La editorial RBA para solaz de los seguidores de Dashiell Hammett recuperó hace unos años un magnífico cofre, repleto de sorpresas y sobre todo de los
relatos del aclamado autor desperdigados en las distintas editoriales del género negro como Black
Mask (1), que publicaron sus obras. En este sentido, Disparos en la noche no resuena
con la oquedad de las balas perdidas, muy al contrario, junto a un prólogo
vibrante de Enrique Hériz, su traductor, inmejorable oficio por lo demás para ejercer la
literatura y darle una pátina de buena prosa a cualquier engendro, podremos disfrutar de la evolución
del gran escritor de novela negra, en el que se intuyen las maneras y formas
que irremisiblemente desembocaron en su creación más perfecta, El
Halcón maltés. El ídolo español, El Halcón maltés, un tótem o figura
que por su valor perturba a quien se le arrima y es objeto de más de una
tenida, inspiró una fabulosa película de John Houston, sin duda el mejor Houston que es decir mucho, el enamorado secreto de Ava Gardner, que cuando se cansaba de sus halagos, venteaba ráfagas de malas pulgas y mandaba al cineasta a que se consolase de sus ardores con jovenzuelas veinteañeras. La actriz macerada por numerosas madrugadas de excesos, no había disminuido ni un ápice su atractivo.
Huelga decir que en la versión de Houston participó Humprey Bogart, que encarnó como nadie el papel del duro detective Sam Spade, que tanta influencia tuvo en las generaciones venideras. Ni siquiera un magistral Robert MItchum en la piel de Philippe Marlowe se le acerca, pero son con todo apreciaciones muy personales. Tampoco nos olvidamos de la interpretación de la partenaire de Bogart en el filme,Mary Astor, cuya voz grave estuvo cerca de arrumbar como un descolado mueble viejo su prometedora carrera. Una mujer de aspecto frágil que sufrió la transición al sonoro como pocas estrellas. Su habla masculina era un verdadero dolor en el sonoro, destruiría la carrera de cualquiera: el representante de la señorita Astor le recomendó que se orientase hacia el mundo del canto, por la rotundidad de sus cuerdas vocales. Afortunadamente, el inveterado director la rescató del ostracismo, pero fue verdaderamente el arquetipo de mujer fatal muñido por Hammett que se adaptaba a su extracorpóreo gorjeo, lo que hizo brillar a la angelical señorita Astor de nuevo. No en vano, como dice Enrique Hériz, muchos de los personajes de Hammett parecen urdidos en el tópico más recalcitrante, aunque la mujer de una belleza que perturbadora tienta al héroe para que emprenda el camino pecaminoso, aparece por primera vez en sus relatos y en sus novelas.
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Huelga decir que en la versión de Houston participó Humprey Bogart, que encarnó como nadie el papel del duro detective Sam Spade, que tanta influencia tuvo en las generaciones venideras. Ni siquiera un magistral Robert MItchum en la piel de Philippe Marlowe se le acerca, pero son con todo apreciaciones muy personales. Tampoco nos olvidamos de la interpretación de la partenaire de Bogart en el filme,Mary Astor, cuya voz grave estuvo cerca de arrumbar como un descolado mueble viejo su prometedora carrera. Una mujer de aspecto frágil que sufrió la transición al sonoro como pocas estrellas. Su habla masculina era un verdadero dolor en el sonoro, destruiría la carrera de cualquiera: el representante de la señorita Astor le recomendó que se orientase hacia el mundo del canto, por la rotundidad de sus cuerdas vocales. Afortunadamente, el inveterado director la rescató del ostracismo, pero fue verdaderamente el arquetipo de mujer fatal muñido por Hammett que se adaptaba a su extracorpóreo gorjeo, lo que hizo brillar a la angelical señorita Astor de nuevo. No en vano, como dice Enrique Hériz, muchos de los personajes de Hammett parecen urdidos en el tópico más recalcitrante, aunque la mujer de una belleza que perturbadora tienta al héroe para que emprenda el camino pecaminoso, aparece por primera vez en sus relatos y en sus novelas.
