Ir al contenido principal

Hotel Florida, circo ambulante y literario


Al Madrid literario le mocharon una aguja y ventanales recreados por un hado de la arquitectura, llamado Antonio Palacios. Fruto de la especulación que algunas lenguas malhadadas circunscriben al entorno más cercano de Carmen Polo, mujer del dictador Franco, el Hotel Florida como testimonio de una época aventurera iba a ceder su lugar a un espacio comercial destinado a Galerías Preciados, que también el deletéreo paso del tiempo ha condenado al desván del olvido. Es cierto que por sus estancias de buen tono, un peldaño por debajo de los dos trasatlánticos de la época de la hospedería en Madrid, el Ritz y el Palace (1), resonó el repiqueteo de la mítica Underwood de Hemingway, quien fielmente todas las noches, desde su habitación número 109 recreaba con incisivos artículos el rastro que dejaba nuestra Guerra Civil en los cuerpos y sobre todo en las almas de los supervivientes ( los muertos ni sueñan ni padecen como los vivos).



Hotel Florida, Madrid 1920
https://urbancidades.wordpress.com/2010/08/03/arquitecturas-perdidas-hotel-florida/

Eran los tiempos dorados del Florida, que se convirtió en la residencia preferida de los corresponsales de guerra, que cubrieron nuestro conflicto. Habían preferido este enclave, más cercano a los frentes y desde el cual se escuchaba lontano pero pertinaz, el tableteo de las ametralladoras. " La puerta de mi cuarto está abierta, se escucha el tiroteo del frente a unas cuantas manzanas de nuestro hotel" Confesaba un Hem que tenía esa mezcla de congoja y adrenalina que produce enfrentarse al burladero metafórico de la guerra, cuando arreciaba el vuelo de los obuses ( la cercana Gran Vía fue bautizada popularmente como Avenida de los obuses o del quince y medio por el calibre de los mismos ). Era mejor sin duda estar tentando las sábanas a cierta distancia de las refriegas del frente como reconoce Hem, dormitando y lo que nos oculta, palpando las curvas de una voluptuosa Marta Gellhorn. Una cópula incestuosa y animal, que era la comidilla en el hotel, hasta que llegó John Dos Passos y se originó la tormenta telegrafiada entre viejos amigos, no sabemos si porque le ponía en evidencia a Hem con aquella relación prohibida o como apuntan otros autores, ambos literatos se abismaron en diferencias ideológicas, debido a que el locuaz John disparaba con sus comentarios críticamente contra la República. En cualquier caso, había que tener cuidado con el futuro Nobel americano, por su propensión a boxear ante la más mínima adversidad ( en esto nos recuerda a un barbilampiño Luis Buñuel, que en su juventud no dejaba los guantes de boxing) Posteriormente Gellhorn y Ernest se casarían para consuelo de los lectores más románticos.  


Como decíamos, esta comedia de amores y de amistades aventadas se desarrollaba entre una nube de corresponsales, la flor y nata del cuerpo de enviados especiales, escritores en ciernes, novelistas consagrados o hasta el actor más que trabucaire, Errol Flynn, que maltraía a los directivos de las grandes productoras cinematográficas por sus bravuconadas. No cabía en sus estrechas mentes  que el gran intérprete tuviese tantos atributos(2) como para plantarse en una ciudad en llamas y asediada como Madrid. Por no hablar de las comisiones de Parlamentos europeos, que venían al gran parque de atracciones de la guerra, y fingían desmayarse ante la bulba de la sangre. " Serán bárbaros estos españoles". Tampoco podía faltar a su cita con el bullidero en el que se había tornado el hotel y la urbe madrileña, André Malraux. Éste formaría la famosa escuadrilla de aviones menguante llamada España,.Por otra parte, se habrá percatado el lector que en la capital se reunieron buenos histriones como Hemingway, Malraux y el que reseñaremos más adelante, Robert Capa, en los que el personaje se devora en muchas ocasiones al genio. 


Marta Gellhorn, redimió sus pasiones con Hemingway.
(Gracias a Wikimedia commons) 

¿Pero qué buscaba aquel circo ambulante de las corresponsalías entre las ruinas humeantes de una urbe asediada? La catarsis en algunos casos que les salvase de la molicie en la que se habían estancado sus carreras profesionales o quien sabe si el espoletazo que lanzase su nombre en las redacciones de los medios más prestigiosos, para lo cual, jóvenes y viejas glorias del periodismo habían tomado la decisión de ir al teatro de las operaciones de una guerra que estaba en boca de todos. Como recordaba el que luego fuese el famoso espía soviético, Kim Philby, un enardecido profesor de Cambridge hablaba del único conflicto en la cual se podía hablar de los males y bienes absolutos, lo que espoleó a los muchachos del Trinity College para que no sólo volasen con su imaginación sino a que prendiesen con fervor los máuser. El último ilustre del Florida, sería Robert Capa, el fotógrafo literario, que adobaba sus instantáneas con buenas dosis de romanticismo y que había creado el personaje del fotógrafo americano, junto a su partenaire Gerda Taro. Sabemos el triste final de ella en Brunete, pero abordaremos en una entrada, cómo recrearon la figura de un mítico fotógrafo que multiplicaba por tres la cotización de la instantánea en el mercado periodístico parisino. 





