Lastrado por el cansancio que le veteaba el rostro y con una barba fosca, a retazos alba, Juan Eduardo Zuñiga aparecía en un reportaje que desgranaba las razones de su Premio Nacional de las Letras españolas 2016 . Todos los focos de su ejercicio artístico se adensaban en el periplo literario por la Guerra Civil, que iba a marcar sin duda una trayectoria muy dilatada de este escritor provecto, que despertó desde la más cándida infancia a la resaca del saber, porque prontamente se embebió en los mamotretos egipcios en la soledad de su chalé de Prosperidad. Zambo de tanto entumecimiento, de hurgar con sus narices en aquellos ejemplares, se levantaba como tocado por el alcohol, a repetir unos trancos que le sacasen del encogimiento. Allí, también descubrió en un despertar tumultuoso a la edad adulta al gran Iván Turguéniev, que le reveló el rastro que dejan las grandes pasiones en la vida, que reverberan con la misma intensidad de los acontecimientos presentes. Al azar, el pequeño Juan Eduardo había encontrado un folleto comercial, donde por un módico precio, se hizo con una edición esmerada de las obras del ruso.
Aquí comienza el período de indagación más intenso del joven y futuro escritor, y encontramos la razón según la cual nos asegura el propio Zúñiga, emprendió el estudio de lenguas eslavas, que le sirvieron para ganarse más que bien unos cuartos, gracias a sus traducciones o estudios de grandes figuras de la narrativa que venían del gélido este, como el escritor búlgaro Dimitriv Dimov ( con quien trabó una buena amistad) o de Turguéniev. Es de este último, del que llevó a cabo una espléndida biografía Las inciertas pasiones de Iván Turguéniev que podríamos decir, refleja sin paliativos, la existencia demasiado azarosa del autor de Padres e hijos (1) y que María José Furio recoge en un artículo excelso. El madrileño va tirando de la correspondencia epistolar y muchos estudios que sobre este importante autor, se han efectuado a lo largo del tiempo, para bosquejar los claroscuros del mismo. Tan pronto nos parece la semblanza más que descarnada de una madre egoísta, que arrumbada por el marido, quiere que el sentir de la existencia familiar, gravite en torno suya . Demasiado despiadada, Varvara Petrovna Turgenieva incluso en las puertas de la muerte y después, martiriza a sus hijos con una herencia que prolonga los ecos de una relación tiránica en el más allá. Entrometida en las aventuras sentimentales de sus vástagos, paga todas sus frustraciones con su prole, y aquella huella, acorde con las hipótesis más plausibles esgrimidas por los biógrafos del autor, marcarán sus relaciones con el sexo contrario. Es más, no es descabellado afirmar, que la eterna huida de la casa familiar y de su patria, fue motivada por la búsqueda de una distancia que mediase de la pesada influencia de su progenitora.
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Cabeza plateada, el chambón de casi dos metros, se movía torpemente por las mesas del café Riche. como si fuese a naufragar ante la clientela por su impericia Gentileza de wikipedia |
Pues Iván se sintió acogido como en casa en suelo europeo, y sobre todo en territorio francés, donde de hecho trabó grandes amistades con las figuras más conspicuas de la literatura de nuestro país vecino. A Guy de Maupassant le debemos la más que ardorosa descripción, teñida de admiración y de una amistad, en la que aquel chambón aparece como el gigante bonachón de los relatos. No en vano, aquella sonrisa displicente que esbozaba, su cabeza de cabellos de plata y los dos metros de altura, causaba perplejidad cuando irrumpía en los cafés, embozado en su capa. Maupassant retozaba con su pluma y las resmas de papel, rememorando a su amigo: " La puerta se abrió y apareció un gigante. Un gigante de cabeza plateada, como se diría un cuento de hadas".
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Guy de Maupassant, entrañable amigo y estupendo literato francés Wikimedia commons |
Sin embargo, la vida de Iván estuvo bien lejos de ser la de un gigante de cuento de
hadas ,como enjuiciaba Maupassant. La huella de la madre autoritaria, que murió embistiendo contra su descendencia incluso desde el más allá, unas relaciones con el otro sexo que siempre fueron evanescentes. Se repite como una pertinaz letanía idéntico patrón: el del galán que procura con toda vehemencia rendir a la amada, y que mientras sus flirteos discurren por reductos platónicos, recurre a lo mejor de su ingenio, hasta que lograda la conquista se disipan sus efluvios amorosos que en un primer momento parecían abocarle a la muerte. Es lo que define en su estupendo artículo María José Furio como el Hamlet ruso, que encuentra un enorme y informe placer en renunciar al fruto del amor, cuando sólo tiene que alargar la mano para tomarlo. Ascetismo amoroso y ruso que frecuenta no sólo en su vida personal, sino que sus novelas están plagadas de este arquetipo de amante, similar al Perro del hortelano del genio Lope de Vega.
