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Frozen Turandot



Azufre, azufre malhadado en los labios, azogue que le corroía toda la garganta. Tenía la colilla cosida en las manos, de la que un provecto Giacomo expelió una masa de humo, que se dispersó como él de la conversación. No en vano, una muchacha del servicio fue el ángel caído a su lado, para despistar al genio. La fama de mujeriego le perdía a tal punto, que las malas lenguas contaban, que por su afición a los burdeles, Giacomo Puccini se dedicó a la música. En el fondo, necesitaba unos cuartos de mal pianista, con los que escenificar una mundología, para que la bella de turno se balancease en el balcón de las piernas del adolescente Puccini. Tampoco  sus allegados en aquellos años de mocedad, le dedicaban bellos epítetos:  un holgazán simpático, muy dado al dolce far niente; que las preocupaciones no le nublasen un buen divertimento, cualquier cosa antes que trabajar. Hasta que se aferraba a la magia de un nuevo proyecto con intensidad febril, para no levantar la cabeza del pentagrama. 

Pero aquella mañana habían acordado continuar con los arreglos de un libreto, que se encontraba en los preliminares y en el que casi nadie confiaba. El exotismo acostumbrado en las obras del célebre compositor italiano, el Midas(1) de la ópera, hasta que unos muchachos vieneses, experimentadores en dodecafonía, tornaron el repertorio del maestro en algo tan vetusto como su edad. Tampoco el cuento de fantasía de Carlo Gozzi invitaba a grandes ilusiones. De la china mandarina ni más ni menos, por lo que sus colaboradores miraron al ídolo con una mezcla de ternura e impaciencia, En definitiva, creían que Puccini chocheaba. Y lo que era peor, la música no flotaba en su cabeza, para embargarle y componer en éxtasis lo que aguardaba de él un pueblo siempre expectante.-La muchacha es guapa, guapa.- Giacomo nunca se desprendía de su sombrero que lució otra vez ladeado, el pañuelo, la chaqueta de tweed, un gentleman, cuando se encendió otro cigarro. 

– Giacomo, estás demasiado distraído esta mañana. - sonó a admonición de Renato Simoni.- El libreto está muy avanzado, pero no sabemos cómo sonará la música ¿Debemos estar preocupados? 
- Las mujeres son la mejor creación del altísimo. - Suspiró profundamente el compositor, que persiguió con ojos alevosos a la criada. - Y después los automóviles. Estoy seguro de eso, amigo. - Por la comarca irrumpía con lancias, fiats, convertido en el ciclón que atravesaba el puzle de callejuelas de cualquier pueblo. El párroco de Lucca maldecía a aquellas máquinas del infierno, repletas  de tubos que rugían por todo lo alto y en las que paseaba aquel pecador. Una vez que el padre se había subido con el temerario compositor, que al volante, le explicó las razones de su música  como una síntesis del motor y del mundo femenino.- Cuando piso gas, y la máquina ruge, es como la soprano que alza su voz hasta el infinito. Eso le dije al padre y os cuento a vosotros. 
- Centrémonos, Giacomo, que no acabamos nunca. - Le reprochó el señor Adami, que pegó desconsolado un tiento al brandy. 
- Es que a esta obra le falta algo. Turandot es demasiado fría para nuestro entendimiento. No logro conectar con ella.- Emergió del penacho de humo del cigarro, para cómico imponer su criterio.- Nosotros somos más mediterráneos, amigos. Para los austriacos o los alemanes, comprender la frialdad de nuestra protagonista, resulta sencillo. Os lo confieso, está suponiendo una auténtica barrera para mi creatividad. Hasta sueño con su frigidez por las noches, está encarnándose como un verdadero tormento. La mujer inalcanzable.


De Leopoldo Metlicovitz - Originally from here, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2998314
Turandot, la última ópera del gran Puccini.

