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Un osado llamado Erhard

En junio de 1948 el teléfono no dejó de chirriar durante todo el día como un maldito grillo en el despacho de  Ludwig Erhard. Aunque el responsable económico de las zonas ocupadas por británicos y americanos de Berlín,  parecía dispuesto a cualquier locura con tal de rescatar una economía que no se sobreponía de sus cenizas (habían transcurrido más de tres años desde el final de la contienda). Al fondo del gabinete, Ludwig  templaba sus ánimos hojeando informes o se quitaba la pelusilla de su chaqueta, hasta que por fin cogió el auricular conteniendo el resuello. - Profesor Erhard, mis asesores dicen que está usted cometiendo un grave error- le inquirió su colega, el comandante militar estadounidense, el general Lucius Clay,  al otro lado del teléfono . Quizá pensase que aquellos teutones eran tercos como mulas. 

-  Eso es lo que dicen también mis asesores(1). - El profesor sin embargo, le repuso con una muestra sombría de humor.

Una llamada llena de nerviosismo irrumpió en la pieza oblonga,
donde trabajaba el dirigente alemán Ludwig Erhard.


Como decíamos, Erhard que llegó a pilotar la economía de la zona ocupada por los aliados de Berlín, creyó que era el momento de poner en práctica algunas medidas que les sacudiesen del duro corsé, con el que los berlineses habían vivido desde el año 1933  Al general americano le seguía pareciendo descabellado el rumor de que aquel rudo alemán fuese a emprender una reforma monetaria tan agresiva y de resultados que atisbaban verdaderas catástrofes, si sus asesores no le habían engañado. Erhard había planeado en primer lugar, sustituir el menoscabado reichmark por un nuevo marco alemán. Por otra parte, desataría los grilletes de precios: directivas laberínticas que regulaban los precios públicos y que  frente a la escasez planteaban más racionamientos. Paralelos a ellos, se desarrollaba toda una economía sumergida a la que el berlinés más corriente tenía difícil acceso salvo que se aplicase al trueque, y por consiguiente tuviese bienes de valor.

De esta guisa soldados americanos, británicos y rusos conseguían auténticas gangas en el mercado negro– violines guarnerius, cuadros a cambio de sustento, ropa o comida, joyas - o la malvada prostitución, que aflora con la penuria y aparece magistralmente reflejada por ejemplo, en algunos pasajes de las novelas de Curzio Malaparte (en este caso, la italiana)Directores de cine de la talla Roberto Rosellini tampoco quedaron al margen de la huella que iba a dejar una guerra tan cruel y sobre todo de sus consecuencias,  de modo que el realizador italiano fijó perfectamente  los entresijos de este mercado negro en su mítica obra neorrealistaAlemania, año cero. Recordemos someramente la historia de su desgraciado protagonista, Edmund, que deambula por una ciudad presa de las ruinas y de los fantasmas. El infante desvalido busca recursos para mantener una familia y con los que sacar de su postración a un  padre moribundo. Para ello se adentra en el mercado negro y hace las gestiones por encargo de un profesor aparentemente pedófilo, es lo que por lo menos parece insinuar Rosellini, que quiere vender un discurso de Hitler (2)


Pues Erhard llevó  a cabo su política de desregulación de los precios en este entorno que nos describe el inmortal Rosselini, y esta medida  se considera uno de los pilares del bautizado milagro alemán junto a la afluencia de los fondos del Plan MarshallJ. K Gailbraith que se había convertido según el profesor Lawrence H. White en el césar del control de precios durante la etapa del New Deal de la Gran Depresión,  dio un respingo en su silla al leer la transcripción del discurso de Ludwig Erhard. Pero ajeno a las presiones, el dirigente alemán había tomado la resolución y en lugar de producirse el shock previsto por los denominados herederos del institucionalismo americano, Gailbraith entre ellos, los artículos empezaron a aflorar y a moderar sus precios, gracias a una moneda fiduciaria en la que se había reestablecido precisamente la confianza (3). Porque aparte las autoridades monetarias de las zonas ocupadas de Gran Bretaña y EEUU cuidaron que la circulación del dinero, que acompañase a la resolución y el cambio de moneda, fuese moderada.  