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Mary Astor, su transición al sonoro fue una verdadera vía dolorosa |
Hace poco un escritor de renombre nos confesaba a un auditorio apelotonado en torno a su mesa, que Bogart había sombreado de
incertidumbre sus años mozos. En qué pensaría mientras se aferraba en la escena a una
colilla moribunda, boqueando estelas de humo azules, para proferir con una parquedad encomiable las palabras justas. Fue desde luego algo a imitar por los ahora sesentones: únicamente decir lo
imprescindible para captar la atención de la chica guapa del barrio. En aquella tertulia que se celebraba en el Centro Cultural Gloria Fuertes de Madrid, el escritor se rendía ante la locuacidad del actor que decía mucho con pocas palabras, hasta que alcé confuso el dedo, a fin de aclarar que se refería a los sagaces diálogos de la novela negra, y en este caso a Hammett y a su epígono más conspicuo, Raymond Chandler. Eran tan brillantes y cuidadas sus conversaciones, que muchos directores y guionistas se limitaban a plasmarlas fielmente según aparecían en
las propias novelas. Es sabido que Dashiell se ganó un hueco entre la dura fauna de los guionistas, que florecía por aquel tiempo en la meca del cine, y no
es de extrañar dado que su estilo narrativo poseía mucho de los rubros cinematográficos. Con todo, fueron los tiempos del guión literario y de la respuesta redentora. ¿Quién no soñó frente a la realidad de nacionalismos del reñidero europeo de la IIGM reivindicar como Rick en Casa Blanca, la nación de los borrachos? I walked with a zombie del gran director de cine Jacques Tourneur, en la que la noche la pueblan espíritus extraños al mismo tiempo que los protagonistas en una embarcación zarandeada mansamente por una calma chicha, hablan de las estrellas como posibles fósiles errantes. La muerte acecha hasta en los diálogos, palabras furtivas y caras arreboladas por el frío nocturno. Sin duda, antiguamente los guiones destilaban una poesía que unos pocos nostálgicos añoramos.
Pero los diálogos no son hallazgos fugaces, como nos consta a través de los testimonios que de la vida y del oficio de Raymond Chandler nos han dejado personas de su entorno. El otro divo de la novela negra tenía fama de
obsesivo ( un Picasso del género narrativo) y echaba horas frente a las galeradas de sus relatos: raro era no
verle removiendo sus gafas, buscando un punto de visión que le aclarase
ese párrafo que le resultaba malsonante, o con el afán de agregar algo más de
chispa a sus diálogos, que en ambos casos y en nuestra humilde opinión, son más
que excelentes. Su editor acababa picado en su moral por las dilaciones en las entregas que obedecían al afán enfermizo de perfección de Raymond. Aunque merecía la pena la espera, porque ¡¡¡qué ocurrencias fraseaba con desdén Marlowe!!! En nuestro caso,
muchas generaciones después, nos hubiese gustado estar a la altura e igual
de lúcidos que Philippe, para intervenir con laconismo e ingenio en
conversaciones donde una bella mina reclama la atención de
varios hombres y gira como una peonza hacia quien lleva la voz cantante. Por lo
demás, la sordidez de los personajes hamettianos, que buscan desesperadamente un golpe de
fortuna que les ayude a cumplir con sus sueños, nos evocan a los mejores
tangos a la vez que nos conmueven. Viejo smoking que sirve de almohada a un demediado galán: "Campaneá como el
cotorro va quedando despoblado." Les dejamos que la recree en la voz de Carlos Gardel o de Julio Sosa Como en el tango, primero fueron las letras y
luego la música, en la novela negra primero fueron los diálogos, en nuestra modesta
opinión....y muy de cerca sus tramas, que son un espejo muy fidedigno de la realidad. Porque a diferencia de los perspicaces investigadores que probablemente iniciasen su andadura con Edgar Allan Poe en su célebre Los crímenes de la calle Morgue, Hammett alumbró unos personajes muy apegados a la calle, cuya forma sería repetida con matices por sus más que dignos herederos (John Banville ha sido de los últimos que me ha cautivado, pero hay buenas porciones de ellos, que han madurado más la psicología de los personajes).
Siguiendo con Dashiell la necesidad
garbancera (2) llevó al definidor del género negro y del nuevo detective, a escribir
relatos de manera poco esperanzadora al principio. La falta de peculio y lo poco remuneradora que era la actividad de escribir relatos si se carecía de nombre, rociaron de amargura sus reflexiones mientras andaba solitario por las calles en busca de cuartos . Sin embargo, el éxito no tardó en llegar. Su situación era bastante precaria, pues como antiguo combatiente en
la Gran Guerra tenía derecho a un parvo subsidio de ochenta dólares mensuales, que muchas
veces llegaba con demoras que no entendían de las necesidades de su hija. Se había casado recientemente, y había perdido su puesto la Agencia Pinkerton por la dichosa tuberculosis que le acechó de tal modo, que aún superada su convalecencia, no pudo llevar a cabo jornadas muy intensivas de trabajo puesto que su salud había quedado muy mermada. No obstante, la breve experiencia de agente en Pinkerton le
servirá para dar más verosimilitud a sus historias, un bruñido de
realismo que sigue fascinando a los lectores de todas las generaciones.
