El requesón (asimilaciones de esperma no segregada) de algunos artistas ha
entrañado sus creaciones de una obscenidad, que a veces como esquirlas, invaden
nuestra sensibilidad. Cuadros donde la cópula asilvestrada se nos hace más que
evidente, a pesar de que nos frotemos los ojos incrédulos, o en los que el
piano sodomizado se adivina vehemente en la composición. Las dilaciones de
algunos de estos arquetipos genialoides nunca intencionadas en
el terreno de la sexualidad, debidas en parte a su retraimiento natural o a su
idilio con las musas, sea cual fuere el motivo, les apartaron de las artes
amatorias hasta edad madura. Con los años sus omisiones se transformaron
en obsesiones sexuales, delirios de epígonos de Onán, que fueron
macerando en sus obras con un barniz de escándalo. Pocos recuerdan del
joven Luis Buñuel hasta que salió de la crisálida de su
soledad en La Residencia de Estudiantes,
más que su aspecto hosco, lacónico en las palabras y sus guantes de boxeo, con
los que golpeaba el saco inclemente y exudando sudor . Acompañante
del extravagante Giménez
Caballero, que dirigía como sabemos La Gaceta literaria, una labor sin duda
titánica, el futuro director de cine parecía más bien su guardaespaldas. Decían
que el de Calanda era ágil con los jab, y a la
zaga del literato de la Gaceta, se proyectaba como una sombra amenazadora e
insidiosa. Si hacemos caso de Juan Manuel de
Prada (1), que se ha convertido en
algo mojigato y pacato, pero que tuvo una irrupción maravillosa en la
literatura, Don Luis con la fiebre juvenil se metió en más de una pelea. Más de
un despistado probó la pólvora de sus puños.
Con todo, a pesar de ser una presencia perturbadora,
más que callada, que ensayaba con golpes al aire a batir a los enemigos
invisibles y los molinos de la injusticia, Don Luis, siempre dejó claro que
había venido a Madrid para ser escritor y sobre todo atraído por los cenáculos
poéticos en los que se habían transformado los cafés de la capital. No obstante,
el poderoso reclamo de las imágenes de una película de Fritz
Lang le fueron ganando para la causa del séptimo arte.
Tanto que casi abandonó los guantes, con los que hasta aquel momento
había embozado sus manos casi de manera perenne, y asimismo sus anhelos
literarios, para desarrollar argumentos en clave cinematográfica. Nunca fue
bueno con los encuadres, con los que no se enredaba en sutilezas, sino que la
fuerza y el sello de Buñuel que le distingue como uno de los artistas más
reconocibles, estriba en la verdad y crudeza de sus historias. En muchas de
ellas, el productor sabedor de lo provocador de su cine, le obligaba a rodar
varios finales, por si las autoridades vetaban sus conclusiones poco
edificantes . Fue en su etapa de Méjico, un poco más tarde, en la época del Código
Hays, cuando grababa varios desenlaces a fin de montar o remontar (
volver a montar) aquella parte que había azorado a la censura
mejicana. Si bien no nos adelantemos a los acontecimientos. Con Los
olvidados se quemaron varias salas de cine, porque el
españolito no era nadie para poner al país frente al espejo de sus
miserias ( como curiosidad, el guión fue principalmente desarrollado por Max
Aub y el productor Óscar Dacingers). Cannes les
haría cambiar de opinión y restituiría a Don Luis en el lugar que merecía.
Porque de todos es conocida su primera incursión El
Perro andaluz (1929) junto a su compañero de La
Resi, Salvador Dalí, cuyo título no
sugiere nada de la intriga de la película, que precisamente carece de forma
intencionada y de cualquier armazón ( podéis ver en este enlace el cortometraje
que apenas supera los quince minutos https://www.youtube.com/watch?v=GwW8AckraYM ).
