"Todo hombre tiene que creer en algo; yo creo que me darán otro trago." W. C. Fields
Con la cabeza redonda y grande
hundida con sus hombros en toda una Biblia, le sorprendió un amigo que le vino a visitar al hospital, y que apareció de improviso por el quicio de la puerta. El misántropo del celuloide por antonomasia, ¡leía las Sagradas escrituras! Si odiaba la Navidad. Además, fue testigo de las berraqueras con directores y guionistas, porque el diálogo no se ajustaba al sello de sus personajes ¿ No había tenido tiempo a leerse el guion? Un enfant terrible, que produjo verdaderos quebraderos de cabeza en la industria del cine. Pero también en honor a la verdad, su humor fue único, pensó el colega mientras le abordaba con chanzas y con una pompa impostada, cuyo fin era animarle en la convalecencia.- ¡Cómo que leyendo literatura celestial! Esas conversiones no son
buenas, querido señor Fields. Somos pecadores y los arrepentimientos a estas alturas,
valen de poco.
El enfermo dijo pesaroso.- Estaba buscando una coartada.
- Anda ya.
- Mi final se acerca, de alguna forma me tienen que perdonar mis pecados infinitos, querido señor Daniels.- Una luz de triste desolación, al confesar el que creía y será su pronto final.
- Cualquiera de los cómicos tenemos una vida poco recomendable, y si no nos perdonan nuestros pecados, el cielo será un verdadero coñazo, así que mejor buscar entretenimiento en el subsuelo. - También la desazón confundió al visitante, puesto que se habían intercambiado los papeles e imitaba la irreverencia de un amigo desangelado por la enfermedad.
- Si tuviese tiempo, pero.....
Al inigualable W.C. Fields le habían sorprendido de buena mañana unos fuertes dolores estomacales. Tras distintas pruebas, los galenos determinaron la causa por una gran hemorragia que habían logrado contener en el último momento. - Ni ganas de vivir me quedan, pero bueno, he pasado mucho y tampoco puedo quejarme. He tenido una carrera magnífica. Desde los once años.
- Cualquiera de los cómicos tenemos una vida poco recomendable, y si no nos perdonan nuestros pecados, el cielo será un verdadero coñazo, así que mejor buscar entretenimiento en el subsuelo. - También la desazón confundió al visitante, puesto que se habían intercambiado los papeles e imitaba la irreverencia de un amigo desangelado por la enfermedad.
- Si tuviese tiempo, pero.....
Al inigualable W.C. Fields le habían sorprendido de buena mañana unos fuertes dolores estomacales. Tras distintas pruebas, los galenos determinaron la causa por una gran hemorragia que habían logrado contener en el último momento. - Ni ganas de vivir me quedan, pero bueno, he pasado mucho y tampoco puedo quejarme. He tenido una carrera magnífica. Desde los once años.
![]() |
W.C. Fields, un hombre pobre con dinero |
A esa edad, la miseria le azuzó para buscarse la vida en vodeviles, le contó a Daniels como si fuese un confesor. Le reconoció que nunca gozó de la proyección de su amigo Groucho Marx. El loco gracioso frente al misógino y misántropo, que se convirtió gracias a un magnífico W.C. Fields, en uno de los antihéroes de la comedia más celebrado. Mr Bean bebe de aquellos moldes. Creó al villano gracioso, y aunque no despertase la simpatía en el público en general de Groucho, su popularidad se había convertido en un verdadero tormento. Porque una buena porción de fisgones se arracimaban en los árboles de un altozano, desde el que podía contemplar si el célebre intérprete aparecía por su mansión de Hollywood.
Hasta que la emprendió a tiros con una carabina de aire comprimido, lo que le convirtió en pasto de la prensa amarillista, que cargó las tintas en su contra. En especial Randolph Hearst, que había iniciado muchas cruzadas en su vida, y la más enconada contra las estrellas del celuloide. - No tuve más remedio que ponerme esa careta acre, amigo.- Le repuso a un Daniels que escuchaba atentamente. - La gente quería saber demasiado de mi. Si salía a la piscina escuchaba un murmullo de exclamaciones, como si fuese la bestia del zoo. Pero bien sabe, señor Daniels que yo nunca fui un ermitaño, que buscaba la compañía.... de un vaso de güisqui. - Aunque no lo contase también pesaba sobre él una gravosa conciencia, cuando en un descuido, el hijo de su querido mejicano, el actor Anthony Quinn, se ahogó en la piscina de su villa. Esa tragedia le retrajo aún más.
