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La última carta de Pasteur

 Por los cañones de la barba, asomaban átomos de indecisión. Su ayudante, Emile Roux, en total desacuerdo, se mesaba los cabellos, porque su admirado doctor Luois Pasteur desbordaría la más elemental de las reglas en la investigación. ¿Cómo desdeñar los efectos secundarios de una vacuna? En aquella ocasión habían obtenido resultados muy prometedores, era cierto. En perros. Sin embargo, desconocían los efectos a medio plazo. Qué al enfermo le diese un síncope por causas ajenas a la infección que le había llevado a la convalecencia. Se convenció de que resultaba una auténtica temeridad.

- Solamente hemos vacunado a perros. Nunca a humanos, profesor. Y no todas las veces en las que se produce una mordedura, se desarrolla la rabia. 

-  Tienes razón, querido Emile. Pero. 

- Nada de peros, es muy arriesgado. Inmoral. Nos obligaría a abandonar una investigación de forma prematura, cuando podemos obtener más adelante, resultados que salvarían a muchas personas. 

- Hemos visto sus mordeduras, con esa profundidad, sería imposible que no esté infectado. - Una borrachera de imágenes y sobre todo de dolor anegó los recuerdos del científico, al encontrarse con Joseph Meister, el niño infectado. No  en vano, dos de sus hijas habían muerto de enfermedades infecciosas, más comunes en la época de Pasteur que en la nuestra. 


De Paul Nadar - http://history.amedd.army.mil/booksdocs/misc/evprevhttp://jnm.snmjournals.org/content/49/Suppl_2/24S/F9.large.jpghttps://wellcomecollection.org/works/gvcbrvdp?query=louis+pasteur, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=422990
Luois Pasteur, el gran científico.


- Estamos en un claro caso de urgencia. Sé de sus prevenciones, querido amigo. Y serían sensatos si el niño no estuviese en riesgo de morir. - Ambos habían analizado la mordedura. Joseph Meister no había desarrollado todavía los síntomas de la rabia: una fiebre muy alta, delirios, sudoración. Le quedaban a lo sumo unas semanas. El reloj de la enfermedad guardaba un calendario escrupuloso. ¿Cómo negarse a atender a una madre que había acudido a Pasteur llena de desespero? Rogó que su eminencia le aplicase esa vacuna, que le habían dicho que ya había sintetizado, según la información de los periódicos. Por aquellas fechas, Luois Pasteur era una auténtica celebridad, y prohombre de la patria. Nacionalista, la ciencia era uno de los campos de disputa entre las naciones. Más entre Francia y Alemania, tras la Batalla de Sedán. Qué Meister fuese alsaciano representaba un acicate más, uno de los territorios perdidos en aquella contienda, para decantarse por asumir aquel riesgo tan elevado. Su reputación se iría a pique en un abrir y cerrar de ojos, en el supuesto de que la vacuna empeorase los efectos de la enfermedad. 

Entonces, apareció aquella mujer con el terror pintado en su cara una vez más. Las facciones crispadas, las cornalinas vidriosas. Se puso de rodillas. - Se lo ruego, usted es muy última esperanza. 

- ¿Sabe lo que me está pidiendo?

- Apelo a su humanidad. 

- Qué vulnere la ley. Si se conociese que nos hemos saltado la fase de pruebas. Me han escrito padres pidiéndome lo mismo.   Les dije que antes estaba dispuesto a probarla yo. Sería mi último servicio.

- Usted no la necesita, profesor. - Volvió a la letanía, de palabras que había memorizado en su discurso interior, para soltárselas en el momento preciso al señor Pasteur. - Sé que su prestigio. Yo he venido en persona, no en carta. Entienda mi desesperación. - Sollozó la mujer. Un velo de consternación recorrió el movimiento de sus labios.- Pero sabe lo que significaría perder a mi hijo, sin por lo menos haber recurrido a mi única esperanza. 

- Solamente la hemos probado dos veces, querida mujer. - Luois voló en los recuerdos, para reafirmarle que en uno de los casos, desconocieron sí había tenido resultados positivos. También desconocieron el paradero del hombre vacunado. El otro, una niña, tristemente fallecida. No se pudo hacer nada.

- Mi Joseph fallecerá igualmente. Usted lo sabe. Es mi única bala en el cargador, señor Pasteur. Se lo suplico.

- Veremos lo que podemos hacer. - Una sonrisa y gesto plúmbeo adornaron al científico, que se dejó caer en su sofá. El peso de la responsabilidad gravitaba sobre sus hombros.  


By Unknown author - Gerald L. Geison: The Private Science of Louis Pasteur. Princeton University Press, Princeton 1995, following p. 242., Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=20480863
Joseph Meister, el niño 

En los días posteriores, hondas cavilaciones le persiguieron en sus sueños, como amenazas y contornos indefinidos. Se despertaba lleno de excitación. Unas veces estaba de acuerdo con la madre. En otras ocasiones creía escuchar la voz serena de su ayudante, que le recomendaba que siguiesen investigando. Toda una carrera que se venía abajo. No obstante, un orgullo en el que se regodeaba. El viejo Pasteur frente a un alemán, médico rural, el Doctor Koch, que había encontrado la causa de la tuberculosis, el bacilo de Koch. No podía cerrar los ojos. Le carcomían los celos y el sentido patrio. Hacía largo tiempo que la ciencia francesa no tenía un éxito que copase las manchetas de medio mundo. Emile Roux, profundo conocedor de las motivaciones de su maestro, le teme. Se apartó por tanto de él, cuando comienzan las sesiones de vacunas para Joseph Meister. Médula infectada de rabia. Por lo que se suceden los pinchazos, con dosis cada día superiores para que su cuerpo tolere la infección. Con todo, al cabo de la curación, a Pasteur le surge una duda, que pondría en entredicho los resultados de la investigación. ¿Y si el niño no hubiese tenido nunca la rabia? Antes de terminar el tratamiento, le inyecta una dosis que le contagiaría de la rabia si es que nunca padeció la enfermedad. ¿Todo para corroborar su investigación? 