Como buen paradigma del surrealismo, los dos amigos de la Resi montaron una
sucesión de imágenes irracionales, que parten de dos de sus sueños. El de
Calanda confiesa al genio catalán que soñó como una nube hiende la faz lunar y
que del mismo modo, una navaja saja el ojo de una muchacha; Dalí le repone que
a él a su vez en el duermevela, le visitaron unas agitadas hormigas, que
remoloneaban en la herida de una mano - el surrealismo se adentra en la
interpretación del mundo de los sueños, donde el superyo freudiano
vacila y deja que el inconsciente exprese mediante signos, sus pulsiones más
animales, alejado de las capas y más capas de convenciones morales y sociales
que nos oprimen. En el cartel, y en el sadismo evidente que señalaron algunos
críticos de la época, podemos presentir la polémica que provocó en aquel
entonces. Pese a que ambos autores se escudasen en la inexistente censura del
mundo onírico, que sin cortapisas nos fulmina con su letanía de imágenes que
expresan libérrimas nuestras convulsiones internas.
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En la misma onda, cabe situar a la tildada de
impúdica La edad de oro (1930) (2) que
sigue el claro predicamento surrealista y que volvía a azuzar las
conciencias de una sociedad española que estaba enfrascada en otras rebatiñas y
en plena transición a la república.Recordemos el artículo El error
Berenguer con el que Ortega y Gasset condenaba
los fútiles intentos de Alfonso XIII por en un ademán lampedusiano, hacer un
guiño al cambio para permanecer aferrado a estructuras superadas. Tras una
lenta marcha desembocaríamos como bien sabemos, en el episodio más trágico de
nuestra historia. Si leemos las críticas de la época, aparecen argumentos
completamente desenfocados porque probablemente el mensaje surrealista apenas
tenía eco entonces. La edad de oro resultaba descrita de esta guisa poco más
que como una bacanal de señoritos, sin embargo, las escenas en las que las
protagonistas con trajes largos, sacerdotisas vestales del sueño, se comen
literalmente a besos a los galanes y viceversa, alimentaron la maledicencia
contra Luis Buñuel. Nadie captó lo revolucionario que suponía el amor en esta
película, dado que se convertía en el instrumento para burlar la naftalina de
las reglas morales y sociales. La edad del oro como explicaba el
realizador aragonés con su cara de arrobo y unos ojos que se le iban a salir de
las órbitas, nos remonta al falso paraíso imaginado por Hesíodo,
en el que en cualquier caso se siguen observando las mismas trabas morales. Con
escepticismo Don Luis denuncia que no existen sociedades prístinas donde no
hubiese retraimiento moral que es consustancial a la civilización.
Como advertíamos al inicio, el sexo como energía
represada tuvo una singular importancia en Salvador. El pobre artista se
jactaba de no haber catado virgo alguno mientras no llegó Galuztka, que habría
de rescatarle del celibato además de modelarle a su conveniencia. Es
verdad que el joven imbuido según sus memorias de un prurito monacal había
frecuentado los burdeles, que encontró siempre lugares bellos pero que no le
incitaron la curiosidad de perderse en sus escalinatas, sino más bien un
interés analítico. Fue con Gala, a la que regó con todo esa
acumulación de esperma, con la que se nos hizo hombre. Enseguida la rusa ocupó
el lugar en sus pinturas de su hermana Ana María, objeto de
fantasías eróticas e incestuosas. Dicen sus hagiógrafos que ambos, Gala y
Salvador abandonados a la brisa marina, con los cabellos de la rusa
meciéndose en su frente, ésta le espetó un "reviéntame"
clamoroso que puso fin a la risa frenética y paranoica de Dalí "pa- ra
si-em-pre ja-más" . Con ese acto de amor le redimió como hombre y con
sus besos acalló las voces que le decían que la asesinase allí mismo ( la
verdad es que estaba majareta del todo y Gala dominó esos impulsos criminales,
represó esa energía que el de Cadaqués inmortalizó en sus sublimes pinturas).
