Un desdeñoso Julio Camba intuyó en el año 1928 que la irrupción del sonoro
supondría un terremoto en la concepción del cine, al que todos consideraban el hijastro menor del teatro, pero que por
atraer el foco de las masas, acabaría comiéndoselo(1). En algunas ocasiones son los hijos los que se devoran a Saturno, más en el mundo de la tecnología. Sin embargo, nos inmiscuiríamos en otra historia, que nos guardaremos en
la recámara. Como decíamos, Camba, en un artículo despellejaba la nueva
invención, puesto que acabaría con la universalidad del cinematógrafo, que se
iba a fragmentar hecho añicos en los distintos idiomas del globo terráqueo ( hicimos una semblanza de Camba en el ejercicio de corresponsal de ABC en los EEUU) . En
nuestros tiempos, las muecas de los artistas del cine mudo nos
parecen paródicas por el exceso de histrionismo, pero en ausencia de palabras con
las que elevar sus estados de ánimo, los estudios reclamaban intérpretes que fuesen muy efusivos, para
hacer llegar sus sentimientos al espectador.
La transición al sonoro fue muy
vertiginosa y dolorosa como sabemos. Desde que la Warner Bros invitase en marzo de 1927 a un
público escogido - entre los que se hallaban reputados plumillas - a fin de señalarles el curso de los nuevos
tiempos, el calendario se deshojó a marchas forzadas. Se trataba de una exposición de cortos de animación acompasados con discos Vitaphone. Señala Diana McLellan en su fabulosa crónica del mundo lésbico en Hollywood, Greta & Marlene, que una de las asistentes a aquella exhibición, Louella Parsons, intrépida reportera de semblante adusto, salió crispada por el
ruidoso y desconcertante invento. Agregó en su columna dominical "No temo que esa película chirriante y
discordante, perturbe nunca nuestros pacíficos cines" Cuan errada estaba
nuestra periodista, lo sabemos, con todo, el progreso nos retrata
continuamente, además con redomada maldad, y no es la única protagonista de la
historia que se ha visto abocada a semejantes tesituras. Poco después, ante un
público mayor, que escuchó el aletear estruendoso de los pájaros mecánicos del gran Lindbergh, toda una
celebridad mundial por sus éxitos aéreos, la invención fue ganando terreno. Algunos cronistas, relatan aquella experiencia de manera similar a la
señorita Parsons: de un verdadero y atronador descenso a los infiernos. En cualquier caso, casi un año después de la
exposición de la Warner, llegaba a las salas El Cantor de jazz, que casi nadie ha visto y
en la cual, Al Johnson gorgoteará la primera frase de la historia del Séptimo arte(2). Sin duda la llegada del sonoro produciría cuando menos muchísimos quebraderos de cabeza o directamente eclipsaría hasta la fecha esplendorosas carreras artísticas .
Tenemos el claro ejemplo de Mary Astor, menuda y bella; sus pisadas vaporosas en los fotogramas, se ven claramente arruinadas por una voz que mana igual que una protuberancia. Los productores horrorizados, no creen que la joven de aspecto frágil tuviese futuro en un medio que con la sonoridad de su garganta, podría espantar a miles de cuervos alrededor. Así, Mary emprende un periplo de retorno a los vodeviles, en los que su carrera parece estancada durante un largo tiempo, tras haber conocido las mieles del triunfo. Su representante se plantea ante voz tan rotunda, desembarcar en el mundo de la música. La señorita Astor experimenta su propia travesía por el desierto, hasta que como sabemos, el cine negro alumbraría un prototipo de mujer hombruna. La femme fatale tendría que aunar belleza y las cuerdas graves de Mary iban a encajar perfectamente en esos personajes de mujer ruda, que sobrevive en un mundo hostil, a la medida de hombres vehementes y que no se arredran ni ante la persecución más fiera- Dashiel Hammett, y su discípulo Raymond Chandler, los padres del invento, asientan las principales características de esta pieza interpretativa imprescindible en sus dramas de hampones y detectives-. Ella recuperó su sitio en la industria del cine y todos recordamos su fabulosa interpretación en El Halcón Maltés, filme de culto de John Houston, en el que también aparecía el incombustible Humprey Bogart, palabras mayores para los cinéfilos.