By Unknown author - Gerald L. Geison: The Private Science of Louis Pasteur. Princeton University Press, Princeton 1995, following p. 242., Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=20480863
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En nuestros tiempos nos surgirían sin duda, muchos reproches morales con la conducta del profesor. Esa reinfección que corroboró el éxito de la vacuna, nos revela la catadura del doctor a los ojos de nuestro tiempo. Pero en aquel entonces, el pequeño Meister se salvó de una muerte segura. La ciencia francesa volvió a brillar como ninguna otra en el firmamento de países. Al lector le parecerá inevitable establecer un parangón  con nuestros días. Curiosamente, las vacunas que se desarrollan en estos momentos contra el coronavirus, queman etapas y se enardecen los nacionalismos como entonces. Putin alardea de la Sputnik V, por ejemplo. Debido al cúmulo de intereses y la premura con la que se necesita la misma, ¿podría saltarse alguna de estas etapas o que las agencias de medicamento de los respectivos países no observen tantos escrúpulos en el cumplimiento de las fases? Una vacuna contra el coronavirus que nos rescatase de este marasmo sanitario y económico, es una verdadera tentación. El objetivo de ser los primeros, el éxito que significaría para el país, y la luz al final de un túnel que se presume largo, son acicates que también tuvo en su momento Pasteur. Y por eso creemos, que esta historia tiene mayor vigencia que nunca. 



Comentarios

  1. Ciertamente, los dilemas éticos y científicos son muy agudos en el caso de las próximas vacunas para el coronavirus. Sin embargo, veo una diferencia con la experiencia de Pasteur que inyecto a un paciente para comprobar su eficacia. Las vacunas para el coronavirus serían extendidas a miles de millones de pacientes pues parece que toda la humanidad tendría que ser vacunada. Si hubiera un error o un efecto secundario peligroso, tendría consecuencias inimaginables. Pero hay que testarlas previamente en humanos, doy por supuesto que voluntarios, y ver la evolución posterior. Pero a veces los efectos secundarios aparece varios meses después. La temeridad de Pasteur, al que acompañó la suerte, no es posible aplicarla en este caso a escala general. Lo que es la Sputnik yo no me fío para nada. Creo que el gobierno está pidiendo millones de dosis para la de Oxford para cuando esté lista. Otra cosa será la demanda planetaria cuando surja la vacuna. No sé si la manera de encarar la pandemia ha sido la más adecuada. Ha habido epidemias de gripe que se han superado sin las medidas de excepción que hemos aplicado aquí. Pero no quiero entrar en el terreno de los negacionistas. Espero que las decisiones del gobierno sean las correctas. Los antivacunas gritarán y gritarán negando lo evidente. Saludos.

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    1. Muchas gracias, Joselu, por tus emfoques, con los que consigues arañar más filones de reflexión. En el caso de Pasteur es reseñable el dilema moral al que se enfrentó y que pesasen en su motivación, razones de índole 'patriotico'. No se puede comparar exactamente con el caso de los actuales desarrollos de vacunas del coronavirus, porque los números son un argumento de peso como muy bien señalas . Un paso en falso, y caerias en un vacío en el que comprometerías a millones de personas. Ni siquiera creo que se salten ninguna de las prevenciones que exige una investigación rigurosa. Pero sí hay ciertos paralelismos e intereses, que guardando las distancias, confieren un atisbo de actualidad a la historia de Pasteur.

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  2. Ufff...esto da para un simposium de Ética aplicada, apartado Bioética.
    Hice unas clases con Begoña Román sobre Ética Aplicada (Comité de Ética del Clinic de Barcelona). Salieron muchos casos a colación, muchas opiniones, muchas divergencias, todas con su argumento, pero es que el argumento de aquellos casos no era tan imponible como el actual, aquí, el problema no se sabe si estriba en la salud o en la economía, y lo segundo me descoloca.
    No os junteís¡, es el lema...pero sentaros en la terraza y consumid, se nos dice a continuación.
    No estoy en condiciones de dar una opinión justa, a sabiendas de que vivo en una sociedad de "repetidos" (Tres relojes, dos móviles, cinco pares de zapatos, diez camisas, otros tantos pantalones...)
    PD: Gracias por la historia, nola sabía.
    Un placer, y perdón por no posicionarme, pero se me da que todo es un negocio, vacuna incluida, y me da yu-yu.
    Salut
    Un placer

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    1. Un placer, Tot, tener una mente tan lúcida como la tuya. Tu respuesta muy brillante, por tu humildad, es un fiel reflejo de la complejidad que reviste este problema. Nos ha desnudado contra la falsa certidumbre, que creíamos poseer, en las que eran antaño nuestras vidas ordinarias.

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