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El gran masturbador



El requesón (asimilaciones de esperma no segregada) de algunos artistas ha entrañado sus creaciones de una obscenidad, que a veces como esquirlas, invaden nuestra sensibilidad. Cuadros donde la cópula asilvestrada se nos hace más que evidente, a pesar de que nos frotemos los ojos incrédulos, o en los que el piano sodomizado se adivina vehemente en la composición. Las dilaciones de algunos de estos arquetipos genialoides nunca intencionadas en el terreno de la sexualidad, debidas en parte a su retraimiento natural o a su idilio con las musas, sea cual fuere el motivo, les apartaron de las artes amatorias hasta edad madura. Con los años sus omisiones se transformaron en obsesiones sexuales, delirios de epígonos de Onán,  que fueron macerando en sus obras con un barniz de escándalo. Pocos recuerdan del joven Luis Buñuel hasta que salió de la crisálida de su soledad en La Residencia de Estudiantes, más que su aspecto hosco, lacónico en las palabras y sus guantes de boxeo, con los que golpeaba el saco inclemente y exudando sudor . Acompañante del extravagante Giménez Caballero, que dirigía como sabemos La Gaceta literaria, una labor sin duda titánica, el futuro director de cine parecía más bien su guardaespaldas. Decían que el de Calanda era ágil con los jab, y a la zaga del literato de la Gaceta, se proyectaba como una sombra amenazadora e insidiosa. Si hacemos caso de Juan Manuel de Prada (1), que se ha convertido en algo mojigato y pacato, pero que tuvo una irrupción maravillosa en la literatura, Don Luis con la fiebre juvenil se metió en más de una pelea. Más de un despistado probó la pólvora de sus puños.

 
Imágenes muy explicitas para el año 1929


Con todo, a pesar de ser una presencia perturbadora, más que callada, que ensayaba con golpes al aire a  batir a los enemigos invisibles y los molinos de la injusticia, Don Luis, siempre dejó claro que había venido a Madrid para ser escritor y sobre todo atraído por los cenáculos poéticos en los que se habían transformado los cafés de la capital. No obstante,  el poderoso reclamo de las imágenes de una película de Fritz Lang le fueron ganando para la causa del séptimo arte.  Tanto que casi abandonó los guantes, con los que hasta aquel momento había embozado sus manos casi de manera perenne, y asimismo sus anhelos literarios, para desarrollar argumentos en clave cinematográfica. Nunca fue bueno con los encuadres, con los que no se enredaba en sutilezas, sino que la fuerza y el sello de Buñuel que le distingue como uno de los artistas más reconocibles, estriba en la verdad y crudeza de sus historias. En muchas de ellas, el productor sabedor de lo provocador de su cine, le obligaba a rodar varios finales, por si las autoridades vetaban sus conclusiones poco edificantes . Fue en su etapa de Méjico, un poco más tarde, en la época del Código Hays, cuando grababa varios desenlaces a fin de montar o remontar ( volver a montar) aquella parte que había azorado a la censura mejicana.  Si bien no nos adelantemos a los acontecimientos. Con  Los olvidados se quemaron varias salas de cine, porque el españolito no era nadie para poner al país frente al espejo de sus miserias ( como curiosidad, el guión fue principalmente desarrollado por Max Aub y el productor Óscar Dacingers). Cannes les haría cambiar de opinión y restituiría a Don Luis en el lugar que merecía.

Porque de todos es conocida su primera incursión El Perro andaluz (1929) junto a su compañero de La Resi, Salvador Dalí,  cuyo título no sugiere nada de la intriga de la película, que precisamente carece de forma intencionada y de cualquier armazón ( podéis ver en este enlace el cortometraje que apenas supera los quince minutos https://www.youtube.com/watch?v=GwW8AckraYM ). Como buen paradigma del surrealismo, los dos amigos de la Resi montaron una sucesión de imágenes irracionales, que parten de dos de sus sueños. El de Calanda confiesa al genio catalán que soñó como una nube hiende la faz lunar y que del mismo modo, una navaja saja el ojo de una muchacha; Dalí le repone que a él a su vez en el duermevela, le visitaron unas agitadas hormigas, que remoloneaban en la herida de una mano - el surrealismo se adentra en la interpretación del mundo de los sueños, donde el superyo freudiano vacila y deja que el inconsciente exprese mediante signos, sus pulsiones más animales, alejado de las capas y más capas de convenciones morales y sociales que nos oprimen. En el cartel, y en el sadismo evidente que señalaron algunos críticos de la época, podemos presentir la polémica que provocó en aquel entonces. Pese a que ambos autores se escudasen en la inexistente censura del mundo onírico, que sin cortapisas nos fulmina con su letanía de imágenes que expresan libérrimas nuestras convulsiones internas.

