En los suntuosos recuerdos(1) de nuestra niñez, brillan los mapas imaginarios de corsarios y piratas, cuando en plenos vericuetos guadarrameños, aguardábamos agazapados en el campo a que pasasen de largo los mayores, para franquearnos el paso en el juego, al lugar donde presuntamente habían escondido el premio. En una de aquellas idas por el dédalo sembrado de pinochas, Toby, un precioso cocker spaniel, más avezado y buscador infatigable de viandas, se hizo antes que nadie con el premio gracias a sus sensibles pituitarias. Poco después, el cordel de un chorizo de cantimpalo colgaba delator de su boca, y con cara jocunda, nos miraba altivo porque no alcanzaba a comprender el motivo de nuestras risotadas. Fue gracias a La Isla del Tesoro (2), que descubrimos el placer de imaginarnos aventuras como las de su protagonista, Jim, y convertirnos algún día en grumetes. A lo largo de nuestras vidas, recelamos de los Long John Silver o nos atrajeron los seres extraños como Ben Gunn, colmados de la riqueza de la diferencia. Sin duda, fuente de numerosos juegos, la obra de R.L. Stevenson puso de moda a los piratas en el siglo XIX-XX, relacionándolos con islas intrincadas, mapas floreados de misterios, cofres inalcanzables, que saciaban nuestra sed de aventuras- también Emilio Salgari humanizó a aquellas bestias, dándoles rostro, ilusiones y alguna gesta heroica. ¿Quién no quiso ser Sandokan en su juventud?
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R. L. Stevenson escribió una parte de nuestra infancia
con esta aventura maravillosa
De N.C. Wyeth - Beinecke Library,
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1702606
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Otro de los tópicos del mar que nos entusiasmaban en nuestros años mozos, y sobre los que tuvo un gran influjo el protagonista de nuestra entrada, fueron los barcos fantasmas. Erraban por los océanos sin tripulación; tal recordaba el capitán que había avistado el Mary Celeste, embarcación maldita donde las hubiere: apenas
discernia algo anormal en la cubierta,salvo el tremolo apacible de la
brisa, que chocaba contra los cabos. Velas mal arriadas y al desgaire, más un
oprobioso silencio eran suficientes motivos para azararse. Como si decenas de
espíritus revoloteasen por la amura y toda aquella estructura carente de vida. Eso era lo
evidente, y que quizá el miedo instintivo,cerval,rechazase de plano. Se trataba del capitán
David Morehouse del Dei Gratia que volvió a poner su ojo al alcance del catalejo,resabiado de la
parsimonia de la cubierta . Ordenó aproximarse al Mary Celeste, un barco señalado como decíamos por
el mal fario,sin duda,y uno de los bergantines fantasmas que más estimuló la imaginación de la prensa de cualquier tipo. La tripulación del
capitán Morehouse abordó la nave .Nada había que resultase extraño, los fletes intactos. Comida
mordisqueada, la mesa con los cubiertos puestos, el camarote del Capitán con todas su pertenencias
en orden. Ni sangre que les hiciesen barruntar un motín como causa de la desaparición de la tripulación.
Así, corroídos por el misterio, remolcaron
al desdichado barco hasta Gibraltar, donde los rumores relativos al destino de
la tripulación, corrieron como un reguero de pólvora con cada ocurrencia.Ya por entonces, a golpe
de telescopio se adivinaban algunas formas en Marte,que algunos eruditos habían barruntado como rastros de civilización. Por qué no pudieron ser
abducidos por los marcianos, fue una de las hipótesis descabelladas que se abrigaron entonces. También que un golpe de mar arrojase a toda la tripulación a la vez, aunque el Dei Gratia que casi navegaba a la par, no se había dado de bruces con ningún temporal. Qué los caníbales se los hubiesen comido en ¡ Las Azores!. Según L. Du Garde Pearch, un terrible cefalópodo habría devorado a la tripulación como un buen plato gourmet que el sino había llevado hasta sus fauces. Todo un cúmulo de dislates, que alentaban la imaginación de los lectores, que consumían con avidez cualquier relato relacionado con el Mary Celeste. ¿Llegaba tan lejos la influencia del Triángulo de las Bermudas? Se preguntaba un semanario. Nos tememos que no.
