Un guiñapo, al que dos alguaciles parecían custodiar y sin embargo, le rendían honores. La vieja gloria no era acusada formalmente de nada. O sí, la sospecha era más hiriente que cualquiera de las ofensas, pues el sospechoso no sabría a qué atenerse para su defensa. Así, un diario vespertino había publicado la información de que se había embolsado comisiones cuantiosas. ¡Una mentira grosera! Ni un franco mísero, que no correspondiese a sus emolumentos. Buscó acaso su gloria y la del país con demasiado ahínco, dado que Fernando Lesseps creía más en otro tipo de juicio, el de la historia. Por eso, no había comprendido nada de los acontecimientos que le rodeaban; solamente necesitaban la última inyección de dinero, con la que hacer viable el proyecto de su vida. Nada más y nada menos. Él, el gran artífice del Canal de Suez, recordaba a muchos de sus interlocutores, que la historia en África había tenido un guion parecido. En Panamá no orillaron el final esperado, por la maldita impaciencia de todas las partes.
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Fernando Lesseps, empresario e ingeniero de éxito, hasta que llegó el Canal de Panamá |
A sus espaldas, todo un cúmulo de gacetilleros, que reverberaban con el eco de sus preguntas. Su pelo blanco y el bigote raído, manchado en las puntas por el café matutino, concentraba la atención de toda la sala. - ¿Aprobó el sistema de comisiones, señor Lesseps? ¿Realmente conocía las circunstancias penosas en las que rendían los trabajadores? - El aludido ni siquiera movió la cabeza, y tenía los hombros hundidos. Otro chupatintas le asedió a pesar de los intentos de los alguaciles por frenar su vehemencia. - ¿Cómo justifica que un proyecto de quinientos veinte millones, multiplique su presupuesto por cuatro? - Le habría contestado que gracias a directores como el de su periódico, que había recibido coimas suculentas, pero calló.
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Una acción de la Compañía de Panamá. |
No en vano, vivíamos en aquellas fechas días muy convulsos en nuestra patria francesa, con el recuerdo todavía de la derrota en Sedán contra las prusianos. Y en Panamá, otra vez se cuestionaba la decadencia gala, más acusada por la corrupción. En Le Parisien narraban con mordacidad la algarada vivida en el parlamento francés la jornada anterior. Una parte de la bancada pataleaba y clamaba por los nombres. ¡Los nombres, los nombres, los nombres! Sus señorías aludían a aquellos parlamentarios, que habían recibido cantidades ingentes de dinero, con el fin de que votasen a favor de la famosa enmienda. Porque para lograr el éxito de la emisión de bonos, la Sociedad del Canal de Panamá necesitaba de una exención del gobierno, con la que evitarían la ley de 1836, que no permitía la emisión de deuda con premio. Era el premio la guinda que seducía a los inversores, convertidos en esas circunstancias, en viles jugadores de casino de provincias. Una vez cubierta la emisión, por sorteo, se establecía quién de los bonistas se hacía con seis millones de francos. Políticos y medios de prensa, engrasados con comisiones estratosféricas apostaban por resucitar los bonos con recompensa, hasta que las cosas se torcieron. Al final se descubrió la corruptela, porque alguien se fue de la lengua. Eso y que el señor Cornelius Herz, empresario dicharachero y conseguidor, comenzó a untar a sus señorías a la vista de todo el mundo. En el lobby del Grand Hotel, en el restaurante Maxim's, lucia Herz sus intenciones con todo rebozo. En cualquier caso, decenas de parlamentarios cobraron religiosamente los honorarios por su voto. Por eso estaba él allí.
Por eso y por la cabezonería del gobierno, que no se prestó a un último favor, gracias al cual, habría llegado el triunfo para una empresa, que el señor Lesseps consideraba no privada, sino de Francia en su conjunto. Le vino a la cabeza la escena en la que departió desesperado con el ministro del ramo. Pastaban las quejas en los labios del ministro de finanzas francés, cuando le visitó. Los mofletes gordos y cárdenos del político se movían, escupían en parte por el enojo, y llegó a acusar de estafa al Gran francés, el señor Lesseps, por supuesto. Más grande que Bonaparte. Había que cortar el chorro de emisiones, porque si no, se hundiría la economía francesa en aquel cieno panameño, como ocurrió en Luoisiana, con un tal John Law.
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Mapa del proyecto de Panamá o su alternativa, el Canal de Nicaragua. |
- Si, aquel aventurero escocés, al que se le ocurrió imprimir e imprimir más dinero, y nos engañó con una sociedad fantasmagórica, que colonizaría Luoisiana. Un vergel, tan vergel, que no se dejaría dominar por la mano del hombre, si no era enterrando a la Hacienda francesa en sus cenagales. ¿Lo recuerda?
- Ahh, claro que lo recuerdo, fue una dura enseñanza. Nuestros compatriotas corrían casi tan despavoridos a comprar acciones de esa empresa fundada por Law, ministro del Rey, como a vender esos mismos títulos años después. Valía más su papel impreso. Pero a nosotros nos queda esto para acabar los trabajos, señor Ministro. - Hizo un gesto con sus gruesos dedos el señor Lesseps. - Es decir, nada.
