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El rubius contra Erasmus



De vez en cuando nos perdemos por la biblioteca, con el afán de alimentar el alma irredenta de economista, una profesión en la que arraigan otras doctrinas, rayanas incluso con el pensamiento y la filosofía. Quizá, una de las teorías más importantes de la economía y del pensamiento sea la referida al valor, que ha hecho temblar imperios o renunciar a ideas salvo que nos aferrásemos a ellas como dogmas carentes de cualquier criticismo. Una de nuestras más tiernas decepciones sobrevino cuando la teoría del valor objetiva hacía derrumbarse el complejo edificio del marxismo. Sin embargo, más allá de esgrimir cualquier disquisición a propósito de la teoría del valor, que nos obligaría a viajar por el tiempo a través de Santo Tomás de Aquino o Aristóteles, buscábamos en aquella ocasión una obra en la biblioteca que leer y nos topamos con Cuando el hierro era más caro que el oro, cuya tarjeta de presentación parece buscar un lector con perfil económico, pero que a través de sus páginas se abalanza por los dédalos de la historia, que con la batuta de Alessandro Giraudo, su autor, cobra una forma más turbulenta. Graves recesiones provocadas por el clima, que al final dan al traste con todo un Imperio romano(1) - el propio economista juzga que hay más trasfondo, v.g. una calamitosa administración casi siempre deficitaria y que recurría a la inflación como paliativo, esto es aligerar el valor intrínseco/ contenido de metal de la moneda acuñada por el Emperador,  aunque las sucesivas hambrunas derivadas de la bajada de las temperaturas, iban a suministrar el golpe de gracia al Imperio romano de Occidente ( el de Oriente duraría como sabemos unos siglos más). 


Interesante aportación a caballo de la
historia, que es un instrumento inapelable
para el conocimiento de la economía.

El manual desprende unas suaves gotas de erudición, aunque en líneas generales es de una lectura sumamente agradable. En la conclusión de cada capítulo, Giraudo hace un guiño al presente, porque compara las circunstancias descritas y desarrolladas en el apartado, con acontecimientos de actualidad, que nos hacen esbozar una sonrisa y cavilar que en muchas cosas, nuestra realidad no es tan diferente a formas pretéritas. Con todo un capítulo nos llamó especialmente la atención, en el que alude a Venecia como centro editorial más importante del mundo en el siglo XVI. De todos es sabido que Gutenberg inventó la imprenta de tipos móviles y que los alemanes perfeccionaron en poco tiempo dicho ingenio. Menos conocido es que las persecuciones religiosas y políticas trajeron también al albur del dinero a todos esos maestros de la linotipia a Italia, a dos lugares concretos: Roma y Venecia. Giraudo recuerda que los impresores de Venecia imprimían en aquella época en torno al 50% de los libros en el mundo, por tanto no es baladí decir que el primer Corán se imprimiese en 1538 o el primer Talmud en 1524 en la poderosa República italiana. Y tantos otros libros de gran importancia. 

Aparte, según vamos adentrándonos en este epígrafe 24 del libro, descubrimos que las tiradas más largas apenas llegaban al principio a los cien ejemplares. Johannes Speyer  ( Giovanni di Spira italianizado) el más prolífico de los editores, publicó todo un clásico que ha llegado a nuestros días Epistolae ad familiares de Cicerón y debido a su notable éxito, lanzó una edición de trescientos libros más que fue tachada en aquellos tiempos de verdadera locura y de sublime coqueteo con la ruina (unas veces sonado demagogo, encantador de serpientes para unos, Cicerón siempre fue considerado un verdadero prestidigitador de la palabra para cualquiera de nosotros). Sin embargo, el público demandó esa edición, que consta en los anales de los bibliófilos como una de las más anheladas, y por tanto, su valor es incalculable. ¡Un incunable! A medida que crece la fiebre por poseer aquellos libros, cuya mera acumulación se torna en una cuestión de gusto para las élites, las tiradas van creciendo, hasta que alcanzan para toda Europa ¡la increíble cifra de los tres mil ejemplares! No podemos disociar este fenómeno, de la figura de Erasmo de Roterdam, capital para la humanidad y que se encuentra claramente vinculada a los editores venecianos. Son ellos los que difunden el erasmismo, corriente de pensamiento humanista, que va a cambiar la faz de las ideas europeas y por ende occidentales.   


El aroma de las viejas imprentas, su bullicio,
libra sus últimas batallas frente a los bits.


Lo curioso es que aquellos lodos editoriales nos recordaron otros polvos, que fatigaban a un Pío Baroja, cuyas ediciones apenas trasponían los dos mil libros vendidos. Con una edición de tres mil copias suspiraba como cuando se logran metas imposibles. No obstante, pese  las ediciones que hoy podríamos considerar de exiguas, el marchamo clásico de su literatura le hizo perdurar y que las ediciones póstumas superasen ampliamente las cincuenta mil publicaciones. Inconcebible dirán algunos, que su Trilogía Lucha por la vida en la que narra magistralmente la atmósfera del anarquismo madrileño y la vida de los más parias, lograse ediciones y ventas tan pírricas. Aunque como decíamos, hasta el propio Hemingway quiso conocer a Don Pío antes de que muriese y se plantó en su lecho de muerte. El anciano que deliraba en 1956, creyó soñar la presencia de aquel ser grandullón, que flotó en su pieza mortuoria.

