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El Conde de Valdemar

A pesar de sus años, giraba como una peonza en el escenario, vomitando de sus fauces pañuelos y pañuelos que parecían salir de ningún sitio. Provocó el murmullo cuando de su boca comenzó a salir fuego. ¿Cómo no se abrasaba los labios? Se preguntaba el público,  que se apelotonaba en las gradas, aguardando la actuación de Juan Tamariz, que les aseguraba unas risotadas porque hacía partícipes a todos los espectadores de su humor y de su magia con las cartas. Se quitaba uno de sus ridículos sombreros y asomaba la luenga y asimétrica cabellera, coronada por una calva. Sin embargo, aquel caduco mago que se trastabillaba, anunciado con el pretencioso nombre de Conde de Valdemar, les estaba sorprendiendo. Como un meritorio, devolvía billetes de cien pesetas con la cara de Falla, a quien le arrojaba un papel arrugado. ¿Cómo lo hará se preguntaba el público? Y los más avariciosos secuestrarían a Manuel Rodríguez Saa, para que se convirtiese en una casa de la moneda particular. 



De 宮内省(Imperial Household Agency) - 毎日新聞社「天皇四代の肖像」, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=5729708
Hiro Hito, emperador japonés

En cuanto acabó el número, el mago se retiró de un salto, y haciendo reverencias a su amado público, que había venerado pese a que ahora no lo reconociese. No en vano, Manuel Rodríguez Saa comenzó su dilatada y exitosa carrera en Argentina. Gallego de nacimiento, fue dando tumbos hasta que le surgieron las primeras oportunidades en un continente europeo que quería recuperarse de la resaca dolorosa de una guerra como la del Catorce, y para ello se abalanzó a por los narcóticos, el desenfreno y por supuesto la magia. Más tarde, el Conde Valdemar llegó a Barcelona, donde se presentó en el Teatro Novedades, con pomposos anuncios que llamaron la atención de los más adinerados de la alta sociedad barcelonesa. El Dr Saa, profesor de Ciencias Físicas por la Escuela Mágica de París y miembro de la Academia de Hipnotizadores de Francia. Quizá ese fuese el secreto de su encanto para un público al que hipnotizaba con sus números. ¿Era tan reconocido en el mundo como se decía en aquellos anuncios? Mucho más. Un éxito rotundo en el Novedades, cuyos ecos llegaron a los oídos del dictador Primo de Rivera. Qué le rogó que entretuviese a las tropas africanas, a las que el tedio mataba casi tanto como la guerra. Su fama europea, le hizo profeta por fin en su tierra, algo tanto tiempo implorado por Rodríguez Saa.

Tampoco sabemos si fue testigo de la anécdota apócrifa relatada por Paul Preston. Según cuenta el historiador británico unos oficiales del ejército africano, entre los que se contaba Franco,  obsequiaron a Primo de Rivera durante una cena en su honor, con huevos duros aludiendo la falta de atributos del dictador, que quiso acabar con la sangría de España en el Magreb. Pero sí conocemos otra curiosa historia. Fue tanta la fama del Conde Valdemar, que actuaba ante grandes reyes y por supuesto emperadores. Él mismo se autoproclamó "rey de magos y mago de reyes". Hiro Hito adoraba tanto sus trucos, que quiso retratarse con el mago. No había nada como los poderes ocultos, y eso lo sabía el Dios en la tierra que era el emperador nipón. No sabemos por qué, en cualquier caso, el Conde Valdemar guardó aquella fotografía que enmarcó con gran cariño. Por su exotismo, y esa sonrisa que destilaba ternura en el rostro hierático del emperador. Le salvaría la vida. 


O MISTERIOSO DR. SAA XOSE DIAZ DIAZ
El libro que recoge una vida llena de magia.