Otro de los damnificados por el sonoro más renombrados fue el apuesto galán John Gilbert, pareja de Greta Garbo, con el que vivió una montaña rusa de emociones ( la sueca era de tendencias sáficas). Para desgracia de Gilbert, tenía una voz aflautada que se tornaría en el hazmerreír de toda la industria. Si además salía de un cuerpo grave, el contraste acentuaba el ánimo jocoso del público. Ante las evidencias, el productor que había firmado un contrato de largo plazo a razón de diez mil dólares/semana, decidió que los ingenieros del estudio manipulasen su voz, de modo que los resultados con ecos de lata, resultaron aún más desgraciados. Cuando el casanova salía en la gran pantalla a reclamar con aullidos vehementes el amor de la protagonista, emitía una serie de chirridos afeminados que despertaban las carcajadas del respetable, que le espetaba vociferando "¡Gilbert, ponte las bragas!". Su carrera cayó por supuesto en los témpanos del olvido, para quedar en los libros especializados en el Séptimo arte como el bello acompañante de los inicios de la Garbo o el paradigma del intérprete que no sobrevivió al sonoro.
La voz de pito del galán, le arruinó
su trayectoria en el celuloide.
¿O el exceso de retoque de los ingenieros?
Dominio público,
https://commons.wikimedia.org
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Con aquellos precedentes, la estrella de la Metro recelaba del sonido, que había sepultado la carrera de su ex amante. Por eso, en cuanto los estudios conminaron a Greta a realizar una prueba, con la que valorar las posibilidades de la estrella con la nueva técnica sonora, ella creyó adivinar que se había abismado hasta la misma fosa de su carrera.¡ Qué vértigo! Coincidía con un ambicioso plan de inversión de la industria, que abrió numerosas de salas a pesar de que la crisis del 29 comenzaba a dejar sentir la falta de crédito en otros sectores(4). Muchas de las citadas salas habían incluido altavoces que permitieron exhibir la técnica tan novedosa. Así que no cabía escapar del influjo de este artificio humano. Cuentan las crónicas de la hermética actriz, que la noche anterior se consumió entre las sábanas, delirando con las peores consecuencias. La pesadilla acabaría en los estudios, cuando lívida se presentó a la mañana siguiente en el local donde grabarían las primeras escenas sonoras de su carrera. Los ojos de los trabajadores escrutaban con avidez cada gesto de la gran Greta, conmiserados, puesto todo lo magnífica que se había revelado hasta el momento, se desvanecería en el caso de que la voz estuviese desajustada con su cuerpo. La escena en sí no revestía complicaciones. Algo así como que le pasasen un güisqui con algo de ginger ale.
Cuando el director Clarence Brown emitió la voz de la Garbo por los altoparlantes del estudio, nació el mito. Una voz sexual, rica en matices, que conmovió a todos los oyentes. Se convirtió en uno de los rasgos más reconocibles del repertorio de la artista sueca, y la némesis que había significado el sonoro para otros actores, como su querido Gilbert, sería un trampolín todavía mayor para la diva. Tanto, que algunos se tomaron a chacota el propio personaje de Greta, apegado a una voz tan fabulosa como circunspecta. En Ninotchka, la publicidad del filme rezaba que sería la única película donde el gran mito se reía por primera vez en la gran pantalla. El sonoro realzó su carrera, tanto como la de su amada enemiga, Marlene Dietrich, que a toda la sensualidad que destilaba con su mirada, le unió una voz dominadora en la pantalla. Los comienzos de una relación entre ambas, que devino en dolor e insustancialidad para la alemana, merecen más tiempo en otra parte de nuestro blog, que llegará. Sus escarceos y besos prohibidos se pierden en la noche de los tiempos de un Berlín, que salía de la crisálida del drama bélico en los años 20. Habían perdido cualquier compostura en el terreno sexual. La conflagración y la mal llamada gripe española alentaron que el carpe diem reverdeciese con todo el brillo, sumado a las teorías de Freud, que cuestionaban la mojigatería en este terreno, en el que la personalidad se forja de manera inconsciente.
