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El incierto señor Cheever


" It was of those midsummer sundays when everyone sits around saying, " I drank too much last night" (The Swimmer, John Cheever 1964 )

Con la resaca a cuenta de los sistemas de educación(1)  parece que la historia de John Cheever nos ilustraría un poco sobre tantos enconos encendidos, que despierta este tema. Cheever, es sin duda uno de los mejores cuentistas del siglo XX y no va con dobles intenciones, porque como  él mismo confesó, de no haber sido expulsado del Instituto, "quizá habría sido dependiente de una estación de servicio o algo por el estilo". Se trata cómo no de una boutade que realza los caprichos del destino, que algunas veces forja a los mejores hombres. Pero cómo hubiese frenado este tipo una elocuencia inefable(2) que logró plasmar en un primer relato,   Expelled, que con tan sólo diecisiete años asombró al mundo editorial por la gran calidad literaria que atesoraba. Algunos críticos intuyen  la temática del El guardian entre el centeno, que luego se tornaría manida : la enmienda a la totalidad al sistema educativo americano, cimentado en la más absoluta y estricta oquedad. 

El resto de la historia es conocido, Malcom Cowley compró sus derechos para la revista New Republic, aunque se consumiese en un mar de dudas, dada la edad con la que se principiaba aquel retoño en las letras ( la mayoría de edad en EEUU se alcanza a los veintiún años). Pese a sus resquemores, el señor Cowley finalmente publicó Expelled, que gozó desde el primer momento de una gran acogida por parte de los lectores. De hecho, forma parte de su repertorio más clásico, junto al que quizá le encumbrase  más en el ámbito internacional, El nadador . Poco a poco va subiendo peldaños con su prosa maravillosa, hasta llegar al The New Yorker, donde perfecciona su arte de cronista más que ácido de la sociedad moderna de su país, carcomida por la mediocridad . 

Pasan por su punto de mira con un poso deletéreo y acre, matrimonios que conviven mientras una lenta consunción y aparente normalidad se apodera de ellos, la homosexualidad, el alcolholismo militante como refugio ante tanta nadería y sobre todo frente al evidente tedio vital que a todos les asola. Mucho simbolismo refugiado en una prosa exquisita, en cuentos como Adiós hermano, La geometría del amor.  Quizá El nadador como decíamos condense toda la magia del artista. Su protagonista Neddy Merrill ( en el filme de título homónimo será interpretado por el legendario Burt Lancaster) se transmutará en los ojos de los lectores, que mientras nadan ven desnudarse cada una de las vidas de los dueños de las piscinas por las que discurre el esforzado deportista.  



Sus cuentos son crónicas de una devastada
sociedad americana por su mediocridad
 (Gentileza Wikimedia commons)

Los fantasmas de la novela que persiguen a cualquier autor de relatos cortos y ensayos, como persiguieron al gran Borges, estuvieron a punto de frustrarle el prurito de novelista al señor Cheever, por su espíritu de incorregible perfeccionista. Algunos críticos creen que sin novela al canto que llevarse al anaquel de una librería, se es menos escritor ( vaya sandez, Julio Cortázar es más escritor en sus cuentos que muchos que rellenan estelas de papel por el fin de embutir un buen ladrillo a sus compradores, como si la literatura se midiese al peso).   Dicen que aquella mañana ventosa de 1936, el párvulo Cheever mascullaba desdenes contra la obra que acababa de finiquitar; se dirigía meditabundo a las prensas de la editorial con el ejemplar/ borrador hasta que en un ataque renovado de perfeccionismo, arrojó la copia a la papelera. Con todo, salvó el expediente a la postre con varias novelas  para ganar esa hondura de escritor, que requiere un autor para pasar a la posteridad (en nuestra opinión, repetimos, es un falso postulado). Fue al morir su madre, que juntó las suficientes letras para escribir el comienzo de la saga de los Wapshot. Sin embargo,  nunca logró sobreponerse a su fama de  cuentista y es que sus relatos son como un breviario que testimonia la vida teñida de amargura de sus compatriotas, disipada es verdad en un perpetuo anhelo de poseer lo que no tienen. 

Tampoco podemos olvidarnos del Cheever que coqueteó con su autodestrucción, por un alcoholismo que ejerció de forma consciente. En sus memorias, nos confiesa que en algunas ocasiones estuvo muy cerca de su propio infierno, el peor de todos. Una brizna de aire cambia el sentido de nuestra existencia, frágiles equilibrios en la cuerda floja de un gin tonic. como nos reconoce en sus cuadernos de memoria. Podemos leer extractos de los cuadernos en el magnífico recuento que hace de las vivencias de este escritor la página lecturas sumergidas Quizá el tabaco de las pocas cosas buenas que haya podido producir para la humanidad fuese a este escritor, al que le cogieron in fraganti en su Academia fumando para enseguida desencadenarse la tormenta literaria que nos dejó más de doscientos relatos y cinco novelas y que empezó con su expulsión. De su rivalidad con Saul Bellow, cuya carrera literaria miraba con el rabillo del ojo y por qué no con cierta envidia, hablaremos en otra ocasión.Porque en esta entrada rendimos honores a todo un literato que "supo vivir del cuento"Si O'Henry predicó al Nueva York de comienzos del siglo XX,con sus giros finales inesperados,el collage de historias de Cheever no le va a la zaga,y es la viva reproducción de la sociedad americana de la segunda mitad de la pasada centuria.


Ahogado en la melancolía del alcohol, su vida pendió
 muchas veces del soplo de una débil brisa 


(1) Por un lado, se denuesta un sistema que denominan sus detractores como una herencia fabril del siglo XIX, y que troquela a sus alumnos eliminando cualquier atisbo de creatividad. Estos mismos lo fían casi todo a la inspiración, como si nos subsumiésemos en el conocimiento a través de la ciencia infusa. Querría decir que parten de un error de diagnóstico, la masificación no se produjo por las necesidades de una nueva era industrial, sino que coincide con la universalización de la enseñanza en los países occidentales, que se llevó a cabo en países donde el peso de la industria era insignificante, como nuestra España en la que Claudio Moyano promulgó la educación obligatoria. No estamos con los hunos ni con los otros, parafraseando a Unamuno, porque el catón de la memoria y de las enseñanzas llenas de casmodia, también está algo desmadrado para los tiempos que corren. En el término medio de Aristóteles encontramos la virtud, hay que buscar más sentido común entre tanta letanía e ímpetu dogmático. 

(2) El gran místico de la literatura, Roberto Bolaño, filósofo de lo más pequeño y de la nada, fue vigilante nocturno de un camping y no pudo parar el alud de palabras que se mente trazaba hasta perforarle en lo más recóndito de su ser.  Decimos conscientes que Bolaño era un filósofo de la literatura, porque se apartaba consciente del oropel de la gloria momentánea- qué iba a quedar de cualquier generación literaria si el sol tiene caducidad, así que aplaquen sus humos y no se envanezcan tanto, venía a decir el gran chileno, que veneró al incombustible Nicanor Parra.  

Comentarios

  1. Excelente trabajo, amigo Sergio, en el que das a conocer a ese gran escritor que fue John Cheever y, qué yo te confieso que no conocía.
    Un abrazo.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias, caballero. Me encantó su lúgubre cuento de cementerios y morgues. Despojos de carne llenos de historia para un sepulturero Onofre, que nos muestras sus congojas cuando debe despiezar un cadáver para dar cabida a otro familiar.

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