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Jean Jaurés

<<Tu padre fue un bendecido>> Me dice Jules Bélanger, delante del féretro. Las comisuras se le mueven, pero yo no escucho, me siento suspendido en una levedad trágica. Creo estar soñando, pero con el rabillo del ojo veo al empleado de las pompas fúnebres, que se ha convertido en mi sombra, y que me muestra que vivo una cruda realidad. Afuera, una masa que aguarda la salida de los restos de aquel gran hombre, que primero fue un gran padre. Porque padre no puede ser cualquiera, me azoro en cavilar, mientras Henri Barbusse se acerca presto a lanzarme un aforismo. El escritor además de comunista, habla con aforismos, por su proverbial forma de condensar en una frase el bullir y el sentimiento, que nos sobrecoge. Al lado mío, Barbusse agita los brazos, niega con la cabeza, y me pone nervioso.


De Desconocido - own collection, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=31790901
Barbusse, el gran escritor
comunista


- No hay derecho, no hay derecho, tu padre es un gran hombre, cómo ha podido acabar así. - Barbota con sus luengas barbas, y la pipa que le sobresale de los belfos. No la tiene encendida, pero como fumador empedernido, la alterna en la boca y en el bolsillo derecho de su chaqueta. Es entonces, que les pido que me dejen un momento a solas con el ataúd, que creo dormirme. He estado velando el cuerpo de mi padre toda la noche y me suena extraño que me llamen señor Jaurés. Hasta ayer, mi padre. 

https://www.hispanidad.com/sin-categoria/carta-de-un-padre-socialista-a-su-hijo_7061211_102.html
Jean Jaurés, el gran político socialista,
activo pacifista.

Con todo, les recuerdo, a quien quiera escucharme, que no solamente hay un Jean Jaurés, el hombre público que había pasado siempre por ser un tipo sensato. Sino un magnífico padre, que viajaba casi toda la semana por la agitada geografía de nuestro país. Hasta que llegaba a casa con su bombín encasquetado a la altura de las cejas, esgrimía su paraguas como un espadachín, y bromeaba jocoso en cuanto se había ganado el reposo del guerrero. No más huelgas ni problemas que abrevasen en su cabeza. Nosotros salíamos en alegre albórbola, a jugar con él. Otra vez vino un camarógrafo a casa. Fue toda una revolución. Quería grabar para la posteridad al gran hombre. Loco invento ése, el del cinematógrafo, que volvía a su uso original para documentar los acontecimientos más reseñables de la sociedad. Yo anhelaba las sesiones de Mieles en el teatro Houdin. Perdone,padre,que divague. Siempre te recordé contento, aunque supiese que se cernían sobre toda Europa negros nubarrones, que predestinaban al Viejo Continente a la contienda. Recuerdo que había conminado a los obreros de todos los países a unirse contra esa guerra imperialista, que beneficiaría a los capitalistas que nos vendían armas, mientras los más humildes poníamos nuestras vidas ( recomendamos seguir con la lectura y la canción que el gran Jacques Brel dedicó al político socialista, pulsar en el play a continuación).





"Cuánto te echaré de menos, y a tus sabios consejos, padre". Le digo a esa pijama de madera, y esa cara maquillada. Todavía no han cerrado el ataúd, y creo que me podrá escuchar.- Te acuerdas, padre, cuando no quise estudiar religión. Hace unos meses, y me enviaste esta carta. Al principio no entendí que me reprendieses públicamente, al publicarla en L'Humanité:

 «Querido hijo, me pides un justificante que te exima de cursar la religión, un poco por tener la gloria de proceder de distinta manera que la mayor parte de los condiscípulos, y temo que también un poco para parecer digno hijo de un hombre que no tiene convicciones religiosas. Este justificante querido hijo no te lo envío ni te lo enviaré jamás."

Me hiciste sentir como un zoquete, pero....

"y ¿qué comprenderías de la historia de Europa y del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la religión, que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización?"