A su zaga, los censores acecharon su obra, que por estar violentamente
 en contra de los cánones morales, nunca dejó indiferente.




En la misma onda, cabe situar a la tildada de impúdica  La edad de oro (1930) (2) que sigue el claro predicamento surrealista y que volvía a azuzar las conciencias de una sociedad española que estaba enfrascada en otras rebatiñas y en plena transición a la república.Recordemos el artículo El error Berenguer con el que Ortega y Gasset condenaba los fútiles intentos de Alfonso XIII por en un ademán lampedusiano, hacer un guiño al cambio para permanecer aferrado a estructuras superadas. Tras una lenta marcha desembocaríamos como bien sabemos, en el episodio más trágico de nuestra historia. Si leemos las críticas de la época, aparecen argumentos completamente desenfocados porque probablemente el mensaje surrealista apenas tenía eco entonces. La edad de oro resultaba descrita de esta guisa poco más que como una bacanal de señoritos, sin embargo, las escenas en las que las protagonistas con trajes largos, sacerdotisas vestales del sueño, se comen literalmente a besos a los galanes y viceversa, alimentaron la maledicencia contra Luis Buñuel. Nadie captó lo revolucionario que suponía el amor en esta película, dado que se convertía en el instrumento para burlar la naftalina de las reglas morales y sociales.  La edad del oro como explicaba el realizador aragonés con su cara de arrobo y unos ojos que se le iban a salir de las órbitas, nos remonta al falso paraíso imaginado por Hesíodo, en el que en cualquier caso se siguen observando las mismas trabas morales. Con escepticismo Don Luis denuncia que no existen sociedades prístinas donde no hubiese retraimiento moral que es consustancial a la civilización.  


Su compañero de andanzas, Salvador Dalí, genio ultraterrenal, se valió también del sexo como trampolín para que sus creaciones tuviesen un mayor eco. Pepín Bello nos relató cómo el de Cadaqués se unió al clan de la Resi, para conformar un grupo indestructible contra "lo putrefacto" tanto él, como Federico García Lorca y Luis Buñuel. Con la puerta entreabierta, Bello que es definido como "el arquetipo genial del artista hispano sin obra" por Enrique Vila- Matas,  entornó la mirada hacia la pieza del catalán llena de dibujos errantes, que pululaban por su cama, el escritorio, confundidos con camisas y jerseys,  todo un caldo de cultivo para sus llamaradas con los lapiceros, que le retrotraían a la nostalgia mediterránea de su villa. Pepín, el llamado fotógrafo de la Generación del 27, no pudo callar tan tremendo hallazgo y todos se arremolinaron en torno a la pieza de Salvador, para comprobar si las maravillas de las que hablaba el locuaz Bello, estaban de todo punto exageradas. Desde entonces, la unción de Federico por Dali fue tan evidente que se llegó a especular con la naturaleza de  relación tan estrecha. El propio pintor dijo que el granadino quiso sodomizarle aunque el se resistió a la corriente de seducción del poeta, que extendía como una mariposa todo su brillante repertorio de conquista (suena a pura fábula daliniana, pero según Gibson, el poeta estuvo profundamente enamorado del catalán). Pero el caso es que se produce una separación estética, cuando curiosamente Lorca crea vanguardia con El Romancero gitano y sus amigos, Buñuel y Dalí ponen tierra de por medio con El Perro andaluz. 

Dalí genio de dimensiones sobrenaturales, surrealista,
místico -científico,  su método paranoico crítico exacerbó 
a sus compañeros de viaje. 

De Dalí tengo grandes recuerdos de mis clases de arte, porque nos sacaba del sesteo con sus cuadros más que provocativos como El gran masturbador, compuesto muchas décadas atrás, y que sonaba a pornografía sin más ambages. El eco de las risas y alguna mirada maliciosa, dirigidas de forma irreverente a los compañeros con sus rostros lacerados por el acné, y que compulsivamente se dedicaban a sus actividades onanistas en la penumbra de sus piezas, todavía resuenan en mi cabeza. No queremos reproducir los exabruptos, que se deslizaban enmascarados en la masa o algún eructo que se hacía presente cuando inopinadamente se hacía el silencio, para regomello del desdichado que era entonces fácilmente cogido en su falta. La Puche como llamábamos a la desgraciada profesora, empezaba a "emperdigonarnos" con sus salivajos más bien fruto de su nerviosismo y el descontrol que nacía de la obra de su reverenciado Dalí. No fue hasta unos años después que yo me rendí a uno de los mayores genios, puesto que me habían entrado de forma más elocuente los renacentistas italianos, por aquel entonces idolatraba a Rafael y sus madonnas. Curiosamente uno de los ídolos de Don Salvador y que le valió su expulsión de la Academia de las Bellas Artes de San Fernando, cuando se negó a que un tribunal le examinase. En el boleto salió Rafael y  como relató años más tarde, quizá agregando mucha fantasía, repuso al tribunal: "con to-dos mis res-pe-tos, nin-gu-no de us-te-des jun-tos sa-be más que yo de Ra-fa-el". No es extraño proviniendo de un joven que con siete años soñaba con ser Napoleón o se golpeaba voluntariamente contra una columna en el recreo porque nadie le hacía caso. Con ocho tuvo claro que quería ser "Sal-va-dor Da- lí" papel que le había encomendado el divino mucho mayor que cualquiera de los secundarios que hasta entonces le había desvelado (v.g. Napoleón). Y su obra avala su locura, fue un artista grandísimo. 