- ¿No se estará usted enamorando del personaje?
-Nada de eso, si es un témpano de hielo.
-¿Y qué propone entonces el señor Puccini? - Cansados de las veleidades de genio, preguntaron sus partenaires literarios al unísono. No pocas veces tenían que refrenar esos impulsos a los que era tan proclive el músico. - ¿Alguna idea que nos saque de este estancamiento?  
- Vamos a crear un personaje en el que volquemos todas nuestras turgencias mediterráneas. -El sexo como epicentro por el que gravitaba la existencia del compositor. Cuántos arreglos hubo que hacer de espaldas a la santa esposa, para que las cosas no fueran a mayores. El hijo ilegítimo, y aquellas cartas tan tiernas de Giacomo no ayudaban. - He soñado con una bella esclava. 
Nació así como contrapunto de la princesa de hielo, Liú, que es el magnánimo reflejo de las pasiones por las que se había regido Puccini durante toda su vida, y que choca con la frialdad de Turandot. Liú ama tempestuosamente y sin condiciones, se sacrifica por el ser amado, aunque sus sentimientos no sean correspondidos. El compositor que como cualquiera de nosotros no sabía que su final estaba cercano, comenzó a tener unas ligeras molestias en la laringe. Había salido de una de esas depresiones a las que nos conducen el cambio de los tiempos. Los autores italianos, antaño dominadores a la sombra del gran Verdi, tocaban en retirada en el panorama musical. Se imponía Viena, Stravinski y la experimentación en la composición, que postergaría también a un Puccini que había besado tantas veces las mieles del éxito. Con Turandot hacían doce óperas (1)  ubérrima cosecha que le permitió un tren de vida inusitado. Mas con esta pieza experimentaba tantos altibajos. A ratos, creyó que se trataba de un bodrio. Tan surrealista, que no le resultaba el argumento ni la música verosímil.  Luego entraba en trance, y una especie de emoción, por la certeza de que había dado en la clave para su resurrección artística.   

Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2109845
El vividor compositor italiano, 
siempre elegante

El argumento del libreto es de sobra conocido, pero no huelga comentarlo, siquiera de pasada. Con las tonalidades de un cuento de fantasía oriental, el pregonero del emperador se planta por media ciudad, Pekín, y vocea que cualquier príncipe de sangre azul que le interese desposarse con la bellísima princesa Turandot,  habrá de averiguar tres enigmas que la interesada propondrá. Si el candidato no superase esas tres pruebas, ofrecerá su cabeza a la fría hoja del hacha a cambio. Un Calaf protagonista masculino, que anhela el amor imposible en la gélida Turandot, se enfrenta al reto. Poco a poco va deshojando tanto los misterios que rodean a la hermosa princesa, como las razones de su incapacidad amatoria. En medio, Liú, que representa la calidez y despierta inmediatamente las simpatías del publico, ama a Calaf en secreto.  

Desde el hallazgo de Liu, la música de Puccini fluye por todo el guion, cuando en medio del torbellino creativo, el compositor que cada vez tosia más, escapa a Bruselas, con el cartapacio para acabar de una vez la obra. Se trata de una revisión de un cáncer de laringe que se prevé rutinaria. No obstante, como cualquier drama pucciniano, la enfermedad se agrava, y nuestro protagonista muere, dejando su obra inconclusa. Con todo, Turandot es a esas alturas un producto que vuela solo; se estrena en la Scala de Milán el veinticinco de abril de 1926, un año y medio más tarde de la desaparición de su autor. A pesar de que Franco Alfano complete  la ópera a partir de las notas que guardaba el maestro en el cartapacio, Toscanini que dirigió su primera representación, se giró hacia el publico que expectante no entendía los motivos por los que la música había dejado de sonar inopinadamente. Era el tercer acto de una moribunda Liü. - Aquí el maestro dejó de existir.- Fin de la función. El añadido no tenía la calidad del original, sin embargo, en las sucesivas representaciones aparece el cuento de Turandot en toda su extensión.

Por último, nada aquieta, ni el más leve rubor al confuso héroe, que quiere vencer a la red de escarcha que anida en el corazón de la princesa. Llega entonces el inmenso aria, para expresar  el sentimiento de un Calaf, que un tenor como Luciano Pavarotti se ha apropiado en nuestro imaginario colectivo. Tratemos de ponernos en la piel de aquellos que escucharon por primera vez una pieza, con la esperanza de que nadie se haya dormido con esta entrada como reza su título: Nessun dorma.  




PD: El gran Giacomo Puccini daría para muchos episodios tanto amorosos como de vivencias que definen a todo un genio de la música, al que le apasionaba la vida. Lo retomaremos en breve. 
(1) Según cálculos del musicólogo Marc Gener, la recaudación media de cada una de sus óperas sería de 18 millones de euros actuales. 




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