Abre en el Museo Reina Sofía la exposición Campo
Cerrado, que alejada de los tópicos, nos iluminará un período oscuro de
nuestra historia reciente, la Posguerra, que fue muy
fecundo en lo creativo (ver reseña de la exposición http://www.museoreinasofia.es/exposiciones/campo-cerrado ). Pese a que los artistas desarrollasen su actividad en un entorno
represivo e imbuido en la fatuidad del nacionalcatolicismo, que
resultaba tan grato a las autoridades culturales y que como bien absoluto,
debía esparcirse en todos los órdenes de la sociedad, incluido el artístico,
las musas siguieron desempeñando su labor. Cabe decir que muchos de ellos no se
sintieron incómodos en el traje de la dictadura que defendieron más o
menos explícitamente con bravuconadas o destilando la mejor poesía. En el
presente sus manifiestos nos suenan a retruécanos de un imperialismo más que
trasnochado y risible, dada la debilidad de un país emboscado en sus propios miedos
y derruido moral y materialmente tras la guerra. La idea que gravita por tanto
en la exposición es que no nos quedamos huérfanos de talento como reza la
propaganda. Aun cuando sea innegable que el exilio tanto interior como exterior alejó a verdaderos talentos
y mermó nuestra capacidad de generar ideas, no es menos cierto y tampoco podemos soslayar que la
creatividad brilló especialmente sobre las cenizas todavía humeantes de nuestro
conflicto. Con esto no edulcoramos la terrible represión que tiene en las circunstancias de Miguel Hernández su mayor epítome, juzgamos sólo el talento de los artistas que crearon en nuestro país durante la posguerra y atacamos con argumentos y por falaz, la afirmación de que el país fuese un erial cultural. Hubo genios como Dalí que se rindieron con armas y bagajes a la dictadura y se
regodearon de su anticomunismo, el otro totalitarismo en el teatro de una
convulsa política europea, con frases altisonantes: “Picasso es pintor, yo
también, Picasso es español, yo también, Picasso es comunista, yo tampoco.”
Son años de una militancia excesiva.
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La fronda del páramo, nacieron premios literarios ilustres. |
En segundo lugar, anotemos que el título de la exposición, Campo
cerrado invoca una de las novelas de la serie del Laberinto
mágico del gran Max Aub, saga de
nuestra Guerra Civil escrita desde la óptica de
los perdedores, que el autor de origen francés, realizó en el exilio de Méjico.
Es un conjunto literario rotundo, en nuestra opinión tan redondo como la trilogía de La
Forja de un rebelde de Arturo Barea. Son seguramente las
dos grandes epopeyas, e incluso Arturo que revive muy bien los períodos
anteriores a la guerra pero que nos brinda episodios en primera persona de la contienda, como cuando ejerció de censor de la prensa en el Madrid sitiado por las tropas franquistas, estuvo
propuesto para los premios Nobel por esta obra (algún lector sugerirá la trilogía de
Gironella, que narrativamente no llega a la altura de las dos anteriores). La
influencia de La Forja en el mundo sajón fue muy notable, si bien la saga de Aub
no desmerece en absoluto en calidad, gracias a la galería de personajes,
grandes y chicos, que con unas historias muy humanas, trepidan en
sus páginas. Percibimos en el Laberinto mágico algunos
conatos de vendetta; por ejemplo, Max Aub no le perdona sus devaneos de
señorito con la República al escritor y cineasta Edgar Neville,
y le hace un traje sin apenas grises. En el fondo, le sacaba de sus casillas el donaire con
el que calzaba Lotusses y regalaba a sus más allegados, corbatas inglesas de
seda ( late un sentido prejuicio de clase).