Hasta que la emprendió a tiros con una carabina de aire comprimido, lo que le convirtió en pasto de la prensa amarillista, que cargó las tintas en su contra. En especial Randolph Hearst, que había iniciado muchas cruzadas en su vida, y la más enconada contra las estrellas del celuloide. - No tuve más remedio que ponerme esa careta acre, amigo.- Le repuso a un Daniels que escuchaba atentamente. - La gente quería saber demasiado de mi. Si salía a la piscina escuchaba un murmullo de exclamaciones, como si fuese la bestia del zoo. Pero bien sabe, señor Daniels que yo nunca fui un ermitaño, que buscaba la compañía.... de un vaso de güisqui. - Aunque no lo contase también pesaba sobre él una gravosa conciencia, cuando en un descuido, el hijo de su querido mejicano, el actor Anthony Quinn, se ahogó en la piscina de su villa. Esa tragedia le retrajo aún más.
A lo largo de su carrera, W.C. Fields siempre tuvo a su disposición un termo para disfrazar el alcohol, de acompañante más fiel. Pero al principio como malabarista joven del vodevil, no quiso que nadie ni nada se interpusiese en la efectividad de sus números. Las eternas turnés iban a dejarle una huella de soledad, que encontrará en la botella, y luego en el termo de Martini, el modo de combatirla. Cada vez la ingesta se hace más grande, sus manos se vuelven más torpes. - Y es cuando descubrí en mi forma de ser, de cascarrabias, una veta para el humor. - Llega el cine, nada le priva, con el bote que todo lo disimula, el hálito de martini le delata no obstante. Mas él se defiende divertido diciendo que no prueba una gota de alcohol. - La limonada me despierta.- afirma con ojos aviesos a sus partenaires, que saben que pimpla martini.
- ¿ Te acuerdas, amigo? - Le pregunta Daniels. Son los momentos de las confesiones. - ¿Sabes quién te echó la limonada?
- No, ¿ quién?
- Fui yo.
Alguien le había pegado el cambiazo, y en lugar del martini, reemplazó el preciado líquido por verdadera limonada. W.C. Fields protestó en aquella ocasión, pero con mucha gracia.- ¿ Quién me ha echado limonada en mi limonada?
Ese amigo también quiso reconvenir su lejanía premeditada, que le abocaba a la botella. Le rogó con chanzas que bebiese más agua. Mas el inveterado cómico, lució en su respuesta.- No puedo beber agua ¿ Sabes lo que hacen los pececitos dentro de ella?
- No.
- Fornicar.
Conocido por un humor muy particular, sus resurrecciones insospechadas - rescatado de la radio por una popularidad reconquistada- iban a convertir a W.C. Fields en todo un referente de la comedia de los años treinta, a pesar de que su alcoholismo le convierte en ingobernable en los platós de cine, y comienza su decadencia. De pronto, llegan los cuarenta, en los que recupera el estatus de gran estrella, hasta que dicha vuelta se frustraría por una quebradiza salud, que nos lleva de nuevo al hospital, donde empezábamos. En los países sajones se le considera con la talla de los grandes del celuloide, y yo me topé con el gran W.C. Andrews gracias a la fuerza de sus personajes y sobre todo de sus monólogos, que crearon el antihéroe cómico. Es una delicia, un método infalible para escarbar en los dobles sentidos del inglés, que me brindó un profesor mío de esta lengua. Y modestamente, sería una estupenda guía para cualquiera que quisiese aventurarse en el proceloso mundo de los monólogos. Otro chascarrillo surgió cuando le dijeron que para el Reino Unido debía renunciar a sus iniciales, que significaban watercloset. - Como usted muy bien puede comprender, me importa una mierda.
Conocido por un humor muy particular, sus resurrecciones insospechadas - rescatado de la radio por una popularidad reconquistada- iban a convertir a W.C. Fields en todo un referente de la comedia de los años treinta, a pesar de que su alcoholismo le convierte en ingobernable en los platós de cine, y comienza su decadencia. De pronto, llegan los cuarenta, en los que recupera el estatus de gran estrella, hasta que dicha vuelta se frustraría por una quebradiza salud, que nos lleva de nuevo al hospital, donde empezábamos. En los países sajones se le considera con la talla de los grandes del celuloide, y yo me topé con el gran W.C. Andrews gracias a la fuerza de sus personajes y sobre todo de sus monólogos, que crearon el antihéroe cómico. Es una delicia, un método infalible para escarbar en los dobles sentidos del inglés, que me brindó un profesor mío de esta lengua. Y modestamente, sería una estupenda guía para cualquiera que quisiese aventurarse en el proceloso mundo de los monólogos. Otro chascarrillo surgió cuando le dijeron que para el Reino Unido debía renunciar a sus iniciales, que significaban watercloset. - Como usted muy bien puede comprender, me importa una mierda.
![]() |
Groucho compartía divertidas veladas con Fields, a pesar
del consabido mal humor del segundo.
|
Comentarios
Publicar un comentario