Algunos expertos asocian los héroes de Turguéniev a los caballeros de Pushkin que formaban parte por aquel entonces del acervo literario ruso. Por otra parte, quizá más que el ideal caballeresco, tuviese más influjo la relación del escritor con Paulina García Viardot, excelente soprano y hermana de la gran Malibrán. Familia de origen español, de costumbres casi zíngaras, que tenían gracias a su talento, una casa rodante que pululaba por las cortes europeas. Sobrevivió a varias décadas en las que Turgueniev ajeno a las habladurías de la sofisticada París, se compró una casa pegada pared con pared a la de su amada Paulina.A pesar de estar casada, la soprano disfrutaba de la compañía del genio eslavo. Inseparables, iban y venían en deliciosas cartas donde exponían sus sentimientos de adoración mutua, a ratos congelados o la Viardot se permitía dar consejos acerca de lo conveniente en términos amorosos para el gigantón de ojos azulencos(2).
Algunos expertos asocian los héroes de Turguéniev a los caballeros de Pushkin que formaban parte por aquel entonces del acervo literario ruso. Por otra parte, quizá más que el ideal caballeresco, tuviese más influjo la relación del escritor con Paulina García Viardot, excelente soprano y hermana de la gran Malibrán. Familia de origen español, de costumbres casi zíngaras, que tenían gracias a su talento, una casa rodante que pululaba por las cortes europeas. Sobrevivió a varias décadas en las que Turgueniev ajeno a las habladurías de la sofisticada París, se compró una casa pegada pared con pared a la de su amada Paulina.A pesar de estar casada, la soprano disfrutaba de la compañía del genio eslavo. Inseparables, iban y venían en deliciosas cartas donde exponían sus sentimientos de adoración mutua, a ratos congelados o la Viardot se permitía dar consejos acerca de lo conveniente en términos amorosos para el gigantón de ojos azulencos(2).
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El gran amor de Turguéniev, la Viardot. Suponemos que su voz canora, sustituiría la falta de belleza como parte de sus encantos. Wikimedia commons |
Con estos mimbres, el gran Juan Eduardo Zúñiga, intelectual de gran hondura y escritor maravilloso, que sorprende por una prosa de brillos de una hermosura inefable, nos transporta a la vida de uno de los grandes genios de la literatura universal. En la vejez, como confiesa el propio Turguéniev, la existencia se le hace más áspera. Recurre precisamente a un adagio español - país que veneró por su halo romántico- en cuanto a que el rabo de toro es la carne más difícil de desentrañar como la ancianidad, aunque según dicen algunos, la más exquisita. Quizá Iván lo desconociese, pero en el caso de Zúñiga, es una realidad, que a medida que el odre se torna en pergamino, sus frutos son más vivificantes para el lector. En esta pieza es una delicia sumergirnos en las luces de gas y los bistrós parisinos, en los cuales la palabra de los grandes fluía en una estrecha redoma, en la que se apiñaban espontáneos y admiradores.
(1) Gran novela y nuestra primera incursión en la narrativa del genial autor ruso, que por su valía literaria, analizaremos en un futuro post.
(2) Aquí nos hemos saltado a Jorge Luis Borges, que se oponía a cualquier artificio que violentase el texto. Hicimos una semblanza de estos desvelos lingüísticos, un pecado que desgranamos en este enlace.
Tiempos distintos en los que los grandes autores confluían y tenían la posibilidad de convivir. Hoy en día es raro de ver, y de hecho los cenáculos literarios hoy en día no son en realidad más que actos en los que unos se alaban a los otros en pro del beneficio económico.
ResponderEliminarY bueno, a ver si me atrevo con "Padres e Hijos", que le tengo ganas de verdad.
Saludos
Es un tipo de literatura realista,pero Padres e hijos es una maravilla,Rubén.También te recomiendo Primer amor.
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