Ir al contenido principal

El último verano

Horas lentas de un verano, que duermen en sus recuerdos. Ella una modistilla que iba a abrir su primer local en Deauville, una de las joyas costeras normandas. Por fin, Gabrielle había encontrado su vocación, y por encima de todo, una profesión en la que iba a marcar un estilo. Nada de la sombrerera guapa, con una pose felina, que había intentado ser una estrella de la canción. Aquel fue un sueño  efímero, pues algo desentonaba en aquel cliché: sobre el escenario del cabaret, Gabrielle tenía los aires de una niña bien que se perdió en algún gallo, y que con coraje abordaba la siguiente actuación, sentada en un taburete y con las piernas entrecruzadas. El público masculino secretaba las pasiones más soterradas con la visión angelical de la señorita Chanel, sin embargo, la falta de picante posterior les bajaba el suflé de pasiones. Una cantante más que decente, en el lugar equivocado.

Bailar aunque tenía mucho garbo, tampoco fue lo suyo. Fue descendiendo en los peldaños de la profesión, de cabaretera a merodear para entretener al gran público en los intermedios de los espectáculos. Apenas podemos distinguir la silueta de esa ninfa, por la neblina que produce la humareda de los cigarros. Con todo, un billete se desliza por su escote exiguo y coqueto, para permitirle pagar un cuartucho y  algunos caprichos. Ahí es donde supo desplegar todas sus armas gracias a un sexto sentido, con el que sedujo a hombres que serían importantes, entre los que se contaba su Arthur Edward Boy Capel. Más tarde, quisieron herir en la cumbre de su éxito a Chanel con maledicencias, que insinuaban que su nombre artístico, Coco, proviene de aquella época que ejerció de cocotte. Ella tampoco esconde esos detalles en sus memorias, cuando recuerda que en aquella época "dos caballeros estaban pujando por mi pequeño cuerpo caliente." Es más reservada, extrañamente reservada para sus orígenes, hasta tornarse en todo un enigma(1) para sus biógrafos. En cuanto a los hombres en liza por el favor de Gabrielle, se trataba de Boy, ese amor de destino trágico y que tanto marcaría a la futura diseñadora, y del rico heredero de una fortuna textil, Étienne BalsanNo nos adelantemos a los acontecimientos. 




Gabrielle "Coco" Chanel, consagrada como modista.

Porque aquel verano de 1914 se había corrido la voz en Deauville.- Ropa mucho más cómoda y funcional. 

- No me siento mujer con ella. - Argüía la más conservadora de las mujeres de aquel corrillo. Que seguía defendiendo las esencias de una Belle Epoque en la que las féminas lucían una vestimenta con miles de líneas y ornamentos casi rococó, para la visión que vendría con Coco Chanel. Pulsar en el play para leer el resto del texto con la maravillosa música de Piaf, que parece ideada para una vida de pasión como la de Chanel. 



Aquella modista buscaba en la sencillez y la comodidad como toda definición de la elegancia. Enseguida se apelotonaron las clientas en su tienda de Deauville, ávidas de saber en qué consistía el gran estilo. - Para criticarlo hay que conocerlo. - Decían sus antaño detractoras. Fue un verano como otro cualquiera. Llegó incluso como todos los años con la piel apergaminada y amarillenta, el gran estadista Georges Clemenceau, a otear la orilla, en la distancia, pues los señores rehuían de quemarse bajo el inclemente sol de agosto. Bañarse era propio de una plebe de criadas que se mojaban las largas faldas en las aguas del Atlántico, que lucían con el azul intenso, sus mejores galas. Alguna aventurera americana, ¡qué costumbres más disipadas!, a pesar de que sus fortunas fuesen las que más brillasen en Deauvile, fumaron en público y nadaron con un traje de baño, que mostraba su blancura y algunas turgencias pecaminosas ante la concurrencia de los sportmen. Dañaban la vista de los moralistas, que en la lontananza mostraban su rechazo ante tanta disipación- ¡Qué indecencia! Esa Chanel que fuma y se mezcla y viste como los hombres, de forma lineal, sin esconder nuestras redondeces. Esas fulanas americanas que enseñan todas sus piernas y se bañan como hombres. ¿A dónde vamos a ir a parar?  


Chanel y su amado Boy a caballo, 
caricaturizados.