Pongámonos en los años oscuros de la Segunda Guerra Mundial. Al mago que le encantaba pasar temporadas completas por zonas del mundo alejadas de nuestro país, tenía una maleta a cuestas como mejor aliada. Incluso cuentan que en uno de sus viajes, superó a la propia Sarah Bernhardt por el número de bultos que transportaba consigo. Muchos cachivaches le acompañaban en sus shows, junto a esa fotografía con el emperador japonés. Pues a Filipinas, una vez iniciada la Guerra del Pacífico con el bombardeo de Pearl Harbour, llegaron las tropas del Sol naciente. MacArthur, uno de los más estrambóticos militares, capaz de realizar una genialidad como el Desembarco de Inchon en la Guerra de Corea, como pedir que se arrojasen bombas atómicas para disuadir a la gran China a intervenir en aquel conflicto, tuvo que huir. Antes, su famoso  e icónico "volveré". 

Imaginemos entonces que nos encontramos en aquella Filipinas de los cuarenta. Impuesto el toque de queda, un convoy del ejército japonés discurre a gran velocidad, cuando a su paso estalla una bomba que produce estragos en aquellas tropas. La autoridad de la potencia invasora, reclama a los culpables de la población en la que se ha producido el atentado. Nadie sale declarando la autoría, hacerlo es entregarse a las torturas más crueles. Pero la autoridad no entiende de romanticismos, y declara que piquetes de ejecución recorrerán casa por casa y fusilarán a todos sus moradores, hasta que no se entregue el culpable. La escabechina cobra dimensiones trágicas. Inmisericordes, como muchas de las tropelías que perpetraron en aquella época los japoneses, van recorriendo las casas como decíamos y matando a quien las habita. Cunde el pánico. Entre ellos, se encuentra el Conde de Valdemar, al que sorprenden junto a su familia uno de esos piquetes. Con señas, los conducen a un apartado camino. 


De U.S. Army Signal Corps - Este archivo está disponible en la sede de la National Archives and Records Administration, catalogado bajo el identificador ARC (National Archives Identifier) 531424., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1151232
Prometió volver y tanto que volvió.
Desembarco en Leyte

El mago tiene una ocurrencia brillante de última hora, de forma que trata de atraer la atención de quien parece dirigir ese pelotón de fusilamiento. Se lo "camela" con gestos imperiosos para que le siga a su casa. Donde enseña al oficial la instantánea en la que aparece el emperador y el Conde de Valdemar.  Es en aquel momento  en los que brotan de la boca del soldado nipón sonidos guturales, que Manuel Rodríguez Saa no sabe traducir, pero nota cómo la tensión desaparece de los rostros de todos. Y reverencian al mago, que había encandilado al descendiente de Amaterasu Ō-Mikami, el Dios del sol. Sin duda, del Conde de Valdemar parece emanar en aquel preciso instante un halo de autoridad. Fue como él y su familia salvaron la vida. Muchos circunstancias dignas de ser contadas acompañaron a este gran mago, de enorme éxito mundial. Quizá condenado al ostracismo porque en  nuestros tiempos modernos hayamos dejado de creer en la magia y en lo que no es demostrable empíricamente. Con todo, Manuel Rodríguez Saa tiene una vida que los americanos habrían lucido en alguno de sus biopic y que representa el trasiego de un mago viajado, por un mundo demasiado convulso. 

 


Comentarios

  1. Buenos días! Me he quedado estupefacta ante esta historia. Antes, quede claro, que es interesante como siempre. De los gallegos se dice que estamos por todas partes. Que no sabemos si subimos o bajamos. Que si tenemos fama de aventureros...
    Soy "unha galeguiña curiosa", he estado en Portomarín un montón de veces y jamás había oído hablar de Manuel Rodríguez Saa. Me fijaré cuando vuelva.
    «Ti dis: Galicia é ben pequena. Eu dígoche: Galicia é un mundo. Cada terra é coma se fose un mundo enteiro. Poderala andar en pouco tempo do norte para o sur, do leste para u oeste noutro tanto; poderala andar outra vez, mais non a has dar andado. E de cada vez que a andes, has atopar cousas novas e outras has botar de menos" (Vicente Risco)