Todo a pesar de que aquel encuentro obedeció a las desavenencias surgidas en el seno del grupo surrealista, a raíz de las imágenes que habían interpretado como coprófagas en el cuadro El juego lúgubre. Tras ese encuentro se precipitaron en sus cuerpos, durante semanas jodieron hasta la extenuación, comunión de dos almas que no se tocaban sino es entre el abismo de los átomos. Con un palmo de narices habían dejado al director de la muestra daliniana que se exponía por aquella época en París con un un éxito rotundo. El marchante había prometido en vano presentarles al nuevo fenómeno, que estaba fugado y enamorado, y por supuesto, el que se llevó la peor parte fue Paul Eluard, el marido engañado de Gala. Salvador por su parte, rompió con la familia(3), que de moralidad más anticuada, jamás aceptó que se uniese a una divorciada. Desde entonces, las formas sexuales brotaron más ávidamente en sus cuadros debido a un surrealismo latente y al descubrimiento personal y liberador que significaron las artes amatorias de Gala.
Todo a pesar de que aquel encuentro obedeció a las desavenencias surgidas en el seno del grupo surrealista, a raíz de las imágenes que habían interpretado como coprófagas en el cuadro El juego lúgubre. Tras ese encuentro se precipitaron en sus cuerpos, durante semanas jodieron hasta la extenuación, comunión de dos almas que no se tocaban sino es entre el abismo de los átomos. Con un palmo de narices habían dejado al director de la muestra daliniana que se exponía por aquella época en París con un un éxito rotundo. El marchante había prometido en vano presentarles al nuevo fenómeno, que estaba fugado y enamorado, y por supuesto, el que se llevó la peor parte fue Paul Eluard, el marido engañado de Gala. Salvador por su parte, rompió con la familia(3), que de moralidad más anticuada, jamás aceptó que se uniese a una divorciada. Desde entonces, las formas sexuales brotaron más ávidamente en sus cuadros debido a un surrealismo latente y al descubrimiento personal y liberador que significaron las artes amatorias de Gala.
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¡Vaya clan el de "La Resi"! |
Las frustraciones sexuales también acosaron al endeble
en Scott –Fitzgerald. Tenía complejo de miembro pequeño y le confesó sus miedos
a su amigo Hemingway. Llegó con una nube de preocupación a interrumpir el
sacrosanto trabajo de Ernest, al que le jodía especialmente ese tipo de coitus
interruptus, en este caso creativos. Pero supo atisbar el rubor indecible de su
amigo por lo que preguntó qué le pasaba.
- Zelda me ha dicho que está en el sanatorio, porque
nunca le supe satisfacer en la cama.
- Y cómo es eso, amigo.
- Me dice que la tengo tan pequeña- Casi del apuro y
preso de un sentimiento de culpabilidad casi patibulario, se la enseña en el
café.
Aunque Hem, le repone lejos del ánimo pesaroso de su
amigo, que vayan al Louvre.- Allí verás que las estatuas no tienen miembros
poderosos, incluso son más pequeños que el tuyo.- Aparta la mirada cuando
Fitzgerlad vuelve a hacer el ademán de enseñarle sus protuberancias. – No, aquí
no, vamos al Louvre, amigo. Van juntos y el autor de la generación jazz sale de
su azoro.
El sexo fue muy importante, poetas que borraban en la
cumbre el pesar que le habían producido rechazos pasados, gracias al exorcismo
que representaba la masturbación. De nada le servían las damas de la alta
sociedad que se rendían a sus versos, sino que les acosaban los espectros del
pasado que debían poseer con “ la paja redentora”. Algunos como Amedeo Modigliani, no
sentían disminuidas sus fuerzas creativas, sino que se exacerbaban en el acto
de posesión. A Pablo Picasso, macho dominador le ocurría otro tanto. O qué
decir del mendicante Tolouse Lautrec o el bernardaalba de Edgar Degás. Tampoco nos olvidamos de un Orson Welles que se creyó demasiado anticuado para la sofistificación de Rita Hayworth, aunque enseguida se puso a su altura ahormando su amor en el catre. Así nos despedimos,inflamados con tanto ardor creativo.