Como decíamos, por allí paseaba el gran hombre, con el que todos anhelaban encontrarse. Un Clemenceau cordial atendía a las peticiones de los viandantes. Un antiguo gentleman se atrevían a decir, puesto que nadie se lo creía observando su calva y lo corcovado de su espalda. Después de mucho tiempo, George había vuelto a la política, pero eran más valoradas sus columnas del L' homme libre, desde las que disparaba contra quien se opusiese a sus postulados nacionalistas.  En cualquier caso, buscaba más en las horas de asueto las causas distendidas que le entretuviesen. Escuchando allá y acullá las conversaciones dispersas, junto al arrullo del mar, se hizo a la idea de que la Belle Epoque tocaba a su fin también en cuestiones de estilo. No escatimaba en pegar bien la oreja a los escándalos amorosos de la villa. Un viejo chocho, el viejo Lavoisier, que había perdido el norte por una muchacha de veinte años. 

En cualquier caso, Clemenceau no se sacaba de la cabeza el asunto de la guerra que le continuaba preocupando. Amén de la moda que cambiaba sus derroteros, la guerra que todos intuían llegaría en cualquier momento, iba a poner también fin a esos años hermosos. Desde que Otto Von Bismarck fuese postergado por Guillermo II y muerto - qué pena cómo le retrataron en su lecho mortuorio, los periodistas no tenían decencia, los boches habían adoptado una política belicosa. Esto pensaba el gran hombre. Alemania desafiaba cada vez más el poder náutico de los ingleses, y si seguían en esa progresión, en algún momento podrían hacerles frente. El mar y la Royal Navy eran para los ingleses, el cordón umbilical con sus colonias. - Nosotros, desde la derrota de Sedán, queremos recuperar Alsacia y Lorena. Y el gran hombre de Jaurés cree que podemos parar a los germanos con buenas palabras. En cualquier momento será la hora de los valientes. ¡ Viva Francia!- Salmodió a un corrillo que se había formado en el paseo tras abalanzarse a por las palabras de Clemenceau.

- ¿Y Viena, qué hará Viena? 

- Lo que le diga Berlín.


De Willy Wilcke und Max Priester - http://iconicphotos.wordpress.com/tag/willy-wilcke/ bzw. Courtesy: Bildarchiv Denkmalschutz Hamburg), Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=23272164
La foto traicionera de Bismarck muerte, que causó gran
controversia en Alemania. 


Para entonces unos disparos en Sarajevo hicieron contener la respiración en todas las cancillerías de Europa y del mundo. Es lo que reza en la mayor parte de los libros de historia. La  realidad por el contrario, tiene unos vericuetos más lentos, como señaló nuestro Francisco Ayala. Montañas de telegramas llegaban a las cancillerías europeas. Rebelión en Siam, que encarecerá la soja, Argentina no se comprometía a devolver los préstamos a Londres. Un popurrí de lo más diverso. Si acaso, el comentario al uso  sobre los serbios, capaces de todo. De lo más salvaje. - ¿No descuartizaron a su rey Alejandro y su reina, y arrojaron sus despojos por el balcón?- Se preguntó el gran hombre.

- Son unas bestias inmundas, señor Clemenceau.- Le respondieron a coro los circunstantes.

Hubieron de discurrir treinta y siete días, hasta que se declarase la guerra. Clemenceau sí que partió en medio del período vacacional. Consultas en el Quai d'Orsay, el ministro reunía en la legación de exteriores a todo el gobierno y a hombres importantes como asesores. Llegaban telegramas a todas horas, en los que Europa se debatía en la guerra, y que por supuesto debían interpretar. La comunidad alemana que veraneaba en la Normandía, entre recelos es verdad, pese a que se hubiesen integrado bien, continuó con sus vacaciones. Por supuesto, en cuanto se declaró el conflicto, volvieron como pudieron para su país, con toda normalidad. Mucho civismo, recuerda Chanel. - La guerra terminará pronto.- Auspiciaban los expertos del paseo de Deauville, que consumían los periódicos vespertinos con fervor. 

No fueron conscientes tampoco de que les fuese a afectar aquel conflicto la temporada estival, ni siquiera las vidas de quienes estiraban las calendas, morosos y varados en aquellas arenas, hasta que llegaron los vagones de trenes cargados de paja y de heridos de la contienda. Ahí se perdió el norte y comenzó la locura. Iba a emprender de todas formas, la gran aventura de Chanel como diseñadora. Ella dijo que siempre le fue muy bien durante las guerras. En aquella primera ocasión, las mujeres se abalanzaron con la llegada de los heridos a renovar su vestuario. Haciendo acopio y venciendo las reticencias que les causaba el estilo de Coco Chanel.  Y es curioso, que las imágenes de refugiados, de soldados que se baten en retirada por el ardor de los boches, y de los heridos, recuerdan a las de 1870. Uno de los mejores cuentistas, Maupassant, superado para Harold Bloom por los tiempos, lo relata en su maravilloso cuento Bola de sebo. Es más, esas escenas serán casi idénticas a las del Gran éxodo de 1940. Como hablábamos hace unas semanas, la historia de Europa parecía atrapada en una dinámica del péndulo. A repetirse como en la serie de ciencia ficción Dark. Volvía eternamente al punto de conflicto. Hasta que la UE, con sus defectos y virtudes, rompió ese nudo gordiano, que nos unía como dijimos en conflictos, para unirnos en nuestros intereses.


