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Bolaño salvaje




Antes de empezar, con el llamado último maldito de la literatura, Roberto Bolaño, que baqueteado recorrió los inframundos de la poesía mejicana, y cuyos avernos tan bien plasmó en sus Detectives Salvajes, deberíamos narrar mis piruetas de funámbulo para que recayese en unas manos del todo inhábiles una sección de cultura de una revista de tirada media (ambos hechos guardan relación y alguno me motejará de paracaidista, intruso, aventurero). Con afán amateur de las letras, escribí un artículo técnico del funcionamiento del sistema bancario europeo, en el que desvelaba desde mi punto de vista los arcanos en los que se engrana la causa de tantos de nuestros desconsuelos durante la crisis. Quizá llegaba a conclusiones viciadas en el mismo, no caeré en esa especie de onanismo intelectual de muchos economistas, que revisten sus hipótesis de la aureola de la única verdad. Pero más allá de  las disquisiciones económicas, casi siempre bizantinas, aquel artículo le encantó al director de la revista. Según me confesó le había fascinado el prisma desde el que lo había abordado; autores por los que había discurrido un centón de años, cobraban voz en mis reflexiones escritas. A bocajarro le recordé delicuesciente que El Quijote estaba muy confundido cuando decía "Ya en los nidos de antaño, no hay pájaros de hogaño"(1). Se quedó tan perplejo que no supo salir de su laconismo. 

El caso es que  este director venía rumiando la creación de una nueva sección cultural, para quitarle la pátina de casmodia a los artículos eminentemente técnicos del magazín, de modo que me endilgó el encargo de darle contenido a su idea. Es verdad que tuve mucha libertad a la hora de confeccionar la sección hasta que el director llegó un día con su rostro grande como una luna, corolado de un penacho gris, y me recordó que no se entrometía en mi trabajo, pero que había leído un libro que le había abrumado y que por supuesto podría ser una estupenda reseña para el apartado de críticas. Amante de las letras, Don Hermenegildo por ponerle algún nombre, cuidaba con primor sus libros, si bien, un rastro de polvo encimaba el ejemplar de 2666 que me alargó. Que se me escapase de mi radar Roberto Bolaño, golpeó entonces mi vanidad de lector compulsivo. Aunque como insinuaba Bolaño, pese a nuestra vanidad, ni de los más grandes escritores quedará rastro, volarán a las penumbras del olvido generaciones enteras de literatos, " no vemos que se va a extinguir el sol", cuanto más habremos de ser humildes desde el otro lado de la literatura, la lectura. 



Aldabonazo póstumo de Bolaño  en EEUU


Sin embargo, estas ausencias tan flagrantes envilecen nuestros currículos de lectores, cuando además, analizando un poco la propia historia de 2666, ésta se había convertido en un verdadero aldabonazo editorial en EEUU. Muchos escritores de habla inglesa se habían lanzado en tropel a por las galeradas que no habían pasado por las prensas; era tal la avidez que había despertado la novela póstuma del chileno, que hasta la rutilante estrella de la televisión Oprah Winfrey había confesado que uno de sus privilegios como celebridad, aparte de que le cerrasen museos para una contemplación reposada de las obras, sin la multitud que revolotea como moscardones entre goyas, había sido leer la novela de Bolaño antes que nadie en Norteamérica.  Se envanecía de su logro, y lo mejor de todo, es que el libro no podría defraudar, porque tiene las hechuras de obra cósmica. Se le ha comparado con Cien años de soledad, quizá pequemos por exceso, si bien, la obra en su conjunto de Don Roberto, perenne con su gabán  y las solapas volteadas aunque hiciese canícula en Barcelona, es de lo más apabullante que se ha editado en los últimos cuarenta años. 

De ahí, que el fenómeno Bolaño, al que le rechazaron no pocas novelas para su desespero se alargase y conquistase muchísimos espacios tras su muerte. 2666 por ejemplo es una obra póstuma, también El Tercer Reich, escrita en 1989  y que comienza con ecos de novela juvenil, por su personaje aficionado a los juegos de guerraclaramente el alter ego de Roberto ( ¿quién no recuerda El Día más largo, La Batalla de las Ardenas de juegos NAC? ) . Con todo, ese engendro literario, a priori muy ligero, te va atrapando con una atmósfera de misterio  en un lugar tan prosaico como las amuralladas costas españolas y catalanas, donde crecen hacia el cielo las colmenas de turistas (Félix de Azúa hace esa comparativa al referirse a la obra de Juan Benet y a los prólogos de modo genérico, que condicionan al lector antes de comenzar, a veces, no nos dejan percibir como las altas colmenas la verdadera dimensión del libro que anticipan). Personajes como El quemado, el amigo que muere, los maltratos, la presencia de la omnipresente Frau, dueña del hotel, que parece no envejecer, son la telaraña de la literatura de Roberto, que empezó a evidenciar desde sus primeros céfiros creativos.



