Una
brizna de aire que albergar en sus pulmones. Estaban en una de aquellas cámaras
de entorno viciado. Abrir algunos cofres mortuorios, en las conocidas como
mastabas que habían admirado personajes de la talla de Napoleón, suponía airear todo un
cúmulo de bacterias, más que la maldición de los faraones o de los muertos. Gracias a la luz de las velas revelaban las historias de los murales llenos de jeroglíficos. La
troupe de Napoleón se las había prometido felices al toparse con la piedra de
Rosetta (1). Corría el año 1799. Descifrar aquellos escritos resultaría una tarea sencilla, que sin
embargo, a la postre fue tan dificultosa, que nadie la supo llevar a buen
puerto, porque partían de premisas erróneas. Cada figura del jeroglífico
equivalía a una idea o palabra. ¡ Error de bulto! Hasta 1822 no se resolvería el misterio de la piedra.
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Una vida dedicada a una pasión |
Con
todo, un niño inquieto cabeceaba leyendo libros y traducciones. Una inquietud
intelectual que casi le llevó a la zozobra. A Jean François Champollion,
su hermano mayor le iba a sufragar los estudios en la capital de Francia. Allí,
el joven escuchando las teorías de un inglés, llamado Thomas Young cuyos
resabios le llegaban desde las islas, concordó que cada
símbolo de los jeroglíficos representaba una sílaba. Fue cuando al imberbe francés
se le ocurrió que quizá quedase un rastro del egipcio antiguo como lengua, en la lengua
de los coptos. Así acaeció que Jean François dio en la clave y donde antes
había una densa neblina, lucieron los veneros de su teoría. Aprendió copto, y supo cómo se pronunciarían aquellos símbolos en el Egipto antiguo, tanto como leer las estelas que yacieron durante siglos en los monumentos de aquella civilización, sin que nadie las comprendiese.
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La famosa piedra Rosetta |
Viajes
a Italia, por toda Francia, aunque hasta que llegó a Egipto, hubo de pasar por varias trampas burocráticas y del poder, en su mayor parte religioso. Si bien,
allí se encontraba, desentramando los secretos de una civilización que
asombraba al mundo. No en vano, la pirámide de Keops era la construcción más alta de la Humanidad
por aquel entonces. El joven febril, deliraba. Ni un segundo que perder pues
tenía el origen del universo al alcance de sus manos, una duda existencial que
le había consumido desde su infancia. Por tanto, la
actividad frenética le sumió en la niebla de los recuerdos, cuando su esposa
condujo su mano ciegamente al vientre. ¿Qué sería de su hija? ¡ Cuántas
renuncias por una malsana curiosidad! Había viajado al antiquísimo país sin conocer a su niña. Rumió a la vez que una voz de ultratumba,
le sacó de la resaca de sus pensamientos. Tenía fuego en los pulmones, la arena
del desierto no le ayudaba, sin duda, a poder respirar.- Profesor, debemos
parar, no está…
- En condiciones, ya lo sé. – Tenía la
verdad de su parte, se resabió con una sonrisa y un hilo escarlata brotó de su
nariz. – No es nada, suelo sangrar.
- Pero no se encuentra bien, podemos dejar
de trabajar un rato para que duerma y en unas horas.
- Tenemos la verdad tan cerca de nosotros.
Interpretar estos jeroglíficos nos conducirá a conocer el origen del universo.-
Una tristeza anegó de pronto sus palabras.
Había
jurado y perjurado no revelar nada de su expedición que contradijese al dogma
cristiano. El gran diluvio tuvo lugar según rezaba en las Sagradas Escrituras, en
tal fecha, y contando hacia atrás, él mismo había fechado el origen del
universo ¡en unos pocos miles de años! De joven había aprendido el hebreo, el arameo, para leer
directamente sin malas traducciones de por medio y poder decir a ciencia cierta
en qué año se había puesto marcha este mundo extraño. La noche de los tiempos
se cernió sobre él, Giordano Bruno, Galileo Galilei o Isaac Newton, azuzados
por el mismo mal. Del inglés si se hubiera sabido todo, habría acabado en la
hoguera. Por eso, calló uno de sus hallazgos que le heló el corazón, hasta
después de su muerte. En una de aquellas inscripciones se hacía referencia a
una fecha anterior a la que se deducía de la lectura de las Sagradas Escrituras como principio de nuestro increíble mundo. Al ser palabra de Dios según la doctrina de la época, había que interpretar
de forma literal.
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Un universo inimaginable para Champollion. |
Volvemos en El azogue con
uno de esos inmensos curiosos, que nos han iluminado al resto de humanos. Un
buen precio hubo de pagar Champollion, que renunció a una vida convencional por
culpa de su afán de llegar a la verdad, su verdad ¿Qué habría pensado el
francés del Big Bang? Murió de un ataque al corazón, tras una vida consagrada
al esclarecimiento de nuestros orígenes.
(1) La expedición francesa, que había descubierto la piedra, creyó que descifrarla habría sido una tarea fácil, puesto que aparecía el texto de la época ptolomaica escrito también en griego ( además de en egipcio demótico, e hierático, o jeroglíficos). Champollion llegó a descifrar el egipcio hierático a través del demótico, y la vinculación de éste último con el copto. Por cierto, la piedra pasó finalmente a manos inglesas por la Capitulación de Alejandría, con la que los franceses aparte de retirarse de Egipto, tenían que entregar tesoros como Rosetta. Desde entonces reposa en el British Museum.
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