Inmaduro,
adusto, retrepado en una tumbona el profesor de literatura observaba gozoso el objeto inconfesable de sus deseos
que se movía grácilmente, con la cadencia de los fotogramas de un quinetoscopio. Aquellos contoneos de la dulce ninfa emulaban en su mente a una bailarina de Degas, con la falda de gasa y las piernas apenas rollizas. A los cinéfilos se nos viene entonces a la mente el intrigante James Mason que presta su oficio a Stanley Kubrick, para crear una de las secuencias más memorables de la historia del cine. Seguidamente la joven alargó unos pasos quedos y el hombre macerado paladeaba, casi de forma premiosa las sílabas
de su nombre, llenas de saliva y de un deseo ardiente. “Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía.
Lo-lita: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde
del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.li.ta
” No cabe duda, de que el profesor experto en literatura francesa, Humpert Humpert había llegado para escandalizarnos,
y la novela con los diálogos interiores de este maduro licencioso adolece de pasajes que queman en nuestras retinas
y convulsionan la moralidad de los lectores, que pugnan por abrirse camino en una literatura de primera magnitud, pese a que para ello deban superar los naturales reparos que la historia plantea: el amor de un maduro por una menor de edad ¿Pederastia?
En cualquier caso, en una fabulosa entrada María del Carmen Horcas abriga la esperanza de que Lolita se abra en las múltiples lecturas con las que se brinda, y seamos capaces de superar el repudio inicial para traspasar con nuestras yemas los primeros capítulos. Desde las catacumbas freudianas a las que expone el amor inconcluso de la amante perdida a los impulsos asesinos que se muestran irrefrenables por unos celos de maniático del personaje principal, todo destila gran hondura psicológica. También perspicacia literaria, porque su autor, Vladimir Nabokov, fue profesor de literatura como Humpert Humpert, el protagonista. Tenemos el testimonio de sus lecciones gracias a la ocurrencia de un alumno que había garrapateado notas de aquellas sesiones impagables (1). No es difícil por tanto discernir en el ínclito Humpert Humpert el reflejo de Nabokov, que planea sobre toda la obra. O esos guiños literarios que nos reconfortan, como la historia de Annabel Lee y de la amante perdida por el protagonista que Nabokov pone en común, y que nos remontan al famoso poema de Edgar Allan Poe, que Radio Futura habría de convertir en ripio de nuestra adolescencia.
Es en realidad como decíamos aquel amor frustrado por la desgracia el que trastoca la mente del personaje, y se torna en el punto de partida para su viaje a la obsesión por las nínfulas, que discurre con apariciones y amores más que efímeros, hasta que llega Lo-li-ta a su vida. Ni siquiera unas metáforas y el estilo de literatura total de Vladimir Nabokov nos hacen escapar al íngrimo azogue que nos produce el amor entre el padrastro "depravado" y su voluptuosa hijastra, menor de edad. Resulta lógico por tanto que las editoriales rechazasen en su momento un material excepcional en lo formal, pero que en el fondo quemaba en sus manos dadas las mentalidades de la época. Tuvo que ser otra vez París la ciudad redentora de las letras, más allá de los resquemores del argumento, y la editorial erótica Olimpia Press la que publicase el manuscrito de Nabokov ( si recordamos, el Ulises de Joyce se topó por su zafiedad, y sexualidad escabrosa para la época, con muchas reticencias hasta que fue publicado por Sylvia Beach, la propietaria de la Shakespeare and Company, la librería de literatura inglesa en pleno corazón parisino, que recordamos en esta entrada ). A propósito de la pederastia, el autor ruso afincado en Estados Unidos, juega con el lector al bambolearse por los vericuetos legales y en las diferencias culturales por las que una niña o niño se consideran maduros sexualmente ( a menor civilización, más prontamente se inician en los misterios del sexo).
