Un
cuerpo demasiado recortadito, una nariz y boca revenidas por la amargura. El artista observaba alicaído, con las pestañas entrecerradas, los primeros contornos de su pieza. Abre la persiana de sus ojos. Es la mañana siguiente, casi como rito monacal, toma los pinceles y la trementina se adueña de sus sentidos. Las manos muñones se agitan entonces sobre el lienzo, para plasmar mejor que nadie la
fugacidad del deseo y del placer. Solamente bajo el sayo lunar y los efluvios de las sustancias, recompone algo de su ser. Recrea con memoria fotográfica la colección de rostros de la noche anterior, donde la luz de la
juventud baila de manera efímera. Por los camerinos se había desplazado zambo; una
tortura - contaban que varios accidentes deportivos donde se rompió los huesos, le postraron buenas temporadas en la cama e impidieron un desarrollo normal del joven patricio - siguió su periplo nocturno, durante el cual se presta a las chanzas, para ser reconocido como un miembro más de la tribu. Hablan del tamaño descomunal de su verga. "Pura leyenda". Odette, en cambio, le quiere. Le quita el sombrero, un chambergo que
apenas le cabe en la proverbial testa, y le acaricia dulcemente los cabellos. Se dormiría en ese
instante. Sin embargo, ella debe ser para otros, que pagan. Lujurioso, se da al pecado de Onán, si es que alguna de aquellas jovencitas no le consuela. Piernas torneadas,
pechos que se abren maternales.
Un cartelista reconocido, al que recurrían
los poetas para anunciar sus recitales.
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Pero unas semanas más tarde, casi todo eso pasó. El pequeño y gran pintor Tolouse Lautrec que ha sido encerrado en psiquiátricos, reconoce que es muy difícil convivir con él. Como aquella vez que en su pieza la emprendió a tiros porque creyó que las arañas querían devorarlo. En esta ocasión se ha escapado rumbo al centro de la noche, y rueda como un giróvago más por las calles más inhóspitas. En algunos momentos de lucidez, cuenta cosas de su increíble pasado a completos desconocidos.- A mi el pintor que más me ha gustado ha sido Edgar Degas.- No dice nada de su corrosiva seriedad y lejanía de lo humano que quizá les haga cómplices.
- ¿ Quién es ése?- Le repone el mendigo desdentado. Entretanto, sus conocidos se preguntan dónde se encuentra el artista, muy reconocido a pesar de su malditismo. " Yo tenía un encargo para anunciar un café cuya apertura ha sido reciente" o " A mi me ha dejado en la estacada con algunas reproducciones de la revista" Él prosigue con su visita a los infiernos de la calle. También Japón será una fuente de inspiración.
- ¿Sabes que conocía a Oscar
Wilde?
-
¿Y yo a la Reina Victoria, no te jode?
-
El enano éste nos ha salido pretencioso. Dice que conoce al pederasta (1).
- Y sabéis.- La frase quedó entrecortada, pues seguro que las risotadas se tornarían en el eco cruel de una calle inmisericorde con los ángeles caídos. - Hice exposiciones.
- ¿El marqués de pan pringao también es pintor?- Carcajadas que desfiguran la cara de los circunstantes. ¿ Será una pesadilla? Sueña que ni su madre, una mujer noble, vendrá en su socorro. Iba a decir que él había pintado carteles de los mejores cabarets. ¿ Para qué? Si no le creerán y el más graciosillo hará otra vez chacotas a costa suya. Mientras pueda pegar el morro a la botella.
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El Moulin Rouge donde se baila con desenfreno. |
Cada vez necesita menos para agarrarse unas buenas melopeas, y en algunos de esos delirios, escapa a los bajos fondos. Alguien da por fin con su paradero, para llevárselo consigo a un lugar caliente. Le baña, pasa la esponja por el cuerpo de un descompuesto artista, cuyas corneas vagan por mundos desconocidos. Mucho peor estuvo en otras ocasiones. Como aquella mañana que se fue a levantar y cayó con estrépito sobre el piso " cuan largo era". Mala expresión para Tolouse que tenía un cuerpo muy breve. No se le movían las piernas. O en plena jornada vespertina de pintura, que notó falta de tacto en su parte izquierda. Afortunadamente esos episodios remitían. Aunque el señor Lautrec, repudiase sus limitaciones más que un físico menos agraciado, con el que al final supo convivir. Bastaba con no recrearse delante del azogue del espejo. Una vida de llena de excesos y una salud quebradiza, que tras un nuevo paso por el Sanatorio mental, concluiría cerca de su adorada madre, en Burdeos. El artista de un París finisecular glorioso, moría en la cama a la temprana edad de treintaiséis años. Poco podemos añadir de una obra única.
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Una cabeza grande en un cuerpo pequeño,
y unas manos geniales.
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(1) Conocidos son los pleitos, que le acarreó su condición de homosexual a Oscar Wilde, que convulsionaron a una mojigata sociedad victoriana. Se llamaba pederastas a los homosexuales, con una ligereza, que con el prisma de nuestros tiempos sobrecoge. Por poner en ese maldito contexto, hemos recurrido a esa palabra.
Buena semblanza de Toulouse Lautrec. Quien, como él mismo decía, se esforzaba en buscar la belleza en la fealdad, es decir, en donde no la busca casi nadie. O quizá intentaba lo contrario: hacer patente la fealdad que late en la belleza más estereotipada, al poner su foco en la imperfecta. Quién sabe.
ResponderEliminarEs curioso, porque Wilde, amigo, que retrató y con el que tuvo colaboraciones como Salome, tenía una misma impronta estética. Hacia bella la pobreza. Muchas gracias por tus comentarios, Bonifacio.
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