El mayordomo se había sumergido entre la barahúnda que provocaba a su alrededor la figura del dictador. A través de sus hendiduras, espió al inefable Conde Ciano que bebía a escondidas scofllaw, la bebida de los chicos malos. Quizá premonitoria del triste final del yerno del Duce. Sin embargo, en aquella tarde de cielos cenicientos, con redobles de tormenta, se notaba el titilar de las lágrimas del tirano. Triste porque su ejército no era capaz de doblegar a los helenos. Necesitarían la ayuda de su hermano mayor, Adolf Hitler. El nazi pese a que adorase al Duce, hacía chistes entre su camarilla sobre la sangre de horchata de los soldados italianos. ¿Dónde había quedado el ardor guerrero de sus ancestros romanos? Y citaban con primor a Tácito, que señalaba que los queruscos, los antepasados de los teutones, eran tanto o más aguerridos que la Wehrmacht.
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Mussolini, un orador que rozaba lo bufonesco, pero que atrapó con su oratoria a las masas. |
El mayordomo esquivó a la plana mayor con su bandeja. A la vez, su corte de corifeos se arracimó en torno al gran hombre, que se hallaba al borde del llanto. Aprensivo, también mostraba su dolor porque la gran cultura le repudiaba y se exiliaba. Eso y sus fracasos helenos. - Michelangelo era Michelangelo, pero tenía mármol de Carrara para hacer sus grandes obras.- Un silencio, un cosquilleo en esa pausa del gran hombre.- Y yo tengo un ejército de barro. - Añadió con gran desconsuelo. Enseguida, el coro de pelotas animaron al líder máximo, recordándole que él era sin duda el gran artista italiano del siglo XX. Y el debate se deslizó por cuáles eran los referentes artísticos italianos del presente siglo.
– Bueno, Modigliani. – Le dijo uno de esos buitres leonados, que montaban guardia a las espaldas del Duce. - Sus cuadros que se quedó su marchante, se venden a precio de oro.
- - - Está muerto, Césare, y pinta ese arte
degenerado. – El Duce puso los dedos con la expresión ma ché cosa. Histrión hasta con su camarilla más íntima. Le gustaba
gesticular porque identificaba en esa vieja manía italiana, uno de los rasgos definitivos del ser de los habitantes de la península con forma de bota.
-
Marinetti.
- El que quiere quemar museos, muchachos.
- Le acusaron de robar además el cuadro de la Mona Lisa, que se agenció el señor Peruggia. Lo había comprado el rey Francisco I por diez mil ducados. - Dijo uno de los marisabidillos que rodeaban al gran hombre.
- ¡Y ellos nos robaron Marsella con un referéndum fraudulento!- Aulló el gran hombre.
- Fraude que usted ha subsanado como corresponde a un genio militar, Duce. - Se enmendó el marisabiillo, que hacía alusión a la ocupación fascista de parte de Francia. Cuando estaban derrotados por los nazis, los italianos declararon la guerra a los galos. ¿ Una genialidad o un oportunismo contra el perro flaco, al que todos son pulgas?
- Marinettii nos ha apoyado pero no es suficiente. No quiero ser otro Nerón en la historia.
-
Nadie comparable con su excelencia, ¡oh, Duce!, que en otro
arte como el de la guerra, nos ha devuelto la gloria de nuestros ancestros. Lo ha elevado a la categoría de lo sublime. – De aquel
rondo, siembre surgía un lecho de palabras excesivamente halagadoras.
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Una amistad que sem.bró el mundo de aflicción |
El
dictador resaltó en aquella parte de la conversación el hecho de que Italia no
era recordada únicamente por sus guerreros fieros. Se agolparon en el recuerdo
los Marco Antonio, Julio César, Cayo Mario. - Y hasta Bonaparte, que la fortuna
que no la sangre, convirtió en francés. Pero es tan italiano como yo.
-
Quizá el destino nos compense por esa
falta, y nos haya traído a su eminencia. El gran Bonaparte del siglo XX. O más bien, Bonaparte el Duce del siglo XIX. – Más
comentarios empalagosos, y nadie que le recordase como a Julio César que
Mussolini era mortal. Respice post te!
Hominem te esse memento![1]
-
Duce, el genio está cerca de nuestra
Niza. – Intervino el Conde Ciano,. Siempre con un multiforme[2]
impoluto. La ciudad como decíamos se había convertido en protectorado italiano.
Niza es más italiana que Florencia. Nos la arrancaron con un referéndum amañado. - Se reiteró el pope de los italianos, que en cuanto le mentaban la ciudad de Garibaldi, barbotaba escupitajos y se le aborrascaba el humor. - Malditos gabachos. Y en cuanto al tenor ése, evítenme tamaña vergüenza. ¡Tráiganlo, aunque sea esposado! No admito un no por respuesta. - Hablaban de Fornarino Minardi, que no quería regresar a la patria. Podía ser cualquiera.
