Quien no recuerda las melenas híspidas de Modigliani , cigarro en ristre y el sol hiriendo sus rostros en lo que parece un leve receso en el coloquio artístico. Pablo Picasso también parece sonreír, pero le guarda viejos agravios al italiano, que retrepado en su poderío físico, amilana al gran genio. Su francés italianizado, el pañuelo siempre bien puesto y a pesar de una americana, que desvaída y mugrienta espantaría en cualquier otra percha, en la del italiano luce espléndidamente. Además, nota el malagueño el revuelo que causa el joven de cabello agitado, mecido por el viento, cada vez que bravucón apura su vaso de absenta, bebida de artistas y de vampiros, ya que las damas le contemplan de forma soterrada y llena de añoranzas. Anhelos de ser abrazadas por aquel hercúleo licencioso con las musas. En cuanto se va a su pieza, a discutir veladamente con su amigo, el escultor Brancusi , las mujeres bisbisean y queda en el aire, un vago recuerdo a trementina, absenta y a aquel tab...
Un viaje por la historia y la cultura