El conocido wargames del Desembarco de Normandía
(gentileza de la página web www.elreinodelos juegos.com)

Siguiendo con los rasgos de nuestro escritor, él insistía de forma incesante, que de tocarle un boleto, lo más natural y lo que nos pide el cuerpo, más que escribir sería leer. Precisamente Bolaño, que había idolotrado las vidas de los más caducos trovadores, por su entrega y sus excesos, desde las alturas del éxito repudiaba su oficio, causante de muchos de sus dolores físicos. En una especie de Retrato de Dorian Gray, se observaba a si mismo en un espejo  como un odre viejo y todo por la somatización de sus píldoras literarias, por su vagabundear con la fiebre novelera, comisqueando lo que se podía y que tan bien trasladó a sus libros, o por proferir como poeta un verso de manera lenta.  Al igual que Fiodor Dostoyeski (2), escribía por pagar deudas y asegurar un futuro a sus hijas. 

Perdón, por los largos incisos, volvamos con toda humildad al día que nos topamos por primera vez con Bolaño. De reojo, el director estudiaba y leía meticuloso mi reacción; arrellanado en mi silla le repuse que por supuesto  le reservaríamos un lugar en la sección de críticas y enterré el ejemplar de 2666 entre la barahúnda de papeles que flotaba en el escritorio.Era verdad que le debía la crítica y éste fue mi primer contacto con el gran Bolaño, que me hipnotizó desde las primeras letras. La creación de ese personaje mítico, Benno Von Archimboldi que según algunos estudiosos de la obra del autor chileno, guarda muchas similitudes con una bestia guardián del campo de concentración de Buchenwald, y la muerte que ronda trágica sobre ese trasunto de Ciudad de Juárez, donde la vida de las mujeres no vale nada, casi me noqueó por esos afiches desbordantes de violencia. Es fácil por otra parte, cuando hundimos nuestras pupilas en sus novelas, llegar  a la conclusión de que una de las obsesiones más febriles de Bolaño, fue la Segunda Guerra Mundial.  En  El Tercer Reich  su prolongación en la ficción, se excusa de su obsesión aparente por todo lo que concierna  a los nazis, no es admiración, subraya. Lo más curioso de toda la creación de Don Roberto, es la capacidad con la que recrea atmósferas donde se entremezcla la ficción que aparentemente es realidad. Así inventa movimientos poéticos que describe con tanta firmeza, que toman contornos reales en las retinas del lector. No es el caso de Detectives salvajes, donde tira de recuerdos: el poeta del visceral realismo que fue y que prorrumpió en una conferencia de Octavio Paz , para recordarle que era el formol de la literatura. En segundo lugar, identificamos los manejos ambiguos del destino en sus personajes, que nos evocan la maestría de Borges. El argentino jugaba con las palabras como cendales de desaliento y la incertidumbre caía sobre el final de los personajes de sus estupendos relatos. Junto a Cortázar, y pese a la renuncia de Bolaño como visceral realistas a lo antiguo, la influencia de estos dos monstruos de las letras hispanoamericanas es notoria en la ejecutoria del chileno. 


Don Jorge evidenciando su mala visión

En cualquier caso, nuestro escritor se quejaba del escaso eco que lograba la literatura de su país  en España, verdadero rompeolas de la edición en lengua hispánica, que se concentraba fundamentalmente en Barcelona. No es extraño que el gran Mario Vargas LLosa ,que olfatea el éxito muy en la lontananza, se dirigiese allí pasados los años cincuenta, puesto que del mismo modo que París se convirtió el referente literario de Sudamérica en la primera mitad del S. XX, Rubén Darío peregrinó a la Ciudad de la Luz,  Barcelona asumió ese papel después. Más tarde aún, y por su vida trashumante, Bolaño llegó a la Barcelona de Carmen Balcells y de su amigo Jorge Herralde. Como decíamos, lamentaba la levedad de la denominada nueva literatura chilena, lo que le granjeó numerosos enemigos en su país, porque no se evadía de la polémicas en aras de la concordia, si creía que faltaba a la verdad en cuestiones literarias. Aun cuando la narrativa vivía sus horas más bajas, Bolaño pensaba que gracias a la sombra voluptuosa que representaba Nicanor Parra, la poesía recobraba viejos pujos en su tierra. 

Como él mismo reconocía, y Enrique Vila- Matas, uno de sus grandes amigos en estos oficios había atestiguado, aparte de la obsesión hilarante por la IIGM, dos ejes vertebraron el resto de su labor creativa. Por un lado el golpe de estado en Chile, así late  el cainismo en la inquietante Estrella distante, con una encarnación del bien/mal del poeta/represor representado Alberto Ruiz- Tagle / Carlos Wieder, que con los evanescentes apuntes del personaje narrador, se va perfilando como la odiosa encarnación del maligno en nuestras retinas, hasta que culmina el crimen de las hermanas poetisas. También le marcó La matanza de Tlatelolco, que le sirve de légamo para crear la más que angustiosa Amuleto. A Roberto parece que le fuese persiguiendo la historia, o que por lo menos saliese a su encuentro con gallardía, puesto que de los dos últimos acontecimientos históricos, fue testigo directo.  