El OVRA, servicio de inteligencia de la Italia de Mussolini, acechaba en el extranjero a las figuras más importantes del arte, para que volviesen a la tierra, y anotarse un tanto. Sus métodos eran de lo más variopintos, e incalificables. Que un escritor era muy supersticioso, nada como un gato negro muerto en la puerta de su domicilio. Había sido tan larga la lista de la diáspora intelectual. El que más le dolió fue el gran músico y director, Arturo Toscanini. Una gloria viviente. Se había convertido en un rabioso antifascista. Sus discos que escuchaba antaño en el gramófono, los arrojó por la ventana y con deleite observó cómo se hacían trizas. Su encontronazo más sonado fue, sin ningún género de dudas, cuando los fascistas buscaban un himno que estuviese a la altura de su país. Se quisieron apoderar del coro más famoso de la historia, el Va, pensiero . Giuseppe Verdi compuso con intenciones patriotas el famoso coro. Unos italianos que no tenían patria en el siglo XIX. Toscanini calificó aquello de una obscenidad. Más tarde, Mameli hizo el himno conocido de todos, con el fascismo ya olvidado.
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El gran Toscanini fue un ferviente antifascista. |
La tarde se hizo entonces noche, y sus camaradas le tenían reservada una sorpresa. En sus cámaras más secretas, le aguardaba la ultima novedad del día, con las que quitarse los sinsabores de la campaña en tierras helenas y el rechazo a su genio de los artistas italianos más importantes. La actriz revelación del cine, una jovencísima muchacha que no llegaba a los veinte años, le aguardaba en su cuarto con un picardías. Admiradora de la obra del dictador, ¿desfloraría a semejante beldad? Si Clara Petacci, su amante, se enterase, era la única que se atrevía a arrojarle platos a la cabeza a Benito. El italiano temía más las riñas domésticas con la amante celosa que a la Royal Navy. También cuchicheaban que la preferencia del dictador por las sirenitas poco maceradas, guardaba relación con el pequeño tamaño del pene del gran hombre. Rumores, que no empañaban en cualquier caso la talla del gran artista de la guerra. Eso que parecía tan risible en Ciano, que conocía el paño. Su suegro se había convertido a sus ojos, en una completa caricatura. Podía disimular su hilaridad, tomándose otro
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Clara Petacci, la bellísima y celosa amante de Benito Mussolini |
[1]
¡Mira
tras de ti! ¡Recuerda que eres un hombre! Según Tertuliano, al general, que regresaba de una
campaña victoriosa, y al que le rendían honores por su victoria, una especie de
susurrador, le recordaba que era simplemente un hombre, un mortal. Para que la
soberbia no prendiese en él, y se viese tentado a acceder a cotas de poder privadas
a los hombres.
[2]
Eugenio
D’Ors hablaba de la costumbre inveterada de los fascistas por vestir uniformes
militares. Y que en esa moda algunos espíritus libres, querían diferenciarse y
creaban disfraces compuestos de varios uniformes, que el escritor catalán
bautizó como multiformes. El Conde Ciano era un gran aficionado a esos multiformes.
Lo único que se me aparece claro en tu recreación de la figura de Mussolini es que, pese a que no lo comprendamos, este hombre fue un líder para muchos italianos que se sintieron seducidos por su histrionismo y su oratoria. Hoy el hombre nos resulta ridículo pero en nuestro tiempo personajes tan ridículos como él han seducido a setenta millones de norteamericanos, y no hace mucho hubo un Berlusconi que también resultaba tan patético como ambos pero que tuvo el poder en Italia durante varios años. La vulgaridad y el patetismo pueden generar adhesiones incomprensibles para unos ojos desapasionados. Por otra parte, da la impresión de que el Duce era un hombre inseguro, necesitado de adulación constante y que lo mantenía en su podio. La adulación es un arma peligrosa en la que se puede caer tanto por activa como por pasiva. ¿A quién no le gustan los elogios que confirmen una imagen que se tiene de sí mismo? ¿A quién no le gustan los premios? Ahí tienes a un jefe de gobierno español que se alimenta de la adulación de sus cercanos. He visto imágenes repulsivas de sus cargos aplaudiéndolo y jaleándolo cuando se comprometieron ayudas europeas. Dos reflexiones hoy: el atractivo de histrionismo y la bajeza de la adulación. Las imágenes terribles del Duce colgado y torturado con su amante Petacci en una estación son elocuentes claves para darnos cuenta del incierto destino de los seres humanos. Hitler, que conocía el final de Mussolini, se hizo quemar para no acabar así.
