americano.



En cuanto a Ernesto Giménez Caballero, es una de esas figuras abandonadas en el desván de nuestra literatura. Su periplo ideológico lo hacen desaconsejable para nuestra juventud, por eso de la desmemoria histórica.  No sea que el fascismo se haga romántico y atractivo para las nuevas generaciones. Sin embargo, Juan Manuel de Prada, y sobre todo Andrés Trapiello, han rescatado afortunadamente a figuras literarias, como la que nos ocupa. Hablamos de los años 20 y comienzos de los 30, cuando muchos aspirantes a poeta y escritores hacían peregrinación a la linotipia de La Gaceta Literaria, con el afán de cruzarse con Don Ernesto.. Blanco y negro era la meta para convertirse en un escritor burgués consolidado. El magacín de Giménez Caballero significaba por el contrario, un trampolín para pasar a la posteridad de las vanguardias. Lo más cool de la época. Señoritos, que soñaban con verse publicados, y saciar con  éxito sus ansias de bohemia, para reemprender más tarde su carrera de leyes o de medicina. Y guardar el ejemplar para sus hijos y nietos. Miguel Hernández tenía más determinación y un talento infinito. De esa revista contaban muchas leyendas. Como la de un bisoño Salvador Dalí y un tipo disfrazado de boxeador, que quería imitar al Hemingway más pendenciero y apostador. El escritor americano tenía un gancho demoledor en el ring, y  por esas fechas, 1931, era toda una celebridad. Pues llegaron Salvador Dalí y el púgil a la imprenta de la Gaceta con la intención de partirle la cara a Giménez Caballero, no sabemos a cuenta de qué pendencia. Un día Hernández, escueto en palabras, quiso salir de la duda. 

- ¿Es verdad que Dalí, el pintor y Luis Buñuel le quisieron partir la cara, señor?

- Sí, ese pajarraco me cae bien. Dalí es un genio, pero me refiero a Buñuel.  Ese obrero fingido, vive de la asignación de su madre. Quería ser escritor y partirme la cara. Pero se fueron con una colaboración y una sección para cada uno de ellos. - Una pausa, mientras se restregaba por la mustia y sucia frente el pañuelo. - Esta tinta no se va tan fácilmente. Y luego como sabe, filmó El perro andaluz, que le recomiendo que vea. Y el sindiós ese de La edad de oro. Tan escabrosa, que en su primera proyección, los espectadores se mostraron como vándalos y arrasaron la sala a guisa de protesta. Buñuel será un realizador excepcional. Me contó que cuando vio a Fritz Lang, supo que se habían acabado sus sueños literarios. Qué lo suyo es el cine.    

Como habíamos reseñado, bajo su firme dirección, La Gaceta literaria, sumó las plumas más brillantes de las generaciones del 98, 14 y 27 a su causa. Y al gran Miguel Hernández. Hasta su defunción en 1932, año en el que la revista fue arrinconada por las dificultades inherentes a una empresa de esa envergadura como por la ideología de su impresor, que comienza a decantarse por el fascismo. Él de todas formas no hará distingos, la literatura es su faro, y obstinado continuaría remando en la más absoluta soledad. La revista pasó a llamarse el Robinson literario de España, que convivió algunos números con La Gaceta literaria. Intentos vanos, pues se publican números escasos de los robinsones. Recordemos que Giménez Caballero hacía todas las labores: escribía todos los artículos, arreglaba la linotipia, con una corte exigua de ayudantes, técnicos, dirigía los números, fue con los que logró llevar a puerto una de las aventuras literarias más importantes de nuestra literatura. Por su soberbia calidad, y empecinamiento también único. 


De James Joyce - Trabajo propio, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=555052
Ulises de Joyce, hito de las vanguardias 
gracias a Mrs Beach.

Por último, decía Francisco Umbral que en Ramón Gómez de la Serna, esa paloma de pecho rampante, que además hablaba por los codos, cabían todas las vanguardias. ¿Qué podríamos decir de Giménez Caballero? Juan Manuel Bonet, le definió como "el hombre orquesta de nuestras vanguardias históricas". Su ideología claramente fascista, nubló a muchos para hacer justicia a una de nuestras figuras literarias más sobresalientes. Enrocado en miles de batallas, que afrontaba aunque de antemano fuese a perderlas.  Ernesto Giménez Caballero se declaró tanto devoto de Eisenstein - El acorazado Potemkin era su película favorita - como admirador del Duce. Sin renunciar al uno por el otro, siempre admiró al gran cineasta soviético y mixtificador de la Revolución Bolchevique.   A pesar de ser un fascista convencido. 


