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Bataller, el Atila librero de viejo


El viejo Bataller era toda una institución del Rastro, y de cualquier lugar en el que los torreones de libros, como columnas de lomos dorados, brillasen a plena luz del día. El Rastro, alfoz maldito de las letras y de los cachivaches más inverosímiles, en el que merodeaban personajes de lo más siniestro con tal de hacerse con un tesoro; a él en cambio no le interesaban los cuadros, por mucho que hubieren aparecido unos Grecos de la nada. Hallar uno de ellos le habría sacado de su inmensa pobreza. Pero quién puede cambiar la vida si no se sabe vivir de otra forma, más que vendiendo libros y luchando por quimeras. Nos situamos en el mapa del tiempo. España permanece neutral, mientras en los campos de batalla las potencias europeas dirimen sus fuerzas en la llamada guerra del catorce o Gran Guerra, como ustedes prefieran. Por esa razón, a quien quiera emprender en España, se forra. Todo es vendible en una Europa que dedica completamente sus esfuerzos al frente. No hacen falta grandes innovaciones como me dice mi amigo Rafael Cansinos Assens, que todo lo avizora como un búho, y esa nariz que parece un esquife. También nos refiere que en este proceso, que desemboca en una gran inflación, se provoca un gran malestar sobre grandes capas de la población. Crecen las inquinas contra los centros productores del país ( País Vasco y Cataluña).


De Not specified - "Mercados y chamarilerías", Mundo Gráfico, July 3td, 1935 (pages 102-104), Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=78700907
La magia del rastro, en 1935.


- Es nuestra oportunidad, señor Trapiello, de despegar de nuestra indigencia productiva, un golpe de fortuna insospechado desde nuestro nadir del 98.- Rezumaba Don Rafael con desespero.- Los beneficios en lugar de reinvertirlos, se lo funden en gastos suntuarios.- Con dolor añadió.- No aprovecharemos esta estación llamada oportunidad. 
- ¿Y es verdad lo que cuentan del viejo Bataller? 
- Sí, que ha aguillotinado todo los márgenes de sus libros, valiosos y menos valiosos, para mercadear luego con el papel. Qué en Europa es el bien más necesario y escaso. - El resto de la historia la conocimos después, que quiso especular, llenó habitaciones de celulosa. Cuando el único trabajador que le  sisaba a manos llenas, le pedía por favor que vendiese todo ese papel, que cualquier día saldrían ardiendo, le reponía ladino.- No, que todavía va a subir más. - Acabó el conflicto, terminó la escasez de papel, y sus habitaciones se habían convertido en fantasmas infames de las quimeras de este librero de viejo. Al que le bautizaron por haber matado prodigiosas encuadernaciones con el afán de acumular papel, el Atila de los libros viejos (1)


Un joven Rafael Cansinos Assens


Entonces aparece Bataller,que rompe todos nuestros desvelos.  Empuja su carro lleno de ejemplares, al mismo tiempo que habla solo, y una colilla moribunda, que desconocemos si está encendida por carecer de brillo, asoma impertérrita en sus labios. Más que joroba, tiene una grupa, como le dicen los niños.  Con su loden, agua de colonia que amansa sus cabellos, deambula, y cuando está más lúcido si no le ha dado al pimple, suelta verdaderas filípicas. Si alguno de esos arrapiezos se detiene a escucharlo, es por mangarle alguna cosa.

- Qué no bebe.- Nos insiste Don Rafael, al que le quieren buscar novia en el vecindario, pero que es un asceta. Gran escritor, inmejorable como le dirá Jorge Luis Borges que será su discípulo mientras dure su aventura europea y fundamentalmente española. Todavía recuerdo a su hermosa hermana Norah, que le asía del brazo para guiarle por esas noches sin fin, en la que justo es decirlo, alguno se cogía una buena melopea. Allí  nos da Don Rafael los apuntes necesarios para entender a Bataller. - Es un ser pacífico. Franciscano, Andrés. Incapaz de matar a una mosca. Quiere creer en el género humano, aunque no le dejen. 

A continuación, Don Rafael nos contaba su triste historia, en el Café Colonial oráculo del ultraísmo como saben. La chota se le fue, no se aseaba y a su pudorosa mujer, Doña Pepita, toda una bestia de los negocios, cada vez le provocaba más rechazos su desaliño. Había dos mujeres de los negocios en aquel albor del Madrid del siglo XX. La librera esposa y Doña Manolita, que había montado su negocio de loterías con enorme éxito. Pues Pepita quería alejar a Bataller de la tienda, que no apareciese, no por otras razones diferentes a las que le espantaba a su clientela más adinerada. O a estudiantes berroqueños y estólidos, que cuando comenzaba el curso, se apiñaban en la tienda de Doña Pepita a comprar sus libros de la carrera. Se burlaban de él, para despertar ternura en su esposa, que a veces se tornaba en dolor.  Una mañana en la que Bataller jovial discernía si algún día encontraría un incunable de Paracelso, ya saben, era su puerta grande para jubilarse decía él, aunque no supiese vivir de otra forma, se encontró con su mujer en los brazos del dependiente. Otros maledicentes cuentan que interrumpió la coyunda tras el mostrador. 
"- Por Dios, Pepita, ¡qué imprudencia!, si en vez de ser yo, hubiera sido otro"

De esta guisa desafortunada, se fue alejando y peroraba en la soledad. Buscó refugió en un solar de Vallecas, donde tras pasear buena parte del día, llegaba con sus libros capturados tras mucho regatear. Espejos rotos, cuyos marcos rescataba de los vertederos; una coqueta algo coja y descolada. Un nuevo Diógenes, que a veces encontraba objetos de verdadero valor. Hasta que le robaban los amigos de lo ajeno, aprovechando su ausencia. Con los puños en alto, alzaba su voz y su desconfianza contra el género humano.- ¡Dios mío, por qué me haces esto! He de convivir con verdaderas bestias, pero yo amo a todas esas ratas, soy incapaz de hacer nada malo contra ellos. Por qué ellos sí contra mí.- Retornaba al día siguiente en busca de nuevas joyas, que poner en su puesto desvaído del Rastro. Y entonces, la muchachada giraba a su alrededor. 

