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La maleta de Leger

Sesudos editoriales resuenan en nuestros días, con la misma indulgencia que las campanas que celebraban el Armisticio de la Gran Guerra en aquel lejano 11-11-1918, del que un siglo nos separa. Un conflicto cuya profunda huella todavía late en muchos de las querellas del siglo XXI, y en la que conocimos la barbarie. Sin duda, fue la semilla de la destrucción masiva de la IIGM, cambió a sociedades, que consumieron la vida con gran frenesí en los locos años veinte.  Hubo asimismo un centón de artistas que se inspiraron en su resuello fabril, de matanzas en serie, para encontrarse y reconocerse ellos mismos en su arte. Es el caso de Fernand Léger. Un normando silencioso, chambón que se movía con torpor, y que acudió a un frente erizado de espinos con escaso ímpetu. Por entonces, trataba de lograr un camino en su pintura, se une al cubismo, aun cuando estén presentes los ecos de un impresionismo, que se convierte en la corriente principal del arte en los albores del siglo XX. 


De John Warwick Brooke - This is photograph Q 3990 from the collections of the Imperial War Museums (collection no. 1900-13), Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=116369
La lucha en el frente.


Con gran diligencia Fernand se agachaba, a pesar de que superaba el metro noventa, cuando en el frente, comenzaban a rugir las baterías enemigas. Una lluvia de fuego que te debía coger a buen resguardo en aquella guerra de trincheras. El Frente Occidental, como sabemos, se estancó, y los enemigos se contemplaban en la distancia, en una lucha estática, dominada las más de las veces por el tedio. Y bendita casmodia, pues  aquel ruido infernal iba permeabilizando cada espora de tu sistema nervioso. Así nuestro artista, normalmente lacónico, y convertido en un veterano de la guerra, se imbuía en una melancolía, o de pronto tenía un arranque medroso, que sorprendía a su interlocutor al recordar su paso por las trincheras. Saltaba sobre su silla. El miedo de pronto se apoderaba de aquel gigantón. Sonreía y tornaba a la calma, para seguir narrando sus peripecias entre el légamo traicionero. - Era importante secarte bien los pies, salvo que los quisieses perder. - Luego contaba, que mondaba las patatas con la bayoneta. Gracias a sus manos de artista, tenía una singular presteza, para manejar dicho instrumento. 

De Carl van Vechten - Van Vechten Collection at Library of Congress, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2530126
El gran pintor Fernando Léger.

Nikolay Cherkasov, el memorable actor ruso, laureado y considerado como miembro conspicuo de la Inteligentsia soviética, que había trabado una profunda amistad con el pintor, le escuchaba pacientemente en las reuniones que se celebraban entre personajes de la cultura Occidental afines a las ideas comunistas y sus referentes en el otro lado del Telón de acero. Cherkasov contaba a sus allegados, lo decisiva que había sido la Gran Guerra, para que Léger se consolidase como artista. El francés parvo en palabras, decía que lo que más le sorprendió fue la irrupción de las máquinas. Su acero brillando en el paisaje lunar de la contienda, y sus truenos. El tanque, que nació en dicho conflicto, y que iba a condenar al caballo a un papel secundario, junto a todo el parque automovilístico. Entonces, se encendía un cigarro Fernand, para confirmar que él no admiraba la destrucción como los futuristas, que creían que había que acabar con lo antiguo. Era su estética de tubos y la vertiginosa velocidad que imprimió a sus obras, lo que le atrajo, para desembocar en una suerte de cubismo muy particular, el de Léger. 





By Film screenshot - [1], Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=36921792
Un intérprete legendario del cine universal


PD: Y esta historia de cómo un gran pintor se topó con la guerra con una experiencia decisiva, nos llegó a través del periodista y escritor, Sergei Dovlatov, en una de sus novelas más conocidas, La maleta. Cherkasov pertenecía a su círculo familiar. De hecho, cuando murió Léger, la mujer del pintor regaló a la respectiva del actor, una chaqueta de pana. Que cayó en las manos del futuro escritor. Ajada por los codos, le duró todavía ocho años, mientras mantenía sigilosamente a quién había pertenecido. Su secreto le reconfortaba. De Léger también dijeron que se mantuvo fiel al comunismo, pero que no era un entendido teórico. Si abría la boca Sartre, o un Henri Barbusse, él se limitaba a parpadear como un hipopótamo jocundo. Le atrajo su religiosidad, poco más. Nada de perderse en teorías del valor objetivo y plusvalías.   

Comentarios

  1. Gracias, amigo Sergio, por ofrecernos otro excelente artículo, en el que nos das a conocer
    a un pintor que cambió su perspectiva de su pintura y de su vida después de pasar por el pudridero que suponían las trincheras cenagosas de la Gran Guerra, no era para menos a miles les cambió la vida cuando apenas comenzaba a despuntar...
    Un abrazo!!!

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    Respuestas
    1. Muchas gracias, maestro. Encantado de que le haya agradado esta historia de evolución artística de un pintor como Leger, que siempre admire y al que ahora le pongo cara y una vida en la que encarnarse. Todavía saboreo su poema historia de Poe, para enmarcar y sin exagerar. Lo pondría al final del relato-traducido al castellano por Cortázar -como resumen. Por eso que dicen los modernos, de no hacer un spoiler.

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