De https://www.imdb.com/title/tt00000000015648/, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2957676
Cartel de El acorazado Potemkin.



Comentarios

  1. Ostras, hay mil y un detalle que desconocía. Supongo, antes que nada, que cuando te refieres a Jardiel lo haces por Enrique Jardiel Poncela, que es el único que me encuadra dentro del conjunto.
    Poco se de la Gaceta Literaria, y tampoco se si se le llamó Generación del 27 a todo aquel que escribía allí, dado que el año de su fundación coincidió con esa fecha, y todo esto que es poco, lo se porque sigo a Ortega, que escribió más de un artículo en dicha revista.

    Nos dices que : "Ernesto Giménez Caballero (el ideólogo de la revista), es una de esas figuras abandonadas en el desván de nuestra literatura", ciertamente, y dudo que haya el deseo de darlo hoy a conocer.

    La política es un aceite pegajoso que lo invade todo. Lo unta, lo manosea y deja esa pátina que queda siempre pegada y es imposible de eliminar. No importa si creía en el futurista Marinetti, tan siquiera en los surrealistas, o si tenía simpatía por artículos de Buñuel, o si permitía que Ortega hiciera manifiestos literarios en la revista de su creación.
    El problema es otro, al menos aquí. El problema estriba cuando se "arrejuntan" política y arte, que es el similar que encontramos entre Ley y Legalidad.

    Las ideas de E.G.C, serán siempre la punta de lanza para que se le impida cualquier homenaje. Aún manteniendo las mejores relaciones con personas de ideas equidistantes, aún poniéndoles una página cada quince días para que pudieran ser leídos. Simplemente amaba el arte, que no el artista, y le importaba más su obra que la persona que lo firmaba.

    Para él, el arte era un concepto, el objeto era el creador de la obra.

    A Ernesto Gimenez Caballero le pasa lo que a Pere Pruna o lo que a Zuloaga, o lo que le sucede a tantos hoy en día: Zafón, Mendoza, Marsé, Vilá Matas, Cercás, Salisachs o Regás, sin ir más lejos y sin rebuscar tanto en mi cerebro.

    Un abrazo
    Gracias por hacerme recordar tantos nombres y por refrescar a un escritor denostado.

    Salut

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias a ti, por estar, Tot. Sacas un filón con tus apuntes. Sí, se trata de Jardiel Poncela, que alternaba con los mencionados en el Café Europeo. En cuanto a Ernesto Giménez Caballero, es que hizo algo tan fantástico, que sobrepasa a casi todas las iniciativas de índole cultural, que se hayan llevado a cabo en nuestro país, que independientemente de su ideología, por más disparatada que nos parezca, no puede ni debería eclipsar esta inmensa aventura literaria. Quitemos esa pátina que casi todo lo pudre, que es la ideología. Afortunadamente, yo llegué a estos autores gracias a la fantástica Las armas y las letras de Andrés Trapiello. También por otro artículo de Julián Marías, que rebatía a un periodista que hablaba de un páramo cultural, en referencia al período de nuestra posguerra. Ahí el inveterado Marías sacó toda la artillería de nombres y obras, para desmembrar semejante opinión basada en el más puro desconocimiento. Por supuesto, el plumilla ensalzaba por contraste al período cultural que había representado la República. Marías le volvía a corregir, recordándole que la mayor parte de las generaciones, 98, 14 y 27 habían surgido antes de la II República. Que la cultura vive un continuo, puede alterarse por las vicisitudes políticas del momento, y es verdad que hubo una literatura del exilio, selvática, desde el dolor y una creatividad absoluta. Pero tan cierto como que en España no hubo un páramo.

