Al Madrid literario le mocharon una aguja
y ventanales recreados por un hado de la arquitectura, llamado Antonio
Palacios. Fruto de la especulación que algunas lenguas malhadadas
circunscriben al entorno más cercano de Carmen Polo, mujer
del dictador Franco, el Hotel Florida como
testimonio de una época aventurera iba a ceder su lugar a un espacio comercial
destinado a Galerías Preciados, que también el
deletéreo paso del tiempo ha condenado al desván del olvido. Es cierto que por
sus estancias de buen tono, un peldaño por debajo de los dos trasatlánticos de
la época de la hospedería en Madrid, el Ritz y el Palace (1),
resonó el repiqueteo de la mítica Underwood de Hemingway,
quien fielmente todas las noches, desde su habitación número 109 recreaba con
incisivos artículos el rastro que dejaba nuestra Guerra Civil en los cuerpos y
sobre todo en las almas de los supervivientes ( los muertos ni sueñan ni
padecen como los vivos).
Eran los tiempos dorados del Florida, que se convirtió en la residencia preferida de los corresponsales de guerra, que cubrieron nuestro conflicto. Habían preferido este enclave, más cercano a los frentes y desde el cual se escuchaba lontano pero pertinaz, el tableteo de las ametralladoras. " La puerta de mi cuarto está abierta, se escucha el tiroteo del frente a unas cuantas manzanas de nuestro hotel" Confesaba un Hem que tenía esa mezcla de congoja y adrenalina que produce enfrentarse al burladero metafórico de la guerra, cuando arreciaba el vuelo de los obuses ( la cercana Gran Vía fue bautizada popularmente como Avenida de los obuses o del quince y medio por el calibre de los mismos ). Era mejor sin duda estar tentando las sábanas a cierta distancia de las refriegas del frente como reconoce Hem, dormitando y lo que nos oculta, palpando las curvas de una voluptuosa Marta Gellhorn. Una cópula incestuosa y animal, que era la comidilla en el hotel, hasta que llegó John Dos Passos y se originó la tormenta telegrafiada entre viejos amigos, no sabemos si porque le ponía en evidencia a Hem con aquella relación prohibida o como apuntan otros autores, ambos literatos se abismaron en diferencias ideológicas, debido a que el locuaz John disparaba con sus comentarios críticamente contra la República. En cualquier caso, había que tener cuidado con el futuro Nobel americano, por su propensión a boxear ante la más mínima adversidad ( en esto nos recuerda a un barbilampiño Luis Buñuel, que en su juventud no dejaba los guantes de boxing) Posteriormente Gellhorn y Ernest se casarían para consuelo de los lectores más románticos.
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Hotel Florida, Madrid 1920 https://urbancidades.wordpress.com/2010/08/03/arquitecturas-perdidas-hotel-florida/ |
Eran los tiempos dorados del Florida, que se convirtió en la residencia preferida de los corresponsales de guerra, que cubrieron nuestro conflicto. Habían preferido este enclave, más cercano a los frentes y desde el cual se escuchaba lontano pero pertinaz, el tableteo de las ametralladoras. " La puerta de mi cuarto está abierta, se escucha el tiroteo del frente a unas cuantas manzanas de nuestro hotel" Confesaba un Hem que tenía esa mezcla de congoja y adrenalina que produce enfrentarse al burladero metafórico de la guerra, cuando arreciaba el vuelo de los obuses ( la cercana Gran Vía fue bautizada popularmente como Avenida de los obuses o del quince y medio por el calibre de los mismos ). Era mejor sin duda estar tentando las sábanas a cierta distancia de las refriegas del frente como reconoce Hem, dormitando y lo que nos oculta, palpando las curvas de una voluptuosa Marta Gellhorn. Una cópula incestuosa y animal, que era la comidilla en el hotel, hasta que llegó John Dos Passos y se originó la tormenta telegrafiada entre viejos amigos, no sabemos si porque le ponía en evidencia a Hem con aquella relación prohibida o como apuntan otros autores, ambos literatos se abismaron en diferencias ideológicas, debido a que el locuaz John disparaba con sus comentarios críticamente contra la República. En cualquier caso, había que tener cuidado con el futuro Nobel americano, por su propensión a boxear ante la más mínima adversidad ( en esto nos recuerda a un barbilampiño Luis Buñuel, que en su juventud no dejaba los guantes de boxing) Posteriormente Gellhorn y Ernest se casarían para consuelo de los lectores más románticos.