De Unknown photographer, 1910s - http://humus.livejournal.com/2181956.html, CC0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=32723519
Los archiduques asesinados en Sarajevo, el pistoletazo
de la guerra

(1)   Sí en cambio, esa doble cara con la que se ha dado de bruces de biógrafos, que tratan de rascar en la primera Coco Chanel, la que vivió en la incertidumbre y la miseria. Ahí se desdobla para construir una farsa de sus orígenes.  

Comentarios

  1. Estos días asisto a una situación de práctica esclavitud de una mujer respecto a su marido y a las circunstancias en la Galicia profunda. Me rebelo y no puedo entender cómo en pleno siglo XXI hay mujeres con tan poco espíritu que se dejen aplastar por un machismo hijoputesco por menguada que pudiera su capacidad de reacción. No lo entiendo. Por eso me admira y me estimula la vida de Coco Chanel que hizo de su vida una historia propia. La habitación propia ya se la presuponía. Su vida y su carrera fue absolutamente original, marcó un estilo y un tiempo que nos ha dejado su impronta. Ello no quiere decir que ella estuviera libre de culpa porque sus complicidades con el nazismo, su antisemitismo y su visión crítica de la homosexualidad hicieron de ella un personaje que se aprovechó de su situación para crecer. Pero uno entiende que la historia es controvertida y lo que vale es lo protagonista que seamos de nuestra vida. Coco Chanel fue verdaderamente dueña de su existencia y eso me admira pese a sus sombras. Marcó y creo un estilo propio que todavía sigue vigente. Los esclavos es como si nacieran para ello. Soy duro, pero los orígenes humildísimos de la Chanel hacían de ella una víctima propiciatoria pero no fue víctima sino que triunfó en su tiempo y atravesó todas las tesituras políticas y sobrevivió a ellas. No hay vida que no esté exenta de sombras. La de Coco también. No siento demasiada simpatía por las víctimas aunque las compadezca. Coco no fue víctima sino protagonista absoluta de su vida.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estoy de acuerdo, Joselu, fue una mujer protagonista de su vida, con demasiadas sombras, como su claro encono contra los judíos, su periodo genuflexo con los nazis, por escoger palabras generosas, que compartió con la complicidad de su gran amiga, la diva del cine Arletty. Su etapa de cocotte. Pero quizá el embrujo de Chanel y su mayor enigma lo constituyan los orígenes humildes de la gran diseñadora en la región de las Cevenas. Pasa con pies de puntillas, o bien recrea una impostura, para esconderse de un pasado que suponemos lleno de hiel. En eso se parecía, cómo no, a la gran Arletty. Un saludo. Un placer leerle, maestro.

      Eliminar
  2. Coco, Luisa Capetillo, Grace Marguerite, Françoise Gilot… a ninguna les importó que a los demás no les gustara lo que hacían. En una época en que las mujeres eran esclavas de duras normas sociales, tomar rienda de tu vida era como meterse en un mar embravecido en el cual decidieron nadar.
    Cuando a la mayoría de las damas les tocaba sentarse en casa con sus bordados, Coco -transgresora y liberal- consiguió que las mujeres se pusiesen pantalones. Hoy, puede parecer algo insignificante pero fue un acto desafiante y una hazaña. Lo mismo que el derecho a votar, poder divociarse o participar en actos bélicos.
    Un dato curioso es que Francia no abolió, la prohibición del uso de pantalones en la capital hasta 2013. Por supuesto, era una mera formalidad. Viví en Paris doce años y jamás me multaron por llevar pantalones.
    Como siempre un placer leerte.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Encantado de leerte, otra vez, Marybel, porque siempre nos dejas además de tus reflexiones brillantes, una anécdota que resulta curiosa. La prohibición de usar pantalones para las féminas, resulta hilarante en nuestros tiempos. Aunque si sacaramos del armario algunos bandos de municipios de nuestro país, también nos sonrojariamos.

      Es verdad que Chanel fue una mujer rompedora, dueña de su vida, aunque amase intensamente. Cuando se vio comprometida, huía hasta de ella misma. Hay más claroscuros. He terminado una biografía suya recientemente y me han resultado interesantes muchas cosas, como su relación con el poeta Reverdy.
      Ahora vuelvo a Marsé, a rememorar lecturas que tienen telarañas. Y me anoto Chaves Nogales y su Revolución de Asturias.