      Respecto a EGC habría que refrescar su hazaña cultural, porque La Gaceta Literaria es ,considerada una referencia mundial en los movimientos de las vanguardias, que además encauzó en uno de nuestros mejores momentos literarios, la Edad de Plata, todo ese aluvión creativo. No desdeñó a ningún creador por razones ideológicas. Por último, y por no extenderme más, me parece fascinante que cuando la revista daba sus últimos estertores, él, en lugar de rendirse, escribiese toda la edición de cabo a rabo, y se ocupase de todos los aspectos, desdoblándose y como si varias plumas fuesen las que rubricasen el número de los robinsones . Su calidad prosística, que es abrumadora, me recuerda a los heterónimos de Pessoa. Como si le poseyesen distintos personajes, radicalmente opuestos, y vertiesen sus diferentes sensibilidades, todas ellas, en una sola persona. Un hombre orquesta. Con doble, triple....personalidad. No sé cómo no se volvió loco.

      Eliminar
  2. Ahora nos quieren contar una historia de buenos y malos, exactamente como hizo el franquismo aunque de signo opuesto. Ahora los buenos fueron los revolucionarios izquierdistas, los poetas asesinados -algunos, claro-, los progresistas -algunos-, y se hace una radiografía moral-política de un tiempo convulso en que en realidad estaban todos mezclados, y José Antonio era un enorme amigo de Federico García Lorca, y La Gaceta Literaria era expresión de artistas de todas las tendencias... Vino la Niña Bonita, esa que tanto idealismo despertó, y la política se hizo sectaria, se enquistaron los conflictos y los odios se hicieron carne. Los políticos, esa secta casi genocida, exacerbaron las pasiones y este país se hizo irrespirable cuando en la realidad todos eran amigos de todos. La guerra, tan buscada por las izquierdas para poder realizar su sueño de octubre, dividió brutalmente a este país. Cada uno quería hacer su revolución propia, la suya. Y envenenaron todo, de barro, de sangre y de mierda. Y no solo envenenaron su tiempo sino el que todavía vivimos en que se revive una pía imagen de los revolucionarios como almitas de la caridad frente a sanguinarios asesinos fascistas de raigambre nazi hitleriana. Y Giménez Caballero y muchos otros no concuerdan con los intereses de los críticos, salvo Trapiello tal vez, con la purria de partidos que ahora nos dominan -que van pareciéndose en su sectarismo a los de la Niña Bonita- y todo de nuevo se ha cubierto de odio y podredumbre. Pienso que este país no será capaz de mirar ecuánimemente los méritos artísticos de aquellos creadores porque se ha reideologizado todo y, como decía, ya solo hay malos y buenos. Y este es un país que no tiene himno, no tiene bandera, no tiene historia ni forma de estado y no tiene orgullo de ser un país. Somos especialistas en odiarnos, eso lo hacemos con entusiasmo. La Gaceta Literaria fue una publicación de primer orden.

    Tus articulos están bien montados y ampliamente documentados. Parecen ligeros pero hay mucho trabajo detrás.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Joselu. Suscribo lo que dices punto por punto. Es más, se rinden homemajes a verdaderos matones de la época. Estoy leyendo muchos articulos y crónicas de la época sobre la falsa embajada de Siam. Se quiso atraer a los llamados topos derechistas con esta falsa legacion, y para ello jugó un papel crucial, un señorito de derechas que fue escolta de Antonio Goicochea, líder del partido monárquico Renovación Española hasta la llegada de Calvo Sotelo del exilio. Ocurre el golpe, preocupado este malvado por su propia integridad, recurre a sus amistades carcelarias, anarquistas, para más señas. Había pisado el presidio por su especialidad, las estafas. No sabe dónde meterse, pasea con las ojeras y taciturno por el patio de su casa, hasta que logra contactar con una antigua amistad carcelaria. Ahora en la cúspide de la CNT. Cambia de chaqueta, al garantizarse la protección de su amigo. Y para no despetar recelos por su pasado, decide montar la celada de la Embajada de Siam, en la que atraparom a derechistas, que ¿cómo no iban a confiar en el escolta de Goicochea? Cayeron en sus redes. Este individuo que fue fusilado, no sé si en la Causa General, ha sido objeto de un homenaje hace no mucho tiempo. Siento su condena a muerte, pero en vida fue una auténtica sabandija. Y se quiere esconder a otros, que no mataron a una mosca o incluso fueron víctimas, como el autor teatral Muñoz Seca. En fin, un verdadero sinsentido. Gracias por pasarte, Joselu. Qué tengáis unos buenos Reyes.