- No participaré de su locura, ni de su engaño, señor Lesseps. Le admiro, usted es nuestro más ilustre ciudadano. Pero a la ruina nos conducen las falsas ilusiones. Usted se está autoengañando.
- También de la gloria nos separan los espíritus más conformistas. Recuerde lo que pasó en Suez, donde todo parecía imposible. Y sería una vergüenza, no le perdonarían que la Francia Imperial haya acometido con éxito el desafío de Suez, y la República acabe fracasando en Panamá. Ahora que nos queda tan poco, como le digo, señor Ministro, cometerán un craso error.
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Cornelius Herz, el conseguidor y protagonista del escandalo mayúsculo de Panamá. |
Como no pasaron por el aro, con esa dispensa en el ejecutivo francés, el hijo de Lesseps, le convenció de que eran inevitables, mientras rozasen la gloria, tomar caminos más torcidos. Un tal Cornelius Herz podría convencer a muchos políticos, gracias a sus influencias, para que votasen por la enmienda de la dichosa ley de 1836, que les permitiese lanzar una emisión con premio. El resultado fue que esa trama, más que descubierta desempolvada por la misma prensa que había aceptado sus sobornos, se convirtió en el mayor escándalo de corrupción de la historia de nuestro país vecino. Hablamos de más de dos mil millones de francos de la época, años ochenta del siglo XIX, que quedaron sepultados en el itsmo americano. En euros reales, sería una cantidad mastodóntica, que supera cualquier cálculo llevado a cabo por nuestra imaginación. Como sabemos, el proyecto del soñador Lesseps al final lo llevaron a cabo los americanos unos años más tarde, a comienzos del siglo XX. La fiebre amarilla y las enfermedades tropicales se habían cebado con la compañía francesa de Panamá.. No sólo.
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El macizo de la culebra, de difícil perforación demoró los trabajos franceses y fue de las causas de su fracaso. |
Estudios más recientes nos indican que también la falta de control sobre los contratistas, que inflaron sus precios, fue otra de las causas para que el sueño del Gran Francés, no se llevase a término. Su empeño por perforar el macizo berroqueño de la culebra, o su renuncia a las esclusas hasta casi el final de los trabajos, se tradujeron en el fracaso de una idea, que en nuestros tiempos parece irrenunciable (cualquier incidencia en el Canal de Panamá, se hará palpable casi instantáneamente en nuestros bolsillos). Una locura en los tiempos de Lesseps. A raíz de este caso de corrupción, algún editorialista de la época, lleno de candidez, aseguró entonces que tamaño escándalo sería la vacuna perfecta contra ese tipo de comportamientos, que estaba seguro de que no se volverían a repetir en el futuro. Suena arcangélico, mas disparatado. El fin de la corrupción. Eso sí que es una quimera y no el Canal de Panamá.
Aunque no soy experto en historia, navegando por los libros , y desde hace tiempo, es curioso que no te encuentres en estas historias de cientos de millones los intereses de algún país ¿imperialista?, por ponerlo fácil.
ResponderEliminar¿Qué quiero decir?, pues que detrás del fracaso de Lesseps no hay más que una partida de ajedrez muy estudiada por el gobierno de EEUU. El mismo gobierno que ordenó bombardear el Maine, y como excusa, en febrero del 1898 para entrar en guerra con España quedarse con la isla caribeña de Cuba.
Así nos encontramos en Panamá con un terreno pantanoso, que acaba con miles de vidas, pero con más de las tres cuartas partes del trazado concluido; con una Colombia en donde la localidad de Panamá era territorio anexo, esperando la conclusión de la contrata para quedarse con la obra sin acabar (febrero 1904) por incumplimiento de contrato; y unos EEUU que promueven y ayudan una revuelta dentro de Panamá para que se independice de Colombia, con el pensamiento ansiado de quedarse con el canal (finales de 1903) .
EEUU tarda 72 horas en reconocer el nuevo país como estado independiente. Tal como suena.
De eso a enviar tropas, ingeniería y maquinara no hay más que días. Acaban el canal y se lo agencian dentro de territorio panameño, pues Panamá se declara república independiente, menos las partes que ocupa los EEUU, y que será norteamericana a perpetuidad en todo el trazado del canal y en 4 kilómetros por lado a cambio de una suma de dinero en concepto de usufructo, pero sin poder entrar en el territorio asignado por ser exclusivamente americano.
Fue Torrijos, el general panameño que obsesionado por devolver a su territorio la usurpación americana, se encargó del asunto. El territorio del canal volvería a Panama a finales de 1999.
Los americanos jamás le perdonaron y le condenaron a muerte. A mediado de 1981, el avión militar en el que viajaba se estrella misteriosamente.
Jamás pudo ver el Canal en manos de su país.
PD: Es posible que la construcción del canal haya sido nido de comisionistas, estafadores, mangantes y vividores, seguro, más bien, pero no menos probable que detrás hayan habido los intereses del gobierno más belicoso y usurpador del continente americano maquinando cómo y de que manera podrían hundir los intereses franceses y quedarse con el suculento botín.