    "Tú dices: Galicia es muy pequeña. Yo te digo: Galicia es un mundo. Cada tierra es como si fuese un mundo entero. La podrás recorrer en poco tiempo de norte a sur, lo mismo que de este a oeste; la podrás recorrer otra vez, pero no vas a poder alcanzarla. Y de cada vez que vuelvas, descubrirás nuevas cosas y algunas las echarás de menos" (Vicente Risco)

    Manuel debió de sufrir cuando el antiguo pueblo de Portomarín desapareció íntegramente bajo las aguas del Miño. Levantaron otro pueblo a orillas del embalse que ahora inundaba el valle. A veces, en verano, se puede ver, el viejo campanario clamando justicia. La historia se repite, lo que trajo a Galicia fue la ruina de unos muchos para beneficio de unos pocos.
    Enfín, me quedo con lo bueno de esta historia que tan bien has narrado.
    Gracias por tu aportación.
    Un abrazo.

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    1. Buenos días, Marybel, muchas gracias por tu lectura. Pues sí, es una pena que desaparezca tanta historia bajo las aguas, para dormir un sueño eterno, el del olvido. Hasta que una sequía nos hace viajar al pasado, como ha ocurrido en diversos lugares de nuestra península, el año pasado. Supongo que en el bello Portomarín, ocurrió lo propio.

      Me has recordado al caso del otro Lorca. Varias fotografías que daban verosimilitud al relato de un tipo, que dijo que había llevado a un convento a un hombre malherido, para que se recuperase. El parecido con el poeta era innegable. Sin embargo, el cementerio donde fue enterrado, se lo engulló la construcción del embalse de Cubillas. Habrías acabado con el inefable misterio de la muerte del vate, que tanto quebraderos de cabeza ha dado a Ian Gibson. O no. Tan fácil como obtener una muestra de ADN.

      Y este mago e ilusionista, que aparece en prontuarios de magia sajones, en cambio ha caído en el olvido. Hay pantanos que anegan nuestra memoria colectiva. Por eso me encanta rescatarlos en la medida de mis posibilidades, de ese injusto ostracismo.

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    2. Por cierto, no sé por qué, pero me había imaginado que eras cántabra. Nos encanta el norte y en especial Galicia,y los gallegos. El mago como muchos de vosotros, habéis hecho de vuestra patria el mundo. Y se me ocurrió decir en la entrada que el Conde de Waldemar, pensaria como buen gallego, que Macarthur es la Leyte(leche por cómo desembarcó en Leyte, Filipinas). Mejor no bromear, por si se enfada alguien :-)

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  2. Hola Sergio. Interesante crónica.

    Rey de magos, conde, miembro de academia ilustre… Yo creo que los magos son demasiado hábiles para rebajarse a vulgares estafadores de tocomocho o estampita, aunque lo podrían hacer bien, e incluso inventarían nuevos estilos de delito. Pero también son demasiado vanidosos como para esforzarse en enfocar mejor la intuición innata con la que saben manipular con soltura el espacio, el tiempo y la materia física. Y orientarla a estudiar en serio y más profundamente la naturaleza, en vez de limitarse a hacer vistosos juegos con ella. Pues, a mi parecer, los mejores magos serían excelentes científicos, si no optasen por el atajo fácil de la fama (si la logran siquiera).

    Aunque también es cierto que nos quedaríamos sin Tamariz. Pero sería divertido verlo con la chistera y la cabellera alborotada vestido de frac y recogiendo un premio Nobel. Mientras finge tocar un violín imaginario para celebrar su propio ingenio, tal como acostumbra en sus números de magia.

    Si bien, en ese caso, se lo llevarían del escenario a la fuerza para ingresarlo en un psiquiátrico, con premio y todo (los suecos no entienden esas bromas).

