Gran
encargo para el académico, con la cara tornasolada, que se tomó el coñac para
rematar la faena, y que zambo se remueve entre las mesas del nuevo Café de Levante. El
ínclito Marqués de Molins se agazapó en
la capa española, para salir a la calle. Todavía rumiaba las sandeces que había tenido que escuchar. - El cantón de Cartagena bien que ha dado "el cante" como buen cantón que es. Dice que se rebela contra el Cantón de Murcia. A este paso, me voy a sacudir con mi
mano izquierda. – Nuestro personaje se bamboleó seguidamente entre las callejuelas de un Madrid que amanecía, y
se dirigió todo lo raudo que pudo a su destino. Lo que le faltaba – volvió a masticar la cháchara del Levante Mariano Roca de Togores y Carrasco – en este caso, la cigarrera que advertía que si se volvía a la monarquía
habría una Guerra de “sicisión”. No se
envolvía en su aristocrática gracia, pero en los asuntos de la lengua como Presidente de la Real Academia, no atendía a razones de clase. Se hablaba mal o bien, simplemente. Corría el año 1870, cuando el noble penetró en el conocido como Convento de las Trinitarias Descalzas, cenobio de muchachas de rostro fresco y más añejo, que le condujeron por unos rellanos paralelos a la biblioteca. Venía en alta misión de estado, bisbiseaban las cándidas mujeres, para las que un noble, de antiparras con patos en los bordes, algo excéntrico, resultaba todo un acontecimiento.
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El Marqués de Molins busca al autor
de la obra más universal.
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Entonces, el Marqués de Molins, consciente del revuelo, los cuchicheos sobrevolaron aquellas estancias herméticas, risas que le rodearon - ni que las paredes riesen, carajo- agachó la cabeza para embeberse de los infolios. Iba atando cabos, de la especial relación que existía entre dicho convento y el autor del Quijote, y que reflejará en su informe, que es canónico para los que tienen la esperanza y encontraron supuestamente el cadáver del gran Cervantes. El fundador de la novela moderna. Don Mariano, con sus pesquisas, propias de un Hércules Poirot, se retorció el bigotillo, al toparse con la primera evidencia que vincula a nuestro escritor con el convento. - Ajá, te tengo.- Sacó de aquel infolio la prueba de que la hija de Don Miguel se recluyó entre aquellas cuatro paredes. La ubicó en la celda, que ohhhhhh, sorpresa, daba pared con pared con la de otra ilustre hija, sor Marcela de San Félix, gran poetisa y descendiente de Lope de Vega. Deleitémonos con algunos de los versos de sor Marcela, y para ponernos en situación, los que recrean su estancia en una celda.
Es un año lleno de sobresaltos, puesto que el académico descubrió en una de sus numerosas incursiones, que los restos mortales del primer novelista reposaban en un osario de aquel convento, sobre el que giraba buena parte de la historia de nuestro Siglo de Oro. La huella de unas obras en las que las monjas de clausura, trasladan la cocina, resultó clave para que diese con la pista de los huesos de Cervantes ( para saber más, leer este maravilloso artículo) ¿Cómo sacarlo de las tinieblas del anonimato entre tantos huesos? Más tarde, teorías como las heridas del soldado Cervantes, que en la famosa Batalla de Lepanto fue alcanzado por el fuego enemigo, quizá allanasen el camino a las investigaciones ( tres heridas de arma de fuego y un brazo inútil). No en vano, forenses de prestigio inmejorable teorizan. Las balas de plomo de entonces tenían una velocidad inferior, justo la mitad de las actuales, por lo que los estropicios en el sistema musculo esquelético, son mucho mayores. En esos huesos, habrá señales de las dentelladas del plomo. No nos detendremos en la búsqueda de los restos del escritor, que le robaría el protagonismo al marquesito. Digamos que de aquellas memorables pesquisas, tenemos el informe del Marqués de Molins, constituido por 147 páginas, más otras ochenta de apéndice.
Alaben la soledad
las almas experimentadas:
las que en dichosa quietud
a su tierno esposo abrazan.
las almas experimentadas:
las que en dichosa quietud
a su tierno esposo abrazan.
La estrecha conversación
que tienen con Dios las almas
en la soledad alegre,
las hace humildes y sabias,
que tienen con Dios las almas
en la soledad alegre,
las hace humildes y sabias,
Sor Marcela de San Félix.
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El Marqués de Molins. |
Se cierra entonces un año cargado de vicisitudes, una Primera Republica que se desangra por un federalismo etéreo, sin lineas maestras, y que cada uno interpreta como quiere. A Don Mariano le cargan las conversaciones en las que las tertulias que frecuenta, se enredan casi hasta el amanecer.- Hemos vuelto a arreglar el país, pero qué país. A tortas, mientras derriba por especulación la Casa de Cervantes o el Convento de las Trinitarias, sin que nadie alzase la voz. Menos mal, que mi amigo Mesoneros.- Ambos han salvado del fervor especulativo a aquellas reliquias históricas. Y a buena parte del Barrio de las Letras. - Por muy bonito que sea el Barrio de Salamanca, aquí, en la capital, no caben más Duques de Lerma.- Se emponzoña él solo ,mientras se presta a volver a su casa. El famoso Lerma se forró con el traslado a Valladolid de la capital. Y aquí acabamos en El Azogue, nuestra historia. El Marqués de Molins es uno de nuestros ilustres, a los que la patina del tiempo, les ha cubierto injustamente con el manto del olvido. Pónganse la escafandra, lectores, y buceen en la vida de un ilustre que verdaderamente lo merece. O cuando paseen por el Barrio de las Letras, piensen en él, que les ha permitido ver este alfoz de Madrid, que no ha variado apenas desde el Siglo de Oro, gracias a su defensa.
Gracias por tus post, siempre tan instructivos y llenos de enseñanza, un abrazo☺
ResponderEliminarMuchas gracias, Amanda. No suelo pasear tanto por el Barrio de Las Letras como antaño. Vivo a caballo de varios lugares, pero recuerdo cuando era estudiante, que reproducía las batallas de estos genios de las letras.
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