Pero por encima de cualquier cosa que luego Neville redimiese su pasado con Izquierda
Republicana, el partido azañista, con generosos servicios al bando
franquista. Había que convencer a la tenaz y dura Comisión Depuradora que
pasaba la lupa por los expedientes para no transigir con cualquier mácula, que ensombreciese el pasado del aspirante a reintegrarse a la sociedad franquista en guerra. El General Mola cansado de los denominados con sorna pasantes, aquellos que se dedicaban a pasar gente de la zona del frente popular a la que ellos llamaban nacional y que deberían verificar el currículo de sus clientes, profirió el famoso con cajas nada veladas: "habría que fusilarlos a todos". Edgar noveló muchos de esos pasajes para pasar el examen de los pesquisidores
franquistas. Así en la biografía que llevó a cabo Juan Antonio Ríos Carratalá para ediciones Ariel Una arrolladora simpatía, no queda claro el papel jugado por el cineasta en el cuerpo diplomático de la República. Parece que hizo un doble juego, en cualquier caso, sus aventuras fueron agrandadas con el fin de ablandar a la Comisión Depuradora que no se andaba con chiquitas y que tenía a personajes como Mola, que quería dar una solución muy perjudicial para los afectados ( pasarlos por las armas como se decía entonces).
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No era un páramo, sino una buena fronda |
Por otra parte, cualquiera que conociese a Neville, hay muchos testimonios
al respecto, dan fe de la falta de unas convicciones muy profundas, que en un
tiempo de tantas tribulaciones resulta una virtud más que un motivo para
mancillar su figura. Si se afilió al partido de Azaña fue porque como
muchos otros intelectuales, que anduvieron el mismo camino, creyeron que la
República sería el soplo de aire fresco y modernidad que necesitaba una España,
anclada en el siglo XIX en muchos aspectos ( tampoco conviene cargar mucho las
tintas, porque corremos el riesgo de transitar de nuevo por el lugar común del desconocimiento al tocar de oídas; es verdad que Madrid parecía poco más que un villorrio, sin embargo, el
país había evolucionado mucho, quizá demasiado poco para mentes viajadas, que
comparaban nuestro terruño con otros lugares donde el desarrollo había prendido
con mucho vigor). Grandes personajes que habían apoyado a la República como
Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y que de hecho crearon la Agrupación de
intelectuales al servicio de la República, observaron como a la postre, la
deriva de este sistema, condenó sus ilusiones al fracaso. En su conocido artículo “Esto no es, esto no
es”, el gran filósofo explicó las razones de su decepción.
Su modelo de democracia liberal se antojaba demasiado largo para unas
mentalidades de la época mucho más estrechas.
Después de habernos desviados por estas retamas y esteros de las rencillas personales, sigamos con la exposición del Reina Sofía que hunde el dedo en la llaga de la nube de tópicos, que se han
tejido en torno a la Posguerra, una especie de erial creativo. Se extendió como un reguero de pólvora la opinión en el exterior e interior, de que el país se había convertido en páramo cultural. Dichos excesos, si
nos atenemos a la extensa nómina de autores que floreció en los años cuarenta, o el surgimiento de importantes iniciativas editoriales como la creación de los Premios Nadal cuya primera edición ganó Carmen Laforet con su famosa novela Nada, para contrariedad del genial César González Rúano, que creyó los premios preparados para un artista de su renombre (siempre nos acordamos de su mala leche y humor fino, no cabe calificarla de otra forma, como cuando calificaba a Pablo Neruda como el Sepu de la poesía, por su predicamento y ventas que debido a su sencillez encantaba al pueblo llano) Pues este falso aserto fue replicado para que no se convirtiese en un injusto lugar común, nada más y
nada menos que por la pluma del filósofo Julián Marías, que contra tanta infundada
apreciación, escribió un artículo que produjo el rubor de aquellos
mismos que parloteaban en vano de un tiempo que desconocían. Con gran hondura, el maestro Marías, epígono de Ortega recorre las obras y los nombres
ilustres de la posguerra, en un artículo de El País que con sorna llamó La vegetación del
páramo ( leer artículo por gentileza de este blog http://barricadaletrahispanic.blogspot.com.es/2012/04/la-vegetacion-del-paramo-julian-marias.html ) . La fronda de nuestro período postbélico era tanta, Zuloaga también en la pintura ,que quizá no dejase
ver a aquellos desinformados críticos. La letanía ha llegado a nuestros días, porque no es que sólo surgiesen en aquella época literatos inconmensurables como Camilo José Cela, Miguel Delibes, sino que las mejores generaciones de nuestra Edad de Plata, siguieron escribiendo, Azorín, Pío Baroja, Josep Plá, Rafael Cansinos Assens, Gómez de la Serna, Aleixandre desde su exilio interior agrandó su poemario en este tiempo de tribulaciones y escaseces.