Con todo, fue cobrando fuerza la hipótesis de que los tripulantes habrían comenzado una nueva vida, y para ello, el capitán del Dei Gratia que conocía al rector del barco fantasma, habría fingido rescatar la preciosa carga intacta del Mary Celeste, para así cobrar el seguro a tenor de la ley del mar ( derecho internacional). Más tarde, se presupone que se lo repartiría con el capitán del Mary Celeste, del que era amigo. No obstante, el cobro del rescate fue exiguo, unas 2000 libras acorde con los datos que nos ofrecen Ed Rayner y Ron Stapley en su excelente libro Lo que oculta la Historia. Las compañías de seguro litigaron para rebajar la bolsa de la recompensa. Pero más allá de estas premisas, que pueden ser erróneas, convengamos que los misterios que cabalgan a horcajadas de la historia y son engullidos por ella, motivan nuestra fantasía con poderosas imágenes que nos entretuvieron en las tardes más plúmbeas. La desaparición del Mary Celeste contribuyó a que los barcos fantasmas atravesasen el meridiano de la leyenda. No teman entonces si navegando por las Azores se asoma por el mar azulado un bergantín, que parece navegar sin rumbo. Porque si sacamos algo en claro del misterio dichoso Mary Celeste, será que los barcos fantasmas existen.
(1) Decimos que son remembranzas suntuosas porque sobrevuelan las imágenes llenas de ricos detalles, cuando entornamos nuestra mirada a un período tan dorado de nuestra vida. No en vano, el fámulo poeta, Rubén Darío, dijo aquello Juventud, divino tesoro, y nosotros íbamos perdiendo inconscientes los denarios de aquel tesoro por el deletéreo paso del tiempo, mientras buscábamos otras riquezas, que jamás nos devolverán aquella felicidad.
(2) Es curioso que el primer éxito del gran novelista, Robert L. Stevenson que tiene grandísimas obras, fuese una obra en parte coral, causada por el tedio de un verano. Dibujos o los detalles del cofre le fueron sugeridos por familiares suyos. Robert, que por entonces contaba con 29 años, escribía un capítulo al día que luego leía para devoción de la familia, que en alguna ocasión pugnaron por el final no conforme de algunos de los personajes.
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Emilio Salgari y sus novelas de piratas/bucaneos,
con Sandokan como figura señera
ZioNicco using CommonsHelper.
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=12356388
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Con todo, fue cobrando fuerza la hipótesis de que los tripulantes habrían comenzado una nueva vida, y para ello, el capitán del Dei Gratia que conocía al rector del barco fantasma, habría fingido rescatar la preciosa carga intacta del Mary Celeste, para así cobrar el seguro a tenor de la ley del mar ( derecho internacional). Más tarde, se presupone que se lo repartiría con el capitán del Mary Celeste, del que era amigo. No obstante, el cobro del rescate fue exiguo, unas 2000 libras acorde con los datos que nos ofrecen Ed Rayner y Ron Stapley en su excelente libro Lo que oculta la Historia. Las compañías de seguro litigaron para rebajar la bolsa de la recompensa. Pero más allá de estas premisas, que pueden ser erróneas, convengamos que los misterios que cabalgan a horcajadas de la historia y son engullidos por ella, motivan nuestra fantasía con poderosas imágenes que nos entretuvieron en las tardes más plúmbeas. La desaparición del Mary Celeste contribuyó a que los barcos fantasmas atravesasen el meridiano de la leyenda. No teman entonces si navegando por las Azores se asoma por el mar azulado un bergantín, que parece navegar sin rumbo. Porque si sacamos algo en claro del misterio dichoso Mary Celeste, será que los barcos fantasmas existen.
(1) Decimos que son remembranzas suntuosas porque sobrevuelan las imágenes llenas de ricos detalles, cuando entornamos nuestra mirada a un período tan dorado de nuestra vida. No en vano, el fámulo poeta, Rubén Darío, dijo aquello Juventud, divino tesoro, y nosotros íbamos perdiendo inconscientes los denarios de aquel tesoro por el deletéreo paso del tiempo, mientras buscábamos otras riquezas, que jamás nos devolverán aquella felicidad.
(2) Es curioso que el primer éxito del gran novelista, Robert L. Stevenson que tiene grandísimas obras, fuese una obra en parte coral, causada por el tedio de un verano. Dibujos o los detalles del cofre le fueron sugeridos por familiares suyos. Robert, que por entonces contaba con 29 años, escribía un capítulo al día que luego leía para devoción de la familia, que en alguna ocasión pugnaron por el final no conforme de algunos de los personajes.
Hola Sergio, acabo de descubrir tu interesante blog. He leído algunos artículos. Me agrada tu estilo denso en información pero de lectura amena, y tu gusto por lo clásico.
ResponderEliminarLa versión prosaica de esas historias de buques fantasmas, fue la reciente de hace un par de años. Cuando empezaron a aparecer barcos de madera a la deriva con cadáveres en la costa de Japón. Procedentes de Corea del Norte, debido a que en ese país presionaron a los pescadores a arriesgarse el pellejo en aguas profundas para potenciar la pesca, al parecer. Otra versión afirma que se trataba de gente huyendo del régimen, simplemente. No sé en qué quedó aquello.
Saludos cordiales.