      Eliminar
    2. Lo que me atraen de mujeres cómo Coco Chanel o Francoise Gilot no es su obra (que es meritoria) sino la fuerza de su caracteres que las llevó a hacer lo correcto y no sólo lo conveniente. Y sí, hay claroscuros pero en esencia fueron coherentes con su forma de ver y sentir.

      Eliminar
    3. Lo mismo que a mí, Marybel. Tenían una fuerza arrolladora para llegar a donde quisieron, en una sociedad dominada por hombres. Coco resulta muy áspera en ocasiones, no me gusta su antisemitismo, aunque fuese consecuente con sus actos, y me despierta mucha ternura la inmensa soledad que acompañó a la diseñadora durante buena parte de su vida, así como su afán de esconder sus orígenes humildes. Su legado en el mundo de la moda es incomparable. Lo que hoy nos parece algo normal, como un perfume, lo revolucionaron superpioneras como Chanel.

      Eliminar
  3. Una maravilla de texto -Hace tiempo que no leía algo igual
    te dejo un saludos desde el mar

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchisimas gracias marinas. Sobre todo por leerlo, porque desde este rincón queremos celebrar la cultura, a veces con más acierto y otras con menos. Y Chanel, pese a sus aristas, fue una mejor enorme.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Sociedad de la Niebla

C asi en la noche de los tiempos La vuelta al mundo en ochenta días , nos metió los demonios de las prisas y el encanto de viajar por el mundo. De la tierra a la luna , mi preferida, había avanzado más de un siglo la posibilidad de que el hombre hollase nuestro satélite. Muchos científicos se frotan todavía los ojos por lo próximos que estuvieron sus cálculos ¿Cómo lo hizo? Se preguntan sesudos.  Con todo, Julio Verne lucía esquinado en mis anaqueles, cuando Manuel Ontiveros me sacó del amodorramiento. - ¿Nunca te has preguntado por qué se adelantó tanto a su tiempo? - Señaló jubiloso a la parte más arrumbada de mi librería, a los ejemplares de Verne. -           Tenía una imaginación proverbial. -           Podría ser.-   me dijo enigmático Manuel, que parpadeó gozoso porque todavía me tenía enganchado con el misterio sobrevenido.- Pero podría ser por otra cosa. En Veinte mil leguas se adelantó a la invención del submarino ¿ Tampoco te lo has preguntado,

Los comienzos del más grande

E l micrófono valorado en más de un millón de dólares>> secretaba el televisor, que se hacía eco de un reportaje dedicado a un  cantante muy famoso. Nosotros en el duermevela de la siesta, alzamos atraídos por la noticia un párpado, para que se nos revelasen  las formas del instrumento, pero apareció aquel bulto envejecido. Antaño había producido la dicha en millones de sus seguidoras y  tuvo en el hito del Teatro Paramount , una de sus paradas en el camino de la fama. Aquella noche en cambio, el fenómeno iba a actuar en el Santiago Bernabéu . A todos los italianos les brillaba una sonrisa al escuchar su nombre, pues a pesar de los esfuerzos de su madre, una genovesa que según la leyenda renegaba de su orígenes, Frank Sinatra nunca renunció a aquellas amistades de barrio y a otras más comprometidas y menos recomendables ( Salvatore Giancana , mafioso que controlaba el ocio nocturno en varias ciudades, entre otros).    Al fin y al cabo, Frankie era un medio italiano

El anillo de Valentino

H ace mucho tiempo había escuchado una historia sobre la muerte de Rodolfo Valentino,  que nos inquietó. Danzaban las luces de las linternas en nuestros rostros por un inoportuno corte de luz que había provocado un huracán, de las decenas que habíamos soportado en Cayo Largo en los últimos años. - Era el ídolo de vuestra abuela, y cuentan que hubo muchos suicidios entre sus admiradoras, tras conocerse su muerte. En los reportajes de la época, unos camisas negras quisieron hacer los honores al féretro, pero los contrarios se opusieron, por lo que se armó una gran trifulca.  El gran Rodolfo Valentino en plena ola de éxito. -           ¿Unos camisas negras, tío? – Pregunté con mis ojos abismados en el miedo más absoluto. El huracán y esos espantajos del pasado, tan presentes en aquella estancia.  -           Sí, de Mussolini, pero no murió de una peritonitis.- Nuestro tío acrecentó el misterio con las cejas arqueadas. – O sí, pero provocado por un anillo.  Cuentan que