- Bataller,quién ganará la guerra. - Y aprovechaban que se para en su disertación, para volverle a robar.

- Los aliados, por supuesto. - Se agachaba y dejaba sus libros en el suelo. Los distribuía como si fueran posiciones a tomar, y cogía unos tapones de corcho de su bolsillo, que se le desmigajaban. Ahí por supuesto está el Marne. Tan distraído estaba que le quitaban el sombrero en plena disertación. 
- A ver si sabes quién tiene el sombrero Bataller. Uff, qué mal hueles, por qué no te lavas, querido. 

Una de nuestras más valiosas
y desconocidas joyas literarias


Cuando le devolvían el sombrero, ahíto con esas jugadas de estrategia, y de cuclillas, explicando los avances de los aliados, un puntapié le hizo besar el suelo.- ¡Cabritos!- Era lo más que decía, además le habían robado algún ejemplar, pero se daba cuenta, cuando los jóvenes se habían disuelto. A lo lejos le soltaban una chufla.- ¡Napoleón  Bataller! - Hubiera llorado, aunque un ojo casi lo tenía cerrado y seco por la infección, enseguida se le pasaban las ganas. Se frotaba los ojos con el sucio pañuelo, para remediar esos amagos de gotas. 

En medio de aquel cuento, Don Rafael saborea entonces el trago amargo y gélido de su arrumbado café, y nos aclara las filosofías económicas del gran Bataller. Defensor del librecambio, con sus barbas y lentes fósiles, el librero se queja adusto, de que ese ideal no se puede llevar a cabo por el egoísmo de los seres humanos. Como viejo seminarista, no se le va ese poso de humanidad y conocimiento de nuestro género. Hasta que un día el maestro, nos comunica la más triste noticia. Al Atila lo han encontrado frito, con los ojos abiertos o mejor dicho que con el único ojo que le queda sano, abierto. Muerto, parece que soñase con algo, nos relata Domingo otro de los discípulos de Cansinos, que vio al librero en los brazos de Caronte. Y a mí se me ocurre, que quizá el pobre de Bataller se haya hecho en sueños con ese ejemplar del gran Paracelso, en el cual el alquimista, médico y hombre para todos los remedios, le revela por fin los aspectos más ocultos de su pensamiento. - Es que tú  eres demasiado bueno, Andrés, y quieres que todos los cuentos acaben con un final feliz.-Me acusa Domingo. 

Así es, y me parece un buen fin para nuestra historia.  

PS: Recomendamos la lectura de la obra del maestro Andrés Trapiello, que nos ayudará a viajar por el Rastro, sin problemas de reloj, es decir, nos mete por todos los laberintos temporales que adornan la historia de este lugar donde los sueños a veces se cumplen. No sabemos si en el caso de Bataller acabaron aquéllos por cumplirse.  El gran narrador nos sirve para hacer cañamazo de esta historia, como si hubiere sido un epígono más del gran Cansinos Assens.  Todo es posible, porque hemos aprendido más de los libros que de muchos esforzados docentes. Les separan muchos años, y para los despistados, el señor Trapiello sigue con su munición intacta para alumbrar alguna de sus maravillas. 


(1) Bataller es uno de los personajes que se asoman al increíble caleidoscopio de Rafael Cansinos Assens, que en la maravillosa es decir poco, trilogía La novela de un literato, nos recompensa con vidas más anónimas de aquella época, pero que representan el ideal de las letras. 

Comentarios

  1. Qué hermosa historia nos traes hoy!!! ¿Qué tiene ese Madrid bohemio que nos fascina tanto? ¿Por qué lo sentimos tan cerca?
    Tengo para mí, que ese tercio de siglo XX, Madrid fue tocado por el capricho de uno de esas raras épocas de la humanidad donde la excelencia (incluyo famosos y anónimos), se concentraba en unos cuantos barrios de la gran ciudad, como la Florencia del Renacimiento. Allí estaban la Generación del 98, la del 27...y Cansinos para desnudar el alma de la ciudad con su franqueza incorruptible.
    Entrañable Bataller.
    Magnífico entrada, me ha gustado tanto que ya he encargado la trilogía.
    Gracias.

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    Respuestas
    1. Sí, como siempre, Marybel, encuentras la forma más brillante de condensar el espíritu de lo que quiere transmitir la entrada. Es admiración por esa época y el maestro Cansinos, que testimonió muchos de los acontecimientos de entonces. Aparecen los grandes en ese maravilloso pórtico literario que era el Madrid de comienzos del siglo XX, pero también personajes menores como Bataller. Al que llamaban con rechifla por sus peroratas humanistas, el Tolstoi español. O el Tostón español.... Son las burlas que acompañan a este personaje, el que despierta la ternura en nosotros. La trilogia la leí de un tirón, pero ahora, la abro al azar y escojo una de sus historias.

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