De todas formas, este artefacto narrativo sin concesiones tampoco resulta tan escabroso ni lleva una carga de consecuencias insondables para la paz social como se dijo pomposamente en su momento. Nabokov se jactaba de no emplear ninguna palabra biliosa para describir las pasiones de Humpert Humper, al que en cambio, desnuda sin ningún rubor para mostrarnos las bajezas más viles, en las que caben el asesinato. Al final esta novela se convirtió en una bandera para los que enarbolaban la libertad de expresión y de los creadores, frente a la nube de moralizadores, hordas bárbaras desde esta perspectiva, que querían mochar y adelgazar el manuscrito para quitarle cualquier substancia equívoca, antes de su publicación en Estados Unidos. Para rememorar esta pugna de bandos irreconciliables, las sombras de la moral y la luz de los creadores, en este artículo de El País algunos autores hacen frente común y rememoran el ruido de aquellas controversias a propósito de Lolita ,que al albur de nuestros días, resuenan con mucha candidez.
Por último, con vulgar singularidad se deslizan las páginas donde rebullen los inframundos de la América más profunda, plagados de moteles que flanquean las carreteras que discurren por los lugares más sórdidos de aquel país. Es este trasfondo el que resaltan algunos críticos de la obra, donde con brillante pericia, Nabokov pone su ojo escrutador para retratar una sociedad sin casi esencia. El paisaje en este caso no cobra el protagonismo hipnótico y brutal que juega por ejemplo en las obras de Rulfo. Pero si es reseñable que no tiene un lugar accesorio. Su vacuidad nos va penetrando, hasta contagiarnos. Por las mismas causas nos invade una dulce zozobra al imaginar el libreto que elaboró el propio Nabokov para la película de Kubrick. Según el gran cineasta americano, le hubiere dado para nueve horas de metraje, aunque fue el guión más literario y fascinante que había pasado por sus manos expertas. Sabedores de la narrativa brillantísima del escritor de origen ruso, nos estremece ensoñarnos con aquel guión, que es imposible no imaginar si no es como una maravillosa experiencia literaria.
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El famoso cartel de la película de Kubrick |
En cualquier caso, en una fabulosa entrada María del Carmen Horcas abriga la esperanza de que Lolita se abra en las múltiples lecturas con las que se brinda, y seamos capaces de superar el repudio inicial para traspasar con nuestras yemas los primeros capítulos. Desde las catacumbas freudianas a las que expone el amor inconcluso de la amante perdida a los impulsos asesinos que se muestran irrefrenables por unos celos de maniático del personaje principal, todo destila gran hondura psicológica. También perspicacia literaria, porque su autor, Vladimir Nabokov, fue profesor de literatura como Humpert Humpert, el protagonista. Tenemos el testimonio de sus lecciones gracias a la ocurrencia de un alumno que había garrapateado notas de aquellas sesiones impagables (1). No es difícil por tanto discernir en el ínclito Humpert Humpert el reflejo de Nabokov, que planea sobre toda la obra. O esos guiños literarios que nos reconfortan, como la historia de Annabel Lee y de la amante perdida por el protagonista que Nabokov pone en común, y que nos remontan al famoso poema de Edgar Allan Poe, que Radio Futura habría de convertir en ripio de nuestra adolescencia.
Hace muchos, muchos años en un reino junto al mar
habitó una señorita cuyo nombre era Annabel Lee
y crecía aquella flor sin pensar en nada más,
que en amar y ser amada, ser amada por mi
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Tras esta sencilla portada, se ocultaba
todo un ejercicio provocador y de
literatura de primera magnitud
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Es en realidad como decíamos aquel amor frustrado por la desgracia el que trastoca la mente del personaje, y se torna en el punto de partida para su viaje a la obsesión por las nínfulas, que discurre con apariciones y amores más que efímeros, hasta que llega Lo-li-ta a su vida. Ni siquiera unas metáforas y el estilo de literatura total de Vladimir Nabokov nos hacen escapar al íngrimo azogue que nos produce el amor entre el padrastro "depravado" y su voluptuosa hijastra, menor de edad. Resulta lógico por tanto que las editoriales rechazasen en su momento un material excepcional en lo formal, pero que en el fondo quemaba en sus manos dadas las mentalidades de la época. Tuvo que ser otra vez París la ciudad redentora de las letras, más allá de los resquemores del argumento, y la editorial erótica Olimpia Press la que publicase el manuscrito de Nabokov ( si recordamos, el Ulises de Joyce se topó por su zafiedad, y sexualidad escabrosa para la época, con muchas reticencias hasta que fue publicado por Sylvia Beach, la propietaria de la Shakespeare and Company, la librería de literatura inglesa en pleno corazón parisino, que recordamos en esta entrada ). A propósito de la pederastia, el autor ruso afincado en Estados Unidos, juega con el lector al bambolearse por los vericuetos legales y en las diferencias culturales por las que una niña o niño se consideran maduros sexualmente ( a menor civilización, más prontamente se inician en los misterios del sexo).