El incombustible político alemán
Bundesarchiv, B 145 Bild-F015320-0002 /
 Patzek, Renate / CC-BY-SA 3.0


Se habían acabado años de pesadilla de una gestión económica que comenzó en la Alemania de Hitler, basada en un férreo control de los precios y en la que el inicio de la guerra se toma como un atisbo del declive económico, una huida hacia adelante. La rapiña en los territorios ocupados por los alemanes ocultó la escasez que un rígido corsé de precios había provocado, o precisamente reforzó la teoría del lebensraum de los nazis, puesto que el alza continua de los precios de los bienes básicos anterior, fue interpretado torticeramente como un incremento de la demanda de una población que crecía, y por ende, no era desproporcionado lanzarse a conquistar territorios en pos del espacio vital ( el aparato nacionalsocialista ocultaba subrepticiamente como le rebatieron algunos economistas, que la inflación fuese debida a una política monetaria expansiva con el objeto de financiar la guerra postrera, Erhard entre ellos , pero también deberíamos contar a Wilhelm Röpke o Walter Eucken(4) tan asociados a la postre al milagro de la economía social de mercado, basado en postulados del Ordoliberalismo).

 La escasez durante el desarrollo del conflicto bélico fue creciendo, a pesar de las intenciones del dictador, que entendió como clave el aislar a la población de cualquier esfuerzo de guera, puesto que él tenía interiorizado que las penurias vividas en la retaguardia durante la Gran Guerra, determinaron la puñalada por la espalda que le propinó la población germana a su ejército. En suma, no quiso que las privaciones de la anterior conflagración se repitiesen y por dicho motivo postergó la decisión de declarar el estado de guerra total - todos los recursos al frente- que un enardecido Goebbels proclamó casi al final de la contienda.  El hecho es que Erhard se convirtió en el gran artífice junto a Konrad Adenauer, de la inesperada y súbita recuperación germana.  Fue un período interesante, en otro punto, abordaremos el intenso proceso de desnazificación que hizo crecer el recelo y en algunos casos obstruyó una evolución económica favorable ( se instaló un clima de desconfianza hacia todo lo alemán, primero era conveniente dudar lo que paralizó algunas decisiones económicas de calado, si bien, la desnazificación era necesaria). Y también trataremos el acopio de fondos, que ayudó a una reconstrucción de un continente demolido hasta lo más recóndito de sus cimientos.  


Los grandes hacedores europeos del siglo XX, Adenauer,
Churchill ( Gentileza de pixabay)


(1) El profesor Lawrence H White transcribe esta conversación a partir del testimonio que Erhard confirmó al profesor F. A. Hayek.  Gran parte de este artículo está basado en las historias que nos cuenta el profesor White en su magníifico libro El Choque de las ideas económicas de la editorial Antoni Bosch.

(2) Esta elección de Rosellini no es casual. Es memorable el discurso del profesor, como tocado por la gracia nazi, en cuanto a que el sacrificio de los débiles- el padre de Edmund- en aras de los intereses de la raza, es un bien que hay que cumplir pese a lo doloroso que nos pueda parecer. El profesor es una bestia nazi, despojado del menor ápice de conciencia humana.

(3) Nuestra Guerra Civil nos muestra distintas estrategias en el ámbito monetario. Una de las causas de la persistente y elevada inflación fue la anarquía reinante en el bando republicano en política monetaria. La amalgama de sucedáneos del dinero, los experimentos anarquistas en Aragón, de crear una bolsa de horas hombres  o los boletos de sindicatos que emitían a troche y moche, con poder liberador del dinero, contribuyeron a la debacle de la economía frentepopulista, y es otra de las causas importantes que contribuyeron a su derrota.
(4) Otros colegas suyos como Röpke recibieron la visita de la Gestapo para que cambiasen sus ideas liberales por la fuerza. Por supuesto, creyeron conveniente emigrar ante la sugerentes recomendaciones de los hombres de Heinrich Himmler





Comentarios

  1. Buen artículo, amigo Sergio, hablando del famoso "milagro alemán", un país desbastado por la guerra que en pocos años se quedaría a la cabeza de la economía europea. Muy bueno, mi enhorabuena.
    Un abrazo.

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  2. Muchas gracias,Servilio.A mi también me gustan mucho tus poesías y tus relatos.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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