"¿Querrás tú condenarte a saltar páginas en todas tus lecturas y en todos tus estudios? Hay que confesarIo: la religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización y es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras. "

Y es verdad, que quise ser digno hijo tuyo en esa renuncia. Me considero ateo como tú, padre. Pero por fin lo he comprendido. No creer no significa ser ignorante, y renunciar a todo un legado, en el que la religión tiene un peso desbordante. Nuestra civilización se haya intimamente ligada a ella como me escribiste entonces. Al principio, no entendí por qué me censurabas, ni me dabas el eximente, cuando lanzabas críticas contra la resistencia de los loreneses a la secularización. No ponías tu enojo en el hecho de ser alemanes, y aun cuando los entendías, creías que la religión debía tener una influencia menor en aquellas comunidades. Lo interpreté mal, ya que una cosa es contrapesar su influjo y otra, ignorarla. Ahora te veo con  esa cara de cera, tus barbas y tus ojos cerrados. Es como si estuvieras durmiendo. - Agradezco tu carta, padre. Sinceramente. 

Antes de salir del velatorio, ojeo un diario, y en la portada aparece tu asesinato en primera plana. Y eso que ha comenzado esa Gran Guerra a la que tanto te opusiste. Lo que te ha llevado a embarcarte con Caronte, muy a nuestro pesar,fue tu convicción pacifista.Y ayer, eatabas ajeno al destino, tomando un batido, que sorbías con placer, buscando resuello y huir del calor del estío en tu frenética agenda, cuando en el Café du Croissant un desalmado, que responde al nombre de Raoul Villaine, un verdadero villano, te frió a tiros. Nacionalismo que no te perdonó tu campaña pacifista. Como solías decirme, podrán matar al hombre pero no a una idea. La más elevada y sensata de todas, la paz. Aunque a mi me hayan quitado a mi padre, el padre más maravilloso del mundo, y no logre el consuelo que me aportaría la religión. 

Podemos leer la carta de Jaurés a su hijo, que se publicó en L'Humanité en el siguiente enlace

De Desconocido - own collection, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=31790901
Raoul Villain, asesino de Jean Jaurés. 


 




Comentarios

  1. Los asesinos triunfan, las ideas mueren con los asesinados aunque cierto romanticismo nos lleve a creer lo contrario. Siempre es más fuerte una pistola o una bomba que las ideas. Raoul Villain se salió con la suya y Jaurés murió. El pacifismo era algo que no llevaba muy lejos a Europa que debía verse devastada dos veces por terribles guerras para llegar a ser lo que es hoy. La Gran Guerra transformó Europa totalmente y creó el mundo moderno hasta que fue necesaria otra guerra devastadora. Es terrible que el mundo progrese a base de guerras. Los nacionalismos emergentes en Europa eran incompatibles con el Imperio Austrohúngaro con el Otomano. Y la Rusia zarista fue exterminada. ¿Qué significaba una postura ética y comprometida como la de Jaurés frente a las necesidades de la historia? La violencia transforma el mundo -mal que me pese- y no es posible evitarlo. Había demasiadas contradicciones nacionalista que ponían la bomba a punto de estallar. Los pacifistas son entrañables, tal vez yo hubiera sido uno de ellos, pero ¿cómo resolver los conflictos de la historia sin violencia?¿Hablando? ¿Renunciando? Las cosas desgraciadamente no funcionan así. Es una pena. Admiro a Jaurés y a otros pacifistas, pero tenían la batalla perdida. El motor de la historia es la violencia, sin ella no se producirían cambios. Por lo menos así ha sido hasta ahora. Y el que elige la violencia como imprescindible no valen los Jaurés que vengan a hacerles reflexionar. Mis argumentos son producto de la amargura no de la claridad mental. Claro que me gustaría que las cosas funcionaran de modo diferente. Pero no es así.

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    1. Me ha encantado tu clarividencia, Joselu. Se me ocurre poco que añadir, salvo que no comulgo con el análisis de Jaurés, en cuanto a las causas de la guerra, que fueron mucho más complejas de lo que pudo discernir en su momento el político francés. Si admiro su compromiso, del que andan tan carentes muchos de los que son afines a su ideología en nuestros tiempos y cómo separó sus creencias o más bien no creencias, de la realidad de uma religión, sin cuya huella, nuestra civilización sería como una lectura incompleta. Dice el propio Jaurés que es como si de un libro nos saltasemos páginas, yo diría capítulos, de nuestra propia historia. Un placer leerte. Um saludo, Joselu.