Hablando de tiradas que sorprenderían por su cortedad, abordamos en nuestros últimos post el trabajo ímprobo de Carmen Balcells ( ver entrada en este enlace), que no sólo sacó a las letras latinoamericanas de su postración, sino que anduvo y creó infinidad de caminos, de forma que las tiradas pasaron de 3000 copias a las cincuenta mil y que asimismo se agotasen ampliamente. No era descabellado que junto a otros productos de hipermercado, se vendiese Cien años de soledad, que se popularizó gracias a la inventiva de Doña Carmen, que centuplicó sus tiradas. Es más, con literatura de una calidad eximia, la agente literaria española y catalana enhebró caminos inconcebibles de modo que desaparecieron como recordaba Isabel Allende los departamentos estancos que constituían los distintos países, donde acababan confinados los autores, salvo que viajasen ellos mismos y vendiesen sus productos, cosa por otra parte harto improbable y que les hubiese sustraído de su quehacer creativo.


Venecia, serenísima majestad de los mares, y mecenas de
la imprenta tierra adentro. Su silueta envuelta en el perpetuo
murmullo de sus visitantes, siempre es seductora


En otro orden de cosas, estas cifras en los mundos virtuales de nuestros tiempos se pueden tildar de irrisorias. Un solo post de cualquiera de nosotros alcanza las cifras de cien visitas o internet ha allanado el camino a la cultura de todos nosotros (las tiradas del siglo XVI en Venecia normalmente eran de 30-50 ejemplares y Cicerón superó como superventas esa barrera, aunque muchos creyeron que Giovanni di Spira era un orate). Unos accesos mucho más asequibles, apartando el tema de la piratería que tiene otras connotaciones y sin embargo mucho más ruido, deberían ayudar a difundir más el conocimiento. En este punto, como se preguntaba Mcluhan Marshall en la famosa Galaxia de Gutenberg Del Homo Typographicus si la cultura había entrado en una entropía(2) más acelerada con las ramificaciones que ha experimentado gracias a las TIC ,que imponen una cultura más audiovisual. Más información, pero con menos tamices y calidad inferior, que nos hace si acaso más vulnerables. Y como máximo epítome de nuestros tiempos, se nos ocurre pensar qué huella dejará El Rubius, con sus millones de visitas, sobre una masa que no piensa, y la raigambre que logró por el contrario Erasmo, con ediciones de tres mil ejemplares. Sánchez Ferlosio,  pesimista inveterado, que ejerce con gusto  semejante vitola, afirmaba que en estos tiempos le costaba extraer algún conocimiento o pensamiento útil, y que nos habíamos acostumbrado a las tontadas. Quizá su odiado Ortega  lleve razón a la postre, pues adolecemos de sabios en nuestras sociedades que sean capaces de pensar en clave de todo entre tanto ruido. Probablemente la realidad sea tan diversa y multiforme que nadie esté capacitado para abordar tamaña tarea. 

(1) Coincide en parte con las tesis del profesor Jesús Huerta de Soto, prolífico porque cultiva muchos órdenes del conocimiento y además de ser el representante más conspicuo de la Escuela Austriaca de economía en el mundo hispano.
(2) Este término realmente especioso y que pertenece más al ámbito de la termodinámica, en el caso de la cultura se refiere a que las energías creativas asociadas a la cultura, va perdiendo fuelle, a medida que se popularizan. Cuando lo vulgar de vulgo, se adentra  y genera su propia cultura, ésta acaba bastardeada. No son pocos los intelectuales que defienden esta posición y que aquí exponemos a efectos de inventario, y con el propósito de generar debate. 

Comentarios

  1. El imperio romano duró tantos siglos que es susceptible de toda comparación.
    Buen post compañero, muy trabajado.
    Al final me he acordado del gran Lampedusa: "Cambiarlo todo para que nada cambie".

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  2. Muchas gracias, compañero. Me reitero en que merece mucho la pena leer tus post. La base de éste se encuentra y no es mérito mío, en el gran divulgador que es Alessandro Giraudo. Su corriente de pensamiento económico, que capitanea, aboga por la historia como tubo de ensayo para una ciencia social como la economía. La comparto en gran medida, pero si me encanta cómo se acerca a la historia, desde varias disciplinas (climáticas, económicas, religiosas y de imaginario colectivo, motores que revolucionan en muchas ocasiones los acontecimientos).

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  3. Excelente. Para proponer una charla profunda de esas que duran hasta la madrugada. Vamos a buscar el libro de Giraudo, además.

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  4. Muchas gracias, Gregoria. El tema sería largo de tratar, pero la entrada es una invitación a la reflexión. Crecen los filamentos y tentáculos de la información que llega a todas partes, sin embargo, algunos intelectuales creen que la gran cultura se disipa en lo que definen como un fenómeno similar a la entropía del Universo, que va perdiendo calor y nos acerca a "un largo invierno"( esto por supuesto es una metáfora poco científica, sin calor/energía la materia se desgarrará o vencerá la gravedad que nos retrotraerá a un cosmos del tamaño de una nuez, otra vez todos apiñados hasta que un nuevo big bang se produzca).

    Por cierto, Gregoria, hace tiempo que no leo nada tuyo, que siempre destaca por la brillantez y tu hermosa prosa. Nos leemos pronto, y un abrazo. Y disculpa mis efusiones científicas.

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