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Shakespeare and company

  Coloca ese ejemplar de La tierra  baldía en el cajón verde de fuera, Enrique.
      - ¡Me llamo Ernest, Alice!- Le insistió su invitado de rasgos fenicios, mientras la muchacha se esponjó en una sonrisa. Le resultaba agradable el hombre con piel aceitunada y unas grietecillas en torno  a sus ojos.  
    
     Ernest o Enrique se esfumó seguidamente por la puerta de entrada y contempló los sobredorados del ejemplar de La Tierra baldía, amarilleado en su interior, que relucían en un día de cielos abiertos, en aquel lado del Sena. Era su obra preferida de T. S. Eliot, cosas del destino. Cuando soñaba con ella, canturreaba “The Chair she sat in, like a burnished throne”. Quería ser puro sin duda, completar el ritual rigurosamente como cualquier “tumbleweeds”. Trabajaría por ende unas horas  a cambio de ser albergado en el primer piso de Shakespeare and Company , la famosa librería de literatura anglosajona, en pleno corazón de París. Antes, el maduro había pululado junto a todos los fantasmas literarios que abrigaban sus paredes. Beckett, el legendario James Joyce, un procaz Henry Miller que se enojó con su inseparable George Orwell por su pretendida lucha en España.! Qué campanudos todos estos británicos con todo lo relativo a la ética, que a mi me importa un carajo! Exclama tal desafuero Miller. Toda una batahola de voces en la que sobresalía Ernest Hemingway, su héroe literario y el inefable Scott Fitzgerald que se había quitado los grilletes de su matrimonio debido al confinamiento de su santa esposa, Zelda, por locura.  



De flo21 - http://www.flickr.com/photos/flo21/1426142468/, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=8542242
Una librería independiente por la que giró buena parte de la
historia de la literatura moderna



     Ernest/Enrique suspiró. Su héroe, Hem, estuvo en todas partes: Madrid, París, allí donde había zambombazos o sonaba el tamborileo de las ametralladoras, el escritor con alma de reportero reptaba buscando una verdad que con los dejos belísonos, se pierde definitivamente. Aunque quizá como todo hombre de pasiones primitivas, la violencia inusitada fuese el único reclamo.¡ Un cazador de raza y la guerra donde el hombre caza al hombre! Nuestro protagonista no debía pasar por alto en su ensoñación, que la antigua librería se hallaba en el número doce de la calle Odeón, pero Ernest/Enrique se encaminó en el recuerdo de su mito, Hem, y se imaginó cómo sería llegar a un París liberado en agosto de 1944, todo gozo venido a menos en cuanto se topó con las puertas cerradas de un local, al que toda la Generación Perdida (1)  había venerado. 

     Como por ensalmo apareció la faz de la valiente de Sylvia Beach, la primera propietaria de Shakespeare and Company. Lugar de reunión de los escritores anglosajones, donde se debatía como decíamos pacientemente de, por y para literatura sajona, esto es, literatura universal ¿ Era Faulkner el futuro de la narrativa?¿ O se impondría el modo estilizado de narrar de Hemingway? Sylvia tenía además la vitola legendaria, pues supo vencer la ola de mojigatería que surgió a raíz de la publicación del Ulyses de Joyce. Ella se mantuvo en sus trece y financió varias ediciones desde la primera, a pesar de lo polémico del libro que le llevó a ser censurado en Estados Unidos ¿Tratar de semejante forma a los personajes de la Odisea de Homero? Qué vulgar Ulises, que se mezcla con putas. ¡Sylvia no se arredró! Conservó esa misma actitud heroica/rebelde cuando durante La Ocupación se negó a venderle la última copia de Finnegans Wake de Joyce  a un oficial alemán(1). Le costó el cierre del local y que fuese confinada en un campo de concentración. Cuando se lo contaron al buenazo de Ernest, no daba crédito. ¿Cómo? Eso era tener bemoles. 

-          ¿Entonces, va fuera junto al Cuarteto de Alejandría, Alice?  

-          Exacto, Enrique

-    - Me llamo Ernest. - Le empezaba a cansar el jueguecito de los nombres de aquella jovencita de cara adolescente. Con un gauloises enroscado a sus dedos, Ernest /Enrique evocó mientras trasteaba por el piso bajo, en busca del pozo de los deseos, la época de George Whitman, donde el local se convirtió en punto de encuentro de la Generación Beat . Tendría que echar una moneda en el pozo para que Siria escapase del horror. A fin de cuentas, resultó una tarde de arduo trabajo. Como la librería servía de atracción turística, llegaban manadas de curiosos enmascarados tras sus teléfonos móviles, que lo registraban todo. - ¡Nos hemos entregado a un Gran Hermano voluntariamente, si resucitase Orwell! - rezongó para sí Ernest/Enrique