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  2. No he abordado antes la posición de Jaurés sobre la religión, pero ciertamente es de lo que más me ha interesado. Proust tiene un libro de ese tiempo más o menos que se titula La muerte de las catedrales en que lamenta la extinción de los ritos católicos en las catedrales pues son supervivencia de funciones litúrgicas medievales. Hay mucho matacuras y anticlerical que desdeñan y proclaman que la única luz que desprende una iglesia es cuando arde. Lo he visto escrito. Y si pudieran, como hicieron en otro tiempo, se dedicarían a quemar iglesias y a eliminar a los pocos sacerdotes que quedan. El desconocimiento de los contenidos religiosos nos distancia totalmente de nuestro sentido y nuestro pasado. La laicidad extrema lleva a que los niños desconozcan por completo lo que ha dado sentido durante veinte siglos a la historia europea y occidental. No podemos hacer nada al respecto. Uno puede ser ateo o agnóstico -como yo- y no desdeñar el valor de la cultura religiosa. Así hacía Jaurés y elegía religión para su hijo. El mundo actual es en muchos sentidos bárbaro, saturado de tecnología, pero vacío de sentido. Y las religiones han sido en buena parte dotadoras de sentido a la humanidad. Aun siendo ateo, se puede incluir el valor de lo espiritual y el sentido de lo sagrado. Yo no creo en Dios, pero a veces me he descubierto orando en una capilla. En San Petersburgo, fascinado por el fervor de los asistentes en una catedral, puse una velita a un icono de la virgen y recé. Es una dimensión amputada en nuestro mundo. Solo hay pantallas de móvil y eso no permite percibir la dimensión del misterio. Un saludo, Sergio.

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    1. Estupenda reflexión, que hubiera rubricado el mismo Jaurés, Joselu. Creo que esa religiosidad se muestra en el dogmatismo de ciertas ideas, desgraciadamente hemos heredado los vicios no tan ocultos a lo largo de la historia de la religión . Hay tal uniformidad en la ciencia, que se rehuye el debate de teorías. Verbigracia, el cambio climático, pese a que no sea como dicen con desdén negacionista, a cualquiera que bosqueje una idea minimamente contraria, es condenado como reaccionario a las catacumbas en las que les postergan, y les resulta imposible avanzar en su vocación investigadora. No se quema como a Giordano Bruno, pero quién se atreverá a bisbisear eppur si muove, cuando en cualquier asunto científico, exista el sólido y ferreo dogma del mainstream. Hay que tener fe dicen en el progreso, cuando en muchos sentidos, te leí el linguistico en tu fabulosa reseña de Montaigne, hemos perdido fineza. Más conocimiento, más expandido en lo que algunos intelectuales han definido como la entropia de las sociedades modernas. Yo soy más y en eso creo que coincido contigo, como uno de mis poetas favoritos, TS Eliot. No solamente hay un provincianismo en el espacio. Yo soy de una región, y bajo ese cielo se forjan personas diferentes. También existe un provincianismo temporal. La ahistoriografia de nuestro tiempo. Todos los antiguos son culpables, parecen pergeñar los que se dedican a derribar estatuas. Sin embargo, hay que profesar una religión obligatoriamente, tener una fe desmesurada en los tiempos modernos. Qué no nos falte, salvo que pretendamos ser anacoretas. Un placer leerte, Joselu.

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  3. Muy interesante el tema y el debate.

    La paradoja de la violencia es que a veces sí que es necesaria para mantener la paz, precisamente. Y mantener la paz consiste justo en conseguir que la violencia no esté en manos de asesinos, aunque al emplearla se termine asesinando, de hecho, algunas veces. Lo malo es que la violencia la entendemos mal y, por tanto, solemos usarla torpemente, o sea: de forma desproporcionada o a destiempo.

    ¿Y si en vez de solo el motor, la violencia fuese el vehículo histórico completo? Pues si tenemos en cuenta el vacío de sentido que mencionó Joselu, quizá lo que sucede es que hemos construido un óptimo, hiper tecnológico y letal vehículo militar aéreo, que no puede despegar a causa de la calima de un antiguo incendio, y ello por un fallo del sistema anti niebla. O mejor dicho, por haberse olvidado del botón que hay que pulsar, perdido en la maraña de lucecitas del panel de mando. A sí que nos dedicamos a disparar a ras de suelo y medio a ciegas, sin saber cómo elevarnos para tener más perspectiva.