Militares durante la matanza de Tlatelolco


Recordemos antes de despedirnos sus manos siempre cosidas a un cigarrillo, sus inconfundibles quevedos, y el cabello de caracola, que daba sin duda la imagen del poeta noctámbulo, que con tanto afán buscó. Desde chico, había modelado sueños quebradizos que tomaron forma gracias a su gran tesón, porque si de algo estaba convencido aquel muchacho etéreo, fue que él quería vivir como un poeta. Su dramática y súbita muerte agrandó su figura. Todavía nos conmueve observar sus garabatos en las portadas de los cuadernillos manuscritos, donde garrapatea sin pudor que como vigilante de camping, había llegado a las siguientes reflexiones en forma de poesías, relatos, novelas cortas. No se escondía de sus oficios humildes, que desempeñó mientras rodaba la noche delante de sus ojos y que como entrañable compañera, le susurraba sus estupendas historias. Por favor, no caigamos en nuestros prejuicios, cuando un guardia de seguridad se dirija a nosotros, ya que podríamos estar hablando con el próximo Roberto Bolaño. La literatura crece selváticamente en las cabezas más insospechadas. 


(1) No quiero ser excesivamente críptico, y el lenguaje del Quijote a ratos se nos revela pesadamente, aun cuando esconde todo un mundo de sabiduría. Lo que viene a decir este refrán - el refranudo es Sancho Panza, mucho más sabio que el venturoso caballero- es que no encontraremos en los nidos antaño, esto es en el pasado, referencias para el presente. Cuando dije que  se equivocaba, era porque evidentemente, y no es que adolezca del síndrome de la Edad de oro, creo que en el pasado se hallan enterradas muchas de las claves para entender el mundo moderno, sobre el que recaen capas de complejidad y por qué no decirlo, grandes dosis de ombliguismo. Como Narcisos nos miramos en nuestros maravillosos mundos modernos, que sin percatarnos han recorrido unos caminos y atravesado muchos cruces, donde de tomar otros vericuetos, nuestra realidad se hubiese ahormado de manera diferente. Bucear en el pasado es desandar, y preguntarnos si cuando hace siglos, se decidió emprender un camino, quizá no se tratase del más conveniente. 


(2) En el caso del ruso que había asumido las deudas de su cuñada, al morir su hermano y al ser buen noctámbulo, se bebía un té. Luego se despedía ritualmente de su familia, para adentrarse en las oscuridades de su gabinete, con dos velas que creaban el círculo mágico de luz, donde componer sus fabulosas novelas. Lo decía la mujer de Fiodor, si su marido hubiese tenido la capacidad de revisar sus obras -quizá le hubiese restado frescura- su legado artístico hubiese refulgido con mayor violencia en el firmamento creativo, aunque tenía que producir y producir, inventar historias que nos han conquistado por su verdad. El jugador pese a lo que discuta Benet, que se equivoca completamente con el ruso, refleja el alma del ludópata, que era en realidad el reflejo acre del mismo Fiodor. El jugarse el todo o nada que tanto atrajo a Bolaño.  

Comentarios

  1. Tus entradas tienen vocación de vastedad, tal es la cantidad de referencias. Siempre encuentras medios para expandirte y agregar elucubraciones en la que todo se vincula. Excelente!!
    Lo peor que le puede pasar a un artista, es lo que sus herederos harán con su obra. Es obvio que todo lo que un escritor escribió debe ser publicado antes o después, siempre -claro está- que se respete su voluntad. Y hasta donde yo sé, "creo" no fue el caso. A Bolaño, lo mismo que a Cortázar y a otros tantos, le han sacado hasta las listas de supermercado...(??)
    Un abrazo Sergio y gracias por compartir tan generosa información.

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  2. Muchas gracias, Marybel por tus comentarios. Efectivamente, el legado de Roberto Bolaño se ha convertido en oro líquido. Muchos de sus prosélitos se inflaman con un simple garabato del autor, pero es verdad, que he intentado encontrar un resquicio de improvisación en Bolaño, y hasta en sus obras menos rematadas, brilla muy por encima su literatura. El caso de Dostoyevski también es muy paradigmático del escritor uncido a la rueda productiva, que entregaba sus preubas a tiempo de pasar por las presas, o en el cine Buñuel, que devolvía dinero a los productores y jamás sobrepasó los plazos proyectados ( le acusaron de ser un "magnífico mal realizador"). Aunque nos podemos ir al otro extremo del espectro creativo, donde los literatos más cansinos causaban verdaderos dolores a sus editores, porque se aferraban a sus manuscritos de manera vehemente. Se me ocurre Raymond Chandler, que era enfermizo, Picasso en el arte, por dar unos ejemplos. Otra cosa, es cómo se ha explotado el legado de Bolaño, que es manifiestamente mejorable.

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  3. Y siempre digo de tus críticas, que estarían perfectamente a la altura de cualquier dominical de prensa de tirada larga. Son muy brillantes y nos iluminan realidades que escapan al gran público, aunque no a una observadora experta como tú. Un abrazo, y sigo leyéndote con mucho gusto.

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