Cuando el director Clarence Brown emitió la voz de la Garbo por los altoparlantes del estudio, nació el mito. Una voz sexual, rica en matices, que conmovió a todos los oyentes. Se convirtió en uno de los rasgos más reconocibles del repertorio de la artista sueca, y la némesis que había significado el sonoro para otros actores, como su querido Gilbert, sería un trampolín todavía mayor para la diva. Tanto, que algunos se tomaron a chacota el propio personaje de Greta, apegado a una voz tan fabulosa como circunspecta. En Ninotchka, la publicidad del filme rezaba que sería la única película donde el gran mito se reía por primera vez en la gran pantalla. El sonoro realzó su carrera, tanto como la de su amada enemiga, Marlene Dietrich, que a toda la sensualidad que destilaba con su mirada, le unió una voz dominadora en la pantalla. Los comienzos de una relación entre ambas, que devino en dolor e insustancialidad para la alemana, merecen más tiempo en otra parte de nuestro blog, que llegará. Sus escarceos y besos prohibidos se pierden en la noche de los tiempos de un Berlín, que salía de la crisálida del drama bélico en los años 20. Habían perdido cualquier compostura en el terreno sexual. La conflagración y la mal llamada gripe española alentaron que el carpe diem reverdeciese con todo el brillo, sumado a las teorías de Freud, que cuestionaban la mojigatería en este terreno, en el que la personalidad se forja de manera inconsciente.
(1) La deliciosa Viaje a
ninguna parte habla de la odisea de unos cómicos, que ven más precarizadas sus
condiciones de trabajo, por el malhadado cine. Greta Garbo en medio de La
Mancha imantaba a aquellos hombres endurecidos por el terruño. Tenemos una
semblanza pendiente de aquel anarcoburgués de humor tempestuoso, Fernando
Fernán Gómez con alguna pieza literaria de primera magnitud.
(2) "Esperen un minuto, les digo, no han oído nada. ¿Quieren oír "Toot, Toot, Tootsie? Muy bien, esperen" Página 116 Greta & Marlene escrita por la veterana periodista del papel cuché californiana, Diana McLellan. Este sería el primer diálogo de la historia del cine, en el que el flamante intérprete negro interpela a una platea imaginaria, estupefacta seguramente por la erupción de aquellas palabras donde antes sólo había silencio y la música quizá del hombre del piano.
(3)Gilbert siguió insistiendo en lograr un amor, que la sueca había escarchado con su mítico desdén; era tal la obsesión del galán, que cuando se casó, su esposa mandó exorcizar aquellos lugares donde había compartido espacio con la Garbo, eso contaba la prensa amarillista de la época.
(3)Gilbert siguió insistiendo en lograr un amor, que la sueca había escarchado con su mítico desdén; era tal la obsesión del galán, que cuando se casó, su esposa mandó exorcizar aquellos lugares donde había compartido espacio con la Garbo, eso contaba la prensa amarillista de la época.
(4) Este recorte drástico, llegaría al cine en los años 31-32, y las cartas de reproches de los accionistas, por haber invertido tanto dinero en las salas y en técnicas que no añadían recurso interpretativo alguno como el sonoro. Recordemos que no todas las tecnologías han tenido éxito. Sin ir más lejos, la irrupción del 3D que parecía definitiva a los inicios de la gran recesión ( nuestra última crisis, que comenzó con las subprime en 2007) no tuvo la menor incidencia. Algunos cronistas que echaron la vista atrás, paragonándola con la disrupción que significó el sonoro, pecaron con mucho por exceso. El 3D resulta una tecnología que por el punto de visión, acaba mareando a muchos espectadores. la siguiente evolución en la técnica, es que los protagonistas cobren una presencia corpórea mediante los hologramas, que al no tener el punto de visión desenfocado, no provocarían mareos. Veremos entonces.
Buena crónica sobre los comienzos del sonoro, me ha gustado.
ResponderEliminarYo siempre relaciono el tema con la película Cantando bajo la lluvia. Cuando el personaje que interpretaba Debbie Reynolds tenía que ponerle voz a una pésima actriz con voz de pito(como Gilbert)y carácter odioso.
Como una especie de anónimo Cyrano de Bergerac con faldas tras un cortinón, que tenía que vivir en un segundo plano.
Hasta que lograba el merecido reconocimiento como verdadera estrella, sin telón alguno.
Bueno, toda la película es genial.
Saludos.
Gracias,Bonifacio.Es una gran película,Cantando bajo la lluvia,a pesar de que mucha gente no pueda rascar más allá de la superficie por su desdén inveterado hacia el género musical.En mi caso me trae recuerdos de mi niñez.Con La la Land se ha recuperado el brillo de un género,que recuerda a su época clásica.
ResponderEliminarLa transición al sonoro es una de mis debilidades porque carreras que parecían consagradas,se desvanecieron del día a la noche. El caso más flagrante es el de Gilbert.