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El amigo torpón


Para el primer paso había que comprar víveres suficientes para una semana o ayunar. También era necesario, para evitar las visitas inoportunas, avisar que uno no estaba disponible para nadie o que salía de viaje por una semana, o que había contraído una enfermedad contagiosa" ( Estrella distanteRoberto Bolaño) . De esta guisa se nos describe la atmósfera creativa de un movimiento literario de extrema derecha expelido por supuesto por la selvática imaginación del gran Bolaño, que requiere ante todo reclusión. Había que ser un ermitaño, defecar sobre los grandes clásicos e incluso devorar sus hojas para que su genio se transmutase en nuestras manos febles en inspiración, que a resultas de los ojos observadores del escritor chileno, suponía una aspiración demasiado frágil, que cualquier insensato podría romper en mil añicos.


La soledad creativa

  
Aparte del trasgresor movimiento literario, las visitas inoportunas que truncaban una racha creativa han degenerado en un tópico literario por lo que vamos a descender unos peldaños de esta fiebre creadora expoliada en esta publicación. A veces, los visitantes rozaban los horarios intempestivos u obscenos - una puerta aporreada en medio de la noche, que violaba el recogimiento que preferían algunos plumillas noctámbulos, porque su casa estaba dominada por el silencio y su labor se prestaba a menos interrupciones, acababa acarreando que el frenesí creativo del escribano se encogiese definitivamente. "¡ Malditas visitas!" rezongaba el afectado, inmisericorde por más que simulase una reverenciosa actitud. A Fiodor Dostoievski los perdularios le venían a pedir dinero en sus cuitas de jugadores, o a saldar viejas deudas. No nos imaginamos cómo le explicaría a su sufrida esposa, que lo suyo con el juego estaba superado.” No, cariño, si lo del juego está olvidado” Mas si se trataba de un crítico, con el que se había tenido más de una controversia, se despertaba a toda la casa. A ver si halagándole y agasajándole se lograba una entente cordiale en la columna de la crítica, con la que tener algo más de árnica para las obras del autor. Cuando se producían en "horas más cristianas", también se hacía aguardar a la visita si se consideraba inoportuna, para que comprendiese que los habitantes de aquella morada colmada de arte, ejercían la inspiración de las musas como  funcionarios escrupulosos. Así disuadían futuras entrevistas llenas de inoportunidad.

En este sentido, la casa de Juan Ramón Jiménez representaba para los modernistas el sanctasanctórum de su movimiento y acudían por tanto al encuentro del maestro con unción los hermanos MachadoFrancisco Villaespesa y Rafael Cansinos Assens, un chambón por sus movimientos de gigante bonachón, callado pero muy observador. Poco tiempo después, dará buena fe como testigo impagable en La novela de un literato de los movimientos literarios, poéticos  y periodísticos españoles de la primera mitad del siglo XX. Su bellísima prosa  se convierte en una de nuestras referencias obligadas para comprender la época, a caballo de la biografía y sobre todo del testimonio, que nos hará disfrutar de una constelación de brillantísimas generaciones (nuestra Edad de Plata). Es curioso como decíamos, que dicha peregrinación a la casa del mentor de los modernistas diese distintas perspectivas en el imaginario de la época respecto a  Juan Ramón, según quién acudiese. Para Cansinos Assens, conocido por la bonhomía con la que trataba a sus epígonos aspirantes a rapsodas, Jiménez recibía con mucha deferencia a sus admiradores. Esperaban un ratito en el zaguán a que su venerado maestro se acicalase, era muy coqueto, para que apareciese como una vedette de sonrisa bruñida bajando las iluminadas escaleras. Peroraban sobre casi todo, e incluso del epistolario que se cruzaban, ya que hemos de decir, que pese a su fecunda actividad intelectual, Don Juan Ramón dedicaba muchísimo tiempo a leer los centenares de epístolas de admiradores y meritorios que buscaban su consejo. Desafortunadamente no atendió a todas las misivas y hubo omisiones, fruto del azar y del cúmulo de folios que le llegaban ( recordemos el episodio de la carta de Miguel Hernández ).