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Julian Marias, en un lugar de la fronda de cuyo nombre sí quiero acordarme |
Revistas como Vértice, con un estilo grandilocuente que regalaba el oído a
las autoridades, abrigó a
verdaderos talentos, que con un espíritu libre, desarrollarían más tarde una
lucha soterrada pero sin concesiones contra la censura. En su nómina están los conspicuos escritores
Samuel Ros, el inabarcable por su originalidad Alvaro Cunqueiro, el maestro
Gonzalo Torrente Ballester ( cuyas peleas con los censores, por su querencia por los "personajes
disolutos que arraigarían en el espíritu nacional", según la censura todo el que se saliese del patrón de padre abnegado era disoluto, le dejaron
muchas veces sin resuello). La calidad literaria, a pesar de algunos soflamas de sonoridad patria y de los dejos belísonos, estaba
garantizada y encimó como revista excepcionalmente escrita, cumbres muy elevadas de nuestra literatura. Para muchos
la mejor revista falangista fue sin embargo, Escorial, y como reconocen, fue de los pocos
intersticios donde brilló una crítica inteligente contra la necedad uniforme
que se instaló en nuestro país. Bocanadas inspiradas por el magnético Dionisio Ridruejo que desde las páginas del Escorial defendió la figura de
Miguel Hernández como abrumador creador. Sánchez Mazas y Ridruejo insistieron ante el Generalísimo, que
el oriolano podría ser un nuevo caso Lorca, si se tomaban decisiones poco acertadas, que deteriorasen todavía más la
imagen exterior de la dictadura, acechada por numerosos flancos. Ridruejo hermanó a los escritores independientemente de los bandos, y a pesar de su manierismo fascistoide tuvo la generosidad de olvidar viejas afrentas y buscar nichos de creatividad para los excluidos del régimen dictatorial. En algún momento haremos un repaso por los magacines en tiempos de guerra y posguerra, Hora de España, por ejemplo, es un monumento a la literatura.
Por último, destacar la labor de Andrés Trapiello, que nos rescató con la magnífica Las Armas y las letras primero
a nosotros, de nuestra propia ignorancia. A veces, la clamorosa defensa que
hicieron algunos escritores de la dictadura y nuestros perniciosos prejuicios, ocultan una
talla literaria que es innegable en muchos casos. Eugenio D´ors orondo
capitoste del fascismo catalán, era en cambio un escritor increíble, cuya caricatura eclipsó sus méritos con la pluma. Agustín de Foxá es otro ejemplo. Dedicaremos todo un capítulo al fabuloso prontuario de Trapiello, que por otra parte tiene una prosa maravillosa. Esperemos con todo, que haya quedado claro que la Posguerra fue un período creativo excepcional, mucho mejor que el que vivimos actualmente, donde nuestro carácter acomodaticio quizá nos lleve a dormirnos en los laureles. O puede que el arte, con el rubro más tecnológico, esté aguardando el momento para lanzarse por unos vericuetos de mayor certidumbre.
Es cierto que el erial baldío no lo era tanto, ni mucho menos, no sólo porque los intelectuales exiliados seguían produciendo obras magníficas, sino porque también en la España franquista, aunque bajo la lupa de los pesquisidores de su censura, florecieron las letras y las artes, aunque no con el mismo brillo que habían tenido durante el periodo republicano y sus años precedentes, pero tampoco como quisieron hacernos ver en tiempos de democracia. Incluso, como bien dices en tu enjundioso artículo, también hubo intelectuales y artistas afectos al régimen cuyo buen hacer quedó después eclipsado por su fama de colaboradores con la dictadura.
ResponderEliminarPena perderme esa exposición en el Reina Sofía que seguro estará muy interesante.
Saludos y mis felicitaciones por tu estupenda entrada.
Gracias por tu brillante comentario,que se ajusta a la idea que subyace en la entrada.Más allá de la ideología,los creadores rindieron en las mismas entrañas de la dictadura con gran esplendor.Es más,algunos que nos pueden sorprender por sus astracanadas franquistas,son unos literatos brillantes.Quizá su apego grandilocuente a la dictadura,haya eclipsado su valía literaria.Agustín de Foxa es un ejemplo.La genial Las Armas y las letras de Trapiello restituye a la generacion de la literatura de la munición.Me gusta mucho tu forma de escribir,eleva el debate.
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