Todavía reverberan en nuestro recuerdo los testimonios de los trabajadores del Florida, que se quedaban atónitos con aquella hermosa fotógrafa, Gerda, chiquitita pero con mucha personalidad que bamboleaba sus caderas con aires de la Garbo  o con las barbas hispidas  de un Hemingway, que a pesar de la gravedad de su cuerpo rodaba ágilmente bajo una mesa con el merodeo de los Heinkel 51. Sin duda, el bombardeo tenía algo de carnavalesco como recogió el propio Dos Passos, puesto que  los pecadores salían de sus madrigueras como las bellezas encantadoras e irreconocibles sin el barniz de cosméticos, o los caballeros disfrazados no se sabe porqué motivo erótico, todos ponían sus pies en polvorosa cuando la cita ordinaria con la muerte tenía lugar en el Florida. Si nos fijamos en las ironías del destino, tiene bemoles que los bombardeos no pudiesen acabar con el hotel y la  especulación sin embargo, lo echase abajo como un tigre de papel. ¡Bendita España!


(1) Aquellos hoteles fueron improvisados como verdaderos hospitales de campaña.

(2) Los atributos de Flynn fueron descritos en  Hollywood, Babilonia de Anger y en las Memorias de Truman Capote, donde en una conversación íntima entre el autor y Marilyn Monroe, la bellísima actriz, icono de los sueños masculinos, alude a la anécdota de que Errol, la tenía tan grande que aporreaba el piano en las fiestas con su miembro, para locura de los invitados que rayaban el éxtasis. Son recomendables las memorias de Capote, porque aparte de su gran magisterio narrativo, nos humanizan a personajes como la rubia prodigiosa, que se revelan con un humor muy inteligente en algunas ocasiones procaz.  

(3) En el caso de Malraux, los numerosos tics nerviosos que crispaban su cara no le restaba un ápice de aplomo, que lograba salvar con una personalidad arrolladora y un dandismo aventurero que el francés cultivaba con mucho tino. Venía asimismo, con la aureola de haber escrito La Condición humana, un libro sobre la revolución china y tenido como manual del revolucionario por muchos comunistas. Una gran novela que comentaremos en otra publicación,casi en el mismo lugar que ocupaban en el panteón revolucionario los Diez días que estremecieron al mundo de John Reed una crónica en primera persona de este periodista que fue testigo directo de los acontecimientos de la Revolución rusa y que por supuesto deformó por su prisma subjetivo de encajar aquellos sucesos. 


Comentarios

Entradas populares de este blog

La Sociedad de la Niebla

C asi en la noche de los tiempos La vuelta al mundo en ochenta días , nos metió los demonios de las prisas y el encanto de viajar por el mundo. De la tierra a la luna , mi preferida, había avanzado más de un siglo la posibilidad de que el hombre hollase nuestro satélite. Muchos científicos se frotan todavía los ojos por lo próximos que estuvieron sus cálculos ¿Cómo lo hizo? Se preguntan sesudos.  Con todo, Julio Verne lucía esquinado en mis anaqueles, cuando Manuel Ontiveros me sacó del amodorramiento. - ¿Nunca te has preguntado por qué se adelantó tanto a su tiempo? - Señaló jubiloso a la parte más arrumbada de mi librería, a los ejemplares de Verne. -           Tenía una imaginación proverbial. -           Podría ser.-   me dijo enigmático Manuel, que parpadeó gozoso porque todavía me tenía enganchado con el misterio sobrevenido.- Pero podría ser por otra cosa. En Veinte mil leguas se adelantó a la invención del submarino ¿ Tampoco te lo has preguntado,

Los comienzos del más grande

E l micrófono valorado en más de un millón de dólares>> secretaba el televisor, que se hacía eco de un reportaje dedicado a un  cantante muy famoso. Nosotros en el duermevela de la siesta, alzamos atraídos por la noticia un párpado, para que se nos revelasen  las formas del instrumento, pero apareció aquel bulto envejecido. Antaño había producido la dicha en millones de sus seguidoras y  tuvo en el hito del Teatro Paramount , una de sus paradas en el camino de la fama. Aquella noche en cambio, el fenómeno iba a actuar en el Santiago Bernabéu . A todos los italianos les brillaba una sonrisa al escuchar su nombre, pues a pesar de los esfuerzos de su madre, una genovesa que según la leyenda renegaba de su orígenes, Frank Sinatra nunca renunció a aquellas amistades de barrio y a otras más comprometidas y menos recomendables ( Salvatore Giancana , mafioso que controlaba el ocio nocturno en varias ciudades, entre otros).    Al fin y al cabo, Frankie era un medio italiano

El anillo de Valentino

H ace mucho tiempo había escuchado una historia sobre la muerte de Rodolfo Valentino,  que nos inquietó. Danzaban las luces de las linternas en nuestros rostros por un inoportuno corte de luz que había provocado un huracán, de las decenas que habíamos soportado en Cayo Largo en los últimos años. - Era el ídolo de vuestra abuela, y cuentan que hubo muchos suicidios entre sus admiradoras, tras conocerse su muerte. En los reportajes de la época, unos camisas negras quisieron hacer los honores al féretro, pero los contrarios se opusieron, por lo que se armó una gran trifulca.  El gran Rodolfo Valentino en plena ola de éxito. -           ¿Unos camisas negras, tío? – Pregunté con mis ojos abismados en el miedo más absoluto. El huracán y esos espantajos del pasado, tan presentes en aquella estancia.  -           Sí, de Mussolini, pero no murió de una peritonitis.- Nuestro tío acrecentó el misterio con las cejas arqueadas. – O sí, pero provocado por un anillo.  Cuentan que