Vino la noche en la primera planta de Shakespeare and company y nuestro madurito se embebió en las memorias de Simone de Beauvoir. En los días agitados de un París que expulsaba a los invasores, Simone parecía una sacerdotisa vestida de negro. Mientras, su amado Jean Paul Sartre impartía monólogos con su chaqueta de leñador, llena de pelusillas y más que ajada, en los que rivalizaba en ego con todo un Jean Cocteau ( "ese jardín con flores,  demasiadas flores" como escribió un cronista de la época en una referencia velada a la homosexualidad de Cocteau). Todos accesibles, noche de mucho frenesí, en la que la pudorosa Beauvoir disfrazaba a los ejércitos liberadores de un carnaval. Fueron estas actitudes piensa EnriqueErnest las que han hecho sospechar de la actitud de la mujer de Sartre respecto a los invasores nazis. Quizá le produjesen más repelús los americanos, que con su franqueza y jazz, comenzaron a ganarse el gusto de  las clases populares. Por un momento nuestro hombre recordó lo que le había llevado allí. Se levantó para mirarse en el espejo para ver si su peluca y la barba postiza daban el pego. Quería seguir  los pasos de su amigo Fernando Savater que según la leyenda había dormido allí. Él nunca se lo confirmó y sus párpados aleteaban en esa mirada distraída que es una muestra más de la ironía que prende siempre de los labios de Fernando. La sonrisa podría indicar que si había estado allí, tanto como que no había pisado aquellos suelos sacros para los filoliteratos.


De Gonzalo Merat - Flickr: Fernando Savater, CC BY 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=16447179
El irónico y gran escritor Fernando Savater


     Por otra parte, se había propuesto visitar los lugares que habían marcado sus lecturas. La noche entonces sí que cae a plomo en torno a sus párpados, que con esfuerzo mantiene entreabiertos. Y con una sonrisa, musita “ Phlebas the Phoenician, a fortnight dead, Forgot the cry of gulls, and the Deep sea well, And the profit and loss” Tantos números de su editor, que se parecía a  Phlebas el fenicio del poema de Eliot, más que un escritor de renombre. Ese hubiese sido su sueño, olvidarse de las cuitas económicas para sólo escribir. - Si no logramos el breakeven, no nos sale rentable tu nueva saga de Baterblys. - Le insistía ceñudo el editor. ¡ Putos números! 
     
      Al día siguiente el visitante partió, y Alice le dio con el codo a Odette, su compañera de tienda.- ¿No te diste cuenta, Odette?

      ¿Qué quieres, Alice? - Todavía acumulaba briznas de sueño en su boca, por lo que bostezó varias veces.

    ¡Qué ayer tuvimos a una estrella de la literatura durmiendo en la primera planta!

¡    ¿No me digas?- Odette Abrió desmesuradamente los ojos

-     Sí, aunque disimulase, siempre supe que se trataba de Enrique Vila Matas. 

-     Y Alice le explicó de quién se trataba. Para los lectores más descuidados, os dejamos este link para que este grandísimo escritor, se presente a sí mismo.Basta con cliquear aquí

De Adoratio - Trabajo propio, GFDL, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=4912464
Nuestro adorable protagonista, Enrique Vila Matas

.-  (1) Esta obra es asimismo famosa porque Murray Gell-Mann utilizó quarks una palabra que utilizó el narrador irlandés en un poema, para nombrar a esta partícula de la materia nuclear. 

Comentarios


  1. Buena narración y buena excusa para hacer un repaso de excelentes autores.
    Hay librerías con mucha historia. Aunque yo no pasaría la noche en una.

    Claro que mi dormitorio casi lo parece...

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    Respuestas
    1. Gracias,Bonifacio.Me temía que fueses un sujeto demasiado libresco y has confirmado mis sospechas.En mi caso había emparedado a mi familia,que sufrían mis farallones de libros.Hasta que llegó el libro electrónico y el número de ejemplares que compraba,decreció inexorablemente.

      Todavía me parto con tu entrada del falso Neruda.Estaba pensando en proponer otra como un juego en el que habría que señalar los errores de todo tipo de un texto.Un saludo.

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    2. El riesgo de ponerse a señalar errores es que termina por cometerlos uno mismo, como me pasó a mí con los números romanos.

      Estuve tentado de poner la frase y foto sin más aclaración, a ver qué pasaba. Pero me pudo el respeto por Neruda.

      Lo de Neruda lo hice por la inundación de frases supuestamente trascendentes de autoayuda que la gente comparte sólo porque suenan bien. Y muchas no tienen sentido siquiera. Aparte de dar consejos impracticables y obvios como: "No rompas el silencio si no es para mejorarlo". Que está muy bien, pero eso ya lo sabemos todos. Y no siempre podemos hacerlo, en cualquer caso.

      A veces simplemente hay que romper a hablar. O también actuar, aunque eso lo aconsejan poco.

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    3. Tienes toda la razón,Bonifacio.Muchos de esos mensajes almibarados fomentan la pasividad y el conformismo. A ver si se me ocurre algo que lanzar siguiendo tu estela,un texto de dudosa imputación....pero será un reto,porque tendrán que desentrañar los errores que laten en el texto.Fue una crítica inteligente y mordaz.Enhorabuena!!!!

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  2. Gracias Sergio. Pues ya veremos qué ocurrencia tienes. Seguro que valdrá la pena.

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