Como decíamos, esta comedia de amores y de amistades aventadas se desarrollaba entre una nube de corresponsales, la flor y nata del cuerpo de enviados especiales, escritores en ciernes, novelistas consagrados o hasta el actor más que trabucaire, Errol Flynn, que maltraía a los directivos de las grandes productoras cinematográficas por sus bravuconadas. No cabía en sus estrechas mentes que el gran intérprete tuviese tantos atributos(2) como para plantarse en una ciudad en llamas y asediada como Madrid. Por no hablar de las comisiones de Parlamentos europeos, que venían al gran parque de atracciones de la guerra, y fingían desmayarse ante la bulba de la sangre. " Serán bárbaros estos españoles". Tampoco podía faltar a su cita con el bullidero en el que se había tornado el hotel y la urbe madrileña, André Malraux. Éste formaría la famosa escuadrilla de aviones menguante llamada España,.Por otra parte, se habrá percatado el lector que en la capital se reunieron buenos histriones como Hemingway, Malraux y el que reseñaremos más adelante, Robert Capa, en los que el personaje se devora en muchas ocasiones al genio.
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Marta Gellhorn, redimió sus pasiones con Hemingway. (Gracias a Wikimedia commons) |
¿Pero qué buscaba aquel circo ambulante de las corresponsalías entre las ruinas humeantes de una urbe asediada? La catarsis en algunos casos que les salvase de la molicie en la que se habían estancado sus carreras profesionales o quien sabe si el espoletazo que lanzase su nombre en las redacciones de los medios más prestigiosos, para lo cual, jóvenes y viejas glorias del periodismo habían tomado la decisión de ir al teatro de las operaciones de una guerra que estaba en boca de todos. Como recordaba el que luego fuese el famoso espía soviético, Kim Philby, un enardecido profesor de Cambridge hablaba del único conflicto en la cual se podía hablar de los males y bienes absolutos, lo que espoleó a los muchachos del Trinity College para que no sólo volasen con su imaginación sino a que prendiesen con fervor los máuser. El último ilustre del Florida, sería Robert Capa, el fotógrafo literario, que adobaba sus instantáneas con buenas dosis de romanticismo y que había creado el personaje del fotógrafo americano, junto a su partenaire Gerda Taro. Sabemos el triste final de ella en Brunete, pero abordaremos en una entrada, cómo recrearon la figura de un mítico fotógrafo que multiplicaba por tres la cotización de la instantánea en el mercado periodístico parisino.
Todavía reverberan en nuestro recuerdo los testimonios de los trabajadores del Florida, que se quedaban atónitos con aquella hermosa fotógrafa, Gerda, chiquitita pero con mucha personalidad que bamboleaba sus caderas con aires de la Garbo o con las barbas hispidas de un Hemingway, que a pesar de la gravedad de su cuerpo rodaba ágilmente bajo una mesa con el merodeo de los Heinkel 51. Sin duda, el bombardeo tenía algo de carnavalesco como recogió el propio Dos Passos, puesto que los pecadores salían de sus madrigueras como las bellezas encantadoras e irreconocibles sin el barniz de cosméticos, o los caballeros disfrazados no se sabe porqué motivo erótico, todos ponían sus pies en polvorosa cuando la cita ordinaria con la muerte tenía lugar en el Florida. Si nos fijamos en las ironías del destino, tiene bemoles que los bombardeos no pudiesen acabar con el hotel y la especulación sin embargo, lo echase abajo como un tigre de papel. ¡Bendita España!
(1) Aquellos hoteles fueron
improvisados como verdaderos hospitales de campaña.
(2) Los atributos de Flynn fueron
descritos en Hollywood, Babilonia de Anger y en las Memorias de Truman Capote,
donde en una conversación íntima entre el autor y Marilyn Monroe, la bellísima actriz,
icono de los sueños masculinos, alude a la anécdota de que Errol, la tenía tan
grande que aporreaba el piano en las fiestas con su miembro, para locura de los
invitados que rayaban el éxtasis. Son recomendables las memorias de Capote, porque aparte de su gran magisterio narrativo, nos humanizan a personajes como la rubia prodigiosa, que se revelan con un humor muy inteligente en algunas ocasiones procaz.
(3) En el caso de Malraux, los numerosos tics nerviosos que crispaban su cara no le restaba un ápice de aplomo, que lograba salvar con una personalidad arrolladora y un dandismo aventurero que el francés cultivaba con mucho tino. Venía asimismo, con la aureola de haber escrito La Condición humana, un libro sobre la revolución china y tenido como manual del revolucionario por muchos comunistas. Una gran novela que comentaremos en otra publicación,casi en el mismo lugar que ocupaban en el panteón revolucionario los Diez días que estremecieron al mundo de John Reed una crónica en primera persona de este periodista que fue testigo directo de los acontecimientos de la Revolución rusa y que por supuesto deformó por su prisma subjetivo de encajar aquellos sucesos.
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