ResponderEliminarSiempre lúcido, Joselu. Es una cuestión que siempre me intrigó, desde que en mi tierna infancia, conocí los avatares de mi abuelo, camisa negra. Una persona formadisima para su época, ingemiero y economista, cantante frustrado de ópera, que se vio atrapado por la impostura fascista. Recalcó su formación porque me parece clamorosa su falta de criterio para desmontar la gran falacia fascista, frente a su formación, no presuntuosamente. Ante una oratoria que parece al paso de los años de opereta, grotesca y que sin embargo, labró nuestro destino familiar. Él estaba en el comité organizador de los Juegos Littores, una recreación de los juegos grecorromanos, con la que vindicar un pasado glorioso. No perteneció a las turbas violentas, aunque desconozco si realmente apoyaba o excusaba esos recursos de lucha sin cuartel contra 'los enemigis' . Es a partir de entonces, que esa paradoja del encantamiento de las masas frente a discursos demagogicos, me sume en la perplejidad. Aquí en este pequeño sainete, parece que Mussolini no tuvo el apoyo de intelectuales y hombres de la cultura, cuando no es del todo cierto. Es verdad que el mismo Duce se veia a si mismo como un artista y la cita en la que se compara con Michelangelo se la atrbuyen a él. Lo demás son tramas donde se entrenezcla la ficción y la realidad. Mussolini me parece cosa seria. Capaz de cautivar a tantas personas a la vez y con una formación intelectual tan sólida, siempre da que pensar. Y creo también Joselu, que el hecho de que la mayor parte de los italianos tenían una imagen del dictador por los carteles en los que aparecía su figura briosa y sus discursos de radio. Los que iban al cine, los menos, quizá pudiesen ver a ese líder en movimiento. Una fortuna tenerte por estos lares, pensador.
EliminarNo se hasta que punto se podría llamar "artista" (aún intuyendo el todo sarcástico) a Mussolini.
ResponderEliminarPersonaje que tuvo todos los defectos que un "guía del pueblo" puede tener, fue un tirano histriónico; borrachin, pendenciero, mujeriego y nada valiente, bajo su mandato se promovió la creación de los "camisas pardas" (negras, al fin y al cabo, en conmemoración de los "arditi") de las que mi progenitor formó parte, jugando a ser invasor, allá por el 1935 en el abisinio país del último Negus, Ras Tastafari.
Acabó como jamás pensó, cabeza abajo, de la manera más truculenta que un personaje del que hoy aún se habla y se recuerda, pues por mucho que se diga, no hay casa museo con visita guiada para venerar a los tiranos nacidos en Alemania, ni en España, ni en Albania, ni en Rumanía, pero si existe en Italia, en su pueblo natal, Predappio.
El futurismo de Marinetti quedó como eso, en un movimiento con más pena que gloria, con sus máquinas de trenes vomitando humo y sus personajes con multiplicadas piernas, como queriendo escapar de todo lo que veía venir, que no eran más que millones de muertos en trinchera obedeciendo las órdenes de un incompetente, y mientras las daba, no dejaba de ojear pornografía, tomándose otro "fuera de la ley".
Un placer.
Tot, me encanta tu recreación y los hilos inextricables que unen nuestros destinos. Mi abuelo fue un camisa negra que acabada la guerra y por temor a las represalias, huyó a Argentina. Cuando me refiero a Mussolini como artista, no es porque crea que ese orate tuviese un atisbo de genialidad. Su locura nos aboca a una guerra de una crueldad desconocida. Es por la propia concepción que tenía el Duce de sí mismo. Se creía como estratega, un artista, a la altura de Michelangelo. Un verdadero delirio. El tono es el del sainete. Resaltar lo ridículo de un personaje tan pagado de sí mismo, que se convierte en una caricatura esperpentica. Casi podriamos decir que somos hermanos de destino, Tot. Un placer leerte, escriba de los dioses. Cuando te azuzan los recuerdos, destilas tu mejor prosa.
EliminarHay una pequeña recreación de quién fue mi progenitor en "Las sombras se equivocaron de dueño", Sergio Munari; si habitas por Barcino podrás encontrar el libro en la Biblioteca.
ResponderEliminarEsa parte es totalmente real.
Un abrazo
Hay
No, vivo en Madrid, pero lo pongo en el radar,Tot.Encantado.Cuando lo tenga en mis manos y lo lea, comentamos. Un abrazo.
EliminarTe he citado por lo de Kandinsky y los colores, en Tot.
ResponderEliminarSalut
Muchas gracias, Tot. Es curiosa la teoría de los colores de Kandinsky. Es un placer ser citado por un literato como tú.
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