    Pues hablando de cultura cristiana, yo creo que nos ha pasado lo que los ingleses llaman tirar al niño con el agua de la bañera. De modo que, con el turbio dogma cristiano, hemos tirado también al “niño” del humanismo, que en realidad latía ya en Buda y en Confucio y en Sócrates también, o sea: cinco siglos antes de nacer Jesús de Nazaret.

    Fabricamos un macabro y rancio crucifijo barroco (en realidad, un útil ídolo), pero con un metal muy sólido y digno. Y en lugar de fundirlo cuando se quedó obsoleto para convertirlo en algo nuevo, lo tiramos sin más a la basura.

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    1. Desde luego, por más que nos pese, Spengler llevaba razón cuando en su farragosa Decadencia de Occidente, proclamó que "al final a la civilización siempre la salva un pelotón de soldados". Jaurés representó la paz como ideal, y en un contexto en el que Europa se abalanzaba hacia la tragedia, donde seguramente hasta nosotros mismos, más escépticos, quizá quisiésemos salvar a la civilización de ese descarrilamiento. Es curioso, que buena parte de la población marchase al frente entre loas, flores y orquestas, o que el propio Churchill soñase en su juventud con una guerra que reivindicase a su generación, y que luego fuese el soñador Jaurés, el que tuviese una visión más real de un futuro, que lamentablemente no llegó a vivir. Cuidado con las plegarias tanto tiempo impetradas, que más tarde si son atendidas, nos arrepintamos. Pese a que me considere un pacifista recalcitrante, hablo más de un ideal. Entendemos el pertinaz anhelo de Chamberlain, o que Lord Halifax quisiese negociar la paz con los nazis tras la derrota en la Batalla de Francia, sin embargo, no soy tan cándido como para creer que al mal más perverso se le puede convencer tendiendo una mano.

      De la religión, más que su papel en la sociedad, entiendo que Jaurés resalta en su carta la huella que ha dejado, y cómo es imposible entender nuestra cultura sin la religión cristiana. Su rol debe ser menos importante para el político francés, y con todo, no ignorar su legado. Hay más humanismo, pero nos ha sido muy ajeno en algunos casos. Me resulta incomprensible la cultura occidental sin esa referencia al martirologio cristiano. ¿Quién sería San Sebastián al que le brotan flechas por doquier? ¿Le acribillaron a saetazos los indios? Tampoco se estila el género del western como antaño, me temo. Y más que haberlo tirado a la basura, en mi opinión, la religiosidad entendida como dogma, aflora en otros ámbitos.

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  4. Pregunta: Somos violentos o aprendemos a serlo?
    Hoy nos traes un grande olvidado de la Historia. Los militares temían su discurso pacifista. Era el gran líder de la clase obrera y vocero del pacifismo. Creía tan firmemente en la paz e intentó vanamente convencer a los obreros alemanes para que se negasen a empuñar las armas. Aunque reconocía la lucha de clases, para Jaurés la humanidad era una sola cosa. Y también sabía que muchos de la élite de la vieja Europa creían que la guerra acabaría con las demandas de los obreros (además, suponía un buen negocio).
    Fue a raíz del caso Dreyfus, cuando Jaurés vio la necesidad de una prensa libre y fundó "L'humanité".
    Chapeau!

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  5. Tus preguntas tienen difíciles respuestas, Marybel, y por eso siempre eres bienvenida. La fuerza de los hechos y de los siglos nos lleva a pensar que somos violentos. Incluso cuando los ilusos pacifistas creyeron que la Gran Guerra, por su horror de muerte fabril, acabaría con todos los conflictos. Nunca escarmentamos, cuando trepan hasta las vísceras nuestras pasiones más humanas, y volvemos a enfrentarnos. Es como cuando Fukuyama alzado sobre los cascotes de un Muro de Berlín que se había venido abajo, proclamó que había llegado el fin de la historia. De la misma forma que otros agoreros creen que la democracia liberal está viviendo su ocaso definitivo y se escudan en una China, que conjura bajo una disciplina férrea cualquier tipo de amenaza. Pues ni lo uno ni lo otro. El futuro no es lo que era, o será lo que siempre fue, impredecible.

    Lo que me atrae de Jaurés, es que supo vivir conforme a su compromiso. Y en cuanto a la religión, sorprende que no se guiase de un laicismo ciego y supiese ponderar su verdadera importancia en nuestra cultura.

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