F ragmentos de tablas de barro cocido. Dispersas, que se apiñaban en varios lugares, para salir de la oscuridad y volver a errar por el mundo, en diversos museos, universidades o fundaciones. En una sociedad que tenía sus clases, la del escriba se encontraba en la cúspide, como la del profesor y el sacerdote. Frágiles y súbitos picotazos, con tal de no partir la tabla con sus puntas incisivas, nos han transmitido el legado de aquellos tiempos asombrosos, a los que se remonta la primera historia. Porque como rezaba en Mito y realidad , de Mircea Eliade , con aquellas civilizaciones comienza la historia, que es el mito del hombre moderno, de ahí la necesidad en todas las cosmogonías nacionalistas, de manipularla. Sargón I, el acadio, enemigo de los sumerios. Pero volvamos a las labor fascinante de los primeros escribas. Un proverbio sumerio, asume que la calidad de un escribidor no está disociada de su rapidez. Como modernas mecanógrafas, su pico cae como el de un pájaro carpintero
-N o te molestes. - Le dijo Ava Gardner , que se había encendido un cigarrillo en un descanso de un rodaje duro. Competidoras en la gran pantalla por el amor de un hombre, alzaron sus ojos a la silueta lacónica de Clark, postergado por la tristeza. Con sus caladas, orbitaba el humo azulado en arabescos en torno a la cabeza del dandi, que sudaba profusamente. Junto a los minúsculos mosquitos, el calor resultaba de lo más enojoso para Ava, porque se le corría el maquillaje. Un escorzo para coger la taza de latón con café, y la bella señorita Gardner siguió de cháchara. - Desde Carole no levanta cabeza. Por mí te lo puedes quedar, Grace. - Sentenció la libérrima Ava. El animal más bello del mundo. Precisamente, Grace Kelly que escuchaba a su compañera de reparto, se conmiseraba de ella. Durante el rodaje de Mogambo , la morena había vivido la última crisis con Frank Sinatra , porque acudió a Londres por su cuenta a que le practicasen un aborto. Estaba convaleciente de la operación