¿Q uién había sido el chota?- Me preguntaba, mientras el señor Arnold Rothstein me pedía que me deshiciera de los reporteros como pudiese. Bultos que con las placas y el magnesio, gabanes oscuros, deseaban sacar la instantánea del poderoso hombre de negocios judío, saliendo de ese edificio de Manhattan, donde se hallaba su despacho. Quinientos o mil pavos por sacar su jeta en una instantánea, cuando el precio de las escenas más importantes se cifraba entre los cincuenta y cien dólares, de ésas que salían en portada. Arracimados en torno a sus enormes puertas de cristal, mi jefe solamente podía escapar subido al montacargas y por el servicio de lavandería como si fuese un presidiario. Nuestro rascacielos era como una ciudad, con todos los servicios propios de una urbe. Pero ciñéndonos a los hechos, el asunto que nos concernía había trascendido a la opinión pública, y no se podía despachar mandando a un par de matones, tal y como se acostumbraba en la casa. - Charles, ...
Un viaje por la historia y la cultura