Como advertíamos al inicio, el sexo como energía represada tuvo una singular importancia en Salvador. El pobre artista se jactaba de no haber catado virgo alguno mientras no llegó Galuztka, que habría de rescatarle del celibato  además de modelarle a su conveniencia. Es verdad que el joven imbuido según sus memorias de un prurito monacal había frecuentado los burdeles, que encontró siempre lugares bellos pero que no le incitaron la curiosidad de perderse en sus escalinatas, sino más bien un interés analítico. Fue con Gala, a la que regó con todo esa acumulación de esperma, con la que se nos hizo hombre. Enseguida la rusa ocupó el lugar en sus pinturas de su hermana Ana María, objeto de fantasías eróticas e incestuosas. Dicen sus hagiógrafos que ambos, Gala y Salvador abandonados  a la brisa marina, con los cabellos de la rusa meciéndose en su frente, ésta le espetó un "reviéntame" clamoroso que puso fin a la risa frenética y paranoica de Dalí "pa- ra si-em-pre ja-más" . Con ese acto de amor le redimió como hombre y con sus besos acalló las voces que le decían que la asesinase allí mismo ( la verdad es que estaba majareta del todo y Gala dominó esos impulsos criminales, represó esa energía que el de Cadaqués inmortalizó en sus sublimes pinturas). 

Todo a pesar de que  aquel encuentro obedeció a las desavenencias surgidas en el seno del grupo surrealista, a raíz de las imágenes que habían interpretado como coprófagas en el cuadro El juego lúgubre. Tras ese encuentro se precipitaron en sus cuerpos, durante semanas jodieron hasta la extenuación, comunión de dos almas que no se tocaban sino es entre el abismo de los átomos. Con un palmo de narices habían dejado   al director de la muestra daliniana  que se exponía por aquella época en París con un un éxito rotundo. El marchante había prometido en vano presentarles al nuevo fenómeno, que estaba fugado y enamorado, y por supuesto,  el que se llevó la peor parte fue Paul Eluard, el marido engañado de Gala. Salvador por su parte, rompió con la familia(3), que de moralidad más anticuada, jamás aceptó que se uniese a una divorciada. Desde entonces, las formas sexuales brotaron más ávidamente en sus cuadros debido a un surrealismo latente y al descubrimiento personal y liberador que significaron las artes amatorias de Gala.   

¡Vaya clan el de "La Resi"!

Las frustraciones sexuales también acosaron al endeble en Scott –Fitzgerald. Tenía complejo de miembro pequeño y le confesó sus miedos a su amigo Hemingway. Llegó con una nube de preocupación a interrumpir el sacrosanto trabajo de Ernest, al que le jodía especialmente ese tipo de coitus interruptus, en este caso creativos. Pero supo atisbar el rubor indecible de su amigo por lo que preguntó qué le pasaba.

- Zelda me ha dicho que está en el sanatorio, porque nunca le supe satisfacer en la cama.

- Y cómo es eso, amigo.

- Me dice que la tengo tan pequeña- Casi del apuro y preso de un sentimiento de culpabilidad casi patibulario, se la enseña en el café. 

Aunque Hem, le repone lejos del ánimo pesaroso de su amigo, que vayan al Louvre.- Allí verás que las estatuas no tienen miembros poderosos, incluso son más pequeños que el tuyo.- Aparta la mirada cuando Fitzgerlad vuelve a hacer el ademán de enseñarle sus protuberancias. – No, aquí no, vamos al Louvre, amigo. Van juntos y el autor de la generación jazz sale de su azoro.