Por otra parte, la evolución de la mujer y la incitación más que al pecado a la corrupción del héroe hamettiano es muy clara en la trayectoria del autor. En algunos relatos iniciáticos, las dudas que siembra el personaje, si es el Agente de la Continental, gris y algo panzudo, agostado por la edad, que renuncia a los encantos de una fémina, cuyos besos son la lujuria, va cediendo. A medida que prospera en Black Mask, sus protagonistas abrigan más incertidumbres, a requerimiento de la editorial que cree conveniente argumentos menos pusilánimes. Los discursos en los que esgrime las razones para renunciar a su putrefacción moral, se llenan de sólidas réplicas. El agente que se abisma en los labios pecaminosos de la femme fatale, representa en el fondo al lector medio de Black Mask, mediocre ciudadano que busca un resquicio para exorcizar sus frustraciones.Cuando abre las páginas de la revista, se mete en la piel del Agente de la Continental y se dice a sí mismo, que él también podría ser tentado por el encanto del mal. Un espejismo en sus vidas grises, entre sus anhelos oscuros, que supone un soplo para continuar viviendo, que es de lo que trata muchas veces la literatura. Hammett fue sin duda uno de nuestros más fieles aliados.
Por otra parte, la evolución de la mujer y la incitación más que al pecado a la corrupción del héroe hamettiano es muy clara en la trayectoria del autor. En algunos relatos iniciáticos, las dudas que siembra el personaje, si es el Agente de la Continental, gris y algo panzudo, agostado por la edad, que renuncia a los encantos de una fémina, cuyos besos son la lujuria, va cediendo. A medida que prospera en Black Mask, sus protagonistas abrigan más incertidumbres, a requerimiento de la editorial que cree conveniente argumentos menos pusilánimes. Los discursos en los que esgrime las razones para renunciar a su putrefacción moral, se llenan de sólidas réplicas. El agente que se abisma en los labios pecaminosos de la femme fatale, representa en el fondo al lector medio de Black Mask, mediocre ciudadano que busca un resquicio para exorcizar sus frustraciones.Cuando abre las páginas de la revista, se mete en la piel del Agente de la Continental y se dice a sí mismo, que él también podría ser tentado por el encanto del mal. Un espejismo en sus vidas grises, entre sus anhelos oscuros, que supone un soplo para continuar viviendo, que es de lo que trata muchas veces la literatura. Hammett fue sin duda uno de nuestros más fieles aliados.
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Deliciosa recopilación de relatos de Hammett |
(1) Black Mask es la más famosa de las revistas Pulp, que presumían en sus portadas y en su contenido de la violencia como reclamo. No es de extrañar la evolución en las obras de Hammett, algunos especialistas creen que esta revista y su editor tuvieron una influencia decisiva en el desarrollo por ejemplo de sus personajes, que se vuelven más violentos y que exigen un discurso menos ñoño para justificar su renuncia a los cantos de sirena del mal, más acorde con el gusto del lector de la revista, que quería como decíamos, salpimentar sus vidas insulsas. La renuncia del héroe hammettiano es una renuncia del ciudadano medio a las tentaciones que supone la bellísima femme fatale en el supuesto de que abdicase de su papel de fiel cumplidor de la ley. No es de extrañar ese amor por la violencia muy evidente en Quentin Tarantino que se inspiró como lector de culto de Black Mask para filmar Pulp Fiction - recordemos que la revista cerró en la década de los treinta - En nuestra opinión, el talento de Tarantino se ha pasado algo de tuerca, cuando se recrea en exceso en una violencia demasiado gratuita en ocasiones. (Ver reseña de la revista, gentileza de Wikipedia https://es.wikipedia.org/wiki/Black_Mask_(revista) )
(2) Así definía nuestro Antonio Machado, uno de nuestros más grandes vates, la necesidad de buscarse la vida. La poesía sí que estaba denostada por el gran público, que en cambio, apreciaba el relato y se gastaba sus ahorros en revistas que estaban granadas del género narrativo breve. Scott Fitzgerald se quejaba a Hemingway de la fría acogida que había dispensado el gran púbico a la novela El Gran Gatsby y por el contrario, qué bien cotizaban sus relatos que eran muy apreciados por el lector. Más tarde, El Gran Gatsby sería la obra que más derechos de autor generaría a los herederos de Fitzgerald.
Por supuesto, aunque se prodigó en el relato por ser más provechoso, adoro y he releído varias veces cualquiera de las cinco novelas que publicó. Cosecha roja una obra que sería muy actual, que habla de corruptelas, La maldición de los Dain, o El hombre delgado son magníficas muestras del género creado por Hammett.
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