      Eliminar
  3. Aclaración.
    Cuando digo "...similar a encontrarnos ante Ley y Legalidad..." , me gustaría hacer la aclaración.
    La ley representa la Justicia. Es votada por la Cámara del Congreso y refrendada por el Senado. Y queda firmada como "palabra de Ley". Y a lo que voy

    Cuando en 1935 en Nuremberg se firmó una Ley por unanimidad por los representantes del pueblo alemán, en ella se significaba que los judíos eran una raza inferior.

    Guste o no, era la Ley, otra cosa es que fuera justa. Y he ahí mi inciso. Quizá sobre el comentario, pero he creído oportuno el insertarlo. Las Leyes no siempre son justas (caso "La manada"), y están para cambiarlas.
    El problema, SERGIO MUNARI, es cuando "arrejuntamos" Ley con legalidad y preguntamos si la Ley es justa.

    Perdón otra vez.
    salut

    ResponderEliminar
  4. Bien traída la aclaración, pero había entendido perfectamente tu comparación. No se presta a malas interpretaciones, Tot. Añades más matices, que enriquecen tu explicación. Muchas gracias por extraer más filones de las historias que aquí nos convocan. Felices Reyes.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Sociedad de la Niebla

C asi en la noche de los tiempos La vuelta al mundo en ochenta días , nos metió los demonios de las prisas y el encanto de viajar por el mundo. De la tierra a la luna , mi preferida, había avanzado más de un siglo la posibilidad de que el hombre hollase nuestro satélite. Muchos científicos se frotan todavía los ojos por lo próximos que estuvieron sus cálculos ¿Cómo lo hizo? Se preguntan sesudos.  Con todo, Julio Verne lucía esquinado en mis anaqueles, cuando Manuel Ontiveros me sacó del amodorramiento. - ¿Nunca te has preguntado por qué se adelantó tanto a su tiempo? - Señaló jubiloso a la parte más arrumbada de mi librería, a los ejemplares de Verne. -           Tenía una imaginación proverbial. -           Podría ser.-   me dijo enigmático Manuel, que parpadeó gozoso porque todavía me tenía enganchado con el misterio sobrevenido.- Pero podría ser por otra cosa. En Veinte mil leguas se adelantó a la invención del submarino ¿ Tampoco te lo has preguntado,

Los comienzos del más grande

E l micrófono valorado en más de un millón de dólares>> secretaba el televisor, que se hacía eco de un reportaje dedicado a un  cantante muy famoso. Nosotros en el duermevela de la siesta, alzamos atraídos por la noticia un párpado, para que se nos revelasen  las formas del instrumento, pero apareció aquel bulto envejecido. Antaño había producido la dicha en millones de sus seguidoras y  tuvo en el hito del Teatro Paramount , una de sus paradas en el camino de la fama. Aquella noche en cambio, el fenómeno iba a actuar en el Santiago Bernabéu . A todos los italianos les brillaba una sonrisa al escuchar su nombre, pues a pesar de los esfuerzos de su madre, una genovesa que según la leyenda renegaba de su orígenes, Frank Sinatra nunca renunció a aquellas amistades de barrio y a otras más comprometidas y menos recomendables ( Salvatore Giancana , mafioso que controlaba el ocio nocturno en varias ciudades, entre otros).    Al fin y al cabo, Frankie era un medio italiano

El anillo de Valentino

H ace mucho tiempo había escuchado una historia sobre la muerte de Rodolfo Valentino,  que nos inquietó. Danzaban las luces de las linternas en nuestros rostros por un inoportuno corte de luz que había provocado un huracán, de las decenas que habíamos soportado en Cayo Largo en los últimos años. - Era el ídolo de vuestra abuela, y cuentan que hubo muchos suicidios entre sus admiradoras, tras conocerse su muerte. En los reportajes de la época, unos camisas negras quisieron hacer los honores al féretro, pero los contrarios se opusieron, por lo que se armó una gran trifulca.  El gran Rodolfo Valentino en plena ola de éxito. -           ¿Unos camisas negras, tío? – Pregunté con mis ojos abismados en el miedo más absoluto. El huracán y esos espantajos del pasado, tan presentes en aquella estancia.  -           Sí, de Mussolini, pero no murió de una peritonitis.- Nuestro tío acrecentó el misterio con las cejas arqueadas. – O sí, pero provocado por un anillo.  Cuentan que