De todas formas, este artefacto narrativo sin concesiones tampoco resulta tan escabroso ni lleva una carga de consecuencias insondables para la paz social como se dijo pomposamente en su momento. Nabokov se jactaba de no emplear ninguna palabra biliosa para describir las pasiones de Humpert Humper, al que en cambio, desnuda sin ningún rubor para mostrarnos las bajezas más viles, en las que caben el asesinato. Al final esta novela se convirtió en una bandera para los que enarbolaban la libertad de expresión y de los creadores, frente a la nube de moralizadores, hordas bárbaras desde esta perspectiva, que querían mochar y adelgazar el manuscrito para quitarle cualquier substancia equívoca, antes de su publicación en Estados Unidos. Para rememorar esta pugna de bandos irreconciliables, las sombras de la moral y la luz de los creadores, en este artículo de El País algunos autores hacen frente común y rememoran el ruido de aquellas controversias a propósito de Lolita ,que al albur de nuestros días, resuenan con mucha candidez.
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Vladimir Nabokov, profesor de literatura.
¿Será Humpert Humpert su doble literario?
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Por último, con vulgar singularidad se deslizan las páginas donde rebullen los inframundos de la América más profunda, plagados de moteles que flanquean las carreteras que discurren por los lugares más sórdidos de aquel país. Es este trasfondo el que resaltan algunos críticos de la obra, donde con brillante pericia, Nabokov pone su ojo escrutador para retratar una sociedad sin casi esencia. El paisaje en este caso no cobra el protagonismo hipnótico y brutal que juega por ejemplo en las obras de Rulfo. Pero si es reseñable que no tiene un lugar accesorio. Su vacuidad nos va penetrando, hasta contagiarnos. Por las mismas causas nos invade una dulce zozobra al imaginar el libreto que elaboró el propio Nabokov para la película de Kubrick. Según el gran cineasta americano, le hubiere dado para nueve horas de metraje, aunque fue el guión más literario y fascinante que había pasado por sus manos expertas. Sabedores de la narrativa brillantísima del escritor de origen ruso, nos estremece ensoñarnos con aquel guión, que es imposible no imaginar si no es como una maravillosa experiencia literaria.
(1) Supimos del magisterio de Wittgenstein y de Pedro Salinas en las aulas gracias a las notas que emborronaron unos cuantos alumnos suyos. Hay muchos más casos y el de Nabokov es una verdadera delicia; recomendamos encarecidamente a los lectores sus lecciones de literatura europea.
Buen libro Lolita, y sus obras derivadas (cine y música). Te faltó nombrar la canción de Police: "Don't stand so close to me".
ResponderEliminarLa historia de Nabokov cumple con la norma que debe seguir la irreverencia bien entendida: provocar para poner en entredicho prejuicios enquistados muy concretos. Más que para poner patas arriba todo el edificio, como absurdamente temen quienes más se escandalizan (que suelen ser también los más hipócritas, por cierto).
Saludos.
Desconocía la anécdota de la canción de Pólice. Es una novela que he leído en varias ocasiones, y la patina que me ha dejado su lectura, ha sido bien diferente. Ahora que me asomo a mis años de madurez, espero no perder la cabeza por una jovencita, el erudito Humpert Humpert cobra más visos de personaje real. Me ocurrió lo mismo con una obra de José Donoso, que se coronó nada más llegar con su ópera prima, Coronación. Su protagonista maduro es de nota, y de tipo alunado, a comprender alguno de sus rasgos, en la última lectura, no va tanto abismo. Como dijese Heráclito, el mismo río en apariencia, es diferente cuando nos metemos en él porque no sólo la corriente evoluciona, añado yo, somos nosotros también los que cambiamos. Un saludo, Bonifacio, y me alegra tenerte por aquí. Necesitamos que te prodigues más en tu blog.
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