Muchas gracias, Bonifacio. Curiosa la historia a la que te refieres. Y malhadada, porque cualquiera de las dos versiones son verosímiles.
EliminarEn cuanto al tipo de blog, de forma inconsciente cada vez que escribo me miro en el espejo metafóricamente. No lo hago por afán hedonista, todo lo contrario, pero encuentro/escribo casualmente el tipo de lectura de divulgación que busco como lector. Esto es, que revele muchas implicaciones sobre el sustrato de lo que intento contar.
Mucha gente me ha dicho que si soltase suaves -píldoras, mi blog tendría mucho más éxito ( no me quejo, que me lee mucha más gente). Porque saben que adentrarse en ellos - por lo que me han escrito- les encanta, pero requiere esfuerzo y tiempo, cosas de las que andamos muy escasos. He hecho propósito de enmienda en vano. En otras facetas literarias, soy de maneras más estilizadas. Aquí se me ocurren las cosas en aluvión, y cercenar datos que encuentro interesantes me cuesta mucho.
Por último, T. S. Eliot, el gran poeta, decía que tanto nosotros como el progreso, "somos de nuestros muertos". En el pasado nos toparemos con muchas de las claves para interpretar un más que azaroso presente. Un abrazo y cuídate.
Lo de Eliot es verdad. Lo de las "píldoras" para tener más lectores no debería ser el objetivo. Mejor que sean pocos y de calidad, y escribir como uno quiere y lo que de veras quiere, no para la galería.
ResponderEliminarYo llevo cuatro meses con un blog (al que te invito) y me leen cuatro gatos, y con cuatro seguidores exactos. Vamos, que lo he cuadrado.
Otro abrazo.
Por supuesto, Bonifacio, atenderé a tu blog en un momento, pues tus reflexiones me parecen muy interesantes. Seré el quinto de tu futura legión de seguidores.
EliminarCuando me refiero a píldoras más suaves, es porque algunos me cuentan que les encanta el momento de sentarse a leer mi blog, pero que saben que es una lectura exigente. Se abren muchos hilos que les invitan a reflexionar, y que azuzan su curiosidad, en un único párrafo. Quizá si estilizase unas ideas que me vienen en aluvión, mi mensaje - siempre pretendo comunicar algo - no quedase sepultado. Si hablo, me ha pasado sobre el progreso y sus asechanzas, resulta que lo que ha reclamado más la atención, son las historias accesorias que merodean por el texto.
Me recuerda un poco a lo que decía el inveterado Francisco Ayala, fabuloso novelista y sociólogo, que la propaganda se abre de forma más dificultosa en el texto, pues leer y reflexionar se dan al unísono. Esto no ocurre con la televisión y la radio, donde el mensaje llega con la guardia más baja.
Perdón por el speech.
Quizá lo que les encanta es justo eso, que la lectura es exigente, aunque supongo que se trata de buscar un equilibrio. De todos modos, es como lo que cuentas de Ayala (ya que lo mencionas) en la entrada sobre Muertes de perro, y las "reminiscencias literarias" que se despliegan en su obra, a las que Germán Guillén alude. Abrir los hilos que dices no es algo negativo, tratándose de un estilo "ensayístico" (si es correcto llamarlo así) como el tuyo. Pero lo de "salvar el mensaje" de fondo ya es más complicado, y eso depende de ti y tus intenciones. Aunque creo que "toma esta base, e investiga más tú luego" también es un buen mensaje a transmitir. Pero al final es cosa tuya, insisto, ahí no me meto.
ResponderEliminarPor cierto la intemporalidad que dices de Ayala en el artículo es fundamental. Vivimos en una época de literatura autobiográfica muy politizada que se hace algo cansina. Por eso tiendo a asomarme a los clásicos, y a quienes ayudan a desentrañarlos (y rememorarlos) como tú.
P.D: Tampoco quiero una legión de seguidores, no sea que vengan en tromba como el granizo y me destrocen el paraguas.
Bonifacio,me sorprendes por la brillantez de tus razonamientos.La próxima vez que nos encontremos,déjame tu blog para seguirte.No lo he encontrado en Google +
ResponderEliminarBonifacio,me sorprendes por la brillantez de tus razonamientos.La próxima vez que nos encontremos,déjame tu blog para seguirte.No lo he encontrado en Google +
ResponderEliminarwww.paraguascongoteras.blogspot.com.es
ResponderEliminarLo de brillantez gracias pero no sé, espero ser lúcido al menos. Aunque tengo mi punto de (apasionada) irracionalidad creativa.
Pásate cuando quieras por mi espacio.
Saludos.
Espléndido y concienzudo articulo, amigo Sergio, el que has realizado sobre esas historias, esas grandes aventuras que tanto nos hicieron soñar y abrir los ojos hacia otros mundos. Te felicito, mi amigo, un abrazo.
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