Salut
Estoy de acuerdo contigo en el desarrollo posterior, Tot, porque la importancia geoestratégica del canal lo convirtió en una pieza codiciada por los americanos. En Colombia es una herida, que con toda lógica, no han restañado. Conozco la historia, pero no la podría contar como tú, maestro. Me ha encantado tu efusividad y esas píldoras de buen literato con las que nos obsequias.
ResponderEliminarEn cuanto al fracaso de Francia, fue más bien un cúmulo de errores propios. En primer lugar la corrupción. Antes de cualquier emisión, se destinaron millones de francos en la compra de voluntades. No se efectuaba un control sobre los contratistas, y el empeño de Lesseps por un canal sin esclusas, y no evitar el macizo de la culebra, disparó su coste y demoró las obras. El tiempo es el recurso más valioso en cualquier obra. Y cuando quedaba poco para concluir las mismas, se había dicho anteriormente en tantas de ocasiones, que es plausible que por ese motivo no creyeran al empresario , Fernando de Lesseps, y dejaran morir el proyecto cuando intuían el final.
Allí, en nuestro país vecino se considera un escándalo que no tiene parangón ni en la historia más reciente. El caso Stavisky quizá en importancia política, o el Dreyfuss, que fue de corrupción más que económica, social. Ninguno, ni el último caso Kiervel, con un desfalco que según cifras oficiales alcanzó los cinco mil millones de euros de 2008. Pero que cifras oficiosas cuentan que fue mucho mayor. En fin, en euros equivalentes, no tiene comparación Panamá con el escándalo de este trader.
Francamente, hoy estoy aquí de oyente para aprender con vuestros dos relatos pues desconocía prácticamente todo acerca de la construcción del canal y de las circunstancias históricas, financieras o políticas de la empresa. Está claro que el imperialismo americano se impuso para quedarse con el eje de navegación entre los dos océanos. Es la plasmación concreta y exacta de la doctrina Monroe, América para los americanos, frente al imperialismo o intervención europeas. Francia no cabía dentro de esa concepción casera de Estados Unidos que cuando expresaba que América para los americanos, entendía por estos a ellos mismos, no a los colombianos o panameños que no dejaban de ser sino súbditos solo aspirantes a ser repúblicas bananeras.
ResponderEliminarNo puedo aportar mucho más. Supongo que ante esa realidad intervencionista de Estados Unidos se escribió ese libro tan iluso titulado Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano que inspiró a movimientos guerrilleros por todo el centro y sur del continente, así como a la ETA en nuestro país.
Efectivamente, la doctrina Monroe aquí está muy bien traída,Joselu,y la habíamos pasado por alto. Sobre los americanos, mi percepción en líneas generales, es bastante más positiva que la visión de Tot. Con demasiados abusos, como casi todas las potencias a lo largo de la historia, si no llega a ser por su intervención en las dos guerras, crucial, y en la posterior Guerra Fría, probablemente nuestro mundo habría sido diferente. Y casi seguro peor.
EliminarHe leído a Eduardo Galeano, que cuando salvo habla de fútbol, me parece muy plumbeo. Ha contribuido a las mixtificaciones sobre las que se sostuvieron y mantienen su discurso ideológico ahora desde el parlamento, movimientos que han justificado la violencia como instrumento político. Muchas gracias por estar aquí.
Y sale a colación Monroe. De ahí Liberia, de ahí Monrovia. Liberia de libertas, y Monrovia de Monroe.
ResponderEliminarY la pregunta que me hago:
Monroe aplicó ese lema que ya estaba impuesto anteriormente "América para los americanos" y mandó allí, conformar un país que se llamaría Liberia.
Este estaría al sur de Sierra Leona (Reino Unido) y norte de los reinos autóctonos de Dahomey, Oyo, Ashanti o Benin, que habían vendido y traficado con prisioneros de otras tribus, para mandarlos como esclavos a todas luces a tierras americanas
Lo que no se, y pregunto, es si mandó allí a todo aquel que no quería para esa nueva tierra americana, o mando allí a todo aquel si deseaba irse de aquella América en la que había trabajado en los campos de Louisiana y Alabama en el algodón.
Aquí si que estoy confundido, porque ha resultado ser un fracaso de todas todas, se fue la gente para una nueva tierra pero no se fueron las normas para la gobernanza.
Salut
Estupemdo apunte, Tot. La historia se escribe con contradicciones y con las mejores intenciones , pero la coherencia brilla por su ausencia y a veces, una pretendida buena acción, acarrea efectos imprevistos. Los economistas lo llamamos el efecto cobra. Tuvo su origen en un incentivo que dieron los colonialistas ingleses en la India, con el fin de reducir la incidencia de la mortalidad por picadura de serpiente. Una remuneración que hizo crecer el número de los ofidios. El resultado contrario al perseguido. África, lamentablemente ha sido en muchas ocasiones, víctima de las mejores intenciones. Salut.
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