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    1. Bonifacio, echábamos de menos tu inventiva que crece como una enredadera, de forma fastuosa y repta por predios inimaginables. Eres un mago de la imaginación. De este mago, el Conde de Waldemar, me atrajo su fama enorme y que luego ejerciese como un meritorio. Pues nunca abandonó la magia o la magia nunca le abandonó a él. Espero que hayas aprovechado bien el tiempo, porque lo dicho, echabamos de menos tu inventiva.

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    2. Muchas gracias por tus palabras, Sergio.

      He estado demasiado ocupado y demasiado tiempo, y sigo. Iré retomando mi propio blog poco a poco y dejándome ver más, en la medida que pueda.

      Lo del artista epatante y espectacular que termina como meritorio lo explicaste bien tú mismo: la época del arte grandilocuente ya pasó, salvo para los efectos digitales en el cine, que, en realidad, salen más baratos para las escenas ambiciosas que cuando se hacían con maquetas o sin ellas incluso. Buster Keaton hizo caer de un puente fluvial un tren real entero, y sus restos (dicen) siguieron décadas después contaminando el río en el que se rodó la escena. Ya pocos aplauden que se tumbe de un escopetazo al elefante tan solo para quitarle los colmillos, y eso en cierto modo es bueno, aunque se pierda la “grandeza” (la aristocrática incluida).

      Tamariz es muy divertido con su despreocupado desaliño, y excelente con las cartas y jueguecitos de cerca, de tú a tú y en una simple mesa. O sea: es más un tahúr que un artista propiamente dicho. Y justo por eso encaja mejor en estos tiempos en los que, más que la “apariencia” (como a veces se denuncia de manera algo imprecisa), lo que de veras manda es saber fingirla bien, que es diferente. Tamariz conserva, al menos, la clásica chistera justo para eso. El resto del disfraz está en sus (astutas) manos, y no hace falta más.

      Por eso, quien queda relegado es el impoluto mago de gran escenario con el frac completo, el cual divide en dos con una sierra a su bella asistente. “Ligera” ella de ropa, aunque con bastantes lentejuelas encima como para provocarle una escoliosis.

      Eso ya está muy visto (aunque “deslumbre”) y atrae poco. Y además, hoy en día, lo de partir en dos a una mujer medio desnuda queda algo machista y rancio, la verdad... Aunque el mago, después, vuelva a juntarla para el supuesto “alivio” del público. El cual ya se sabe de memoria el truco aunque desconozca el mecanismo, así que no ve en él ningún “milagro”. Y lo que quiere es que de veras haya sangre o, al menos, ocurra algo divertido o diferente. O, simplemente, algo más mundano pero más sincero, sin tener que asistir a una resurrección fingida para lograr revivir él de su aburrimiento propio y ponerse a aplaudir en pie con entusiasmo.


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    3. La verdad es que también he estado muy, demasiado ocupado. Aunque estas entradas las escribo en aluvión, es decir, de una tacada. No es lo mismo que tus historias estupendas, que requieren más maduración. O quizá también te salgan en tromba. La inspiración es caprichosa casi siempre. Me pasaré por tu blog este fin de semana, para leerte, que siempre es un placer. Ahora me queda un último empujón. Cuídate y nos seguimos leyendo.

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    4. Pasa cuando quieras por mi blog, siempre eres bienvenido. Las ideas sí que se me amontonan y van rápidas, pero mi forma de escribir es necesariamente lenta y trabajosa, no concibo otra. Podría hacerlo de manera efectista y más fluida, tirando de imaginación bruta y quemando todo el arsenal pirotécnico a la vez, tal como hacen muchos. Pero no tendría tanta solidez ni tantas "capas" lo que escribo. Y me pasaría como al mago clásico epatante, quedándome obsoleto a la larga, cuando se marchitasen todas las flores del ramo al mismo tiempo. Mejor que lo hagan de una en una. Para que siempre quede viva la penúltima, al menos, según las voy haciendo nuevas. Ese es "el truco". Saludos.

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