Cansinos, gran maestro de nuestras letras


Sin embargo, la figura de prócer de las letras del onubense, se ve algo menoscabada por el traje que le hizo Don Rafael Alberti en su magnífica La arboleda perdida, trilogía biográfica, muy desteñido por cierto. El de Puerto de Santa María, rapsoda soñador, farfullaba sobre el guía de los modernistas que escamoteaba las visitas, fingiendo enfermedades o reflejando su mal café sin apenas disimulos. En su descargo reconoce Alberti, vaya el eximente de que le solían interrumpir en pleno éxtasis lírico, para importunarle con chorradas o las últimas comidillas literarias y políticas. No obstante, estamos seguros de que quizá el término medio refleje más fielmente la realidad de los hechos; el propio Jiménez hablaba de su Torre de marfil en alusión a la soledad de la que se imbuyó cuando escribía. Desde luego, escribir es una una actividad solitaria, que nos vuelve hoscos y nada mundanos. Así que creemos entonces más ponderado aseverar que dependiendo del momento, y sobre todo de quiénes fuesen los invitados, la reacción del premio Nobel cambiase ostensiblemente. En cualquier caso, a él le perdonaríamos todo, puesto que siempre le recordaremos por haber llenado nuestra infancia de ternura con Platero y yo. Cuántos iniciados dieron sus primeros pasos por este fabuloso cuento con ribetes rimados, para luego adentrarse en la poesía, en un país que como Alberti advertía, las tiradas con más de quinientos ejemplares vendidos significaban un éxito arrollador para los seguidores de Safo. Se compraba la poesía de Jiménez pero para que los lomos de su encuadernación, adornasen los muebles de la clase media y no sus cabezas vacías.


Con todos estos recuerdos pululando, chupaba la tinta de mis dedos con gozo, y revolví las hojas en mi pequeño cuaderno de anillas, donde apunto a vuelapluma mis ocurrencias, rebuscando palabras sonoras como mi admirado Andrés Trapiello, quién sabe si para hacerlas rodar cantarinas en otros escritos, que prolonguen su demediada existencia ( muchos ríos de tinta ha destilado la inclusión de Trapiello en la comisión de la memoria histórica del Ayuntamiento de Madrid, algunos dicen que le han embaucado, otros que es demasiado conservador y que será clemente porque en su esplendente y de obligada lectura Las Armas y las letras fue en exceso condescendiente con los escritores del Movimiento). Como decía, en otras ocasiones las musas me visitan, murmurándome celosas un argumento que paso a mi cuadernillo para que su  estructura no se deshilache y se vuelva luego tan etérea que se me haga inasible a la hora de posar mis dedos sobre el deletéreo teclado que casi siempre asesina mis felices ideas ( siempre en estos trances me acuerdo del malogrado Eduardo Galeano, que cortaba a sus amigos en lo más álgido de una conversación, para anotar sus hallazgos, que vertía en su cuaderno que hacía las funciones de misal negro, por el deleite casi vicario con el que apuntaba sus ocurrencias o palabras bien sonantes). Pues un día, retrepado en mi sofá revisaba las notas mientras tomaba el café y me organizaba mentalmente para abordar sin mucho desatino unas páginas de una novela inconclusa, Alamedas carmesíes que para no ser demasiado onanistas, explicaré que surgió a raíz del extraño ofrecimiento de un apergaminado editor. Por fin creía ver la luz, menudo fiat lux, tras mis penosas peregrinaciones por los comités de lectura, un milagro me había hecho flanquear semejante obstáculo, hasta que apareció Ontiveros, mi amigo. Que se aburría en su casa, me dijo arrobado en su eterna sonrisa adolescente.


Eduardo Galeano y su mítico cuaderno,
entrevista a un guerrillero

Le repuse con ardor que estaba intentando acabar la tesis, y que había dejado plantada a mi mujer con el niño en el parque para rematar la faena, así que si me dejaba, le estaría agradecido. Pero conocedor de mis costumbres, vio mi misal-cuaderno negro entre mis manos, donde sobreviven mis ideas y vagan hasta morir frente a la pantalla del ordenador.- ¿Qué te traes entre manos, amigo? Nada de tesis, seguro.- sonrió puesto que me había cogido en un renuncio, y no soltaría tan fácilmente la presa. – Me debes una obra, Muna.- Entonó jocosamente. Mientras Onti me hablaba, imaginé que el periplo por esos tediosos grupúsculos con el fin de publicar, hubiesen merecido una novela. Se asemejan a ese vigilante de Kafka que en El Proceso y dentro de esta novela, en el relato Vor dem Gesetz ( ante la ley) está acodado en la jamba de una puerta  que otro individuo desea traspasar ( ese individuo sería yo). La enseñanza del cuento viene a mostrarnos la irracionalidad de la burocracia, que nos impide en ocasiones traspasar determinadas barreras. El individuo que quiere franquear la puerta pierde todo resuello, la muerte repta por todo su cuerpo, cuando el vigilante que contempla a su oponente exangüe de fuerzas, coge la silla, la repliega y se va. Demasiado tarde como era mi caso aquella tarde.- Muna, despierta, te acuerdas que íbamos a adaptar Corazón de perro. Sería una obra muy apropiada con el problema de los desahucios.