El sexo fue muy importante, poetas que borraban en la cumbre el pesar que le habían producido rechazos pasados, gracias al exorcismo que representaba la masturbación. De nada le servían las damas de la alta sociedad que se rendían a sus versos, sino que les acosaban los espectros del pasado que debían poseer con “ la paja redentora”. Algunos como Amedeo Modigliani, no sentían disminuidas sus fuerzas creativas, sino que se exacerbaban en el acto de posesión. A Pablo Picasso, macho dominador le ocurría otro tanto. O qué decir del mendicante Tolouse Lautrec o el bernardaalba de Edgar Degás. Tampoco nos olvidamos de un Orson Welles que se creyó demasiado anticuado para la sofistificación de Rita Hayworth, aunque enseguida se puso a su altura ahormando su amor en el catre. Así nos despedimos,inflamados con tanto ardor creativo.


El genial Orson Welles se veía muy poco sofisticdo
para los encantos de la superestrella Rita Hayworth


 (1) En cuanto a De Prada, le reservaremos una publicación, para que vuelva por sus primeros fueros, que tanto nos deleitaron ( gracias a él, recuperamos al sonetista sablista más delicioso de todos los tiempos, Pedro Luis Gálvez y al que la leyenda negra le acompaña, a pesar de la semblanza noble que hizo de él, Cansinos Assens). Las máscaras del héroe o Las esquinas del aire: en busca de Ana María Martínez Sagi prometían una carrera literaria lanzada al Nobel. Luego el genio se secó o se distrajo, a pesar de que le reconozcamos su oficio y su brillante prosa, no llegó a ser lo mismo. 

 (2) La obra en puridad es francesa, pero Buñuel tenía mucha resonancia en nuestro país, a pesar de que hubiese ido en peregrinación a París, donde se integraría con su amigo Dalí en el movimiento surrealista. Con Dalí hubo muchisimas divergencias. 


(3)Su progenitor como  notario en sus cabales había dejado bien claro  a su hijo, que la bohemia podría ejercerse con una agarradera como la Academia de San Fernando, de la que salió escopetado para disgusto del padre. Decidido a que se encaminase de forma seria, emigró a París la meca del arte de los albores del siglo XX, acompañado de su familia. Así visita a Picasso, al que confesó que había decidido visitarle primero  a él, antes que acudir al Museo del Louvre ( en sus memorias recuerda que se mostró tan reverencioso como si don Pablo fuese el mismísimo Papa).

Comentarios

  1. Grande esta entrada que le has dedicado al "chien andalou" de Buñuel y Dalí. Que sepas que lo visioné hace muchos muchos años, junto con otras obras suyas primerizas y fetiche: "La edad de oro" y el seudo-documental "las Hurdes, tierra sin pan". Mucho después acabé viendo toda su obra, ya que no en vano es mi cineasta favorito, lo mismo que sus compañeros de la Residencia de Estudiantes: Dalí y García Lorca.
    Comparto con sumo gusto tu estupenda entrada y espero que los lectores la disfruten tanto como yo. Besos y feliz semanita :-))

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  2. Quería decir que Lorca y Dalí también son de mis artistas favoritos, uno como poeta y el otro como pintor, es que tal y como lo escribí antes... jeje

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    1. Por cierto,me alegro de que hayas salido indemne de tus obras.Ahora a disfrutar.

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  3. Gracias por tus siempre interesantes comentarios.Curiosamente no había traspasado el velo de histrionismo y de los análisis fríos que hacíamos de la obra daliniana,hasta que no se humanizo.Esto es,cuando comprendí al hombre,disfrute de su obra.Por ejemplo,guardando las distancias,me sobrecogio la misteriosa naturaleza de la materia y antimateria.O su celibato,toda esa energía amansada que debía brotar.Tenía el talento de su admirado Rafaello y eso lo sabían los surrealistas,que no pudieron prescindir de Dalí a pesar de sus más que notables diferencias.Y luego Lorca y Buñuel....nunca en tan corto espacio de tiempo y en una distancia tan reducida,compartieron anhelos artistas tan grandes.Fue un encuentro cósmico como dijo Ian Gibson.

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  4. Yo también tengo mi historia personal con Buñuel, sobre todo con el film "Ese oscuro objeto del deseo" que un día, cuando la motivación me lo permita, reseñaré. "Los olvidados", "Tristana", "Belle de jour"...todas ellas cargadas de fantasmas personales y obsesiones, me fascinaron.
    Todos ellos, mantuvieron relaciones -no voy a decir raras- pero sí, singulares. Y es innegable que Gala lo fue todo para Dalí. Me habría encantado conocerla.
    Muy buena entrada Sergio.
    Un abrazo.

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  5. Muchas gracias,Marybel.Esperamos ansiosos tu publicación.

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