Los besos circulares
corridos, y algunas delicias lingüísticas relucen como rescoldos de la
desmesura censora que asedió nuestro cine durante la dictadura franquista. Pero
no debemos llevarnos a engaño, porque no fuimos una excepción en nuestro entorno ¿Quién no recuerda
la escena sublime de Cinema Paradiso, en la que se deslizan grandes intérpretes como amantes arrobados que se conceden un beso? Los mismos habían sido hurtados de la cinta, cuando el clímax sexual llegaba a su cénit y más allá de lo permitido. Recordemos que el párroco de
la villa siciliana, campanilla en ristre, cercenaba cualquier imagen que
contraviniese la moral de la época. O el rígido Código Hays, que asumido por
la patronal de las productoras de cine, comportaba un verdadero corsé para la
creatividad de los directores de cine. No sólo estaban prohibidos los cuentos
sin moralina- el mal nunca podría salir airoso - sino que la voluptuosidad excesiva también fue objeto de la
autocensura en la Meca del cine ( ver entrada https://elazoguedemidesespero.blogspot.com.es/2016/03/sed-de-mal_19.html).
Hasta la versión doblada de 1966, el "pasado oscuro" de Rick había sido retocado por la Comisión de Censura. |
Es más si seguimos y desandamos
todavía más trecho en nuestra historia, la censura no vino con el advenimiento
del franquismo, sino que fue una práctica acostumbrada en tiempos que
resuenan como bocanadas de libertad en el imaginario colectivo ( v.g. La Segunda República, que se lo dijesen a un rupturista Luis Buñuel, que sólo pudo estrenar en París La edad de oro y aún así, grupos de extrema derecha gala y acerbas críticas de espíritus más liberales, hicieron crecer el escándalo en un filme en el que pretendía criticar a su vez, las horrendas trabas sexuales que estaban en el origen de muchos de nuestros males). También podemos rebuscar en diarios de
prensa, donde a la tinta se le abren enormes boquetes en blanco, que suponen un
aire grotesco para el periódico. Aunque lejos nuestra intención de ponernos
moralizantes y sotanudos, con este asunto tan espinoso que nos provoca a veces mucho divertimento por los ojos monjiles de los censores.
Como advertíamos, hubo deliciosas
confusiones vistas desde una perspectiva histórica. Más de un plumilla, con la nueva revisión del doblaje y del personaje de Rick en Casablanca, ¡¡¡¡en el año 1966!!! se llevó las manos a la cabeza. Pues
del blanqueado pasado de Rick, descubrimos con las nuevas reposiciones sonoras que el
personaje interpretado por Humprey Bogart participó en el tráfico de
armas para favorecer a la República española, y lo hizo con un rotundo convencimiento ideológico(1) . Aquellas partes del diálogo se habían mochado, de modo que
el espectador de la versión doblada en 1946, contemplaba en su pantalla a un aventurero que huía de París por no sabemos qué
motivos (se deduce que de los nazis). Asimismo se dejó caer de la película la escena de la
marsellesa como respuesta sonora a los ocupantes nazis, aunque el drama de la ocupación se interpretase con la mascarada de Vichy. Por supuesto más tarde se añadiría.
El famoso Código Hays (gentileza de Wikimedia commons) |
En Mogambo bajaron a los inframundos de
la ridiculez, cuando con el objeto de tapar una infidelidad/adulterio, la propia
productora Metro Goldwynn Mayer, en opinión del historiador Javier Coma, decidió actuar antes de que la película no pasase el
filtro de la Junta de Censura. Así lo refiere Alberto Gil en su
enjundioso La censura cinematográfica en España. El atribulado marido Donald Sinden se
convierte en el hermano de la siempre esplendente Grace Kelly para que la historia de amor con Clark Gable no fuese observada como un claro adulterio. Al censor se
le olvidó obviar unas cuantas escenas de cama entre Sinden y Kelly, por lo que el adulterio se
trastocó en el doblaje hasta convertirse en un clamoroso incesto. Al autor de semejante
invento ( fuese la productora como afirma Javier Coma, o el sunsuncorda) se le debió tragar la tierra ya que la relación incestuosa que dejaba adivinar la trama de la
película, avivó la chispa popular.
En cuanto a los demonios particulares de la Iglesia de la época, no
nos podemos hacer una idea de los denodados esfuerzos que algunos censores esgrimieron contra un autor prohibido como Víctor Hugo. Liberal, amoral, constelaban su figura con hermosos epítetos, y es que a pesar de su reconocimiento universal, muchos de los ecos de sus obras fastidiaban a la Iglesia más casquivana. Con estos prejuicios, llega a España una nueva versión de El Jorobado de Notre dame que no sabemos en qué puede aventar los preceptos de Jesús, aunque esto sería otra cuestión. Ruedan los informes donde se plantean cómo eliminar cualquier referencia a Víctor Hugo, y cómo modificar el título de la obra, que en un alarde imaginativo propusieron llamar Esmeralda. En esos
oficios que no tuvieron efecto porque luego la película se estrenó sin grandes
veladuras, también se proponía cambiar el nombre de Cuasimodo por el de
Antruejo, más castellano, y que en esta lengua antigua se asociaba a Carnaval ( en las páginas 379-380 de La censura cinematográfica en España de Alberto Gil, se explica esta singular historia de enconos) .
¿¿¿Antruejo??? en una escena de la versión de El Jorobado de Notre Dame Versión antigua, 1923 (Gentileza de Wikimedia Commons) |
Deberíamos aludir asimismo a las presiones que
rodearon a la película El Verdugo, pero reservaremos para un post más extenso
sus avatares, que trajeron por la calle de la amargura a un Berlanga que con su flema sobrellevaba bastante bien estas situaciones, por lo menos externamente, que luego la procesión nos imaginamos que iría por dentro. Este filme tuvo varias podas, y a fin de evitar que su estreno acrecentase las
críticas contra la dictadura en el extranjero, volvieron a sacar la tijera todavía más, lo que
no impidió su clamoroso éxito en el Festival de Venecia. Hay miles de
anécdotas, en una profesión que también ejercería el inefable Camilo José Cela,
pero las iremos desgranando como decíamos, poco a poco. Por hoy lo dejamos aquí.
(1) Paradójico ya que en la realidad, muy al contrario de la ficción de Michael Curtiz, el tráfico de armas atrajo a arribistas y a los amantes del dinero fácil. Con cuántas más dificultades se topaba la República, más personajes extraños con ternos negros, se aparecían para resolver y cobrar escandalosas comisiones. Por eso sorprende, que Curtiz construya la aureola romántica de Rick con episodios que en la realidad fuesen tan poco edificantes. Seguramente desconociese las tramas cuando se rodó la película. El reciente Francisco Paesa sería un inexperto agente secreto comparado con los laberintos que se pergeñaron con el tráfico de armas republicano, que además, trabajó con un género en numerosas ocasiones muy inferior a la calidad prometida. Lo veremos en otro post, que es un asunto delicado y con miles de historias que se ramifican casi hasta el infinito.
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