-          Todo lo contrario- Le reprendí cariñosamente por lo inapropiado que me pareció una obra que hacía mofa del instituto de la vivienda soviética y de sus ocho metros vitales per cápita. No obstante, es una historia larga de contar, que arrumbaremos para otra publicación. He de decir, que Manuel Ontiveros es un actor amateur, que creyó hallar su trampolín en el Tartuffo de Moliere, aunque rumiaba para mi cuando me dijo que se acabó suspendiendo la función por rencillas y motivos diversos” pero Onti, cómo se te ocurre estrenarte con el gafe universal, Moliere, ¿sabes por qué es gafe el color amarillo en los escenarios?” No llegué a orear mis reflexiones en voz alta, dado que en mi amigo afloraban las lágrimas por la oportunidad perdida, que es como un tren que se fuga en tus retinas con todos tus anhelos. No seré sañudo con la pompa de las semanas anteriores, mi querido amigo es tan fantasioso que se veía en Broadway y conmigo en sus ensoñaciones, de libretista. Siempre ha soñado a lo grande o tenido delirios.


Y puse sordina a las acometidas oníricas de Manuel, gracias  a que fervoroso, evoqué al amigo plasta que asediaba a Ernest Hemingway, sobre todo para joderle se deduce de la lectura del americano, el climax creativo. Este amigo es un escritor frustrado, y se planta gozoso porque sabe que va a interrumpir la labor creativa, delante de Hem que buscaba en el calor de los cafés la inspiración. El juntaletras se había rodeado de todos sus fetiches, una pata de conejo, la pluma rebosante de tinta, y el olor a folio recién cortado, hasta que aparece a reventar el ritual la visita insospechada. La conversación se tensa, mientras el amigo le pide consejo, acuerdan que se haga crítico, que para eso cualquiera vale, pero que no vuelva a ese café que se había tornado en el santuario del narrador americano. Así se dan la mano y parte el espantamusas, medio convencido de que su existencia no es tan superflua. En todo caso, Hem tenía una teoría que he visto refrendada por algunos autores y por otros matizada, relativa a la competitividad que existe entre los escritores, que ha deparado deliciosas estampas en la historia de la literatura. Por ejemplo, la rivalidad de Robert Graves y George Bernanos que les hizo revivir la Gran Guerra en sus relaciones personales (ambos fueron ex combatientes). Como es largo el tema, les emplazaremos a una próxima publicación.



La torre marfil de su cabeza



Comentarios

  1. Suculenta entrada nos dejas, Sergio, tratando de escritores de tanta talla como todos los que mencionas. A la mayoría los he leído, a Juan Ramón Jiménez, a Moliere, a Hemingway, a Kafka, a Alberti, a Miguel Hernández, a Dostoieski, pero sin embargo nunca ha caído nada en mis manos de Roberto Bolaño ni de Eduardo Galeano, así que me tendré que buscar obras suyas para ponerme al día, jeje.

    Comparto esta entrada estupenda y concentrada hoy que he tenido tiempo para leerte, porque no creas, tus textos son enjundiosos y precisan tiempo para leerlos y para asimilar tanta infomación como en ellos agregas. Besos y feliz finde ;.))

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    1. Bolaño es muy grande,todo un fenómeno literario.El se definía antes que narrador,poeta prosaico y dijo crecer de las umbrosas ramas de la poesía de Nicanor Parra.De sus novelas te recomendaría Los detectives salvajes donde entrevera ficción y realidad del movimiento poético del infrarrealismo.Muchas gracias por tus comentarios,siempre tan lúcidos y es verdad que me gustaría reducir la extensión de mis entradas,porque algunos amigos me han dicho sotto voce,que les encanta leerme pero que son publicaciones en aluvión,con muchos hilos que si se quieren seguir,exigen mucho esfuerzo.

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  2. Perdona,Dalia,el que no debes dejar pasar es a Cansinos Assens.De hecho Borges sostenía muy injustamente por su afición a la literatura inglesa y algo menos a la francesa,que en España no había prosista salvo Don Rafael.Había estupendos narradores,pero es verdad que el fundador del ultraismo es un escritor prodigioso.Te recomendaría sobre todos La novela de un literato de Cansinos Assens.

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