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El genial Orson Welles se veía muy poco sofisticdo para los encantos de la superestrella Rita Hayworth |
(1) En cuanto a De Prada, le reservaremos
una publicación, para que vuelva por sus primeros fueros, que tanto nos
deleitaron ( gracias a él, recuperamos al sonetista sablista más delicioso de
todos los tiempos, Pedro Luis
Gálvez y al que la leyenda negra le acompaña, a pesar de la
semblanza noble que hizo de él, Cansinos Assens). Las
máscaras del héroe o Las esquinas del aire: en busca de Ana María Martínez Sagi
prometían una carrera literaria lanzada al Nobel. Luego el genio se secó o se
distrajo, a pesar de que le reconozcamos su oficio y su brillante prosa, no
llegó a ser lo mismo.
(2) La obra en puridad es francesa, pero
Buñuel tenía mucha resonancia en nuestro país, a pesar de que hubiese ido en
peregrinación a París, donde se integraría con su amigo Dalí en el movimiento
surrealista. Con Dalí hubo muchisimas divergencias.
(3)Su progenitor como notario en sus
cabales había dejado bien claro a su hijo, que la bohemia podría
ejercerse con una agarradera como la Academia de San Fernando, de la que salió
escopetado para disgusto del padre. Decidido a que se encaminase de forma
seria, emigró a París la meca del arte de los albores del siglo XX, acompañado
de su familia. Así visita a Picasso, al que confesó que había decidido
visitarle primero a él, antes que acudir al Museo del Louvre ( en sus
memorias recuerda que se mostró tan reverencioso como si don Pablo fuese el
mismísimo Papa).
Grande esta entrada que le has dedicado al "chien andalou" de Buñuel y Dalí. Que sepas que lo visioné hace muchos muchos años, junto con otras obras suyas primerizas y fetiche: "La edad de oro" y el seudo-documental "las Hurdes, tierra sin pan". Mucho después acabé viendo toda su obra, ya que no en vano es mi cineasta favorito, lo mismo que sus compañeros de la Residencia de Estudiantes: Dalí y García Lorca.
ResponderEliminarComparto con sumo gusto tu estupenda entrada y espero que los lectores la disfruten tanto como yo. Besos y feliz semanita :-))
Quería decir que Lorca y Dalí también son de mis artistas favoritos, uno como poeta y el otro como pintor, es que tal y como lo escribí antes... jeje
ResponderEliminarPor cierto,me alegro de que hayas salido indemne de tus obras.Ahora a disfrutar.
EliminarGracias por tus siempre interesantes comentarios.Curiosamente no había traspasado el velo de histrionismo y de los análisis fríos que hacíamos de la obra daliniana,hasta que no se humanizo.Esto es,cuando comprendí al hombre,disfrute de su obra.Por ejemplo,guardando las distancias,me sobrecogio la misteriosa naturaleza de la materia y antimateria.O su celibato,toda esa energía amansada que debía brotar.Tenía el talento de su admirado Rafaello y eso lo sabían los surrealistas,que no pudieron prescindir de Dalí a pesar de sus más que notables diferencias.Y luego Lorca y Buñuel....nunca en tan corto espacio de tiempo y en una distancia tan reducida,compartieron anhelos artistas tan grandes.Fue un encuentro cósmico como dijo Ian Gibson.
ResponderEliminarYo también tengo mi historia personal con Buñuel, sobre todo con el film "Ese oscuro objeto del deseo" que un día, cuando la motivación me lo permita, reseñaré. "Los olvidados", "Tristana", "Belle de jour"...todas ellas cargadas de fantasmas personales y obsesiones, me fascinaron.
ResponderEliminarTodos ellos, mantuvieron relaciones -no voy a decir raras- pero sí, singulares. Y es innegable que Gala lo fue todo para Dalí. Me habría encantado conocerla.
Muy buena entrada Sergio.
Un abrazo.
Muchas gracias,Marybel.Esperamos ansiosos tu publicación.
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